Copa del Rey
Una genialidad del brasileño resolvió un duelo tosco. Ancelotti rotó, Hazard decepcionó y tuvieron minutos los jóvenes del Castilla.(0-1).
La ilusión del pequeño Cacereño recibió a la inquietud del gigante Madrid, salvado por un brillante slalom de Rodrygo que le condujo a octavos de final de la Copa del Rey (0-1). Fue la sonrisa y la valentía del conjunto de Segunda RFEF, cuarta categoría del fútbol español, contra la tímida desidia del campeón de Liga y Champions, en pleno camino de piedras hacia su primera Copa desde 2014. La más diminuta de las tres grandes competiciones que disputa cada año es también con la que menos feeling tiene el cuadro de Chamartín. A la Copa le falta la divinidad de la Champions. Y quizás es eso lo que más sufre el Madrid, ansioso por momentos de épica en ambientes de leyenda. Por eso, también quizás, ha ganado ocho Copas de Europa y sólo dos Copas en las últimas 25 temporadas.
En el Príncipe Felipe de Cáceres, el Madrid se encontró con la Copa frente a frente. Un césped altoen muy mal estado, un viaje de tres horas en autobús, como hacen tantos y tantos equipos cada fin de semana lejos del primer mundo futbolístico, una afición entregada a la causa local y un rival con más ganas que miedo, lanzado tras ese viaje a Nepal para conectar y promocionar un centro budista que se construirá en Cáceres. Toda una clásica ratonera. Ancelotti le regaló a Hazard y a Odriozola (que aguantó una parte antes de lesionarse) dos titularidades que no veían desde hacía meses, rotó con Lunin, Lucas, Nacho y Ceballos y apostó por Tchouaméni y Camavinga, que hace dos semanas estaban jugando la final del Mundial de Qatar. A su lado, Asensio y Rodrygo, los más activos en un inicio espeso en el que apenas se jugó. La hierba, pesada, favorecía los balones altos y perjudicaba las combinaciones, algo que agradeció un Cacereño que lo apostó todo a la intensidad. La suya, mucha, especialmente la de Manchón, Carmelo y Grande, y la de su rival, poca por momentos.
El Madrid tuvo algún acercamiento gracias a las arrancadas de Rodrygo y Asensio, pero no inquietó la meta de Moreno. Tampoco los extremeños, que buscaban con insistencia la banda de un nervioso Odriozola y a los que el empate convencía con el paso de los minutos. El partido se disputó en 50 metros, sin llegadas al área y con mucha pelea en el centro del campo, donde Tchouaméni y Camavinga se mostraron incómodos en la salida de balón por la presión sin pausa del mediocampo rival. Lo notó Ancelotti, que en el descanso retiró al ex del Girondins y dio entrada a Fede Valverde, más vertical, más intenso… Más lo que necesitaba el partido de los blancos. La entrada del uruguayo liberó más a Camavinga como pivote, más feliz el francés en ese rol dominante.
El paso de los minutos, la inocencia del Cacereño, el deseo de una oportunidad histórica y su cansancio físico provocaron que el partido se rompiera, beneficiando a un Madrid que comenzó a encontrar huecos en la defensa rival. Lo intentó primero Asensio, con un potente disparo, el mejor hasta ese momento, que desvió Moreno con seguridad. Y pasada la hora de partido, cuando las tablas elevaban la ilusión al cielo de Cáceres, Rodrygo se inventó un zig zag en el pico del área local, regateó a dos defensas y envió el balón a la escuadra izquierda de Iván Moreno.
Fue el único destello de talento dentro de un partido turbio. Un pequeño homenaje del brasileño a Pelé, ídolo de su Brasil y de un Santos que también le vio crecer. Sus manos al cielo fueron para él. Antes del 0-1, Ancelotti ya había tomado una decisión importante. Envió a un Hazard totalmente intrascendente de vuelta al banquillo y optó por el joven Álvaro Rodríguez, delantero de 18 años y 1,93 metros que todavía se está decidiendo entre España y Uruguay y que lleva cinco goles con el Castilla en la Primera RFEF. El gol de Rodrygo le quitó la presión de ser la solución de emergencia.
El Madrid ya está en octavos, a los que llegará después de una exigente Supercopa de España en Arabia y antes de los hipotéticos cuartos de Copa y del Mundial de Clubes. Todo con la vista en el horizonte de Liverpool. Eso será en febrero, en la elite europea. Antes, la calle de la Copa.