Ramos redebuta con el Sevilla 6.595 días después y el equipo consigue su primera victoria

Ramos redebuta con el Sevilla 6.595 días después y el equipo consigue su primera victoria

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Actualizado

El defensa sevillano estuvo serio y comedido y salvó un gol en el duelo contra Las Palmas.

Sergio Ramos en su redebut con el Sevilla.RAÚL CAROEFE

“Historia, valores y tradición”, se leía en el tifo desplegado en el fondo norte. Sobre las palabras, una imagen majestuosa de Alhaji Momodo Njie, Biri Biri. Era la bienvenida a Sergio Ramos por parte de los Biris Norte. El resto del Ramón Sánchez-Pizjuán, ávido de puntos, no estaba para homenajes.

Tres partidos, tres derrotas. Mendilibar cuestionado. El palco señalado. Sergio Ramos se crujía los huesos del cuello mientras sonaba el himno a capela. “Y es por eso que hoy vengo a verte, sevillista seré hasta la muerte”. El camero miraba al cielo. Dorsal número 4. Camiseta blanca, cuello rojo, sol radiante tras la lluvia. Y el balón ya en juego.

Apenas un minuto tardó la Unión Deportiva Las Palmas en poner en peligro a Dmitrovic. Sergio Ramos jugaba con Loïc Badé a su derecha. Pedrosa a su izquierda. Muy cerca, su amigo Jesús Navas. La última vez que jugaron juntos Jesús y Sergio en los pubs se bailaba ‘La camisa negra’ de Juanes, Sony sacaba la PSP y Diego Forlán acababa de ser pichichi. El equipo blanquirrojo a lo de siempre. Intensidad estéril. Intrascendencia en el mediocampo. Posesiones cortas y finalizadas con urgencia. Centros laterales. Tibieza.

Álvaro Valles, el portero sevillano del equipo canario, le discutía el protagonismo al central retornado. Los nervionenses atacaban en vano. Ramos jugaba con precaución, sin riesgos, soltando la pelota rápido, sin conducciones profundas, sin pases largos, sin hambre de aplausos. Nada. Con la severidad metálica de un muñeco de futbolín. Como si, con su moderación, quisiera reencontrarse con el afecto de los suyos. Subía, eso sí, en los saques de esquina, y pugnaba con el 4 rival, el defensa Álex Suárez. Pero su primera mitad pasó desapercibida. Las Palmas, con poco, encajonaba a los anfitriones. El descanso destensó a la grada.

Tras el vestuario, llegó la ansiada ovación. El oxígeno del ánimo. La miel del aplauso tras 6.595 días de su debut. Disparó Sandro en el área. Repelió como pudo Dimitrovic. Sory Kaba cazó el rechazo y fusiló a puerta vacía. Sergio Ramos se lanzó a la desesperada y con el hombro salvó el gol.

Redención

“Si lleva el escudo, es de los nuestros”, decía un padre de familia con camiseta Joma en los alrededores del estadio. “El fútbol tiene memoria pero a mí ya se me empiezan a olvidar las cosas”, contestaba socarronamente un señor de pelo cano y camisa floreada. Ramos se entonaba sobre el césped. Cuerpeaba con los delanteros. Gritaba a sus compañeros. Pedía al equipo que subiera. Era la única redención posible. Ser imprescindible, jugarse las tibias, sufrir por amor.

En el 71, En-Nesyri se elevó en el área y cabeceó picado uno de los centros desde el costado. Valles voló y salvó temporalmente el gol, pero Lukebakio se hizo con el balón rebotado y disparó con rabia a la red. Redebut y victoria. Sonaba bien. Las Palmas se volcó contra la portería de Dmitrovic. Ramos templaba los ánimos de los suyos. Con severidad pero sin estruendos, con concentración pero sin capitanías. Serio, formal, lejos del futbolista histriónicamente racial que lideró la zaga del Real Madrid. Como si quisiera acompañar su edad con un carácter nuevo. Una madurez extremada que sentaba bien al futbolista y al equipo.

Tatuajes y aplausos al aire. Cruces de tinta. Todos los títulos a los que puede aspirar un futbolista europeo en sus espaldas. Y un regreso. Un regreso tímido. Los partidos irán desatando los ánimos, la competición abrirá la jaula a las bestias. Pero Sergio Ramos volvió al césped del Sánchez-Pizjuán como un canterano que juega un puñado de minutos con el primer equipo. Con idéntica cautela. Con reverencial respeto a la grada. Como si no viviera un retorno, sino el primer año de una futura carrera. “Reencontrarme con mi casa ha sido algo maravilloso”, dijo tras el partido. El fútbol nunca será frontera.

kpd