La forma en la que se afronta la adversidad establece la condición competitiva. Es difícil, pues, saber qué se puede esperar de un equipo hasta que no va por detrás en el marcador. España no lo había estado en toda la primera fase, por lo que se trataba de una prueba por la de que debía pasar. Georgia no es uno de los adversarios que la llevan al extremo, pero en esas situaciones, importa el trance, no el rival. Le sucedió también a Inglaterra frente a Eslovaquia. La selección reaccionó mucho antes que los pross, gracias al disparo de Rodri, pero es evidente que la presión lastra la velocidad
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Los misiles de la muerte pudieron hasta con el cíclope blanco. Courtois hace milagros, pero no hay panes y peces para quien no los merece. La caída del Madrid fue algo más que una muerte a balón parado. Fue una ejecución en el paredón de todos sus males, con disparos de Declan Rice que tenían todo lo que, hoy, no tiene este Madrid deambulante: la contundencia y la precisión. Rice, en realidad, sólo apretó el gatillo.
La cruel derrota, consumada por Mikel Merino, un delantero de paso, compromete al equipo blanco, que necesita invocar a todos los espíritus de la remontada, no sólo a Juanito, y compromete a Ancelotti. Con el entrenador atascado, Vinicius perdido y Bellingham desesperado, la esperanza es la épica y quien todavía no sabe nada de esa épica. Mbappé llegó para ganar Champions. Primero debe ganar al destino. [Narración y estadísticas (3-0)]
La forma de caer ante el Arsenal es proporcional a dos cosas: la tendencia del Madrid en los últimos partidos y la proporción del rival. Leganés, Real Sociedad y Valencia, con distintos resultados, ya mostraron los problemas de un equipo frágil en defensa, desenfocado en el centro del campo y no siempre enfocado en ataque.
No es el equipo de Mikel Arteta lo mejor de la Premier, pero es un equipo que crece y crece si le dejas jugar. Si los goles no llegaron antes de que Declan Rice activara el cañón, fue gracias a Courtois, brutal en sus intervenciones ante el propio Rice y Martinelli, en el primer tiempo, o de nuevo Martinelli y Merino en el segundo. El Arsenal hizo lo suficiente para golear de cualquier manera.
parábola inverosímil
La pegada de Rice está fuera de catálogo. Ambos goles llegaron de falta, lejanas, y ambos con una potencia y colocación que redujeron a Courtois a su condición humana. Ni un reproche al portero, todo el mérito para el jugador inglés, que recordará este día toda su vida, sea cual sea el desenlace de la eliminatoria. Primero salvó la barrera con una parábola inverosímil; después, colocó en la escuadra.
Ancelotti sabía bien de la febrícula de su equipo y por eso les mandó abrigarse. El Madrid no tiene la temperatura corporal adecuada y el entrenador sacó la mantita al salir al Emirates para cubrir bien todo el centro del campo. En el Bernabéu habrá que quitársela y jugar a pecho descubierto. No quedan días para 'pechos fríos'
La manta era el 4-4-2, en el que Bellingham se situaba en la izquierda y Rodrygo, en la derecha, con claras instrucciones defensivas. Vinicius y Mbappé, pues, compartían el ataque. Las razones de Ancelotti no se debían únicamente a la peligrosidad del Arsenal por las bandas, con Saka y Martinelli, sino a las componendas que tiene que hacer en la defensa desde el principio de temporada. Valverde volvió al lateral derecho y en el izquierdo apareció Alaba, con una venda en un muslo, todavía bajo mínimos. El austriaco conoce el puesto, ya que jugó en esa posición en sus inicios en el Bayern, pero hace ya largo tiempo. Saka lo sometió a un tormento, pero también puede decirse lo mismo de Martinelli ante el uruguayo. El compromiso en las ayudas de Bellingham y Rodrygo no bastaba.
Bellingham, desesperado tras una ocasión perdida.EFE
El cambio de sistema, del 4-3-3 habitual al 4-4-2, cargaba el mensaje: precaución. El Arsenal de Arteta es un equipo de alto ritmo de juego y llegada por las bandas, pero también de compenetración en las jugadas a balón parado, diseñadas por uno de los ayudantes del técnico donostiarra. Cuando lanza un córner, acumula jugadores casi en la línea del portero, como niños que esperan, ansiosos, que se rompa la piñata. El overbooking hizo que Saliba rechazara un centro-chut que había superado a Courtois. Con esa producción ofensiva no tener en el área a Havertz o Gabriel Jesus es un hándicap. Arteta ha pedido a Merino que se convierta en camaleón. Se ha puesto el traje del nueve con goles, también frente al Madrid, el tercero, después de porfiar mucho frente a Courtois.
El Madrid respondió al acoso inicial con posesiones largas, aunque estériles, para bajar las revoluciones al partido. Cuando pudo, corrió, gracias a los robos o pérdidas que abrían un páramo por delante. Ni Vinicius ni Mbappé, sin embargo, encontraron la precisión para batir al español Raya, sin trabajo, pero con sensación de dominar el área en todas sus salidas.
Más desalentador resultó su nula reacción tras los goles del Arsenal, cuando ya no había que abrigarse más, sino destaparse. La excitación del equipo inglés y la mejor gestión de Arteta pudieron generar un resultado todavía más cruel, mientras Camavinga se autoexpulsaba y las soluciones del banco, como Brahim, no aportaban nada, porque el problema no era de nombres, sino de rumbo. Ahora sólo está a tiempo de la épica.
Un derbi puro entre dos equipos que quieren ser campeones se desprendió de las miserias del fútbol para dignificar el escudo que ambos defienden y aquello que sienten sus aficionados. Hagan ustedes lo mismo, abran el cubo de la basura y dejen paso al derbi. Hay cartas que sólo merece la pena leer una vez. Hizo falta un penalti, quizás un 'penaltito', para transformar un partido en un derbi y encender el fútbol, no la polémica. Fue el milagro de la hierba. Nada cambia en la tabla para Madrid y Atlético con un empate (1-1) del que sólo puede aprovecharse, hoy, el Barça. Pero cambia el aire de la Liga, más limpio y respirable cuando se juega que cuando se reprocha o insulta.
Un 'penaltito', diría Ancelotti, disparó la temperatura en un duelo hasta entonces al baño María. En la semana de la cartita del Madrid contra un arbitraje al que describía como a una sociedad secreta, una suerte de 'Cosa Nostra', ha recibido dos penas máximas: una en Copa y una Liga. La primera, ante el Leganés, no admitía debate; la segunda, frente al Atlético, es otra cosa, por la acción y la trascendencia. Tchouaméni midió mal una entrada y pisó a Lino cuando el balón acababa de pasar. De Burgos Bengoetxea, en el VAR, tardó un mundo en avisar a Soto Grado. Dudó. La duda es un síntoma de inteligencia, pero en un campo de fútbol es un mal asunto. Si eres jugador, llega la crítica; si eres árbitro, la guerra.
Julián Álvarez, un hallazgo
Ancelotti se fue a su banquillo con las manos en la cabeza. Julián Álvarez lo acabó a lo Panenka, incluso sin parábola. El argentino es un hallazgo: está en todas partes sin que parezca estar en ninguna. Algo se le escapó al infalible Pep. Fue un gol para darle al Atlético su escenario preferido. Un gol para sumir al Madrid en la desesperación y en la confusión, porque no juega contra los árbitros, sino contra los rivales. Era el primer penalti en contra en la Liga. En 23 jornadas, bien pasado el ecuador del torneo, hablar de persecución sistemática, como decía la carta, parece un exceso, y los excesos aplastan a los argumentos aceptables, que también se encontraban en la misiva. Hay que cambiar cosas, pero entre todos.
Tchoauméni tuvo buenas acciones después de ese error, pero volvió al lugar en el que no quiere estar, y no debería. Es el lugar, en cambio, en el que se asienta Asencio, a su lado, rápido en los cortes y en las rectificaciones frente a rivales como Giuliano Simeone, un trueno. Fran García y Lucas Vázquez ocupaban las bandas en una defensa que sería totalmente distinta si el Madrid no hubiera sufrido una plaga bíblica en el área. En minusvalía en la zona, el Madrid necesitaba activar a su ataque, llevar el balón arriba, intentar jugar donde era más fuerte, porque en el resto tenía más argumentos el Atlético, con la única baja de Le Normand. Elevó, pues, el equipo blanco la presión, con más intensidad de lo habitual y ayudas de sus atacantes, aunque desordenadas. Era el caso de Vinicius, de menos a más hasta un final frenético. La ansiedad llevó inicialmente al brasileño al centro, por lo que ocupaba el espacio de Mbappé para desesperación de Ancelotti.
Ceballos mejora al Madrid
La situación llevó al Atlético a verse superado en intensidad, con más pérdidas de las habituales y duelos perdidos. Replegado y sin permitir ocasiones a los locales, más allá de un disparo lejano de Rodrygo, aguardaba la oportunidad de salir y conectar con Julián Álvarez, Lino o Griezmann, pero no robaba lo suficiente. En el centro del campo, la mayor actividad era para Ceballos, que ha pasado del ostracismo a poner cosas en su sitio por donde pasa.
Lo único realmente peligroso, sin embargo, había llegado por pérdidas, fueran de Lucas Vázquez o Pablo Barrios, pero sin que Lino ni Vinicius, imprecisos, pudieran sacar provecho. El penalti, pues, llegó como si apareciera de la nada, pero prendió el derbi, por el gol, por la ira de la grada y por la reacción del Madrid al regresar del vestuario.
Una llegada de Rodrygo encontró a Bellingham en un lapsus del área rojiblanca, pecado moral para Simeone. Oblak rechazó el remate, pero Mbappé aprovechó el rechace para enseñar para qué vino. Sonaron tambores en el Bernabéu y todos saben qué ocurre después, también los enemigos. Bellingham regresó a la zona erógena del campo que tanto le gusta, pero su testarazo se fue a la madera.
Con el Bernabéu en modo fiebre, el Atlético debía resistir, pero hizo más, resistir y contraatacar. Son otros tiempos. Ni Giuliano ni Marcos Llorente se aclararon en el área mientras Oblak levantaba un muro ante Rodrygo o Vinicius. Simeone agitó su banquillo con fuerza y Ancelotti esperó, cada uno en su traje, aunque el duelo pertenecía ya de sus jugadores, en un final de derbi que dignifica una semana para olvidar.
Dos tiros distintos, uno en el pie y otro a la red, cambiaron un decorado áspero para el Madrid. El primero se lo dio Nyom, que saltó para secar a Vinicius y en un minuto sacó la mano, impactó en la cara del brasileño y se fue al vestuario sin necesidad de ducharse, salvo por el sofoco. Para todo sirve el agua fría. A la red disparó Mbappé, acto seguido, cuando Xabi Alonso activó la telepatía del francés con Güler y la expulsión desencajó las piezas de Bordalás. El argumento del Getafe es tan legítimo como cualquier otro, todo es fútbol, pero tiene estos riesgos, estas cosas. [Narración y estadísticas (0-1)]
Si no pasa nada es que pasa lo que quiere el Getafe. Sobre todo, si parte de una asumida inferioridad, como le ocurre frente a los grandes. Diríase que es como Bordalás se siente en su salsa. Existe una crítica constante hacia el trabajo del técnico, por considerar duro el juego del Getafe. Tiene algo de contracultural, es cierto, en este fútbol donde todos se gustan tanto, como si el Coliseum se hubiera quedado detenido en el Medievo y no hubiera avanzado hacia el Renacimiento. El problema de las cargas medievales es sujetar al caballo cuando se quiere.
Nyom entró desbocado en la tarea de parar a Vinicius, que acababa de entrar para abrir una vía de agua en el Coliseum, incapaz hasta entonces el Madrid, muy poco renacentista su juego, todo hay que decirlo. Quien más capaz es de hacerlo, Güler, tampoco había estado entre los elegidos por Xabi Alonso en el once.
El plan inicial
En el Medievo y en lo que viene esta semana, Juventus y Barça, debió pensar Xabi Alonso para dejar en el banco a Vini y al turco. Para el Primero iba a haber poco espacio, especialmente en el primer tramo del encuentro; para el segundo quizás era un choque demasiado físico. La realidad es que el Madrid se impuso en los medios, con el poderío de Tchouaméni y Camavinga, pero nadie veía las cosas que ve el turco. Si acaso, Rodrygo, que realizó un pase con engaño a Mbappé. Soria detuvo el lanzamiento del francés en la mejor ocasión blanca de todo el primer tiempo. Después, apenas un lanzamiento lejano de Tchouaméni, solución necesaria frente a una defensa replegada sobre dos líneas de cinco y cuatro hombres. Tampoco funcionó.
A Xabi Alonso no le dio resultado el plan inicial, que incluía a Bellingham, después de la mini pretemporada a la carta que ha hecho en Valdebebas durante el parón de selecciones. Rodrygo se ubicó en la izquierda, la banda de Vinicius y la que también prefiere su compatriota, que en la era Ancelotti se desempeñaba por la derecha. Ahí regresó cuando Alonso llamó a Vini como se llama a los bomberos. Antes, en esa banda, apareció Mastantuono, que se aprieta a los partidos como buen argentino y como le gusta a su entrenador. En defensa se decidió por alinear a Alaba junto a Militao. Duró media parte. De la caseta, después del descanso, salió Asencio.
Muy pronto lo harían otros, porque nada, salvo las afiladas intenciones de Mbappé en cada movimiento, había sacado el Madrid en claro en el plano ofensivo. Tampoco había sufrido, salvo por una volea de Álex después de una jugada a balón parado. La estrategia es una de las bazas de Bordalás, especialmente cuando se enfrenta a equipos muy superiores. Con las piezas en movimiento, la calidad hace las diferencias. En cambio, cuando están detenidas, todo se iguala mucho más.
Munuera Montero muestra la tarjeta roja a Nyom.AFP
Bellingham se desesperaba y pedía más movilidad a sus compañeros. La presión y el cuerpeo del Getafe, además de estirar cada parón del juego, no eran las únicas razones del mal partido del Madrid hasta entonces, errático y lento en las transiciones, sin encontrarse. A Mbappé, dinámico, le faltaban socios. Nadie lo ha encontrado tanto esta temporada como Güler. Había, pues, que llamar al turco.
El ingreso de Vinicius, previo, había agitado ya el partido, dominado hasta entonces por la tesis del Getafe. El brasileño lleva la electricidad consigo mismo, como si llevara los cables pelados en la mano, y la traslada al juego y a la atmósfera. El problema es cuando se electrocuta. En el Coliseum, fue al revés. Primero, provocó la amarilla de Kiko Femenía. Bordalás lo cambión por Nyom para evitar riegos y, en un minuto, el defensa sacó la mano de forma temeraria. ¡A la calle!
Las protestas, con Bordalás implicado, desconcentraron al Getafe, hasta entonces apenas franqueable. Antes de que pudiera reorganizarse, Güler vio a Mbappé en el único cráter de la defensa. Giró el francés sobre sí mismo y no perdonó para volver a sostener, una jornada más, al Madrid, de nuevo líder para recibir al Barça, el domingo, en el clásico. Alex siguió el camino de Nyom y en otra entrada a Vini vio la segunda amarilla y la roja. No había razones para una autodestrucción tan temprana, como demostró una última acción del Getafe, ya con nueve hombres, que salvó Courtois, pero a los locales les sobró ira.