Mundial 2022 Qatar
Los argentinos esperan la llegada de la selección con el título y coinciden en que, por fin, su actual capitán ha conseguido igualar a Maradona
Entre la tarde del domingo y la madrugada del lunes, felicidad y desahogo a niveles nunca vistos. El lunes, calles vacías, silencio y recuperación en casa tras una celebración épica. Por poco tiempo, porque el después de la fiesta es también el antes de la fiesta, que este martes será aún mayor: la selección argentina, encabezada por Messi, celebrará junto al emblemático Obelisco su condición de tricampeona del fútbol mundial.
El del domingo fue el festejo más grande de la historia de Argentina: nunca antes había visto tanta gente en las calles ni tanta alegría compartida. Desahogo catártico y felicidad sin límites para que Messi se instale como ídolo indiscutido y envíe al desván de los recuerdos la insistente comparación con Maradona. Lo logró con una extraordinaria actuación en todo el Mundial y en la final.
«¡Gracias, Leo, gracias, Messi!». El grito se repetía en la Avenida 9 de Julio, una gigantesca arteria que conecta el norte y el sur de Buenos Aires y que los argentinos celebran como la más ancha del mundo. Lo interesante de ese agradecimiento al ex jugador del Barcelona es que sus mayores fans son jóvenes, niños y adolescentes que no están bajo el influjo maradoniano y viven maravillados el hecho de ser campeones del mundo. En el lunes posterior a la gloria no hubo otro tema de conversación que no fuera el Mundial. Se esfumaron la inflación, la política y cualquier otro asunto para un emocionado ida y vuelta entre desconocidos. En un almacén del barrio de Palermo regentado por chinos, por ejemplo, con cuatro personas que se veían por primera vez en sus vidas.
– ¿Cómo estás, campeón?
– Esto es muy grande, hermano. Y lo más lindo es que esto fue un equipo, ¡Scaloni armó un equipo!
– Sí. Y mirá que al Diego lo amo, pero esto es otra cosa, este equipo es un ejemplo para los más jóvenes.
– Es que míralo a Messi… Ningún quilombo nunca y siempre con la misma mujer.
–Messi y este equipo le hacen bien al país.
– Nos vemos, ¡disfruten mucho, campeones!
Todos los argentinos se saludan desde el domingo con el apelativo «campeón» o «campeones». Tienen derecho a hacerlo tras esperar 36 años desde aquel título de Maradona en México 86. Mientras las imágenes de la aplicación Flight Radar se multiplicaban en la televisión mostrando el trayecto del vuelo entre Doha y Buenos Aires, con escala en Roma, un intercambio de mensajes se desarrollaba entre los futbolistas y el gobierno de Alberto Fernández.
SIN VISITA LA CASA ROSADA
A diferencia de Macron, omnipresente en la final, Fernández optó por quedarse en Buenos Aires. La superstición y la debilidad política explican la extraña decisión: habría temor a que una derrota en la final convirtiera a Fernández en «mufa» (gafe), tal como sucedió con Carlos Menem en la derrota ante Camerún en el partido inaugural de Italia 90. Con niveles notablemente bajos de apoyo popular, Fernández no podía permitirse ese riesgo. Y aunque se lo hubiera permitido, no hay feeling entre la selección y el gobierno peronista, que según los medios locales ofreció la Casa Rosada para que los campeones saludaran al pueblo desde el balcón que mira a la Plaza de Mayo, el mismo desde el que hablaba Eva Perón y en el que Maradona celebró el título de 1986.
No será así. La selección, que aterrizará en el aeropuerto de Ezeiza en la madrugada del martes, se alojará en el centro de las selecciones nacionales, a un par de kilómetros, para iniciar al mediodía una caravana hacia el centro de la ciudad a bordo de un autobús descapotable. Ayer, la policía valló los accesos al centro de entrenamiento de la selección, al tiempo que aficionados acampaban en la zona buscando estar cerca de Messi en el momento en que la copa llegue al país.
Emocionada y envuelta en una bandera argentina, una mujer acompañada por su esposo y sus dos hijos pequeños habló para la televisión local en un parque a unos metros del hogar de las selecciones. Esperarán allí hasta que lleguen los campeones. «Lo que más valoro es su generosidad y su humildad, cosa que no veía en anteriores selecciones», dijo.
Los argentinos recibieron con satisfacción la repercusión mundial del título, logrado en una final que sería la envidia de cualquier guionista cinematográfico. The Economist publicó un análisis en el que es citado el politólogo Andrés Malamud: «En los últimos cinco Mundiales, a Argentina le ha ido mejor con entrenadores humildes y centrados en la planificación, y les fue mal con seleccionadores que eran estrellas y fanfarrones», aseguró. «Los fanfarrones fueron Maradona en 2010, que, aunque era un excelente jugador, era un pésimo entrenador, y Sampaoli en 2018. Los trabajadores han sido Pékerman en 2006, Sabella en 2014 y el señor Scaloni». A eso hay que sumarle que nunca un título argentino fue tan bien recibido por los países vecinos.
El chileno Arturo Vidal, ex compañero de Messi en el Barcelona, posteó en Instagram una foto suya y otra de sus hijos con la camiseta argentina; Neymar felicitó a su «hermano» y en Uruguay, gran rival futbolístico en la orilla opuesta del Río de la Plata, hubo festejos. Las palabras de Mbappé al inicio del torneo, hablando de la superioridad europea, galvanizaron a los países de la región detrás de Argentina, primer campeón de Sudamérica en 20 años.