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Dudas sobre la respuesta del propio cuerpo, incógnitas acerca del planteamiento, presión excesiva del entorno y miedo al fracaso. Es el peligroso cóctel emocional al que se enfrentan los jugadores del Barcelona ante el clásico, el domingo en Montjuïc, inmediatamente después de haber caído en la Champions frente al Inter. Los psicólogos consultados por este periódico plantean los escenarios que suelen darse en estas situaciones, aunque desde la distancia, sin la información que tienen quienes lo hacen en el vestuario azulgrana. Entre ellos, ninguno de estos profesionales, porque como ya dijo Hansi Flick: «El psicólogo soy yo».
El entrenador, los futbolistas, el presidente, Joan Laporta, y el director deportivo, Deco, compartieron el jueves una barbacoa en la Ciutat Esportiva, convertida finalmente en una comida-conjura para el partido ante el Real Madrid. Fuentes próximas al equipo aseguran que estaba convocada antes de caer eliminados en el Giuseppe Meazza, aunque no con la presencia del presidente. Laporta pidió el máximo a los futbolistas, después de haber hecho ya un llamamiento a todos los aficionados para que acudan al estadio. «Es un partido clave para lograr la Liga. Hemos de llenar Montjuïc entre todos. Se lo pido a todo el barcelonismo para que podamos ganar al Madrid. Entre todos hemos de conseguir que los jugadores recuperen la mentalidad».
Para algunos de los consultados, eso es contraindicante, porque supone una «sobrepresión» innecesaria y crea la sensación de que es «la Liga o el fracaso». «Sería mejor tratar el partido como otro cualquiera e ir a la tarea, sin más», dice uno de los psicólogos.
El relato equivocado
Nada más caer en Milán, el Barcelona eligió el relato equivocado, al señalar al árbitro del partido, en opinión de un psicólogo que ha trabajado con equipos de Primera, por lo que prefiere no ser citado, como sus colegas, al estar vinculados al sector: «Habría sido más positivo centrarse en las cosas buenas que hizo el equipo en la eliminatoria, pero, en cambio, optaron por el victimismo». Un mal endémico del Barça del pasado, que siempre buscó coartadas, fuera en los arbitrajes como en hechos como la hepatitis de Maradona o el secuestro de Quini para justificar sus hundimientos en la Liga. Ese Barça no es el Barça de Lamine Yamal, con un liderazgo colosal ante el Inter pese a la derrota.
La caída europea provocó poca autocrítica, focalizados todos en el polaco Szymon Marciniak, salvo su compatriota Wojciech Szczesny. «Sin embargo, los futbolistas saben que encajaron siete goles, una cifra excesiva, y eso puede generarles internamente incertidumbres sobre el planteamiento del entrenador, aunque no lo manifiesten», explica un terapeuta habituado a trabajar con equipos. La preocupación por la defensa, muy arriesgada en el caso de Flick, aparece siempre después de las goleadas. A eso se añade la presencia de un portero circunstancial, que no ha mostrado los imposibles de Yann Sommer (Inter) o Gigi Donnarumma (PSG) durante las semifinales de la Champions, y la presencia enfrente de dos de los mejores delanteros al espacio, como Kylian Mbappé y Vinicius.
«Vamos a dejarnos el alma»
El Barça debe trabajar, pues, en el reforzamiento del juego que ha desarrollado, y eso es lo que intenta Flick durante estos días. El posible regreso de Alejandro Balde en Montjuïc devuelve cierta seguridad a la defensa. Uno de los más señalados ha sido Ronald Araújo, que pidió disculpas en las redes sociales y dijo: «Vamos a dejarnos el alma en el clásico».
«El desgaste físico no es determinante, pero pesa en los vestuarios, conscientes los jugadores de que se van a enfrentar a un rival que llegará más fresco», añaden. Los problemas del Madrid en su defensa pueden igualar ese aspecto, pero mientras para los de Carlo Ancelotti la victoria aparece como una oportunidad, los de Flick la ven como una necesidad, y «la necesidad puede conducir al bloqueo».
Después de tres victorias este curso sobre el Madrid y dos títulos (Supercopa y Copa), el del domingo será el cuarto clásico. Ninguno de los dos equipos ha logrado un pleno cuando se han enfrentado cuatro o más veces, aunque el empate mantendría la ventaja de cuatro puntos para el Barcelona. «El partido es una prueba de madurez definitiva para una generación que ha demostrado saber competir, como hizo en la Copa», finaliza uno los expertos. Primero han de vencer el vértigo.
Emmanuel Macron hizo todo lo posible para que Kylian Mbappé estuviera en París. Los Juegos son sus héroes, sus personajes, son Jesse Owens, Mark Spitz, Nadia Comaneci, Carl Lewis o Michael Phelps... París necesita los suyos. Francia, también. Por ello, después del no de Florentino Pérez, el presidente de la República no dudó en llamar a Léon Marchand tras su victoria en los 400 estilos. Cuando respondió al móvil que le pasaron tras salir de la piscina, no podía creerlo. Es el Mbappé del agua, un león en el cuerpo de un niño.
Dos días después, Marchand volvió a lanzarse a la piscina de La Défense como si escuchara La Marsellesa: Allons enfant de la patrie... Suena el himno, lo corean los 17.000 espectadores mientras mueven las banderas, cuando empieza la prueba, acompañan con un grito cada una de sus brazadas, en una atmósfera poco común en los Juegos y en la natación. Marchand es un prodigio, un campeón, pero también es patria, es chovinismo.
El siguiente desafío, que hoy debe completar, es el de nadar las finales de 200 mariposa y 200 braza, con dos horas y cinco minutos de diferencia. Para clasificarse, ayer se lanzó a la piscina cuatro veces. Contemplativo en las series de la mañana, dominó con autoridad sus semifinales, con 1.53.50 en la de mariposa, donde el español Arbidel González fue octavo, y 2.08.11 en la de braza. En las primeras, sin embargo, fue más rápido en la suya Kristof Milak (1.52.72). Aguarda, hoy, un duelo tremendo.
Mayor adaptabilidad
Los nadadores no suelen compatibilizar la mariposa y la braza, salvo en las pruebas de estilos. Es más común que los mariposistas naden también las pruebas del libre. La morfología de Marchand, longilínea, de 1,87 y 76 kilos, le permite mayor adaptabilidad, con un nado subacuático clave, como demostró en la final de 400 estilos, que ganó en solitario durante buena parte en parciales de récord del mundo. Le pertenece (4.02.50) desde que se lo arrebató a Phelps. El primer título olímpico se suma, a los 22 años que acaba de cumplir, a los cinco oros mundiales, dos en Budapest 2022 y tres en Fukuoka 2023, siempre en las dos pruebas de estilos y la mariposa. En París, añade la braza.
La crianza del campeón de Toulouse empezó muy pronto, cuando su padre y tío le propusieron, a los seis años, que nadara contra otros niños en la piscina de un restaurante. Lo cierto es que podría haber sido mucho antes, porque Marchand es hijo y sobrino de nadadores de élite. Céline Bonnet, su madre, fue olímpica en Barcelona'92. Xavier Marchand, el padre, fue finalista olímpico en 1996 y 2000, y subcampeón del mundo en las mismas especialidades que nada su hijo, 200 y 400 estilos, en 1998. El hermano de Xavier, Christophe, y tío del nadador, tomó parte, asimismo, en los Juegos de 1988 y 1992. Dedicaron la vida a la natación, aunque sin obtener un gran beneficio, por lo que eran reacios, inicialmente, a que su hijo siguiera su camino. Poco se puede hacer contra la pasión y la genética.
Después de aquella prueba que asombró a su padre y tío, ya no se detuvo. Obtuvo la primera licencia a los seis años, adscrito al mismo club que había defendido su progenitor, el TOEC de Toulouse, de donde procedía el primer campeón olímpico de la historia de la natación francesa, Jean Bolteux, en Helsinki'52. La natación es una seña de identidad de la ciudad, que posee la piscina más larga de Europa, de 150 metros. En sus aguas empezó Fabien Barthez, antes de que el fútbol lo reclamara para defender la portería de la campeona del mundo de fútbol en1998.
Marchand festeja uno de sus oros en La Defense Arena.AFP
A los 16 años, Marchand se convierte en el campeón absoluto más joven de Francia, en 200 mariposa, y la escalada es ya imparable. Los padres, pese a sus reticencias iniciales, saben que el salto a Estados Unidos llegará tarde o temprano, un paso necesario para su progresión, con la condición, eso sí, de que no abandone sus estudios de informática. Se produce en 2021, cuando Marchand se pone en manos de Bob Bowman, entrenador y Pigmalión de Phelps. El talento entra en una nueva dimensión. En Tokio, ese mismo, confirma lo que todos intuyen. Con 19 años, logra una interesante sexta plaza en los 400 estilos.
"Las cosas de las personas normales"
Marchand empieza a enfrentarse a la élite norteamericana en las competiciones universitarias, pero la pandemia le obliga a parar y regresar a Toulouse. En lugar de suponer un freno, el nadador ha recordado ese periodo como algo positivo: "Me fue muy bien volver a hacer las cosas que hacen las personas normales, como levantarme tarde o jugar a videojuegos con mi hermano". Durante la temporada, se levanta a las cinco y media de la mañana, seis días a la semana, para realizar entrenamientos en los que recorre entre cinco y siete kilómetros.
París observa el resultado de ese trabajo, con Bowman siempre cerca, además de los técnicos de la Federación Francesa de Natación, que posee unos apartamentos junto a la Défense Arena para que sus nadadores descansen mejor los días previos a las pruebas. Es la razón por la que los encargados de un control por sorpresa no localizaron a Marchand en la Villa Olímpica, donde acudieron a primera hora de la mañana del lunes. El staff de la federación verificó que la notificación de había producido y los controladores admitieron el error. Un contratiempo que podría haber complicado su 'jour de gloire'.