Era una de las imágenes más esperadas del verano futbolístico. Kylian Mbappé, ataviado con la indumentaria de entrenamiento del Real Madrid y mostrando complicidad con sus nuevos compañeros. Una estampa que llevaba años esperando ser una realidad y que contó con la presencia de Carlo Ancelotti, recién aterrizado de la gira por Estados Unidos, donde anoche derrotaron al Chelsea. De ahí que el fichaje estrella del conjunto blanco se ejercitase sólo junto a otros seis compañeros.
En concreto, Mbappé estuvo acompañado en las instalaciones de Valdebebas por Dani Carvajal, Ferland Mendy, Eduardo Camavinga, Aurélien Tchouaméni, Fede Valverde y Jude Bellingham, que regresaban de sus vacaciones tras participar en la pasada Eurocopa o, en el caso de Valverde, en la Copa América. Precisamente fue Carvajal, uno de los capitanes, quien dio la bienvenida al ariete francés.
La primera toma de contacto que les diseñó el preparador físico Antonio Pintus, con Ancelotti presente tras el viaje de vuelta desde Charlotte después de lograr el primer triunfo de pretemporada ante el Chelsea, fue de baja carga de trabajo y sin salir del gimnasio, según sostiene Efe. Estiramientos, carreras y trabajo con pesas para el tren inferior, fue el menú de regreso antes de ya pisar el campo en la sesión del jueves.
También volvió a la ciudad deportiva madridista el defensa austriaco David Alaba, que trabajaba en Madrid con la recuperación de su lesión de rodilla que aún le mantendrá los dos primeros meses de competición fuera de los terrenos de juego.
Los jugadores del Real Madrid que han participado en la gira: Courtois, Lunin, Fran González, Lucas Vázquez, Jesús Vallejo, Antonio Rüdiger, Éder Militao, Fran García, Modric, Dani Ceballos, Arda Güler, Brahim, Vinícius, Rodrygo y Endrick, tendrán descanso lo que resta del miércoles y se volverán a ejercitar el jueves. El Real Madrid aterrizó a las 12:30 horas en la capital de España tras realizar la gira norteamericana de pretemporada, en la que disputó tres partidos con dos derrotas, ante Milán y Barcelona, y un triunfo, el logrado ante el Chelsea, antes de completar el viaje de vuelta a casa para poner el foco en la Supercopa de Europa.
La UEFA demuestra con unas imágenes que Julián Álvarez tocó el balón con los dos pies para, a continuación, preguntarse si esas acciones, claramente involuntarias por el resbalón del argentino, deberían conducir a la anulación del penalti. Es decir, salva a sus jueces de VAR y de campo, porque aplicaron correctamente el reglamento, y traspasa la polémica a la FIFA. Es el comunicado de la mala conciencia, porque el espíritu de la norma es impedir que el lanzador saque una ventaja que en el caso de Julián Álvarez no se produce de ninguna forma.
La reflexión que pide la UEFA, sin embargo, no debería quedarse en la norma 14 que ahora releen en el Atlético en todas direcciones, sino que habría que ampliarla a todo el sistema del videoarbitraje, porque lo que ocurre hoy con el lanzamiento del penalti ha sucedido ya con las manos y los agarrones en las áreas. Fue Ancelotti quien acuñó el término «penaltito», con acierto. Hombre de fútbol, en el Metropolitano puso la misma cara que todos los españoles cuando un tiro a la portería de Unai Simón fue detenido por la mano de Cucurella durante la Eurocopa. El VAR dijo que no era penalti. No era momento de debatir, sino de levantarse a por las patatas fritas. El Madrid no tiene ninguna responsabilidad en lo sucedido, esta vez beneficiado, otras perjudicado, hecho que ha desatado sus iras. Los cambios que pide, algunos con razón, no tienen que ver sólo con los colegiados en España.
El VAR decidió que debía ser anulado el lanzamiento de Julián Álvarez sin necesidad de consultar al colegiado polaco Marciniak para que interpretara la acción en el monitor. El protocolo dice que en esos casos no es necesario. Una norma que no se interpreta en su contexto, en el caso del fútbol en todo lo que tiene que ver con el juego y las intenciones, puede convertir a quien la toma en un necio. La tecnología, utilizada como una herramienta más, mejora nuestras vidas y puede mejorar el fútbol, por supuesto, pero la sumisión a la tecnología puede convertirnos en idiotas, también en un terreno de juego.
En uno de los partidos más esperados de este parón de selecciones, el cara a cara entre Inglaterra y Brasil en Wembley, un adolescente reinó sobre el césped. Endrick, a sus 17 años, ahora en el Palmeiras pero fichado ya por el Real Madrid para la próxima temporada, anotó su primer gol con la 'Canarinha' y decidió un duelo repleto de estrellas.
Fue la fiesta del Madrid, con Jude Bellingham y Vinicius Júnior como máximos referentes de dos equipos que aspiran este verano a levantar la Eurocopa y la Copa América. Dominó Inglaterra, pero Brasil, a la contra, tuvo las oportunidades más claras y terminó siendo superior, física y futbolísticamente, a su rival.
Inició Southgate sin Harry Kane, lesionado, y con Bellingham y Foden escoltando a Watkins. Junto a Rice, Gallagher y Gordon manejaron la posesión del duelo, pero les faltó mordiente, desborde y olfato.
Enfrente, una Brasil guiada por el veterano técnico Dorival Júnior tras todos los rumores, sin final feliz para ellos, sobre Carlo Ancelotti. El entrenador, al menos, tiene clara su idea: un equipo sólido atrás, duro en el mediocampo y eléctrico en ataque. Así son sus futbolistas y así juega. Tiene lógica.
Brasil entregó el balón a Inglaterra y esperó sus momentos, que llegaron con cierta facilidad. En el 13, Vinicius desaprovechó un mano a mano con Pickford al definir demasiado suave, y en el 16 Rodrygo envió desviado un disparo dentro del área.
El cuadro británico empujaba por banda, provocando corners y asediando en balones aéreos, pero les faltó regate. En el 20, Kyle Walker, defensa del Manchester City, se retiró lesionado tras una carrera con Vinicius. Se llevó la mano al isquio izquierdo, pero los 18 días que quedan para el Madrid-City parecen suficientes para que no falte a la cita.
Bellingham se echó por momentos el equipo a la espalda, pero Inglaterra sufrió mucho al correr hacia atrás. Maguire, Stones y Chilwell no podían con Vinicius, Rodrygo y Raphinha. En el 34, Paquetá envió un balón al palo.
Tras el descanso, los británicos bajaron una marcha más, y después del cambio de Bellingham, que se retiró en el 66 tras unos pequeños calambres, prácticamente no dio más de sí. En ese tramo del partido entró Endrick por Rodrygo, en una tanda de cambios que empujaron más a Brasil que a los locales.
Sin ocasiones demasiado claras, los de Dorival llegaron más enteros físicamente al tramo final, siempre sobre la superioridad física de Vinicius, y encontraron el gol en el 80. El delantero del Madrid se quedó otra vez mano a mano con Pickford, definió, el portero rechazó el disparo y la pelota quedó a los pies de Endrick, que puso el 0-1.
Con Inglaterra rendida, el futuro delantero madridista tuvo el 0-2, pero se encontró con Pickford, el mejor inglés de la noche que evitó una goleada mayor.
En una semifinal de Eurocopa, contra el equipo más poderoso del mundo en lo físico, finalista en los dos últimos Mundiales, España salió, vio cómo le metían un gol, se sacudió el polvo de los hombros, silbó, aceleró para marcar dos goles, remontar, y luego decidió que allí, en una semifinal de Eurocopa, con una hora por delante, ya no iba a pasar nada más. Como si fuera su potestad elegir los caminos de los partidos, también los de una semifinal de Eurocopa, como si dispusiera de un mando a distancia para darle al play, y luego al pause, y luego hacia delante, y luego hacia atrás, y luego al stop. España, en una semifinal de Eurocopa, gobernó la noche como le dio la gana, decidió lo que ocurría y lo que no, y agarrada al maravilloso descaro de un niño de 16 años, dueño de un gol estratosférico, le dio la vuelta al tanto francés y echó la persiana. Hasta aquí, dijo. Y hasta ahí. Luis de la Fuente y su muchachada han llevado a España a su quinta final continental, a las puertas de un título impensable hace no mucho, posible, probable, hoy. En una semifinal de Eurocopa, hizo lo que quiso, como quiso y cuando quiso. Esta es España. [Narración y estadísticas (2-1)]
Una España nacida de la desconfianza, forjada en la ignorancia, cuando no en la mofa, de una parte de la afición, que miraba con displicencia a un grupo de jugadores que permaneció callado, cabizbajo, rumiando, eso sí, algo parecido a una venganza, agarrados todos ahí dentro a la esperanza de darle la vuelta a todo y poner al país a sus pies, un país obligado hoy a reconocer el trabajo y el talento de un grupo humano que, más allá de lo que ocurra en la final, se ha ganado el respeto que hasta ahora no tuvo. Honor para España, finalista de la Eurocopa. Y honor para Lamine Yamal, el niño de 16 años, hijo de inmigrantes, que personifica esta nueva realidad española, tan diferente, tan cambiante, tan rica.
A estas alturas de torneo, los jugadores no entrenan. Ni españoles ni franceses habían hecho nada desde el viernes, cuando obtuvieron el billete a la semifinal. De hecho, se intuía un partido calmo, con los dos midiendo muy bien sus esfuerzos y los del rival. Sin embargo, en este juego de detalles que es el fútbol, y más llegados a este punto del torneo, Francia se puso por delante poco después de que lo hubiera podido hacer España. Fabién envió alto un cabezazo que parecía fácil, pero Kolo Muani sí acertó. No habían pasado ni 10 minutos y Francia estaba por delante casi sin haberse desperezado, y además Jesús Navas con amarilla por frenar una contra con pinta de 2-0.
Como quien se levanta de la siesta
Era la segunda vez que la selección estaba por detrás en el marcador. La otra vez fue contra Georgia. Y claro, Francia no es Georgia. O sí, porque lo que ocurrió desde ese momento es muy difícil de explicar. Cuando encajó, España mantuvo la calma. De hecho, tardó bastante menos en empatar, y no necesitó ni de coraje, ni de empeño, ni de suerte, ni de una jugada maravillosa. Bastó que un crío que acaba de aprobar la ESO cogiera la pelota, levantara la cabeza y pusiese en órbita un disparo maravilloso. Lamine Yamal es un niño, un puñetero niño que juega como un mayor, que levanta la cabeza, que pasa, que centra y que, sí, también regatea, pero que, ante todo, juega al fútbol como los dichosos ángeles.
La parábola de su disparo, inalcanzable en diez vidas de Maignan, catapultó a España, un equipo en trance que, cinco minutos después, se adelantaba porque Dani Olmo hizo un quiebro delicioso a Upamecano cazando el rebote de un centro. Su tiro, que iba a portería, lo desvió Koundé por si acaso, como para asegurarse de que entraba sí o sí. Había remontado España como quien se levanta de la siesta. Aguantó a pie quieto los intentos franceses, que no fueron pocos en la primera parte. El equipo de Deschamps trató de hacer daño a España en dos facetas: los cambios de orientación y las jugadas a balón parado.
Olmo festeja el 2-1 en Múnich.AFP
Mbappé, sin máscara, fue menos Mbappé que Dembélé. El ex futbolista del Barça molestó a ratos a Cucurella, y Nico Williams tuvo que ayudar lo suyo ahí. Navas, entretanto, en el duelo que se presumía tan desigual, se mantuvo con bastante más que dignidad hasta su lesión. Al equipo, en algún momento, le costó llegar a la presión porque las piernas están como están, y eso permitía a Francia encontrar alguna vía, sin éxito.
Jugar a que no pase nada
De modo que España, la España donde De la Fuente se limitó a poner a los suplentes de los sancionados y lesionados, ni más ni menos, llegó al descanso por delante y confiada, consciente, más que nunca, de la diferencia física con su rival. Era el momento de no ir al choque. Había que jugar a otra cosa. Había que jugar, por ejemplo, a que no pasara absolutamente nada.
Eso fue lo que hizo España a la vuelta del descanso, buscando trastear con la paciencia, y el físico, del rival, y al rival, claro, cuando le toca proponer, suda tinta. No pasaba nada, ni bueno ni malo, así que Deschamps quitó del campo a Rabiot y a Kanté para meter a Griezmann y a Camavinga. Mbappé ya era delantero centro, porque también se fue Kolo Muani para dar paso a Barcola, que se instaló en la izquierda. Para desgracia de Deschamps, siguió sin pasar nada.
España jugó toda la segunda parte como si fuese el tiempo de descuento. No hizo mucho por atacar, pero como tampoco le hacían daño, fue dejando pasar el tiempo en un ejercicio de madurez algo inquietante. Tanta tranquilidad en una semifinal de una Eurocopa asusta. De la Fuente debió pensar que no fueron tan buenos los cambios contra Alemania, y sí, metió a Merino y Oyarzabal, pero dejó en el campo a Nico y a Lamine por si acaso. Deschamps echó mano de Giroud como quien reclama al Cid, pero allí seguía sin pasar nada. En una semifinal de Eurocopa, hasta España pitó el final del partido.