Desde la terraza del Teatro del Châtelet se podía observar lo alto de la Catedral de Notre-Dame, todavía en obras tres años después del incendio; también el Pont au Change, el puente sobre el río Sena que une el I distrito de París con el IV; y descendiendo la mirada aparecían como hormigas las miles de personas que se habían dado cita en el corazón de la capital de Francia para rendir culto al “Balón de Oro del pueblo“: Karim Benzema.
La ciudad gala bebe cada vez más de su ascendencia africana y sus jóvenes llenaron la manzana que rodea la entrada del Châtelet para celebrar a uno de sus grandes referentes. Karim, como muchos de ellos, es hijo de franceses y nieto de argelinos, y su subida a los cielos del fútbol, como insistió también el futbolista del Real Madrid, es una pequeña victoria de todos ellos.
El hotel de invitados
El día de la coronación de Benzema empezó en el Hotel Intercontinental Paris – Le Grand, al lado del Palacio de la Ópera y a dos kilómetros del Châtelet. Fue el lugar elegido por France Football para dar la bienvenida a todos los invitados, que comenzaron a llegar después de la hora de comer. Uno de los más madrugadores fue Zinedine Zidane, que unas horas antes había estado en el Santiago Bernabéu viendo el clásico desde su palco privado. Eran las cuatro de la tarde y ya se rumoreaba que el francés, último Balón de Oro antes de Benzema, iba a ser el encargado de entregar el trofeo a su “hermano pequeño”. A la vez, otra corriente manejaba la posibilidad de que fuera el mismísimo Cristiano Ronaldo quien cediera el trofeo a su excompañero: “¿Es verdad que va a venir?”, se preguntaban los aficionados a la puerta del hotel.
A partir de las cinco de la tarde aterrizaron los principales protagonistas. Florentino Pérez llegó en un coche privado para ver a su quinto futbolista bañado en oro, aunque se puede suponer que éste ha sido el más especial. Por nadie más ha ido hasta la puerta de su casa. Unos minutos después que el presidente llegó la comitiva del Real Madrid, liderada por Emilio Butragueño, Luis Figo y Ronaldo Nazario y con Benzema y Thibaut Courtois como premiados. El delantero llegó sin acompañante, aunque en la gala se unieron a él sus padres, su hijo Ibrahim y su pareja Jordan Ozuna. El belga se bajó del minibús con su prometida Mishel Gerzig.
“¿Dónde está Laporta?”
La expedición del Barcelona fue la última en aparecer por el Intercontinental y una ausencia sembró todas las conspiraciones: “¿Dónde está Joan Laporta?”. La presencia de la directiva del club azulgrana en la ciudad en la que vive Leo Messi avivó todos los deseos de la masa culé. Mientras, Alexia Putellas, que no se separaba de la caja del vestido con el que levantó su segundo Balón de Oro, entró a la recepción junto a Gavi, Pedri y varias compañeras del equipo femenino.
La alfombra roja fue una pasarela de reencuentros, con la presencia de Florentino y Kylian Mbappé como principal foco mediático más allá de la gala. ¿Habría saludo o acercamiento? En mitad del diluvio parisino, la plaza del Châtelet comenzó a recibir invitados: influencers, directivos de clubes como Jean-Michel Aulas (presidente del Olympique Lyon), cantantes como Andrea Bocelli, , el luchador de MMA Cyril Gane, futbolistas… Ahí destacaron Sebastien Haller, delantero del Dortmund que está pasando un tratamiento contra el cáncer, y Sadio Mané, icono junto a Benzema de la comunidad africana de París. Para él fue la primera gran ovación del día.
A las 19:50 se inició el morbo. Zinedine Zidane apareció sólo entre el éxtasis general. El técnico, también de ascendencia argelina como Benzema y último francés en ganar el premio, es el gran referente de su generación: “Karim se merece esto“, dijo. Al galo le siguieron Figo y Ronaldo, que en ausencia de sus mujeres decidieron comenzar la alfombra roja cogidos del brazo entre risas. Detrás de ellos, Florentino Pérez, completando cuatro minutos galácticos. Sólo faltaba David Beckham.
El homenaje de Benzema a Tupac
Al instante: Karim Benzema. Traje negro, camisa blanca, una cinta negra atada al cuello y unas gafas doradas. Una apariencia elegida para homenajear a su ídolo, el rapero norteamericano Tupac Shakur, que vistió ese mismo conjunto en los American Music Awards de 1996, el 29 de enero, ocho meses antes de ser asesinado.
Benzema, nervioso, se relajó y soltó una carcajada al ver la soltura que tenía su hijo Ibrahim ante las cámaras, que tuvieron que dejar de hacerle fotos cuando al fondo de la alfombra roja apareció Kylian Mbappé. El delantero francés llegó justo detrás de las leyendas, del presidente y del capitán del Madrid. Fue, junto a Nuno Mendes, el único representante del PSG en la gala.
Al-Khelaifi, Messi, Ramos, Ceferin…
Ni Nasser Al-Khelaifi, que sí estuvo el año pasado; ni Leo Messi, último ganador y fuera de la lista de nominados este curso; ni Neymar, ni Sergio Ramos (“te lo mereces, hermano”, escribió en sus redes sociales) hicieron acto de presencia. La del presidente del PSG, en plena guerra con Florentino, fue la baja más significativa, aunque tampoco acudió el presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, también en la trinchera desde la creación de la Superliga.
Mientras Esteban Ocon hacía rugir el motor del Alpine antes de bajarse, Balón de Oro en mano, del coche para entrar en el teatro, dentro se acumulaban los reencuentros. Figo, Ronaldo y Zidane bromeaban entre ellos cuando se acercó Florentino, que se unió a la conversación y terminó besando en la mejilla al que fuera su entrenador en seis temporadas. Fue el símbolo de la unión personal que existe, y existirá, entre presidente y leyenda. ‘Zizou’ siempre tendrá abiertas las puertas del club.
El final de la alfombra roja coincidió con los flashes para el séquito del Barcelona, esta vez sí con Laporta al mando. El presidente culé, sonriente 24 horas después de la derrota en el clásico, presumió de Alexia y de los premiados de la plantilla masculina, aunque en plena gala fue ‘cazado’ bostezando… El estrés de la presidencia, se supone.
France Football sentó a Benzema en primera fila, con Mané a su izquierda y De Bruyne a su derecha, algo que hacía presagiar el podio final. El galo fue el primero de los finalistas en sentarse en su sitio, esperando nervioso a los demás y recibiendo una a una las felicitaciones adelantadas de los asistentes. Entre ellos, se acercó a él Laporta, que le estrechó la mano entre risas. El presidente del Barça, que se sentó en segunda fila, detrás de las jugadoras azulgrana, intentó ficharle en 2009 antes de su firma por el Madrid.
El discurso del ucraniano Shevchenko, defendiendo la libertad de su país, conmovió al público y la salida de Zidane al escenario, confirmando los rumores y negando definitivamente que Cristiano fuera a entregar el premio, provocó una nueva ovación de la grada. El portugués, mientras tanto, lo vio (se supone) desde Manchester.
El vídeo de Florentino… y el ‘Club del Año’
En la platea, Florentino, en segunda fila como Laporta, aprovechó para grabar con su propio móvil cómo Zizou entregaba el premio a Benzema. Una imagen que define lo que suponen los dos franceses para el presidente del Madrid. Una gala que homenajeó la historia del conjunto blanco bajo las caras de sus leyendas, y que resultó en algunas risas incómodas cuando France Football decidió elegir como ‘Club del Año’ al Manchester City por delante del Liverpool y del Madrid. La expedición madridista no se lo podía creer y clamaban en privado contra el premio, pero el día de Benzema era demasiado importante como para hacerlo público.
Mientras Benzema, sudando, hablaba en rueda de prensa, por las ventanas del Châtelet se escuchaban los gritos de la gente: “¡Karim! ¡Karim!“, cantaban. Al salir del teatro y antes de entrar al minibús que le llevó de vuelta al aeropuerto, el francés ofreció el Balón de Oro a los centenares de ciudadanos que, cerca de la medianoche, todavía aguantaban bajo la lluvia. Rodeado de su grupo de amigos, algunos de ellos obligados a hacer casi de guardaespaldas, Karim se sintió un poco estrella del rock en la capital del país por el que tanto ha sufrido en la última década. “Ha sido lo más difícil”, se había emocionado en la sala de prensa. Descendiendo por las escaleras hacia el hall del teatro casi no podía andar. El Balón, eso sí, siempre en su mano.