Ni una palabra dijo Hansi Flick en la pausa de hidratación de la primera parte del intenso duelo entre el Valencia y el Barcelona en Mestalla. Habían transcurrido 35 minutos y su equipo no encontraba la forma de dañar a un rival serio que empezaba a crecerse. Los dos canteranos debutantes, Casadó y Bernal, que manejaban el centro del campo no encontraban a Ferran y a Lamine Yamal pegados a la cal y el ataque del Barça era demasiado plano. Necesitaba Flick que el joven jugador que intimida estadios y congrega miradas de rivales despertara.
Por eso su único gesto en ese parón para soportar las altas temperaturas y la humedad de Mestalla fue buscar a su joven estrella. Le sujetó por la cara, en un gesto casi paternal, y lo abrazó. Fue una forma de arroparle en una semana difícil en la que ha tenido que convivir con la tensión de ver cómo su padre era apuñalado. Él quiso jugar este primer partido de Liga, así se lo transmitió al club y al cuerpo técnico. Porque el fútbol es su evasión. Sin embargo, no veía el técnico alemán el descaro que asombró a Europa.
Con gestos se lo dijo. Con palabras Raphinha y Lewandowski en cada momento en que el juego se paraba.
Que Lamine viviera en la oscuridad una buena parte del encuentro fue obra de Jesús Vázquez. El lateral valencianista se convirtió en su sombra, ajustando la presión, anticipándose a sus movimientos y cortando cualquier atisbo de carrera. Le hizo más difícil un partido que ya de por sí lo era. Un mal control que se perdió por banda fue sólo un ejemplo. Sin embargo, la única vez que se le escapó fue para recoger un centro de Balde y asistir a Lewandowski para irse al vestuario con el respiro de haber empatado. Fue el primer fogonazo, pero llegarían más.
Flick volvió a darle cariño en el vestuario, aunque su gen competitivo ya había despertado y su defensor cargaba con una tarjeta amarilla. Era el momento de dar guerra. Tuvo una clara ocasión ante Mamardashvili y empezó a disfrutar. Incluso se atrevió con una ruleta maravillosa para dejar a Ferran en ventaja hacia el área. Pero el alemán, viendo el 1-2 y la necesidad más de amarrar el partido que romperlo, quiso dosificar sus minutos. Le va a necesitar mucho esta temporada. “Es fantástico y lo ha demostrado en un partido muy intenso, una gran batalla por el estadio, la defensa…”, aseguró su entrenador tras el partido. Lo ve generando peligro pegado a la banda, pero advierte que puede explotarlo en otras posiciones: “Puede jugar por detrás de Lewandowski, los tres lo pueden hacer”, en referencia también a Raphinha y Ferran.
A Lamine le arropó su equipo, pero también Mestalla. Su salida del campo fue entre aplausos de reconocimiento de una afición que, pese a la derrota, no se olvida de que su descaro fue un chute de adrenalina y su fútbol un argumento esencial de España para ser campeona de la Eurocopa. A Flick, que pisaba por primera vez el estadio valencianista, no le sorprendió. “Es fantástico. Todo el mundo le quiere ver jugando. Es normal que se vaya aplaudido“.