La Federación italiana ha tenido que aumentar la cuota de sus afiliados para sufragar parte de los gastos del torneo que se disputa en Roma
Tensión en el recinto romano Marco Simone, sede de la Ryder Cup, la competición que cada cuatro años se disputa en el continente europeo y que supone el gran negocio del DP World Tour, el antiguo Circuito Europeo, que logra un aumento de sus ingresos en cerca de un 40% en cada uno de sus ejercicios. Los derechos televisivos, la venta de entradas, la comercialización del merchandising suponen la mayor parte del pastel. Desde que la Ryder Cup se celebró en 1997 en Valderrama, escoger la sede parece más una subasta económica que un reconocimiento de méritos y esfuerzos de cada uno de los aspirantes para hacerse con el jugoso pastel creado por un comerciante de semillas llamado Samuel Ryder a principios del siglo XX.
En el año 2002, la competición se disputó en el campo inglés de The Belfry, propiedad de una de las familias irlandesas más adineradas, vendido posteriormente a un capital privado americano. En 2006 le llegó el turno a Irlanda con The K Club, comprado por el magnate irlandés Jefferson Smurfit. El 2010, la Ryder Cup aterrizó en Gales, en otro lujoso resort, Celtic Manor, propiedad de otro multimillonario, en este caso el canadiense, Sir Terence Hedley Matthews. En 2014 fue el resort escocés de Gleeneagles el que acogió a Europa y Estados Unidos, con las garantías del gigante de la producción y distribución de bebidas alcohólicas Diageo, los dueños del campo.
El flujo de millonarios con resorts de lujo en Europa debió agotarse y el Circuito Europeo decidió cambiar su modelo de elección y abrir la posibilidad a que diferentes candidaturas mostrarán su interés en acoger la Ryder Cup y se embarcaran en un farragoso proceso de elección.
El 11 de mayo de 2011 en una ceremonia televisada, las delegaciones de Portugal, Alemania, Francia y España tras años de trabajo, de inversiones, proyectos y fichajes (en España Madrid Turismo contrató a Seve Ballesteros), Francia resultó finalmente designada como sede para la Ryder Cup de 2018. Aquello fue un enorme paripé, y la votación secreta del supuesto comité fue otra pantomima dentro un proceso tan absurdo como cruel para los candidatos perdedores.
La puja
En la subasta para la Ryder de 2022, los interesados fueron Alemania, Austria, Portugal, Turquía, Italia y España. Ganó Italia, una candidatura, sobre el papel, millonaria, con 97 millones de euros que iban a ser aportados por el Gobierno como garantía para el campeonato de Roma. Entre los compromisos adquiridos por los romanos se encontraba un torneo del Circuito Europeo que se disputaría durante 11 años (antes y después de la Ryder Cup) y que disponía de siete millones de euros en premios en cada edición, dos torneos del Challenge Tour (segunda división) por año y una prueba del Senior Tour para los profesionales mayores de 50 años.
Pero el cuento de la lechera se fue desvaneciendo, primero con la eliminación por parte del senado italiano de las normas que garantizaban los casi 100 millones de euros prometidos. En Wentworth, cuartel general del tour de Europa, saltaron todas las alarmas, y no quedó más remedio que seguir adelante. Los 11 torneos millonarios se quedaron en tres y el evento anual ahora reparte sólo tres millones, la misma cantidad de los dos torneos del Circuito que se juegan este año en España. En el Challenge Tour mantienen un torneo, cuando España acoge tres (entre ellos el más importante del año que cierra el Challenge Tour, el de Mallorca) e Italia organiza un evento más en el Senior Tour, la misma cifra que España.
Ante el inesperado desastre económico, la Federación italiana tuvo que aumentar en 25 euros la cuota de sus afiliados para sufragar parte de los gastos generados por la competición. Antes, el federado italiano de mayor de edad abonaba 75 euros anuales, ahora paga 100. De hecho, desde que se anunció la elección de Roma, en 2015, hasta este año apenas hay 4.000 jugadores más con licencia en Italia, superando la cifra de 94.000 jugadores. España cuenta con cerca de los 300.000.
La pandemia provocó el retraso de un año en la Ryder prevista inicialmente para 2022, y eso permitió que los españoles Lara Arias y Alejandro Reyes hayan podido reconstruir un campo de golf desde sus cenizas para crear un recorrido que es ya referencia y ha recibido todos los parabienes de los jugadores. «Ha sido todo un reto», afirma la leonesa Lara Arias, al frente de todo el proyecto. La carretera de acceso se terminó hace una semana y el campo de Marco Simone ha estado listo, in extremis, para la gran cita. Todo apunta a que será una Ryder Cup para recordar.
Ahora, con la Ryder Cup de la edición de 2027 adjudicada a dedo al resort de lujo de Adare Manor, propiedad del millonario irlandés JP McManus, que vuelve a salvar la papeleta a Europa, España no pierde la esperanza, y pujará por ser sede de 2031.