Cercano a su mejor versión, acumula ya casi el doble de minutos que en toda la temporada pasada
“El año pasado fue duro porque tuve muchos problemas. En ningún momento pensé que era el fin. Son retos que nos pone la vida, y si hay algo que le da sentido a mi manera de ser es el esfuerzo, la personalidad y perseverancia. Ahora, creo que me quedan años al máximo nivel”. Sergio Ramos tiene 36 -ya está más cerca de los 37, que llegarán en marzo-, pero ha vuelto de donde muchas voces, escondidas en el off the record, pronosticaron, era la primavera de 2021, que no volvería. Baste un dato para ilustrar este regreso. Con los 90 de este miércoles en el estadio de la Juventus, el sevillano ha disputado este curso 1.476 minutos (a 3 de noviembre). El año pasado jugó, en total, 844.
Esas voces -tras su última convocatoria con España, marzo de 2021- susurraban que su físico era irrecuperable, que, producto de la operación para quitarle el menisco interno (6 de febrero de ese año), no podría disputar más de dos partidos seguidos. Incluso personas que habían convivido con él desde el verano de 2005 profetizaban: «Esa rodilla no es viable en el fútbol de élite». Durante más de un año, el tiempo pareció darles la razón. Dijo adiós al Madrid y hola al PSG, que le presentó un 8 de julio. Sin embargo, no pudo debutar hasta el 28 de noviembre, 90 minutos ante el St. Etienne. Como sacado de un mal augurio, justo después tuvo que parar de nuevo. Volvió un 22 de diciembre, pero en un mes, apenas dos ratos y un partido completo antes de caer de nuevo.
No fue hasta abril cuando logró jugar seis duelos en otras tantas semanas. Durante todo ese tiempo, el problema ya no era la rodilla, sino el sóleo de la pierna contraria, la derecha, herido por la sobrecarga que produce siempre el cambio en la manera de pisar. Terminó el curso y Sergio aprovechó el verano para seguir recuperando una versión muy cercana a su plenitud, puesta de manifiesto en este arranque de temporada (es el quinto jugador de campo con más minutos, sólo por detrás de Marquinhos, Messi, Neymar y, cómo no, Mbappé).
LA SELECCIÓN
Hablando de las estrellas, también su voz ha cambiado este año en el vestuario. Atónito el año pasado por la distancia entre los diferentes clanes (los argentinos, con Di María al frente, por un lado, Mbappé y su brillo por otro, Neymar a lo suyo, etc…), ha logrado que este curso toda la caseta deje atrás sus relaciones personales (la de Neymar y Mbappé, cuentan, es bastante mala) para centrarse en lo común. Lo que les dijo a sus compañeros en privado lo verbalizó el martes en la rueda de prensa: «Para ganar hace falta un buen grupo, respeto entre todos y que haya buen ambiente. Hace falta que reine la paz. El enemigo está fuera», expresó ante los medios, un ritual que también había abandonado. En el PSG sonríen porque, con un año de retraso, Ramos está cumpliendo el papel para el que le ficharon, y que trasciende lo que se ve en el campo.
Recuperada la alegría en París, mira hacia su otra casa. La selección, con la que ha jugado 180 partidos, es su gran anhelo. «Todo el mundo sabe lo que significa para mí defender esos colores. Vuelvo a sentirme bien, a estar preparado, pero en última instancia no depende de mí, sino de Luis Enrique, a quien respeto mucho. Tengo la ilusión intacta por volver y jugar este Mundial. Ojalá pueda estar en Qatar». Él sabe que es casi imposible mientras esté el actual seleccionador, partidario de mantener un ecosistema donde Ramos no cabe, pero estos días tantea donde puede, en Las Rozas y alrededores, qué opciones tiene, al igual que hizo con la citación de octubre.
Es como un niño los días previos a la llegada de los Reyes, intentando averiguar si habrá regalos para él. Pero, pese a que está en la prelista de 55, no parece que el próximo día 11 su nombre esté en junto al árbol de Navidad, por mucho que, pensando en un Mundial, su nombre, al nivel que está, pueda sonar mucho mejor que el de los centrales que sí irán. “Ya no se puede decir que no está al nivel“, cierran desde cerca del jugador.