Jesús Navas se marcha del Sevilla. A través de un comunicado emitido esta mañana, el conjunto hispalense ha informado que su capitán no seguirá la próxima temporada.
Una decisión que, según afirma el club, el lateral ha anunciado en la jornada de hoy a toda la plantilla, cuerpo técnico y directivos.
El de Los Palacios abandona el club de su vida tras haber disputado en 17 temporadas y en dos etapas diferentes, un total de 688 partidos y haber levantado ocho títulos: cuatro Europa League, dos Copas del Rey, una Supercopa de España y una Supercopa de Europa. Unas cifras que le convierten en el jugador con más partidos y más títulos en la historia del club.
En toda su trayectoria como sevillista y a falta de dos partidos por jugar, el canterano ha anotado 39 goles y ha repartido 119 asistencias. Esta última temporada, en la que ha sido pieza clave para salir de la difícil situación que afrontaba el equipo, el canterano ha disputado 28 encuentros y ha podido dar dos pases de gol.
Visiblemente emocionado, Jesús Navas también ha publicado un vídeo en el que agradece a la afición todo el cariño mostrado: “Ha sido una decisión muy difícil. Quiero dar las gracias a todo el Sevilla”.
Además, el club ha anunciado que recibirá un merecido homenaje el próximo 26 de mayo en el Ramón Sánchez Pizjuán y que deja abiertas las puertas al futbolista para una posible vuelta desempañando otras funciones profesionales.
Jordan Alejandro Díaz Fortún, un habanero de 22 años, un chico espigado y sonriente, con la calma de su tierra y todo el bagaje adquirido en sus tres años de perla pulida en Guadalajara a la vera de Iván Pedroso, es campeón olímpico de triple salto. En una de las mejores finales que se recuerdan, otro duelo fratricida con Pedro Pichardo, acento cubano en el foso del Stade de France (los tres primeros nacidos en la isla y ninguno compitiendo bajo esa bandera), logró para España una medalla que se recordará.
Le iba a bastar el primero de sus saltos, el 17,86 que tan lejos estaba de esos 18 metros que se había marcado como listón hacia el éxito. Ya los había superado en el Europeo de Roma, pero esta vez no lo necesitó para bailar y gozar, selfies aquí y allá, la bandera de España y los abrazos, el público parisino entregado al genio del foso.
El salto más importante de su vida Jordan Díaz lo había dado tres años antes. Un brinco vital, valiente y osado: dejar su país y a su familia sin mirar atrás. Un chico de 20 años que no ha vuelto a ver a sus padres. Y al que se le presentaba un futuro de incertidumbres, sin poder competir en aquello que le hacía único. Tuvo que ver por televisión los Juegos de Tokio, también el Mundial de Budapest, y hasta el pasado mes de julio no pudo vestir oficialmente la camiseta de esa España a la que ha impulsado a la historia.
Ante la mirada de Edwards
Pero como si ese tiempo de espera hubiera cargado todavía más la potencia de sus interminables piernas, con las que jugaba en las calles de La Habana, tanta energía que su madre lo apuntó a atletismo para que "dejara de joder". Su debut con la selección fue un oro continental con otro salto inmortal, derribada de un golpazo la barrera de los 18, el 18,18 para batir a su compatriota -que no amigo- Pichardo, la tercera mejor marca de todos los tiempos.
Pero quedaba París, el lugar de los dioses. Y la presión de un país que se ahogaba en un día de lamentos lejos del estadio. No iba a tardar Díaz, el joven que, entre partida y partida a la Play también estudia en Youtube los vídeos de Jonathan Edwards (presente ayer en Saint Denis para inaugurar la jornada, bastón en mano, menudo augurio), el que mostrara que los elegidos no entienden de malos días.
Uno de los saltos de Jordan en la final olímpica.AFP
Ya la lluvia detenida y el último sol del día asomándose en el cielo de París, el concurso empezó con contundencia, con saltos que eran más que una declaración de intenciones. Todavía dejando centímetros de seguridad, el campeón del mundo Hugues Fabrice Zango amagó con un 17,43 que fue contestados con un triple despegue ya con sabor a medalla de Pichardo (17,79). Ahora le tocaba a Jordan, su primer intento en una final olímpica, una barbaridad: 17,86. Ahí queda eso. Sólo tres tipos en toda la historia de los Juegos habían saltado más.
No lo iba a descender la intensidad, como dos púgiles enfurecidos, tantas cuentas pendientes. En su siguiente brinco, el campeón olímpico portugués se arrimó a dos centímetros del oro. Hizo nulo en el tercero y justo antes de la mejora, Jordan, con sus pendientes, su reloj, su collar y su pulsera de oro y su show, pidiendo palmas a las gradas, dejó otro mazazo que denotaba su tremenda facilidad (17.85). Y al cuarto, calcando asombrosamente, 17,84. En un ratito en París había firmado tres de los mejores saltos de su carrera.
Juego mental
Todo lo iban a dejar para el final, Díaz y Pichardo y su bendita rivalidad. El veterano portugués renunció al quinto. Juego mental. Sabía que el oro estaba en un alarde, en una de esas genialidades que dejan huella y que era mejor guardar cada gramo de energía. Y Jordan lo abortó en el último de los tres apoyos. Una bala para cada pistolero en el Far West.
Jordan Díaz, en el foso del Stade de France.EFE
Que no fue necesaria. Pichardo se quedó en 17,81 y Jordan era campeón sin saltar. Ahora tocaba bailar.
Es la quinta medalla del atletismo español, la segunda en París tras la del relevo mixto de marcha de María Pérez y Álvaro Martín. La segunda en saltos, tras el de altura de Ruth Beitia en Río. Es, en definitiva, sólo un anticipo de lo que este genio pregonado, campeón del mundo sub 18 y sub 20, tiene en sus piernas de diamante.
Tres días antes de que España se enfrente a Alemania, durante la Eurocopa, la cúpula del Atlético celebra la puesta de la primera piedra de la Ciudad Deportiva. Uno de sus miembros recibe una llamada: Morata se queda. No es un gag. Las miradas se suceden, no sin incredulidad. Hay razones. Los mismos interlocutores habían escuchado del propio jugador, semanas atrás, su deseo de dejar el fútbol español, hastiado por críticas y pitos insoportables p
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