Isi Palazón: “No soy un héroe por haber recogido melocotones”

Isi Palazón: "No soy un héroe por haber recogido melocotones"

Entrevista

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El centrocampista del Rayo, descartado por las canteras de Real Madrid y Villarreal, llegó a la elite después de trabajar recogiendo fruta: “Eso me hizo ver realmente lo que es la vida”, cuenta a EL MUNDO.

Isi Palazón, en la ciudad deportiva del Rayo Vallecano.ANGEL NAVARRETEMUNDO

Isi Palazón (Cieza, 1994) mantiene el acento murciano a pesar de llevar una vida trotando por el territorio español. Recibe a EL MUNDO en la ciudad deportiva del Rayo Vallecano, última parada de una carrera que ha mezclado palos y felicidad. Probó, sin suerte, en las canteras de Real Madrid y Villarreal, volvió al pueblo, trabajó recogiendo melocotones y al final encontró el fútbol de elite en Ponferrada, quizás donde menos lo esperaba. Esta noche recibe al Real Madrid mientras la afición susurra “Isi selección“.

Lleva muchos meses a buen nivel liderando al Rayo. ¿Se siente una estrella?
Para nada, no me siento así. Ahora he estado un par de días en mi pueblo, en Cieza, que es muy futbolero. Allí me ven y les veo contentos conmigo, y a mí me da hasta vergüenza porque sigo siendo el mismo, sigo tomándome las mismas cañas con los mismos amigos en los mismos sitios. La gente me dice “estás muy bien” y yo sinceramente… No sé si es porque no quiero que el halago me debilite, que muchas veces lo ha hecho y estoy cogiendo experiencia en ese aspecto, o es que realmente quiero seguir a por más, pero no me veo como uno de los líderes del equipo. Sé que estoy haciendo las cosas bien, pero no me siento así y creo que es el momento de estar tranquilo de puertas para afuera.
Dice que le ha debilitado el halago. ¿En algún momento se ha creído más de lo que era?
Sí, sí me ha pasado y es de lo que he aprendido. Por eso te digo que inconscientemente intento estar en la sombra de esos comentarios. No quiero que me vuelva a pasar. Por eso intento hablar de lo colectivo, no de lo individual. Antes tenía mucho más ego que ahora. Desde que miro más por el equipo, me va mejor a mí.
Estuvo de adolescente en dos canteras importantes como la del Madrid y la del Villarreal. ¿Tiene algo que ver con ese cambio el haber ido a la Ponferradina y al Rayo, clubes más humildes?
Puede ser. El Rayo todos sabemos que es un club de barrio. Recibo muchos mensajes en redes sociales de gente a la que le cuesta llegar a fin de mes y al final, por lo menos a mí, te llega al corazón. Yo vengo también de una familia humilde y la vida me ha dado una estabilidad económica, pero entiendo que a mucha gente le cuesta y más como están ahora las cosas. En Ponferrada la gente vivía del carbón y ahora se tiene que buscar la vida. Quizás haber estado en estos dos equipos me haya hecho no salirme de esa burbuja. A lo mejor estando en otro equipo quizás sí se me hubiera ido la cabeza.
¿Cómo le afectó mentalmente el salir del pueblo tan joven a canteras tan importantes?
Fue difícil. Yo siempre he sido muy casero, muy de familia, de andar por el pueblo con los amigos… Y salir fue un palo muy duro, para mí, para mis hermanas, que yo soy el mediano, el único chico, y para mis padres. Mi madre era muy de mí y mi padre me ha exigido mucho, aunque no a mal. Nunca me echaba broncas al llegar a casa, me hacía reflexionar y nunca me elogiaba demasiado para que no me viniera muy arriba. Me mantenía los pies en el suelo, tanto él como mis amigos, que han sido muy importantes.
El Madrid fue su primera experiencia fuera de casa. ¿Cómo lo vivió?
La verdad que lo pasé muy mal. Tenía 13 años y los tres primeros meses lo pasé muy mal. Era el más pequeño de la residencia. Y lo pasaba peor cuando mis padres y mi hermana pequeña se volvían el domingo a Cieza después de visitarme el fin de semana. En la cantera del Madrid aprendí mucho, pero claro, es muy grande, abarca muchos jugadores y no van a estar pendientes al 100% de todos. Pero eso me ayudó cuando luego me fui a Villarreal.
Después del Madrid volvió a Cieza.
Sí, me descartaron. Fue un palo, porque había estado allí, era un crío y volver al pueblo, a ver lo que decía la gente con sus especulaciones…
Y ahí le conocía todo el pueblo ya, ¿no? Habría presión siendo sólo un adolescente.
Sí, es un sitio muy futbolero, y después de Camacho era el único que había estado en la cantera del Madrid. Era difícil por los comentarios, porque eres un crío y a veces te hacen daño. Volví al colegio en el que estaba y recuperé la vida lo más normal posible. Estuve un año y me fui a Villarreal.
Después de lo del Madrid, ¿no hay algo dentro de que le dice “cuidado si te vas”?
No, no. El Villarreal hizo un torneo de captación, conseguí el MVP y me ofrecieron un contrato de tres años en juveniles. Me fui sin pensarlo. Estaba deseando volver a salir y demostrar a mi pueblo, a mi familia y a mi gente que yo valía para esto. Y fueron tres años maravillosos.
Sin embargo, tres años después, otro palo.
Otro palo. No contaron conmigo. No ha sido un camino fácil, la verdad, ¿pero quién tiene una vida fácil? ¿Tú no te has llevado palos? Mis padres se han llevado palos, mis hermanas se están llevando palos… Todos lo pasamos mal y vendrán todavía momentos peores. Esto es la vida. He reflexionado bastante sobre esto, porque he vivido mucho fuera de casa y no he estado en momentos importantes para mi familia. Eso te hace preguntarte si merece la pena… Y sí que lo merece. Y no porque ahora esté en Primera, que es un regalo, sino porque he vivido momentos que me ayudarán en la vida.
(En ese momento, desde lejos, Óscar Trejo le hace una broma sobre la época en la que Palazón recogía melocotones). ¿Trabajar recogiendo fruta le bajó un poco a la tierra después de lo de Villarreal?
Sí. Cuando en el Villarreal dejaron de contar conmigo fue diferente a cuando me pasó en Madrid. Con el Madrid estaba más preocupado por el “qué dirán” que por lo futbolístico, pero en Villarreal sí que pensaba en el fútbol. Me decía: “A lo mejor ya no valgo”. No es algo heroico que yo haya trabajado en los melocotones. Venía de cobrar mil y pico euros en Villarreal siendo juvenil, llegué a Cieza y me daban 300 euros. Y con eso vivía sin problema, porque vivía donde mis padres, pero algo tenía que hacer por las mañanas.
¿El paso de ponerse a trabajar lo da usted o le incita alguien?
Pues a ver. El tema es que lo del Villarreal fue un palo duro porque fue en octubre, nada más empezar la temporada, y no podía jugar con otro club hasta el mercado de invierno. Empecé a entrenar con el Cieza, pero claro, el entrenamiento empezaba a las ocho y media de la tarde. Estuve dos semanas levantándome tarde y necesitaba hacer algo. Me encontraba mal física y mentalmente y le dije a un amigo que me iba a trabajar con él. Me empezó a gustar, y no sé si me daban 100 euros a la semana, pero estuve varios meses. No fue nada heroico, no soy un héroe. Hay mucha gente que trabaja ahí para sacarse la carrera.
Y de ahí le sale una oportunidad en el filial del Murcia.
Estuve esa parte final de la temporada en el Cieza y firmé con el Murcia Imperial. Entrenábamos a las tres de la tarde con los aspersores puestos por el calor. Fue una época bonita, me reenganché y empecé a entrenar y jugar con el primer equipo a las pocas semanas.
¿Esos seis meses entrenando con el Cieza y trabajando en la fruta fueron un poco el impulso que necesitaba?
Trabajar en la fruta me hizo ver realmente lo que es la vida. Hasta entonces había estado en canteras de equipos de fútbol olvidándome de todo. Y trabajando decía: “Joder, cómo cuesta esto”. Llegaba a mi casa a las dos de la tarde con la espalda reventada, al rato me iba a entrenar… Me dolía todo, pero los demás estaban trabajando igual que yo. Eso me ayudó a ir a por todas cuando me salió la oportunidad del Murcia.
Igual de rápido que llegan los palos, llegan las cosas buenas.
Sí, en Murcia estuve dos años y luego me fui a Ponferrada, donde conocí a gente maravillosa fuera del fútbol. El primer año fue complicado, pero al segundo llegó Bolo y fue el año más maravilloso de mi vida con el ascenso a Segunda.
Y, de repente, la elite.
Eso fue… Yo no me lo creía, de verdad. En Murcia, por ejemplo, estábamos jugando fase de ascenso a Segunda y yo por lo que sea no me veía jugando en la elite, siempre pensaba que me iban a ceder. Y sin embargo, no sé lo que me pasó en Ponferrada que… He sido feliz. Estaba a 800 kilómetros de casa pero era feliz. En ese segundo año en la Ponferradina fue cuando me empecé a creer que podía jugar en la elite. Veía por Instagram a compañeros jugando en Segunda y decía: “¿Por qué yo no?”. Empecé a pensar más en lo colectivo que en lo individual. Mi ego se transformó y llegó el ascenso, que lo llevo tatuado en la pierna.
(Tiene varios tatuajes por toda la pierna izquierda) ¿Qué quieren decir los tatuajes?
Llevo tatuados tres goles que marqué con la Ponferradina. Uno contra el Cornellá, otro contra el Cartagena y otro en el campo del Hércules. Luego tengo el mapa de El Bierzo y encima de la rodilla la frase “El sueño continúa”. Ahora por detrás de esa rodilla me he hecho otro: “El sueño es real”. Tengo una rosa desde la rodilla al pie izquierdo por todo el camino de espinas, lo que me ha costado llegar a ver la cima. Estando en la Ponferradina ya tenía claro que iba a jugar en Primera División. Lo sabía. Me veía con el fútbol y la cabeza para conseguirlo. Luego tengo la espalda entera tatuada, una manada de leones por mi familia, una imagen de mí mismo jugando de pequeño en el pueblo, el ojo de mi abuela que falleció, un árbol de la vida con 5-6 pájaros que significan gente importante en mi vida…
¿En algún momento de su vida se planteó dejar el fútbol?
Sí, hubo momentos que me decía: “Paso de sufrir y de ver a la gente sufrir”. Pero en el fondo sabía que iba a vivir del fútbol.
¿Qué significa volver a Cieza, tener la misma vida y que sus amigos sean iguales que antes con usted?
Hay gente que conozco que no, pero mi gente sí es igual que antes. Si me tienen que decir algo me lo dicen. Antes yo si bajaba al pueblo me tomaba cinco o seis cervezas y ahora son ellos los que me dicen “Isi, cuidado”. Y les digo: “¿Por qué?”. Si esto lo hacía cuando estaba en Tercera, en Segunda B, en Segunda… Lo voy a seguir haciendo en Primera. Voy al pueblo y la gente me dice: “¿Qué haces aquí?”. Y contesto: “No, ¿qué haces tu aquí?” (risas). ¿Sabes? Yo sigo siendo el mismo. Mis amigos han sido clave en eso, en decirme: “Bájate del burro que no eres para tanto”.
¿Sus padres siguen viviendo en la misma casa?
Sí. Mi padre es conserje de un colegio y sigue trabajando ahí. Mis padres viven dentro del recinto del colegio. Y yo cuando voy a casa meto el coche dentro del recinto. Mis hermanas se han independizado pero yo sigo viviendo ahí. Creo que vivir en un colegio me hizo evolucionar más rápido en algunas cosas del fútbol, siempre estaba ahí pegando balonazos, jugando con gente mayor…
¿Es un poco ‘picado’ jugando?
Yo estoy donde estoy porque soy un ‘picao’ (risas). Hasta jugando a las cartas con mi hermana quiero ganar. Esa exigencia y ambición me ha llevado hasta aquí. Con los compañeros del Rayo, por ejemplo, cuando jugamos a la pocha apostando diez euros, la mayoría da unos puñetazos al autobús… (Risas).
¿Qué piensa cuando la gente dice “Isi selección”?
Es un orgullo y no por mí. Cuando Luis Enrique dijo aquello de “el único Isi que conozco juega en el Rayo y es muy bueno” yo iba en el coche a Cieza y de repente el móvil empezó a sonar sin parar. Intuí que algo había pasado. Me llamó mi madre para avisarme y para mí es increíble que mi madre me llame con esa felicidad, ellos que han sufrido tanto cuando yo me he ido de casa, que han escuchado muchos comentarios en el pueblo… Es más por ellos que por mí. Que hable de mí el seleccionador para mí es como ir al Mundial.

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