El jugador Félix Martí Garreta, que se encontraba en coma inducido tras sufrir un accidente doméstico, “ha estado despierto y ha reconocido a sus familiares” este martes, según ha podido confirmar EFE de fuentes cercanas al futbolista de la SD Amorebieta, cedido por el Real Betis.
Félix se encontraba en coma inducido en un hospital como consecuencia de un traumatismo craneoencefálico que se produjo tras sufrir un accidente doméstico que obligó a su hospitalización.
Según informó el club vasco en un primer comunicado el pasado jueves, el jugador catalán quedó ingresado con pronóstico reservado y pendiente de evolución.
Aunque el hecho de que ya haya despertado y reconocido a sus familiares suponga “un buen paso” en la recuperación del jugador, las fuentes consultadas por EFE consideran que “hay que ir viendo cómo evoluciona y ser prudentes de momento”. “Poco a poco”, resumen la situación.
El central verdiblanco, que también suele jugar de lateral izquierdo, llegó a la cantera del Betis la temporada 2020-2021 procedente del Damm barcelonés y fue promocionando hasta debutar la pasada campaña con el primer equipo, al disputar el partido completo ante el Athletic Club en el Benito Villamarín, de la jornada 15 de LaLiga EA Sports.
Además, también jugó cuatro minutos en el partido de la tercera ronda de la Copa del Rey 2022/2023 ante el CD Ibiza. El defensa barcelonés era un fijo en el once del Betis Deportivo y participó con la selección española sub-19, junto a Dani Pérez y Assane Diao, en el Europeo de esta categoría, hasta que el pasado verano apostó por irse cedido al Amorebieta.
En el conjunto vizcaíno es titular indiscutible, al sumar 33 encuentros (31 de Liga en Segunda División) con cuatro goles marcados y una asistencia, y por su buen rendimiento en el Amorebieta la idea del club bético es que realice este verano la pretemporada a las órdenes de su entrenador, el chileno Manuel Pellegrini.
Una vida juntos. Tres isleños, dos baleares y un canario, unidos por el talento y el destino. Carreras cruzadas para Rudy Fernández, Sergio Rodríguez y Sergio Llull, quienes un 9 de octubre de hace 13 años disputaron por primera vez un partido defendiendo la misma camiseta (en el Palacio, contra el Fuenlabrada, victoria y 34 puntos del tridente) y cuya parada final, antes de los playoffs ACB, será en el Uber Arena de Berlín, la quinta Final Four juntos, del trío del que todos hablan, los veteranos, los que marcan la diferencia y no sólo en la cancha. Los guardianes de las esencias, los que, como dice su entrenador, «lideran con el ejemplo».
«Como si fuera la primera», proclama el que 100% no estará en otra Final Four más. Sin pronunciarlo, Rudy confirmó que están siendo sus últimos partidos como profesional. Cumplidos los 39 años, resistiendo al paso del tiempo y las lesiones, el de Palma mira sus desafíos finales, su cuarta Euroliga, su séptima ACB y sus sextos Juegos como nadie hizo jamás (acumula ya 11 medallas con España), palmarés de vértigo.
Y también hace repaso, de los debuts y de las herencias. De lo que ahora intentan dejar como legado al resto. «Los que vienen nuevos ven que esto es una familia y el escudo va por delante de cualquier cosa. Para eso estamos los veteranos», admitía estos días un Rudy que, mirando al porvenir del club, al impostergable relevo generacional, compara la identidad del vestuario blanco con la de España. «Cuando llegué en 2004 me arroparon y me hicieron saber la filosofía de la selección. Es parecido a lo que intentamos hacer aquí. Lo dijo Ancelotti, todos nos sentimos una familia, fútbol femenino, masculino y baloncesto», explicaba antes de partir hacia Alemania.
Uno de esos alumnos aventajados fue Luka Doncic, quien hace poco más de un año, cuando el trío de veteranos se erigía en protagonista en la remontada insólita de cuartos ante el Partizán de Obradovic, se rendía a sus maestros en redes sociales. «Me encantan los viejitos», bromeó igualmente otro ex compañero, Andrés Nocioni. Aquel fue el penúltimo baile, coronado con la Undécima en Kaunas. Han pasado 11 años desde que los tres juntos disputaron su primera Final Four, en 2013 en Londres, donde precisamente perdieron la final contra Olympiacos.
El lockout y Laso
El destino les había hecho coincidir de blanco primero. Fue durante el lockout de la NBA en 2011, cuando Rudy fichó temporalmente por aquel Madrid de Pablo Laso que daba sus primeros pasos (él terminó ese curso en Denver y regresó). No disputó aquella Supercopa en Bilbao por lesión y esa mañana de octubre contra el Fuenlabrada (unos días después, en Charleroi, jugaron juntos su primer partido en Euroliga, también con victoria) fue el capítulo iniciático de un libro extraordinario.
Después, coincidieron en cuatro Final Four más y levantaron tres. Si alzan la de Berlín entraran en un selecto grupo y sólo serán superados por Dino Meneghin (siete títulos) y Clifford Luyk, Aldo Ossola y Alvertis (cinco).
Llull ha disputado 10 de las últimas 13 Final Four -«intentamos cuidarnos un poquito más que el resto»- y Rudy, que no estuvo en 2011, nueve. El Chacho las mismas, aunque repartidas con el CSKA (también fue campeón) y el Armani Milán. También con la selección compartieron una trayectoria de aventuras y éxitos. De la primera vez que coincidieron, en los Juegos de 2012, hasta el 2016. Protagonizaron los tres un periodo en el que lograron cuatro medallas en cinco veranos: la plata olímpica en Londres, el bronce continental en Eslovenia, el oro de Lille y el bronce en los Juegos de Río, con el único traspié del Mundial patrio de 2014.
Rudy y el Chacho fueron ya campeones del mundo en 2006 y Llull y Rudy lo hicieron en 2019. Existencias entrelazadas, como cuando el Chacho y Rudy jugaron a la vez en los Blazers. Pero hambre intacta, a pesar de que si se suman todos sus títulos, la cifra asusta: han ganado 90, casi tantos como años (112) entre los tres. «La sensación es tan buena y bonita cuando ganas, que quieres perseguirla constantemente. Pones mucho esfuerzo, quieres que merezca la pena. Eso es lo que nos mantiene», explicaba el base esta semana, sin aclarar todavía si se retirará al final de la presente temporada (en unos días cumplirá 38 años): «No he profundizado en la decisión que tomaré. Puedo tener una idea, pero lo que pase en Berlín no será decisivo. Quiero estar centrado en competir bien y disfrutarlo».
Rudy Fernández, Sergio Rodríguez y SergioLlull, antes de su primera Final Four.
«Son los que guían y transmiten a los jóvenes cómo funciona esto», había dejado dicho su entrenador, quien sigue contando con los tres en cada partido, situaciones críticas o momentos de sentenciar, casi siempre al comando de la segunda unidad. A los tres esta temporada han respetado las lesiones. O, evidentemente, si hay que jugarse la última bola. Para eso, no hay dudas, Llull. «Me la volvería a tirar. No me voy a esconder en esos momentos», proclamaba, recordando la histórica canasta ante el gigante Fall de hace un año en Kaunas, tan presente para todos este viernes en la pretendida revancha de Olympiacos.
Eran 16 'muertes' para 'El Matador'. 16 rosas que había dejado en el ring. Las dos últimas, de las más espectaculares en su carrera. La quince fue la que llegó con el título de peso pluma bajo el brazo ante Volkanovski. La decimosexta, el combate para noquear al hombre innoqueable.
Vencido Max Holloway, quedaba un púgil sin noquear en el ring para Ilia Topuria, y lo hizo este jueves. El campeón del peso pluma acabó con 'El Matador'. Dice el luchador hispanogerogiano que "había sido su aliado en cada pelea" pero que la próxima vez entrará al octógono con una "nueva identidad".
Lo hizo con un post en redes sociales en el que anuncia una "nueva era". Es un rebranding personal para encarar el cambio de categoría que anunció hace unos meses. Se terminó pelear en las 145 libras (65,8 kilogramos) para afrontar otros retos en las 155 (70,3). Más fácil a nivel físico para alguien que suele pesar en torno a los 80 kilos y debía bajar casi 15 para poder dar la báscula.
Lo difícil está siendo encontrar rival. La UFC parece un episodio de Falcon Crest entre giros y plot twist acerca de quién va a subirse al octógono con Topuria en su asalto al peso ligero. El hispanogeorgiano quiere el segundo cinturón de la mayor liga mundial de artes marciales mixtas. Entraría en el club de los 20 que lo han logrado y el tercero que lo consigue en pluma y ligero tras B.J. Penn y Conor McGregor.
El problema es que la ambición y el nivel de Topuria, a día de hoy en el tercer puesto del ránking libra por libra, le enfocaban a una pelea con el líder de esa clasificación y actual campeón del peso ligero: Islam Makhachev.
El ruso ha rechazado pelear con Topuria por activa y por pasiva. Desde su equipo le han lanzado indirectas de que la opción se la tiene que ganar derrotando a algún nombre importante de la división. Y él, por lo pronto, pretende realizar una defensa de su cinturón ante otros grandes rivales de la categoría como Charles Oliveira o Justin Gaethe.
De hecho, dos de sus cuatro anteriores defensas del título fueron ante Aleksander Volkanovski, el rival al que Topuria arrebató el cinturón de peso pluma. Y el ruso no quiere que se le recuerde por "vencer a rivales pequeños".
Próximo rival
No obstante, el púgil australiano, que optará de nuevo al campeonato de peso pluma ante Diego Lopes tras haberlo dejado vacante el hispanogeorgiano, dice que si hay alguien que puede vencer a Makhachev es Topuria. "Tiene manos peligrosas. Es lógico que la gente que lo descarte: saben que tiene poder en sus manos, saben que lo buscará. Saben que tiene serenidad e incluso, si las cosas no salen como él quiere, seguirá buscándolo, intentando encontrarlo hasta que lo consiga o hasta que pierda. Así que sabes que es peligroso".
De momento, quien no vencerá ni tendrá la opción de vencer a Makhachev es El Matador. Ya no existe. Hay que esperar para saber cuál será la nueva piel de Topuria en el octógono. La que lleve la decimoséptima rosa al próximo rival. Aunque aún no se haya decidido. De momento, el hispanogeorgiano, con su premio de la Asociación Española de la Prensa Deportiva como uno de los mejores deportistas de 2024, se mantiene a la espera de la decisión de la UFC.