El portero ucraniano será titular esta noche contra el Shakhtar tras la lesión de Courtois. En el vestuario destacan su profesionalidad y su eterna seriedad: “Es un misterio”
El día de su boda, Andriy Lunin (Krasnohrad, Ucrania, 1999) apareció con un chándal gris y unas zapatillas blancas. Ella, Anastasia Tamazova, repitió el conjunto de su futuro marido aunque con colores blancos. Celebraron la ceremonia en Madrid, en privado y por lo civil, y su eco llegó hasta la ciudad deportiva de Valdebebas, donde bromearon con el joven portero durante toda la semana. Fue, aseguran medio en broma medio en serio las personas cercanas al vestuario madridista, una de las pocas veces que han visto al guardameta reírse a carcajadas. El ucraniano de 23 años es el hombre de hierro del Madrid.
La realidad de Lunin no puede entenderse, lógicamente, sin la guerra de su país. De carácter sobrio e incluso «misterioso», cuentan desde el club, la invasión rusa de Ucrania le ha obligado a ser parte de un foco mediático del que siempre se ha mantenido alejado. Ha recogido comida durante semanas en un local de Méndez Álvaro, ha participado en actos del Madrid junto a jóvenes ucranianos e incluso se le ha visto en algunas manifestaciones contra la actuación militar del Gobierno de Vladimir Putin.
“Vive la guerra en silencio”
«Vive la guerra en silencio, como un monje», desvelan desde Valdebebas, donde destacan su «profesionalidad» durante estos años: «Es muy serio, pero sólo vive para entrenar. Da igual a la hora que sea o lo que haya descansado», valoran sobre una característica que tiene asombrado al vestuario. La situación de Ucrania tiene en vilo a la plantilla y al cuerpo técnico y en su momento se le ofreció tomarse «unos días» para asimilarlo todo. Pero Lunin siguió anclado en su profesionalidad. Nada parece afectarle públicamente. «Nunca ha dado ni un problema», elogian.
Courtois, como titular y referente, y Llopis, el entrenador de los guardametas, son sus principales apoyos dentro del vestuario. Pero son sólo eso, porque el interior de Lunin es «un misterio» para el Madrid. Frío como el hielo antes de la guerra, la invasión no ha cambiado su forma de ser, algo que respetan en la plantilla madridista, más todavía en estas circunstancias.
El ucraniano mantiene familia en el país y sigue pendiente de toda la ayuda que se pueda ofrecer, pero ahora su carrera profesional ha pegado un vuelco de 180 grados por la lesión de Courtois. Ya fue titular ante Osasuna, en lo que significó su debut en esta Liga y su octavo partido en la competición (disputó cinco con el Leganés en la 18-19), y ahora afronta su primera aparición en la Champions.
Séptimo partido con el Madrid
El del Shakhtar la séptima participación de Lunin en un duelo del Madrid desde que el conjunto blanco anunciara su fichaje en el verano de 2018, hace más de cuatro años. Desde entonces su vida y su carrera, que habían ido a la velocidad de la luz, han pulsado el botón de pausa.
En 2012, con 13 años, estaba en la cantera del Metalist y en 2016, con 17, de repente y como en un flash, debutó con el primer equipo del Dnipro en la máxima categoría del fútbol ucraniano. Ese verano se fue al Zorya, con el que disputó la Europa League y dio el salto a la selección, y en 2018 voló hacia el Real Madrid. Tenía sólo 19 años, pero era su momento.
En el Bernabéu pasó de protagonista a espectador de lujo. De estrella del fútbol ucraniano a segundo de uno de los mejores porteros del mundo. Para cualquier otro jugador joven, tener por delante a un futbolista de elite puede ser positivo, pero en la portería apenas hay rotaciones. Durante tres años, la directiva ha intentado buscarle minutos en Leganés, Valladolid y Oviedo, pero no ha explotado. Desde su llegada a Madrid, Lunin ha acumulado sólo 35 partidos, 20 de ellos con los asturianos en Segunda.
Por todo esto, esta semana como titular podría ser un punto de inflexión en su carrera. Termina contrato en 2024 y tendrá que tomar una decisión: seguir con el Master madridista a la sombra de Courtois o buscar su propio camino, ese que de momento le pondrá bajos los palos de Chamartín en la Copa de Europa.