Dos domingos consecutivos sin opción alguna de lograr algo grande no dejarán una digestión fácil a Fernando Alonso. Sin embargo, el asturiano dibujó más de una sonrisa durante su atención a la prensa en Mónaco, admitiendo un desliz inusual para alguien que controla y maneja cada detalle de las carreras.
La confusión se desencadenó cuando los comisarios reordenaron la parrilla tras la bandera roja por el accidente de Sergio Pérez. En ese momento, su compañero Lance Stroll ocupaba la décima posición, pero Carlos Sainz fue readmitido tras llevar su Ferrari a los boxes con un neumático inservible. “Luego Lance sufrió el pinchazo y pensé que tenía toda la responsabilidad sobre mis hombros, con gomas muy viejas, para llevarme ese punto. Así que piloté durante 50 vueltas pensando que era décimo”, concedió el líder de Aston Martin.
Evidentemente, nada más cruzar la línea de meta sus ingenieros le advirtieron del error. “En ese momento sentí que el estrés no había servido para nada. En cualquier caso, todo esto me mantuvo despierto”, añadió Alonso con cierta simpatía. Esa mueca se borraba al recordar el infortunio en la elección inicial de los Pirelli. “Fue un poco desafortunado para nosotros y extremadamente afortunado para quienes comenzaron con el medio y luego pusieron el duro. Era una oportunidad mágica”, analizó.
“Es una pregunta para Mike”
El gesto de Fernando se torció aún más cuando le cuestionaron sobre la situación actual del AMR24, que viene perdiendo prestaciones semana tras semana. “Si sólo valoramos los resultados ni siquiera tenemos el quinto mejor coche. Pero es una pregunta para Mike”, lanzó, en referencia al team principal de Aston Martin.
Desde luego, la reacción de Mike Krack y la fábrica de Silverstone se antoja obligatoria, porque el AMR24 se vuelve cada vez más crítico. “Quizá todos los coches se han vuelto más difíciles de conducir. Tal vez sea nuestro caso también, porque no podemos extraer más carga aerodinámica”, valoró. Con Mercedes a 52 puntos de distancia, la prioridad a medio plazo será conservar la quinta posición ante Visa Cash RB, que ahora acumula 20 menos en la tabla.
Nada más bajarse del coche, en el diminuto parc fermé de Mónaco, Alonso pasó revista, casi uno a uno, al resto de monoplazas. Si hace apenas un año el triunfo se escapó por centímetros ante Max Verstappen, las conclusiones ahora resultan desalentadoras. No sólo por el primer cero del curso para Aston Martin, sino por la inercia.
Casi seis años después
“Ha sido otro día duro, comprometido por la qualy del sábado, con ambos coches fuera del top-10. Ahora es el momento de reagruparnos como equipo, centrarnos en mejorar y volver más fuertes en Canadá”, vaticinó Krack. Aunque sólo bastaba observar el rictus de Andy Stevenson, director deportivo, para comprender el sentir general.
El cierre al pésimo fin de semana para Alonso se consumó al ceder el paso ante los líderes. Casi seis años después de aquel infausto GP de Brasil con McLaren, el bicampeón mundial fue doblado dos veces en carrera.
Los daños de las inundaciones, que hace un año obligaron a la suspensión por "causas de fuerza mayor", aún se sienten en los muros perimetrales del Autodromo Enzo e Dino Ferrari, parcialmente renovado a cambio de 8,5 millones de euros. Cualquier dispendio, por supuesto, se da por bien empleado en Imola, el escenario elegido por Ferrari para deslumbrar a sus rivales. Atrás quedan ya seis carreras, el primer cuarto del Mundial, pero la Scuderia ha
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La cabeza erguida buscaba el contacto visual con Vinicius. La curva del cuerpo no parecía presagiar nada, pero la mano ya indicaba dónde llegaría el pase al brasileño. Los rivales le habían concedido un par de metros y Toni Kroos no desperdició la oportunidad. Suya fue ayer la majestuosa asistencia para el 0-1, obra cumbre de otra gran noche para el Real Madrid. «No hay palabras para definirle. Es un jugador top, crucial para nuestro juego, por el modo en que controla los tiempos y por sus pases», admitió Carlo Ancelotti.
La felicidad de Carletto, como la de la mayoría de sus futbolistas, no sólo se ceñía al empate que había enfriado el cráter del Allianz. Se trataba, más bien, de la satisfacción por haber hecho emerger de nuevo ese temple competitivo con el que salir a flote tras una situación límite. Porque después de tres triunfos consecutivos en Múnich, el 14 veces campeón volvió a sudar ayer como corresponde en unas semifinales. El 2-2 no sólo le otorga cierta ventaja para el Bernabéu, sino que también le permite igualar su propio récord en Champions, donde ya suma 11 partidos sin perder, igualando el registro de la temporada 2016-17. Otro motivo de celebración para los 4.000 madridistas que lo vivieron en directo en Múnich. Los que disfrutaron de las virguerías de Vinicius y los errores groseros de Kim Minjae. Los que corearon la maestría de Kroos durante los 76 minutos que pisó la hierba.
«Me ha regalado un gol. Le conozco muy bien. Y él a mí», sonrió Vinicius, con ese brillo tan peculiar en los ojos. Aún parecía saborear el placer del balón al espacio ante Manuel Neuer y el desdichado Minjae. Una cortesía de Kroos, que durante la primera parte cerró una asombrosa estadística. Según la contabilidad de OPTA, 15 de sus pases lograron romper una línea de presión rival. El mejor rival en ese aspecto, Leon Goretzka, sólo pudo filtrar cinco.
«Nos faltaba para ganar los duelos»
«Durante la primera parte hemos defendido con poca intensidad y les dimos la posibilidad de controlar el juego. Nos faltaba para ganar los duelos, pero tras el descanso hemos presionado más, hemos sido más agresivos», analizó Ancelotti, sin pudor a la hora de señalar los defectos de su equipo. Antes de que se cumpliese el minuto 23, el Bayern había rematado ya siete veces ante Andriy Lunin, incluidos dos saques de esquina. Un fuego graneado al compás de sus tambores. La atronadora artillería de siempre en el Allianz Arena, la guarida de un equipo que, a estas alturas de la temporada, suma en la Bundesliga cuatro puntos y seis goles más que el año pasado. Cualquier menosprecio al Bayern en la Champions debería pagarse con la excomunión. Tan intolerable como conceder un par de metros de más a Kroos.
Desde aquella cesión en el Leverkusen, cuando apenas había cumplido la mayoría de edad, Toni había jugado ocho veces contra el Bayern, pero nunca logró siquiera un pase de gol. Ni siquiera en las dos últimas eliminatorias de cuartos y semifinales (2017 y 2018), ya en su plenitud madridista. Quizá por ello, ese gesto con el que indicó el camino para el 0-1 dejó tan boquiabierto a Rodrygo. «¡Qué pase, increíble!», exclamó el delantero, víctima de un clamoroso penalti por parte de Minjae. «Siempre le decimos que siga. No un año, sino muchos más. Me encanta jugar con él», añadió el brasileño. El recital del 8 en Múnich se antojaba ayer el preludio de algo grande en el Bernabéu. «Aún habrá que sufrir, pero ahora en un ambiente que todo el mundo conoce», anticipó Ancelotti. Vinicius, más conciso, presagió una «noche mágica».
Más le vale al Bayern recuperar pronto a Matthijs de Ligt, baja ayer de última hora. Su ausencia como central diestro dejaba un poco más desguarnecida la zona donde Vinicius revolotearía ante Joshua Kimmich. Así que Thomas Tuchel recurrió a Minjae, un central fichado este año del Nápoles. Sin el poderío físico del neerlandés, con ciertos problemas a campo abierto, el coreano al menos aportaría el buen criterio ofrecido durante la primera mitad de curso, donde se había consolidado como el mejor defensa del Bayern.
150 partidos para Müller
Los peligros del Real Madrid, máximo anotador de la Champions al contragolpe con seis goles, se basaban en las transiciones, pero Minjae nunca supo cómo perfilarse para sujetar a Vinicius a campo abierto. Esa debilidad en los dominios de Neuer frustró cualquier amago de épica para Tuchel. «El Madrid ya lo ha hecho antes: marcar dos goles en dos ocasiones. No somos el primer equipo que lo sufre. Deberíamos haber anotado el 3-1, pero luego les regalamos un penalti», admitió el ex técnico del PSG.
Desde aquella liguilla de 2016 con el Dortmund, hasta la inolvidable eliminatoria de 2022 al frente del Chelsea, Tuchel siempre había sabido poner al Madrid ante el desfiladero. Por eso, una situación tan desesperada como la actual convertía a su equipo en un rival aún más peligroso. La elección inicial por Thomas Müller, en detrimento de Serge Gnabry, supuso una apuesta algo nostálgica, con la que el capitán pudo celebrar su 150º partido de Champions. Un hito de la competición, igualando el registro de Iker Casillas en el Madrid. El récord absoluto de partidos en un mismo club aún lo ostenta Xavi Hernández (151).
La influencia de Müller, relegado en los últimos tiempos a un papel casi residual, sólo pudo interpretarse desde lo emotivo. Porque Tuchel se reservaba la baza de Raphael Guerreiro, uno de los futbolistas más infravalorados de la Champions. La mera presencia del portugués ordenó la ofensiva del Bayern, que pudo orientar a Jamal Musiala y Leroy Sané hacia el gol. La diferencia entre jugar a pie natural o pie cambiado giró radicalmente el partido.
Había que remontarse a octubre, ante el Darmstadt 98 en la novena jornada de la Bundesliga, para asistir al último gol de Sané. Pero como de talento anda sobrado, el canterano del City aprovechó la escasa implicación de Rodrygo para silenciar a los críticos. Desde el otro perfil, Musiala andaba ya abusando de Lucas Vázquez. Con apenas 21 años ya se siente capaz de dominar una semifinal de Champions.
La designación de Clement Turpin, con quien el Madrid había ganado sus seis partidos, levantó cierto malestar en Alemania. Sin embargo, nada pudo objetarse al francés, que señaló sin dudar los 11 metros tras el derribo de Lucas a Musiala y el de Minjae sobre Rodrygo. «Para la vuelta tenemos que ser más clínicos. Será un partido abierto. Hay que mejorar en las defensas individuales y ser más fuertes», finalizó Tuchel.
La sexta final de la Champions en 11 años conecta al actual Real Madrid con el legendario campeón de los albores de la Copa de Europa. Desde entonces, ningún equipo había dominado el torneo con semejante poderío. Entre 1956 y 1966, el club blanco avasalló en el panorama continental con seis títulos, cinco de ellos consecutivos, y ocho finales, incluidas las derrotas ante Benfica (1962) e Inter de Milán (1964). Ahora, los futbolistas de Carlo Ancelotti pueden igualar aquel registro. En caso de vencer al Borussia Dortmund en Wembley conquistarán su decimoquinta Orejona, la sexta en poco más de una década.
El próximo 1 de junio, sobre la sagrada pradera londinense, el Madrid disputará su decimoctava final de la Copa de Europa, con la que aumenta la diferencia histórica ante Milan y Bayern, ambos con 11. A este logro deportivo hay que añadir los premios de la UEFA, cifrados en torno a los 130 millones de euros. De momento, el club de Chamartín ya se ha embolsado 114,75 millones por las tres eliminatorias y su inmaculado trayecto en la fase de grupos. A la espera del reparto del mercado televisivo, quedarían pendientes los 4,5 millones que distinguen al campeón, más los 3,5 millones por el derecho a disputar la Supercopa de Europa.
La actual hegemonía dio comienzo el 24 de mayo de 2014, con la final ante el Atlético (4-1 en la prórroga). De aquella plantilla de la Décima, dirigida también por Ancelotti, únicamente sobreviven Dani Carvajal y Luka Modric -que disputaron los 120 minutos- más Nacho, que se quedó fuera de la convocatoria en Lisboa. Tras la decepción en semifinales de 2015 ante la Juventus, Zinedine Zidane protagonizó desde el banquillo el periodo más glorioso de la historia reciente. La tanda de penaltis en San Siro ante el Atlético (2016), el inolvidable 4-1 a la Juve en Cardiff (2017) y la chilena de Gareth Bale en Kiev ante el Liverpool, en el último partido de Cristiano Ronaldo (2018), plasmaron la tiranía merengue. Desde mediados de los 70, con el Ajax de Johan Cruyff y el Bayern de Franz Beckenbauer, ningún equipo había encadenado tres títulos consecutivos.
Siete intentos fallidos
El triunfo de ayer en el Bernabéu abre una oportunidad histórica para el 14 veces campeón de Europa, que podría al fin coronarse en el estadio más legendario del continente. Desde 1963, Wembley ha albergado siete finales de la Copa de Europa, pero los blancos, hasta ahora, ni siquiera pudieron pisar su césped. La primera decepción se produjo en mayo de 1968, cuando el conjunto dirigido por Miguel Muñoz cayó en semifinales (1-0, 3-3) ante el Manchester United de Bobby Charlton y George Best, a la postre campeón tras su 4-1 en la prórroga ante el Benfica. Ya en la segunda década de este siglo, el Madrid se quedó a las puertas con sus tropiezos en las semifinales de 2011 ante el Barcelona (0-2, 1-1) y las de 2013 frente al Borussia Dortmund (4-1, 2-0). Curiosamente, Wembley ha resultado históricamente propicio para los azulgranas, que alzaron los títulos de 1992 y 2011 a la sombra de su mítico arco.
A nivel individual, el pase deja a Ancelotti a un paso de su quinta Orejona, tras las dos previas de blanco (2014, 2022) y las levantadas con el Milan (2003, 2007). Este hito le afianzaría en el olimpo de los banquillos, con dos títulos más que Pep Guardiola (2009, 2011, 2023), Bob Paisley (1977, 1978, 1981) y Zidane (2016, 2017, 2018). Asimismo, le permitiría igualar a Zizou como el preparador madridista más laureado, ya por delante de José Villalonga (1956, 1957), Luis Carniglia (1958, 1959) y Vicente del Bosque (2000, 2002).
Carvajal y Modric
La final supone una oportunidad histórica para Carvajal y Modric, que podrían igualar en Wembley el récord de Paco Gento, el único futbolista capaz de alzar seis veces la Copa de Europa. A esa nómina también cabría añadir a Toni Kroos y Nacho. No obstante, el alemán sólo tomó parte en cuatro finales y se quedó fuera de la de 2013, donde el Bayern derrotó al Dortmund (2-1). El primer capitán, por su parte, sólo participó en la final de Kiev, sin disputar un minuto de las de 2014, 2016, 2017 y 2022. Además de Cristiano Ronaldo y Alfredo Di Stéfano, los grandes emblemas del club, otros pentacampeones de blanco fueron Karim Benzema, Marcelo, Casemiro, Isco y Bale. Y en el siglo pasado cabe mencionar a José María Zárraga, Juanito Alonso, Rafael Lesmes, Marcos Alonso y Héctor Rial, todos ellos durante el periodo 1956-1960.
Modric, por último, se enfrenta a otro notable desafío en Wembley. En caso de victoria, el centrocampista croata se convertiría en el segundo futbolista más veterano en proclamarse campeón de la Champions. A los 38 años y 245 días quedaría muy cerca del récord de Paolo Maldini, quien en 2007 levantó el trofeo para el Milan a los 38 años y 331 días.