Djené Dakonam (Lomé, Togo, 1991) asoma por los pasillos del Coliseum de Getafe con la autoridad que le otorga el brazalete de capitán, las ocho temporadas que lleva en el club, los músculos (no nos vamos a engañar) y una vida de viajes y trabajo. De Togo a España pasando por Ghana, Benin, Camerún y Bélgica. Una experiencia con la que trata de convencer a las nuevas generaciones, admite tener «miedo» del futuro por sus hijos y por una sociedad que «ha cambiado mucho» y en la que «a los jóvenes no les dicen la verdad», explica, sobre el famoso ‘sueño europeo’. En el césped, donde hoy se mide al Madrid, va con todo.
- Usted nace un 31 de diciembre en Lomé, capital de Togo.
- Mis padres son de Dapaong, pero yo nací en la capital. Una buena fecha porque celebrábamos la Navidad y el Año Nuevo. Somos cristianos, aunque ahora yo no soy muy practicante. Y desde pequeños jugábamos al fútbol, siempre después del colegio. Yo vengo de una familia humilde y para mis padres el colegio era importantísimo, tenía que estudiar sí o sí. Luego dejaba la mochila y a jugar.
- Hábleme de su familia. ¿Sus padres a qué se dedicaban?
- Somos cuatro hermanos y yo soy el más pequeño, era el más mimado. Mi padre era sastre y mi madre se dedicaba a comerciar vendiendo cosas en la calle. Yo iba de casa al colegio y luego al campo de fútbol.
- ¿Sigue en contacto con sus amigos de la infancia?
- Sí, con la mayoría. Lo que pasa que soy el único que sigue jugando al fútbol. La mayoría ya se dedica a otras cosas en Togo, unos tienen trabajo, otros no… Pero… Yo querría volver a mi infancia, ¿sabes?
- ¿Por qué? Cualquiera diría que ahora tiene una vida más fácil, ¿no?
- Todo era más… Limpio. Te lo juro. Quiero vivirla otra vez. Ahora lo tengo todo, familia, hijos… Y todo se complica un poco a veces porque no vives sólo para ti. Yo vivo para mí, para mis hijos, para mis padres… Es un peso. A veces está bien, pero a veces cuesta.
- Cuando vuelve a Togo y está de nuevo con la gente con la que ha crecido, ¿qué se le pasa por la cabeza?
- Lo aprovecho todo. Todos los años necesito ir allí en vacaciones para vivir con ellos el presente de mi país. Tengo que ir y estar con ellos, hablar del país, de lo que pasa, de lo que va bien y lo que va mal, de ver qué puedo corregir desde mi posición… Es algo que me da mucha más fuerza. Vivir lo que pasa realmente, porque leo los medios y a veces no te cuentan la realidad, la gente te cuenta otras cosas.
- ¿Cómo corrige usted las cosas de su país?
- Lo primero es ir allí y decirles la verdad, porque hay gente que se cree que todo es fácil, que llegas a España, juegas en la Liga y todos pueden hacerlo porque es fácil. Y no es así. La vida no es así. Intento decirles la verdad para que despierten, que todo se consigue trabajando con humildad. Y luego pues si la gente me cuenta sus proyectos intento estudiarlos y ayudarles. En mi pueblo me ven como un icono, soy el único futbolista, y las cosas ahí no son fáciles… No es fácil comer tres veces al día, así que si puedo les ayudo económicamente o de forma material, con proyectos de agricultura y cosas así.
- Usted completó el famoso ‘sueño’ europeo, aunque esa no es la realidad de muchos inmigrantes.
- Muchos creen que vas a ir Europa, vas a ganar mucho dinero y lo vas a mandar de vuelta, así de fácil. Y mi carrera no ha sido fácil. Jugué en Togo, en Ghana, en Benín y en Camerún antes de que me surgiera la oportunidad del Alcorcón. Es una lucha y a los jóvenes no se les dice la verdad. Entonces cada vez que puedo intento decirles la verdad. Mis amigos ya saben que no es algo fácil.
- ¿Qué es el fútbol para usted?
- Todo. Cuando era joven estaba en la universidad, porque mi madre quería que fuera médico. Jugaba en la selección sub’18, creo, pero ella quería que estudiara. Hasta que me dio un clic, cogí la mochila y le dije que me iba a jugar al fútbol a Camerún, a la Primera División de allí. Me pidió que no me fuera, que estudiara, pero lo tenía claro y le dije “mamá, me voy”.
- Y en 2014 fichó por el Alcorcón, que entrenaba Bordalás. ¿Cómo lo consiguió?
- Esto no sé si se sabe. Yo estaba en Camerún, en agosto de 2014, y de repente mi agente me llamó diciendo que había conseguido una prueba de dos semanas con el Alcorcón. Fui a muerte en cada entrenamiento y luego el director deportivo me dijo que no me quería, que ya tenía dos centrales y tres laterales. Así que me fui al hotel pensando en volver a Camerún. Y ahí me llamó otra vez diciendo que el entrenador, Bordalás, quería que me quedara. Y me quedé. Bordalás fue la clave.
- ¿Dónde vivía?
- Vivía en Alcorcón, en un piso… Complicado. El otro día fui por la zona con mis hijos para que vieran dónde vivía. Era un piso… Uf. Tenía que ser cerca del campo e iba caminando todos los días, porque no tenía coche ni carnet. Pero lo superé porque sé de dónde vengo, me da igual el frío o el calor.
- ¿Sus hijos saben de dónde viene?
- Sí, porque cada vez que tenemos vacaciones vamos a Togo para que vivan también esa realidad, lo que hay, que la vida no es tan sencilla.
- Dos años en Alcorcón, ficha por el Sint-Truidense de Bélgica, está un año y vuelve a España, al Getafe, de nuevo con Bordalás.
- Tenía dos ofertas para volver a España, una del Getafe y otra del Levante. Al Levante lo entrenaba Muñiz, que había sido mi entrenador en mi segundo año en Alcorcón. Tenía dudas, así que llamé a mi madre. Y ella, que sabe cosas, me dijo “vete con tu primer entrenador, con el que te acogió como un hijo”. Así que me fui con Bordalás, aunque la oferta económica del Levante era mejor. Y mira, ocho temporadas ya.
- Hábleme de su cuerpo. ¿Cuánto lo ha trabajado y cuánto hay de genética?
- Hay genética, claro, pero sin trabajo no vale nada. Yo desde joven lo he trabajado muchísimo, más que el trabajo con balón. En mi país no había gimnasio, pero aún así hacíamos de todo. Y luego, claro, hay cosas naturales. Cuando iba al colegio tenía que andar mucho y a veces íbamos corriendo o íbamos a coger agua de un pozo a casa y la llevábamos en los brazos durante mucho tiempo.
- ¿Usted le tiene miedo a algo?
- Antes no, pero ahora sí. Tengo miedo por mis hijos, por lo que veo ahora, por lo complicado que es el mundo. No tengo miedo por mí, sí por ellos. Por el futuro, porque creo que el mundo en general va mal. Creo que en el mundo en el que yo vivía antes, cuando era niño, había más amor. Ahora hay más dinero, más cosas… Los seres humanos no vivimos como antes, la sociedad ha cambiado mucho, también en mi país y en África. En mi país la gente no ríe como antes, cada año que voy es peor. Están más tristes.
- ¿Ha sufrido racismo?
- Yo en el campo me concentro mucho, de verdad, y los ruidos de fuera no los escucho. Y fuera… Yo voy tranquilo a los sitios y la gente no me lo dice, pero existe. Veo cosas. Veo cosas con mi mujer, con mis hijos… Pero lo asumo con humildad y creo que es un problema de educación. Creo que tenemos que educar más. Un padre no puede venir con su hijo al campo de fútbol y decir algo racista con el hijo delante, porque el hijo lo repetirá, seguro. Es algo que va de generación en generación y es un problema de educación. No sé si parará algún día, pero espero que vaya a menos porque creo que hay más gente buena que mala. En España hay mucha buena gente. Por ejemplo, con mi hijo en el colegio siempre se han portado bien.
- Me han dicho que su ídolo de adolescente era Andrés Iniesta.
- Sí, mi favorito. Empecé a verle cuando yo tenía 16 años o así, en 2007. Veía algo de fútbol en una televisión y me gustaba mucho. Yo era defensa, pero me daba igual, es un jugador que lo veías jugar y sólo podías decir ‘guau’. Gracias a Dios jugué contra él en su último año.