La familia de N. cuenta cómo “tanto LaLiga como el Atleti nos han usado, pero en realidad no quieren que nada cambie”. Agradece al Madrid su cariño, “pero Butragueño me prometió que respetarían su anonimato y no fue así”.
N., la niña de ocho años vejada e insultada en el Metropolitano en el derbi contra el Madrid, la pasada semana en Madrid.ÁNGEL NAVARRETE
Hay partidos que dan pereza. Porque es víspera de Semana Santa, porque eres un equipo top y juegas cada siete días y porque te enfrentas a un rival que no ha ganado en cuatro de los últimos cinco duelos y con el que no has perdido en 16 años. Y esos partidos pueden ser tan aburridos como peligrosos. El Atlético mezcló puntos de presión alta para intentar resolver pronto con desconexiones que pudieron costarle caras. Pero las piezas de uno y otro en el tablero son muy diferentes y si un equipo ladra, el otro muerde. Y los ladridos asustan, aunque sean del colista, pero sólo eso. [Narración y estadísticas (4-2)]
Fue sufrir el Atlético el primer arañazo y en un suspiro metió dos mordiscos. Ambos con la firma de Giuliano. Si el Cholito inventó un penalti metiendo el pie para provocar el pisotón de Javi Sánchez, luego persiguió una picadita de Barrios para recortar y meter él a la escuadra. Quizás Ferreira pudo hacer algo más. Antes de eso había un empate a goles de penalti. Sylla castigó la imprudencia de Lenglet y Julián aprovechó la picardía de su compatriota.
Tras esos cinco minutos de locura y VAR, Díaz de Mera no fue capaz de pitar los penaltis sin la ayuda del videoarbitraje, el duelo se inclinó tímidamente hacia los intereses del Atlético. Volvió a adormilarse el conjunto colchonero salvo cuando intervenía el Cholito, pura adrenalina en cada toque. A veces, incluso, pecó de exceso de precipitación. Decía el Cholo que entrenar mucho aburre, haciendo referencia al descanso intersemanal de los rojiblancos, y quizás se notara en la primera parte.
Por suerte o por torpeza
Lo que pasa es que este Valladolid es un equipo muerto, enfrentado y sin energía para la rebelión. Salvo que te encuentres una granada en la mano y te la dé tu rival en forma de balones parados. Hay castillos complicados de conquistar y el de Atlético era una quimera, aunque hubo susto por suerte o por torpeza. En este caso de Lenglet.
El Atlético quiso resolver tras la salida de los vestuarios para evitar precisamente eso: sustos. Uno por noche es suficiente. Jugando rápido y con combinaciones precisas hicieron dos ocasiones en tres minutos. No encontraron el gol por centímetros, pero luego el juego se atascó y casi medio estadio miró al Cholo para que moviera el árbol. No le dio tiempo y se encontró con el 2-2 casi sin querer. Otro susto. Un nuevo error de Lenglet terminó con una falta al borde del área que transformó Javi Sánchez con algo de fortuna porque el cuero rebotó en la barrera y engañó a Oblak.
Artillería
Luego llegó el triple cambio con la artillería. Sorloth sustituyó a Griezmann y en su primer remate casi la clava al ángulo. Se fue por milímetros. Con ellos comenzó el asedio y llegaron los goles. El primero fue un error de la zaga blanquivioleta, otro. Penalti tonto que Julián volvió a anotar. El siguiente ya fue de madurez de partido.
Jugada magistral de Riquelme, disparo del delantero argentino y llegada de segunda línea del noruego, que no perdonó. Poco quedó ya de duelo porque el Atlético quiso terminar rondando el area de Ferreira consciente de que un paso atrás podía traer otro susto. No hubo. El Barça sigue a siete y el Madrid, a tres puntos. La Liga está casi imposible... casi.
Hace unos meses que Jota, cantante de Los Planetas, preguntó a Álvaro Rivas por qué se había hecho del Real Madrid si su padre era del Atlético. «Hasta ese momento, nunca lo había verbalizado», admite el cantante de Alcalá Norte, antes de razonar su respuesta. «Cuando yo nací, mi madre murió en el parto. Hacerme del Madrid fue un detalle con mi abuelo materno, que era muy del Madrid y vecino de Chamartín. De un modo inconsciente tomé esa elección para darle cariño a mi familia materna», desarrolla Rivas, en conversación con EL MUNDO. En febrero de 2007, días antes de cumplir 12 años, Álvaro vio en el Vicente Calderón junto a su padre el primer gol de Fernando Torres en un derbi. Sin embargo, mañana no querrá compañía para disfrutar de la ida de octavos de Champions. «Ni de broma voy a verlo con él. En estas ocasiones preferimos harcelo por separado», añade el autor de La vida cañón, uno de los grandes himnos de 2024. En un momento de distanciamiento entre los clubes, con Florentino Pérez y Miguel Ángel Gil enfrentados a propósito de los árbitros, el caso de Rivas ilustra la rivalidad ciudadana. La de un derbi agitado por las vaivenes históricos y marcado por los extremos.
Estos días, en la sede del Partido Popular de Madrid se suceden las escenas de sano pique deportivo. «Debido a mi cargo, a mí se me respeta bastante. Es cierto que en el PP hay mucho madridista, pero como soy un liberal convencido, allá cada cual con sus decisiones y sus errores», bromea Alfonso Serrano, secretario general de los populares madrileños. Durante su época de portavoz, Serrano inició una tradición que mantiene hasta hoy. «Tras alguna gran victoria, las reuniones del grupo parlamentario arrancan con el himno del Atleti», desvela Serrano, apoyado por el alcalde, José Luis Martínez-Almeida y con la frontal oposición de Carlos Díaz-Pache, portavoz en la Asamblea.
Una marcada división interna en el PP que derriba algunos tópicos sobre el extracto social de las aficiones. «Hemos superado los estereotipos y ahora vivimos un fenómeno totalmente transversal, que trasciende el barrio y la ciudad, la clase social o los niveles de renta. Aun así, creo que el madridista es más prepotente y el aficionado del Atlético, más dado a saborear la victoria. La pasión de un partido en el Metropolitano no tiene nada que ver con el ambiente del Bernabéu, donde además de apoyar y disfrutar, lo que la gente quiere es exigir a su equipo», relata Serrano.
«Romantización excesiva»
La bipolaridad entre un Madrid supuestamente favorecido, desde los tiempos del franquismo, por las instituciones, frente a un Atlético sufridor, bohemio y canalla, también es puesta en cuestión en nuestros días. «Eso del adalid de las causas perdidas supone una romantización excesiva. Nos gusta montarnos muchas películas, pero no creo que haya tanta profundidad. ¿Por qué somos del Atleti? Porque es el equipo que nos emociona. Pero no tiene nada que ver con las victorias o las derrotas. Como decía Luis Aragonés: "Si el Atlético es El Pupas, ¿los demás qué son, El Costras? La grandeza va por otro lado, no por el número de copas expuestas en una vitrina», apunta a este periódico Juanan Cantelar, socio fundador de Los 50, una asociación que lucha por recuperar la verdadera historia del club rojiblanco.
El veredicto de Cantelar sobre la presunta filiación franquista del gran rival ciudadano derriba algunos mitos. «A Franco no le gustaba el fútbol, pero cuando el Madrid empieza a ganar Copas de Europa, ese éxito le viene fenomenal como instrumento de propaganda de la Dictadura. Por tanto, no oculta una cierta simpatía por ellos, dado el aperturismo que suponía en un momento de aislamiento internacional. ¿Esto quiere decir que el Madrid fuese un club franquista? Sólo hay que analizar las cosas a la luz de su momento».
Tampoco conviene olvidar que el mismísimo Santiago Bernabéu, durante su etapa como futbolista, traicionó al Real Madrid para disputar la temporada 1920-21 con los colchoneros. Y que, pese a su sincera amistad con Javier Barrios, presidente del Atlético, siempre consideró al vecino con mucha más antipatía que al Barça, cuya enemistad fue posterior y de carácter sociopolítico. «Obviamente había rivalidad, pero también otro tipo de valores», completa Cantelar. «En 1964, el Atlético jugó unas semifinales de la Recopa contra el Nuremberg en el Bernabéu y la opinión general del madridista era que ganara el vecino. De igual modo que entre la afición rojiblanca no se veían con odio los títulos de Copa de Europa del Madrid», sostiene el autor de 95-96: El año del doblete (Alborada, 2005).
Santiago Bernabéu y Vicente Calderón, en una imagen de 1975.EFE
A estas muestras de mutuo respeto, Cantelar añade el gol de Rubén Cano en Belgrado, que otorgaría el billete a España para el Mundial de 1978, cuando Juanito salió «a abrazar como un loco a un jugador al que odiaba a muerte en el campo»; la cesión de Ramón Grosso en 1963, cuando el Atlético coqueteaba con el descenso; o la fotografía de Alfredo Di Stéfano con la camiseta rojiblanca en 1955, durante un partido homenaje a Adrián Escudero. Entonces, muchos madrileños adquirían los carnets de socio de ambos equipos para ver cada domingo a uno. «No había un clima de antimadridismo, ni viceversa», finaliza Cantelar, subrayando que ahora vivimos «en una escalada de violencia», con un ambiente «muy encanallado».
Este feo panorama, sin embargo, se matiza en boca de Miguel Aguilar, director literario de Debate, Taurus y Random House. «Aún tengo grabado un derbi en los 90, cuando a la salida del estadio vi a un tipo a quien estaban zurrando con una cadena. Ni siquiera recuerdo si eran Ultras Sur los que pegaban y alguno del Frente Atlético quien recibía. O viceversa. Esa violencia tan exacerbada, afortunadamente, se da mucho menos. Ahora hay otra más gestual, como esta moda de colgar monigotes en los puentes de la M-30», apunta este confeso madridista, en cuya memoria aún permanecen el doblete de Raúl en el Calderón en 1997, el cabezazo de Sergio Ramos en la final de Lisboa o la inmortal jugada de Karim Benzema en las semifinales de 2017, el último derbi disputado en el Calderón.
«Identificación con la hinchada»
A juicio del prestigioso editor, tanto Diego Simeone como Carlo Ancelotti juegan un papel «muy representativo» en la historia de sus clubes. La pasión del argentino conecta con el Metropolitano, mientras la mano izquierda de Carletto siempre ha encandilado a Chamartín. «Admiro la identificación del Atlético con su hinchada. Ganar una Liga al Madrid de Cristiano Ronaldo y el Barça de Leo Messi tuvo un mérito asombroso. Jugar dos finales de Champions, también. Mantenerse tanto tiempo es algo que muy pocos han conseguido. Pero no me quedaría con muchas características de Simeone. Hay una broma que suelo hacer a mis amigos colchoneros: El Cholo debería fichar por el Madrid sólo para que pudiéramos destituirlo en la segunda jornada».
El reciente mensaje de Simeone a propósito de los árbitros, apuntando a favores que se remontan a más de un siglo, tampoco ha pasado desapercibido entre sus fieles. «Si alguien no tiene motivos para quejarse del trato arbitral es el Madrid. En los derbis tenemos ejemplos a manos llenas. Soy un firme defensor del VAR, porque reduce el margen de error y convierte en más legítima cualquier victoria o derrota», desvela Serrano. Por el contrario, Rivas observa con «bastante distancia» las polémicas. «El caso Negreira pinta bastante feo, pero también hay que asumir que todo ha salido a la luz cuando ya no tiene consecuencias deportivas. Por mucho que quieras amañar o inclinar el campo hacia un lado, el deporte siempre se va a imponer», cierra el músico, recuperado de sus cuatro cirugías para corregir una rara infección intestintal.