España suda antes de golear a Georgia y se cita con Alemania en cuartos

España suda antes de golear a Georgia y se cita con Alemania en cuartos

Conviene, en estos torneos, romper a sudar. Y España todavía no había roto a sudar desde que llegó a Alemania. Un poquito contra Croacia, si acaso, y otro porquito contra Italia, pero paren de contar. Ayer sudó, y sudó bien sudado, pues pese a la holgura final, España pasó un mal rato ante Georgia, a la que sólo doblegó a falta de un cuarto de hora después de tener que remar contra la corriente durante 75 minutos para terminar, sí, goleando y con la sensación de que el torneo, por fin, ha empezado. El viernes, a las seis de la tarde, espera Alemania en Stuttgart en los cuartos de final, y allí llegará España sudada, que es como hay que llegar a esas citas. [Narración y estadísticas (4-1)]

Georgia es una selección menor. Con el veneno de quien juega por algo más que una victoria, con el vigor nacido en un sentimiento nacional de rebeldía, con el brío de quien lucha por su gente, que no por su Gobierno. Con la sensación, en fin, de poder lograr mucho más que un estúpido acceso a los cuartos de final de una Eurocopa, de lograr, por qué no, cambiar la historia de su país. Con todo eso, sí, pero Georgia es una selección menor.

De hecho, de no ser por la parafernalia que acompaña a los partidos en un gran torneo, con sus controles de seguridad, sus perímetros exagerados, su colorido en las calles por la mañana y sus 52 tipos calentando en el campo, podría pasar por cualquiera de esos choques que juega España contra un rival inferior en cualquier capital de provincia un sábado de octubre camino de alguna fase final como esta. Georgia es una selección menor, pero hizo sudar a España la gota gorda porque, llegados a este punto del torneo, la ausencia de red provoca vértigo, y durante mucho tiempo España temió caerse y perder contra una selección menor.

De repente, el caos

De la Fuente no tocó el once, para qué, y en la primera jugada Nico Williams encaró a Kakabadze y sacó un centro. En la segunda Carvajal centró también tras una conducción de Lamine. Los dos primeros intentos de contragolpe de Georgia murieron en su propio campo y el primer balón que le llegó a Unai Simón lo paró y lo jugó sin riesgos para Rodrigo. Eran los primeros cinco minutos y todo tenía muy buena pinta, una de esas noches en las que lo único por lo que se puede apostar es en por el minuto en el que llegará el primer gol. En este caso fue en el 17 y fue de Le Normand, pero como fue en propia puerta, lo cambió todo. En el primer pasillo que encontró Georgia, el lateral derecho, de nuevo Kakabadze, llegó al lateral del área y su centro, muy tenso, golpeó en el central español para meterse en la portería.

Y de repente, el caos. Pedri no era capaz de domar un balón, Carvajal se resbalaba, Rodrigo entregaba melones en lugar de balones, los contragolpes de Georgia salían bien a dos o tres toques... Era el momento de medir el cuajo de la selección española, a la que de momento en este torneo le había ido todo de cara, jugando bien como contra Italia, regular como contra Croacia y regular también como contra Albania con los suplentes. Era el momento de calibrar esas otras cosas que no son exactamente fútbol: saber controlar la ansiedad, no dejarse atrapar por los nervios, jugar con la presión de quedarse fuera... Y durante unos minutos España no dio sensación de sobreponerse al gol.

El zurdazo de Rodri para el 1-1 en Colonia.

El zurdazo de Rodri para el 1-1 en Colonia.AFP

Había rematado Fabián, y el propio Pedri, los dos por arriba, pero el balón ya no fluía, las piernas pesaban y los ojos no veían bien. Conforme pasaba el tiempo, peor pinta tenía. La sombra del partido de Inglaterra, disputado antes, empezó a sobrevolar Colonia. Por suerte para España lo evitó Rodrigo, ayer más impreciso de lo habitual, pero quirúrjico en un disparo con la zurda desde la frontal (hasta ahí permitía controles Georgia, aculada sobre Mamardashvili en eso que los modernos llaman bloque bajo y que en realidad se llama poner el autobús). La posición de Morata, en fuera de juego y en la trayectoria del balón, dejó alguna duda, pero el VAR dio el visto bueno y España llegó aliviada al descanso. Que no era poco.

Dani Olmo por Pedri

A la vuelta del refrigerio no hubo tiempo para demasiadas cosas. En una jugada de esas que definen las diferencias entre esta España y otras recientes, Lamine tiró una diagonal, y eso terminó con una falta en la frontal que él mismo lanzó. El paradón de Mamardashvili dio origen a una segunda jugada en la que, de nuevo Lamine, puso un centro maravilloso de fuera a dentro que Fabián, metido a delantero centro, remató para poner por delante a la selección, a la que Luis de la Fuente le metió una alternativa: quitó a Pedri, bastante oscuro toda la noche, y metió a Dani Olmo. Había más de media hora por delante, y aunque el equipo ya mandaba en el marcador, ni de lejos tenía el partido solventado.

En esos minutos perdonó Lamine el tercero, y De la Fuente quitó a Morata para meter a Oyarzabal y a Cucurella para meter a Grimaldo. El cansancio de los georgianos, un equipo bastante veterano en su estructura, también ayudó lo suyo. El árbitro anuló el tercero a Lamine por un fuera de juego bastante claro, pero justo después se activó la otra motocicleta de la que dispone España. Fue Fabián el que, nada más recuperar la pelota en un ataque nada benévolo del rival, lanzó un balón largo a la carrera de Nico Williams. El extremo todavía del Athletic arrancó desde su campo, se plantó en la frontal, regateó y la puso arriba, imposible para Mamardashvili.

Quedaba un cuarto de hora y, ahí sí, respiró España, definitivamente en calma con el cuarto, obra de Dani Olmo. Vivió plácido el final la selección, mirándose la camiseta y sabiendo que, ahora sí, una vez que empiezas a sudar, las cosas van mejor. Un susto, si se solventa, ayuda en el futuro.

España baila con Italia y asegura el pase a octavos como primera de grupo

España baila con Italia y asegura el pase a octavos como primera de grupo

En el minuto 84, la afición italiana celebró un córner como si fuera un gol, y quizá no haya mejor resumen que ese para explicar lo que fue el partido de anoche. Un España-Italia dominado de principio a fin por España, mucho mejor, más vertical, más atrevida, más divertida, más coral, más todo. A lomos de un futbolista brutal como Nico Williams, la selección de Luis de la Fuente bailó con Italia, hizo con ella lo que quiso y certificó, más allá de lo ajustado del marcador, dos cosas: primero, que jugará los octavos de final y, segundo, que en Alemania hay un señor equipo y se llama España. [Narración y estadísticas (1-0)]

Cuando Vincic, un árbitro terrorífico cuyo único mérito debe ser compartir nacionalidad con el presidente de la UEFA, dispuso el descanso, España había hecho 25 ataques, por cinco de su rival; había disparado nueve veces, por una de su rival (de ellas, cuatro a portería, por ninguna del rival); había dado 299 pases, por 177 del rival... ¡Ah! Y había tenido el balón un 61% por el 39% del rival, pero como el debate de la cansina posesión ha sido superado, quede a título meramente informativo. Cuando Vincic, pues, dispuso el descanso, España había hecho suficientes cosas como para ir ganando el partido, pero su rival, Italia, salió indemne del primer tiempo, que era lo mejor que le podía pasar. La selección, mucho mejor en todas las facetas del juego, más dinámica, más peligrosa, más ambiciosa, se dejó en las manos de Donnarumma y en sus propia ceguera la opción de ponerse por delante.

Aprovechando unas molestias de última hora de Nacho, De la Fuente dio carrete a uno de sus fetiches. Laporte es un futbolista con una jerarquía incuestionable al que solamente su decisión de jugar en una Liga de juguete, con todo lo que ello conlleva, permite cuestionar. El central zurdo es uno de los referentes del vestuario y en tanto que eso, que líder, supone un asidero hasta emocional para el equipo a juicio del entrenador. Quitando eso, el resto fueron los mismos que el sábado, no hace ni una semana, tiraron menos, atacaron menos, pero iban ganando 3-0 al descanso.

Sin noticias de Chiesa y Barella

La primera jugada fue un aclarado para dejar a Nico frente a frente con Di Lorenzo. Le encaró y sacó un centro que, de no haber sido Pedri el cabeceador, hubiera sido gol. Pero el menudo mediapunta remató con la destreza con la que hubiera colgado una lámpara. Ninguna de las suertes le resulta familiar, de modo que, con toda la portería para él, se la puso a Donnarumma en el guante. El portero italiano, con todo, sufrió para sacarla por lo cercano del remate. Los italianos, por cierto, también eran los mismos que le ganaron a Italia. Spalletti, un buen técnico, está construyendo desde el verano pasado un equipo bastante apañado, pero no cuenta con la calidad individual de otras épocas. La baja forma de Chiesa y Barella, probablemente sus dos mejores jugadores, tampoco ayuda.

La segunda jugada fue más de lo mismo. Nico contra Di Lorenzo. Vencedor, Nico. En el otro costado, Lamine Yamal estaba más vigilado, primero por Di Marco, el lateral, pero luego por Barella y Pellegrini, atentísimos a esas ayudas. España intentó probarse otra vez su traje nuevo de equipo vertigionoso, y un balón largo de Unai Simón lo bajó Morata para Pedri, y Pedri para Morata y Morata para Nico, que a medio metro de la portería hizo lo más difícil que podía hacer en su remate de cabeza: echarla fuera.

España veía pasar por delante ya muchas opciones, media docena a la media hora tras un eslalon de Lamine, un disparo desde su casa de Fabián que despejó apuradísimo Dunnarumma y un 'huy' de Morata, algo ofuscado. Veía pasar España esas opciones y observaba un partido raro, con Italia relativamente cómoda pese al acoso y con algún susto cuando Scamacca lograba, fue muy pocas veces, dejar de cara para que corrieran los de fuera. Nada serio. De hecho, lo más serio fue la amarilla a Rodri que le impedirá jugar contra Albania el lunes.

Chiesa, ante Cucurella, en el Veltins Arena.

Chiesa, ante Cucurella, en el Veltins Arena.AFP

A la vuelta del descanso, Spalleti quitó a Jorginho. El jugador del Arsenal las había pasado canutas con Pedri a su espalda. Entró Cristante, que le dejó un recado a Rodri a modo de saludo y que vio la amarilla. La tuvo Pedri tras otra buenísima jugada de todo el equipo, pero la envió, como Nico en la primera parte, incomprensiblemente fuera.

Prueba de madurez

Llegó el gol, no podía ser de otra manera. Y llegó, tampoco podía ser de otra manera, con Nico otra vez encarando a Di Lorenzo (el lateral del Nápoles va a tener pesadillas con el chico). Su centro no lo atrapó Donnarumma y Calafiori se lo metió en propia puerta. Era una prueba de madurez para el equipo, ya por delante tras haber jugado realmente bien y con un equipo enfrente, Italia, a la que le faltará calidad, pero nunca le sobra coraje (ni algo de suerte). Dio un paso adelante el equipo de Spalletti, no le quedó otra, pero entretanto Pedri no cazó una por muy poco y Nico, quá noche la suya, estrelló un balón en la escuadra.

Agotado Pedri y confuso Yamal, De la Fuente dio entrada a Ferran Torres y Alex Baena, dos que debutaban en el torneo, igual que Ayoze. Dio igual. España no concedió un solo tiro más a Italia. Fueron 20 tiros contra tres. Fueron 57 ataques contra 11. Fue poca posesión (56%). ¿Y? Fue, así como suena, un baile.

Crioterapia, cocinero particular y un amor infinito por Chari: los secretos de Fabián, el héroe inesperado de España

Actualizado Domingo, 16 junio 2024 - 22:56

Aquel día, 28 de junio de 2021, en el Parken de Copenhague, sobre la tribuna de prensa caía la cerveza que los hinchas daneses y croatas lanzaban a modo de celebración. Aquel día, 28 de junio de 2021, España iba ganando 2-3 a Croacia. Ya casi en el descuento, en el inicio de una jugada, Fabián no sigue la marca, Croacia empata y manda el partido a la prórroga, resuelta felizmente con goles de Morata y Oyarzabal. Aquel día, 28 de junio de 2021, Luis Enrique, entonces seleccionador, pensó que Fabián no había hecho lo que le había pedido y le puso la cruz a quien el sábado, en Berlín, se convirtió en la estrella inesperada. Fabián Ruiz Peña (Los Palacios, Sevilla, 28 años) nunca volvió a la selección con el asturiano y, sin embargo, para Luis de la Fuente es intocable. «Si no se llamara Fabián, hablaríais mucho de él», dijo el técnico tras el partido contra Croacia.

Para saber más

Luego llegó él y, con la humildad que tiene, cogió los auriculares de la traducción simultánea y le preguntó al jefe de prensa: «¿Tengo que ponerme esto?». No le gustan mucho las entrevistas, no se siente demasiado seguro, al punto de que el pasado miércoles, cuando le tocaba atender a algunos medios internacionales en Donaueschingen, hizo volar desde España, ida y vuelta en el día, a una persona de su confianza para que estuviese con él mientras atendía a los periodistas. Mucho más seguro dentro del campo, tampoco es un tipo que se complique la vida explicando las cosas. ¿Cómo ha sido tu golazo ante Croacia?, le cuestionaron. «Me la ha puesto Pedri, iba a tirar, pero se me ha cruzado Luka, he recortado y luego he intentado finalizar de la manera que he podido, porque el míster nos pide que finalicemos jugada». Y punto.

No le hizo mucha gracia a Fabián que el pasado verano el PSG, el equipo que pagó por él al Nápoles 23 millones, fichase a Luis Enrique. Se vio ante el técnico que había dejado de contar con él sin darle una explicación. Empezó la temporada jugando poco, pero con el tiempo le dio la vuelta a la situación. En el mes de diciembre, se metió en el despacho de Luis Enrique y el chico entendió que debía cambiar algunas cosas. «Si haces lo que yo te pido, jugarás más», le dijo el asturiano. Desde ese momento fue siempre titular en los partidos importantes, entre ellos todas las eliminatorias de Champions. Para entonces ya había recuperado su sitio con España, pues De la Fuente siempre ha contado con él.

Los jugadores, ayer llegando a Stutgart para ir hacia Donauescingen.

Los jugadores, ayer llegando a Stutgart para ir hacia Donauescingen.P. G. / RFEF

«Los que convivimos con él sabemos de la humildad y el potencial, futbolístico y humano, que tiene Fabián», le ensalzó. Definido como «muy familiar» por quienes le concocen, Fabián es el triunfo del talento al que se le aplica la constancia. Nacido en Los Palacios (Sevilla), el mismo pueblo que Jesús Navas o Gavi, de pequeño era muy bueno, y el Betis se adelantó al Sevilla ofreciéndole a Chari, su madre, el motor de la vida de Fabián, un trabajo en la lavandería de la Ciudad Deportiva. Allí estuvo y allí se hizo mayor, dejando de ser delantero para pasar a ser centrocampista cuando pegó un estirón descomunal con 13 años.

En esa época llamó la atención de alguien. Davide Ancelotti, el hijo de Carlo, su segundo, lo conocía, y estaba «enamorado» de él, según contó en la prensa italiana. Así que en el verano de 2018, cuando el actual técnico del Madrid fichó por el Nápoles, pidió el fichaje de Fabián. El Nápoles pagó 30 millones por él, la venta más cara de los verdiblancos en toda su historia. Tras cuatro años cambió Nápoles por París, y allí vive a las afueras de la ciudad junto a su novia y a su perrita, Bella. En su casa hay un gimnasio con una máquina de crioterapia para favorecer la recuperación.

Tiene también contratado a un cocinero que le prepara especialmente las cenas para no separarse ni un milímetro del camino de la profesionalidad, y en ese camino también está la contratación de fisios particulares. Su madre, Chari, va a visitarle frecuentemente, igual que sus colegas de Los Palacios. Su hermana pequeña, también futbolista, vivía con él hasta no hace mucho, pues estaba estudiando en la capital francesa. Tiene también un hermano mayor. El sábado, en Berlín, estaban su madre y su novia, y con ellas disfrutó de un refresco después en el hotel de concentración.

España, un gol más, un complejo menos

España, un gol más, un complejo menos

Caído el imperio de la posesión, que fue la Roma del fútbol, a España le han pasado muchas cosas. Unas son las propias de la decadencia, de la pérdida de poder e influencia. Otras llegaron por obra y gracia de un puñado de cretinos que confundieron servir al fútbol español con servirse a sí mismos. La especie, lamentablemente, abunda. La reconstrucción sobre la ruina deportiva y moral es compleja, y más para Luis de la Fuente, que lleva un año es

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El Barça minimiza a Mbappé y conquista el Parque de los Príncipes

Actualizado Miércoles, 10 abril 2024 - 23:22

Que París no se acabe nunca, debió de pensar el Barça porque allí, en el Parque de los Príncipes, se agigantó, superó sus demonios ante un PSG tan letal como inconsistente. Fue más resistente y también más valiente para salir vivo de una eliminatoria que se antojaba una trampa mortal y que, sin embargo, le da ligera ventaja en el camino hacia las semifinales. [Narración y estadísticas (2-3)]

Creyó el Barça que se podía vivir cómodamente ante Mbappé y su tropa en unos cuartos de la Champions. Incluso que se le podía hacer daño. Lo sintió después de 20 minutos en los que se hormigonó y fue viendo cómo no tenía enfrente un rival imbatible. Lo detectó Raphinha cuando aprovechó un pase larguísimo de Ter Stegen para provocar el error de un tembloroso Donnarumma y obligar a Lucas Beraldo a rebañar lo que ya parecía el primer gol.

Son mortales y en las transiciones tenían los azulgranas un arma que iban a explorar mientras el PSG probaba con disparos lejanos de Lee o Asensio, dos apuestas de Luis Enrique, y Mbappé no sacaba ventaja de sus endiabladas carreras hacia el área. Le aguantó el primer mano a mano Araújo con la ayuda de Koundé y entre todos consiguieron que la movilidad que generaba en el ataque junto al mallorquín y a Dembélé fuera estéril. No presentó el astro francés sus credenciales a ser decisivo en los próximos Clásicos de LaLiga.

Cubarsí, frente a Mbappé

Desde esa solidez, el Barça creció. No será con el purista ADN culé, pero sí con una eficacia que le hace sostenerse en los partidos. Nuno Mendes salvó bajo palos el remate de Lewandowski en un saque de córner y Raphinha, ante las dudas del guardameta, probó desde la frontal. Le habían cogido la medida a los parisinos con una presión y una aceleración precisa desde los costados que emborronar el plan de Luis Enrique.

El polaco desquiciaba a los centrales y Lamine Yamal encontraba los espacios en la orilla para desequilibrar, lo mismo que Raphinha. Si el peligro del PSG podía llegar casi desde cualquier parte, el del Barça, también. Hasta emergió la figura del púber Pau Cubarsí para graduarse en un gran escenario europeo plagado de estrellas. Primero viendo solo a Lewandowski, que se revolvió en el centro del campo y encontró a Yamal, otro cuyo descaro le llevó a probar con un centro que Donnarumma interpretó como un disparo y su salida en falso dejó a Raphinha la portería vacía para adelantar al Barça. Si en Cubarsí nació ese gol, en el jovencísimo central tuteó a Mbappé primero en estático y después en carrera.

Con ese chute de confianza se fue el Barça al descanso. El marcador era corto y justo, tanto que se nubló en los cinco primeros minutos de la segunda parte. Sin casi colocarse sobre el césped, apareció Dembélé, se apoyó en la carrera hasta línea de fondo de Mbappé y el remate del ídolo francés lo escupió Araújo a los pies de su ex compañero. Recortó a De Jong y cruzó un disparo incontestable.

Los futbolistas del Barça celebran un gol ante Mbappé.

Los futbolistas del Barça celebran un gol ante Mbappé.AFP

No se había recompuesto el Barça y en esa descomposición encontró hueco Vitinha en el área para marcar el segundo tanto y Barcola para estrellar el tercero en palo. Necesitaba el Barça salir de las cuerdas y Xavi no lo dudó. Para sobrevivir en París había que ser valiente y generar en el rival las mismas dudas de por dónde llegaría el peligro que sus jugadores estaban acusando. El mejor para este ejercicio de prestidigitación era Pedri.

Ni las semanas de lesiones hacen que pierda su diálogo con la pelota. La primera que tocó acabó convertida en un globo que sorteó la defensa parisina y Raphinha cazó en un remate acrobático. El Barça se levantaba con la magia del canario y el duelo se enloquecía. Barcola probó con un mano a mano del que salió ganador Araújo y, otra vez Dembélé, rey del caos, se estrelló en el poste. La respuesta la dio Joao Félix con un centro raso que iba a embocar Ferran Torres cuando apareció Nuno Mendes. Nadie tenía miedo, como si no hubiera un partido de vuelta, como si nada pudiera perderse. Entonces Gündogan telegrafió un saque de esquina a la cabeza de Christensen al segundo palo para agigantar al Barça en una eliminatoria muy viva.