Alejandro del Mazo, el tatuador de los futbolistas: "En cada abrazo de Kroos al ganar la Champions todo el planeta estaba viendo mi obra"

Alejandro del Mazo, el tatuador de los futbolistas: “En cada abrazo de Kroos al ganar la Champions todo el planeta estaba viendo mi obra”

«Hola, soy Toni Kroos y quiero que me tatúes a mi perro». A Alejandro del Mazo (@delmazotattoo) le costó un buen rato comprobar que el whatsapp que acababa de recibir no era obra de algún amigo gracioso. Asimilado el encargo, poco después estaba concretando detalles con el futbolista alemán, recibiendo fotos de su brazo, «analizando cada poro de su piel», el tapiz donde iba a plasmar su obra. La existencia le estaba dando un vuelco al joven madrileño, que desde niño se recuerda dibujando «monigotes, monstruos, personajes de Star Wars». Tatuar a un futbolista es como exponer en el Louvre. Nueve días después, el Real Madrid disputó la ida de cuartos ante el Manchester City y cuando Kroos se disponía a botar un córner, ahí estaba, para todo el mundo, el tatuaje realista de Julius.

«Después, en cada abrazo de Kroos al ganar la Champions, todo el planeta tierra estaba viendo mi obra», sigue alucinando Delma, como le conocen sus amigos en Villaviciosa de Odón. A sus 32 años admite que le ha cambiado la vida. De aquel whatsapp tras un cúmulo de casualidades y regates del destino ha pasado poco más de un año y esta misma semana Fede Valverde ha desvelado todo su brazo derecho, jalonado de leones. Alejandro se ha convertido en el tatuador de las estrellas, la recompensa a años de formación para pulir un precoz don artístico, el del dibujo realista, del que es un referente, pues se desempeña con la perfección y el detalle de un orfebre. Impresiona cómo refleja hasta las gotas de sudor, para lo que utiliza con mucha sutileza tinta blanca.

Sentado en su cabina del Drama Tattoo, en Alcorcón, Alejandro repasa su vertiginosa historia de éxito. Hace no tanto «repartía pizzas y vendía maletas en Gran Vía». Su pasión, el retrato, no le daba para mucho más que para exponer sus obras a boli bic en el Auditorio de su pueblo. Hubo dos elementos que lo iban a cambiar todo para bien de su arte. Las redes sociales -«podía llegar a la gente que admiraba, trataba que esa persona famosa viera su retrato. A Connor McGregor conseguimos que le llegara. Me sentía realizado y feliz»-. Y los tatuajes. «Nunca quise ser tatuador. Unos amigos me animaron a hacerlo. Pero fue empezar y llegaron los resultados. Me daba dinero fácil y me resultaba sencillo. Tenía 20 años y trabajaba en curros de mierda», hace memoria.

Del Mazo, con las camisetas y fotos de alguno de los futbolistas a los que ha tatuado.

Del Mazo, con las camisetas y fotos de alguno de los futbolistas a los que ha tatuado.Angel NavarreteMUNDO

Plasmar en piel ajena el rostro de un ser querido, de un antepasado o de una mascota conlleva una mochila de responsabilidad. «Además de la experiencia, tengo mi propia técnica. Lo visualizo todo por capas y uso mucha tecnología. La puedes acabar liando. La piel no siempre tiene las características que uno piensa y te frustra. Es un lienzo humano y hay un montón de cosas que pueden salir mal si no lo tienes todo controlado», admite.

A Kroos llegó a través del brazo de su peluquero, del tatuaje en el que reparó el alemán. «Le dijo que estaba buscando un tatuador de confianza en España y le gustó mi trabajo. Le dio mi contacto. Pero tardó un año en llamarme. Él (Toni) estaba esperando el momento idóneo, como buen alemán es muy cuadriculado. Tenían una semana de descanso en marzo de 2024, justo antes del partido de cuartos contra el City», cuenta Alejandro, que, llegado el momento, se recuerda «acojonado». «Yo estaba muy rayado por si no se le curaba bien. Fue una incertidumbre brutal. Nunca había tatuado a ningún deportista de elite. De normal tienes que dejar unos días sin actividad física por el tema de la sudoración, pero él tenía que entrenar al día siguiente. Le dije que me fuera contado, pero nada, ni un mensaje. Justo el día del partido salió con la camiseta corta y vi mi tatuaje impoluto. Fue como un alivio y empecé a flipar», relata.

Del Mazo, con Toni Kroos.

Del Mazo, con Toni Kroos.@delmazotattoo

Fueron seis horas en la casa del alemán, donde hasta le invitó a cenar unos solomillos con judías verdes. Alejandro se permitió la osadía de cambiar la idea inicial de Kroos, que quería la huella de su perro recién fallecido. «Mi fuerte es hacer retratos. Al final fue elección mía, también el sitio. Sabía que él era el que sacaba los córners y el antebrazo era el lugar que más se iba a ver. No sólo en la tele, incluso en el FIFA», proclama.

Aunque fue un boom para él, hasta Valverde también llegó por obra del destino, de un retrato del propio uruguayo que había tatuado a un cliente: «De alguna forma lo invoqué». Mina Bonino, la mujer de Fede le contactó por Instagram y al poco se pusieron manos a la obra. Esta vez en sesiones cortas, desde finales de diciembre hasta esta última semana, desde el codo hasta el hombro. «Es un proyecto más grande y fuimos poco a poco. Así pasó más tiempo con él. Y me he ganado su confianza. Estamos viendo a futuro hacer otras cosas».

Alejandro del Mazo, tatuando a Fede Valverde.

Alejandro del Mazo, tatuando a Fede Valverde.@delmazotattoo

También con Valverde hubo momentos de tensión. «Me pidió que no se viese el tatuaje, porque quería que fuese sorpresa, sólo enseñarlo acabado. Y por eso siempre juega con camiseta térmica. Pero en una conferencia de prensa salió con camiseta corta y se veía el león sin terminar. Era como ver los cimientos de una obra o el coche en el chasis».

La agenda de Del Mazo echa humo. «Luego he tatuado a Álvaro Rodríguez, que es uruguayo. Fede es su ídolo y son amigos. Le he hecho casi todo el brazo. También del Getafe a Uche. Y a Javi Sánchez, capitán del Valladolid», relata quien confiesa cómo se gana su confianza -«es como un diván y les acabas contando gilipolleces, les enseñas memes...», ríe- y su respeto: «Ponen su piel en mis manos, la dejo marcada de por vida con mi arte».

A Delma, que sueña con trabajar con Ilia Topuria, no le preocupa que muchos tatuadores «puretas» le critiquen. «El éxito depende de lo que cada uno considere como un logro. Yo sé lo que me hace feliz». Por eso nunca les pide dinero, prefiere la experiencia de convivir con sus ídolos y repercusión: «Subir contenido con ellos es más que suficiente. Hubo un Reel que llegó a los 30 millones de reproducciones».

Los pecados de la Euroliga de impotencia del Real Madrid: un inicio "marcado", refuerzos pobres y la ACB como salvación

Los pecados de la Euroliga de impotencia del Real Madrid: un inicio “marcado”, refuerzos pobres y la ACB como salvación

Pese a la épica final, un triple fallado sobre la bocina tras remontar 15 puntos en poco más de seis minutos, el ardor guerrero de plantar cara al mejor equipo de la temporada, y un Palacio aplaudiendo en pie a los que se dejaron la piel, el Real Madrid, finalista hace un año, campeón hace dos, no estará en la novedosa Final Four de Abu Dhabi. Y eso no deja de ser (mala) noticia en un club que nunca rebaja objetivos, menos en Europa, su razón de ser.

Para saber más

La rebelión, el amor propio y la sensación de decir adiós en el mejor momento de la temporada (17 victorias seguidas en ACB...), evitan el siempre temido calificativo de fracaso, pero el Madrid, tan acostumbrado a la abundancia, sigue sin saber lo que es levantar un título esta temporada: perdió las finales de Supercopa y la Copa (ambas contra Unicaja) y ni siquiera podrá pelear por una Euroliga que ya no pintaba bien desde el mismísimo amanecer.

El subcampeón tardó dos meses en ganar su primer partido a domicilio en Europa. Lo fue a lograr en el Palau Blaugrana, ante un Barça que tampoco estaba para muchas verbenas, y después de dos prórrogas. Desde esos primeros vaivenes, algunas derrotas tan duras, sorprendentes y ajustadas como ante el Asvel y el Maccabi (el propio Chus Mateo las subrayaba el jueves en rueda de prensa), el entrenador blanco, en su tercera temporada al frente del equipo tras sustituir (no sin polémica) a Pablo Laso, mandó un mensaje tan claro como sorprendente tratándose del Real Madrid: "Este año hay que tener paciencia".

Se refería Mateo a los cambios profundos sufridos en su plantilla. Que no eran mejores sino mermas. Asumía que la plantilla era más floja. Había perdido a Gerschon Yabusele a última hora (tras su exhibición en los Juegos Olímpicos, rumbo a la NBA), a Vincent Poirier mucho antes (la oferta del Efes no fue igualada), se habían retirado Rudy Fernández y Sergio Rodríguez y también partieron Causeur y Alocén. A cambio, recibió dos tipos sin experiencia en Euroliga (Rathan Mayes y Andrés Feliz, con desarrollo tan desigual, uno que ni cuenta y el otro titular en el cuarto partido ante Olympiacos), la vuelta de Usman Garuba, a Serge Ibaka con su experiencia y también con sus años más plenos atrás. No parecía la mejor planificación, demasiado esfuerzo económico en las renovaciones de Tavares y Hezonja. Y, después, como asumiendo los errores, llegaron el fallido Dennis Smith y un Bruno Fernando lejos aún del primer nivel exigido. Síntomas claros de falta de ambición.

"Cuando hay tantos cambios..."

El Madrid no murió ante Olympiacos, realmente, lo hizo mucho antes. El propio Chus Mateo lo reconocía. "Tardamos en encontrar el funcionamiento. Cuando hay tantos cambios... El 50% con respecto al año pasado. El inicio nos ha marcado la posibilidad de poder pelear. Estamos jugando finales desde hace un buen tiempo, incluido un play in que ha añadido dos partidos más, por no ser capaces de ser quintos. Ese inicio y algún partido como ante Asvel o Maccabi. Me acuerdo mucho de ellos. Hubiéramos evitado a uno de los mejores de Europa. Un equipazo", pronunciaba.

El técnico estuvo a punto de salir en diciembre, en plena crisis de resultados. Le salvó la Navidad, la falta de un sustituto claro y la reacción. Ahora, líder claro de la ACB en la que tendrá factor cancha en todas las eliminatorias, el título de Liga parece también el resquicio para que no haya una revolución en el banquillo. "Tenemos que ser exigentes con nuestra temporada, que nadie nos tenga que convencer de que está bien quedar octavos. Estamos para más. Que sea motivación para la próxima temporada de Euroliga. Y ya que estamos, en dos meses termina la Liga y es un objetivo para nosotros terminar el año bien", analizo todavía en caliente Facundo Campazzo.

Pero, aunque parezca lanzado en la competición doméstica, tampoco le resultará sencillo al Madrid. Ahí está el amor propio del Barça, el ambicioso Unicaja, el potente Valencia y el siempre incómodo Tenerife. Y la presión.

El Real Madrid se queda a un centímetro de la gesta y dice adiós a Europa

El Real Madrid se queda a un centímetro de la gesta y dice adiós a Europa

Es como si el Real Madrid hubiera necesitado verse completamente contra las cuerdas para despertar su lado más salvaje. Como si únicamente en la adrenalina de comprobarse al borde del desahucio, achicado por el todopoderoso Olympiacos, salieran todas sus virtudes aletargadas durante una temporada plagada de grises. Pero ni todo ese ímpetu le fue suficiente para mantenerse con vida en esta Euroliga que tan temprano se le enrevesó. El triple sobre la bocina fallado por Abalde le apartó del quinto partido en Atenas y de cualquier sueño de Final Four. [84-86: Narración y estadísticas]

Murió con las botas puestas, arruinado por un apagón imperdonable en la segunda mitad, frustrada la épica después, esos finales locos y maravillosos del Palacio, un 17-4 en el que hubo de todo, hasta mucha polémica (una falta en ataque de Tavares en pleno subidón...). Fue cruel el adiós después de todo.

La noche estaba dispuesta para la agonía y el éxtasis en el Palacio. Pero después de una preciosa primera parte de fuegos artificiales, el Real Madrid desapareció por completo (encajó un 2-14 al inicio del acto final) y el despertar no le valió. Borrado antes del mapa por un Olympiacos que se venga así de las últimas afrentas, la final perdida en Kaunas, la semifinal de Berlín. Emergió como un gigante al que quitan las cuerdas que le amarraban al suelo. Tan feroz como trémulo después el grupo de Bartzokas, disparos al pie que casi le cuestan un sofocón. Quedará para el recuerdo el triple imposible de Vezenkov casi en la meta.

Hezonja y Fall pelean por un rebote.

Hezonja y Fall pelean por un rebote.SERGIO PEREZEFE

Chus Mateo parecía haber dado con la tecla, el hueco por donde al menos hacer sentir incómodo a un rival sin apenas flaquezas. No hay otra fórmula, acudir al extremo físico, a disputar cada duelo individual como si fuera la vida. Espoleado por el ambiente, más fiero todavía este jueves, el Madrid había dejado en 28 puntos a los griegos en la segunda mitad del martes. Andrés Feliz y Abalde, los estandartes de esa revolución, partieron de inicio.

Ausentes por molestias Deck e Ibaka y con Evan Fournier de vuelta para Bartzokas, la otra gran novedad del amanecer fue la decidida apuesta por las transiciones. Brazeaba Mateo con cada rebote, tocando a rebato de un baloncesto a la carrera que pronto le dio réditos y la sensación de dominar el escenario.

En ese frenesí, Llull se siente poderoso. El capitán era consciente de lo que había en juego, de que las noches como ésta son como tesoros. Inyectó una marcha más (dos triples sin pensar marca da la casa), acompañado por otro inesperado, un dignísimo heredero al que mima en cada gesto. Hugo González apareció con la osadía de los adolescentes pero con el mismo colmillo que sus compañeros. Y, junto a Garuba, convirtieron el partido en un bendito manicomio en el que el Madrid se divertía y estiraba de paso el marcador grancias a Hezonja (43-34).

Extrañamente desaparecido Vezenkov (cero puntos al descanso), Olympiacos contenía la respiración y se refugiaba en Fournier. La agresividad del Madrid le cargaba de faltas y el tiro libre era el aliado griego (19 a su favor en ese tramo). La tercera de Tavares fue la peor noticia de toda una gran primera parte del Madrid.

Fournier, defendido por Andrés Feliz.

Fournier, defendido por Andrés Feliz.SERGIO PEREZEFE

Que quedó completamente diluida a la vuelta, todo el trabajo por los suelos. Se acumularon las malas noticias a toda velocidad. La cuarta de Tavares, la impotencia de repente del resto, observando cómo Olympiacos resurgía, daba la vuelta al marcador (51-58) con 16 puntos en cuatro minutos para silenciar el Palacio. Ante la crisis, la valentía de Andrés Feliz, un titán sin miedo a nada.

Pero era demasiado poco. El Madrid había vuelto a encajar 26 puntos, su ardor defensivo había sido disuelto, Vezenkov ya había llegado y cuatro triples seguidos (tres de Papanikolau, ex barcelonista) dispararon hacia la Final Four al Olympiacos. Aunque siempre hay que contar con la magia del Palacio. Cuando ya nadie creía, robos de fondo, canasta inverosímiles y algunas decisiones arbitrales que encendieron las tribunas. Erró Fournier un tiro libre y en la última jugada, 12 segundos, el balón acabó en Abalde y en su fallo los sueños del Madrid.

El Barça del mejor Willy Hernangómez resiste, vence y sueña ante el Mónaco

El Barça del mejor Willy Hernangómez resiste, vence y sueña ante el Mónaco

Como si tener cerca a Sergio Scariolo fuera una bendición para Willy Hernangómez, toda la temporada en entredicho, tantas veces hasta fuera de la rotación y las cuentas de Joan Peñarroya, gigante ante el Mónaco en un partido a vida o muerte. Apostó el Barça por la rebelión, por no rendirse ante un rival que le había abrumado en los dos primeros envites. Y logró una victoria para seguir creyendo en esta temporada repleta de baches. [100-89: Narración y estadísticas]

Como en aquella semifinal del Eurobasket 2022, Willy fue un coloso ante Daniel Theis. Pero no sólo el pívot madrileño; a la tarea azulgrana se sumaron casi todos los disponibles, que no son tantos, en la rotación azulgrana. Un golpe en la mesa en el segundo cuarto y un ejercicio de resistencia después para forzar el cuarto encuentro de la serie, el viernes de nuevo en el Palau.

El Barça se había sentido golpeado en sus dos noches en la Gaston Medecin la semana pasada. Dos derrotas duras, amplias, dos batallas en las que hubo más que baloncesto. No sólo se trataba de mantener con vida la eliminatoria, también de saldar cuentas pendientes con un rival a veces demasiado agresivo, consciente de su superioridad física.

Pero el abismo era enorme para un equipo que, siguiendo la tradición de todo el curso, no iba a contar con Jan Vesely para este duelo en el que una derrota era el adiós a Europa, otro título más en el limbo. Y, sin embargo, también tradición, cuanto más herido, más amor propio muestra el colectivo de Peñarroya.

Tras los preámbulos del primer acto, con intercambio ofensivo y un Mike James poderoso, el Barça se desató en el segundo. Fue un huracán en el Palau, un tramo de 20-2 en el que el Mónaco se tambaleaba como un boxeador sonado. Willy Hernangómez dominaba ya la pintura (iba a acabar con su tope de valoración en Euroliga, 31), Abrines y Brizuela eran puñales, Joel Parra y Justin Anderson todo pujanza -para mayor alegría del seleccionador Scariolo, presente en primera fila como comentarista de Movistar-.

Satoransky intenta superar a Alpha Diallo.

Satoransky intenta superar a Alpha Diallo.Enric FontcubertaEFE

Se disparó el Barça (44-29) y aguantó el tirón hasta el descanso, la reacción visitante con cuatro triples sin fallo de Alpha Diallo. Lo logró a base de acierto y dominio del rebote, velocidad y la inteligencia baloncestística que pedía Peñarroya en la previa para contrarrestar el poderío atlético de los de Vassilis Spanoulis.

Lo que iba a seguir a la vuelta, donde pujaba el Mónaco por meterse en la batalla, por inyectar algo de pavor en el Barça. Mike James enhebró 11 puntos de carrerilla, Okobo tampoco paró de anotar, pero enfrente estaba la resistencia, pese a la cuarta de Brizuela o el cansancio de Punter. Un triple sobre la bocina, desequilibrado, de Jabari Parker, otro de Joel Parra nada más comenzar el acto definitivo: todos se sumaban a la fiesta.

Que fue total cuando Willy, Jabari y Kevin Punter no temblaron en la recta de meta. Una merecida vida extra.

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Un Real Madrid tan rebelde como Abalde derrota al muro Olympiacos y sigue con vida

Un Real Madrid tan rebelde como Abalde derrota al muro Olympiacos y sigue con vida

Cuando los argumentos se agotan y las esperanzas menguan, sólo queda el corazón. Y en capacidad de imposibles, no hay nadie como el Real Madrid. Aunque parezca lejos de lo que fue, aunque asuste poco y no gane tanto. Ante Olympiacos, en una noche de rebeldía en el Palacio, se pidió otra ronda, se resistió a morir. [80-72: Narración y estadísticas]

Habrá cuarto rounda el jueves, porque un tipo como Alberto Abalde es un capitán sin galones que contagia desde el silencio y la humildad. Capaz de pedir perdón público por un error que pudo no ser suyo, de secar al tormento Williams-Goss, de anotar el triple que balanceó una noche. Porque se juntó con Andrés Feliz o Usman Garuba, que olvidaron sus malos días y encontraron su momento donde menos se sospechaba, en el igualadísimo último cuarto ante el Olympiacos en el que la derrota era muerte. Ellos, los secundarios, propiciaron un triunfo para seguir creyendo.

Las mismas tribunas que la noche antes acogían a los varados en la ciudad por el gran apagón vibraban ahora con un amanecer como requería la cita, aunque en el Palacio, en la que podía ser su última noche europea, sorprendieran algunas sillas vacías. A falta de otras cosas, al Real Madrid le hacía falta fuego para creer en el imposible, para al menos hacer dudar al impasible Olympiacos, el equipo que le había derrotado ya cuatro veces este curso, las dos últimas, la semana pasada, para poner pie y medio en la Final Four.

En estos abismos el pasado no importa, se trata de al menos avanzar un paso más. Pocos los saben tan bien como el Madrid, al que siempre le gustó el vértigo, el único en la historia de ser capaz de levantar un 0-2 (hace dos años ante Partizan, para luego salir campeón). En eso se aplicó, aunque el susto le duró más bien poco al grupo de Bartzokas, que no contó por lesión con Evan Fournier.

Tavares, durante el partido contra Olympiacos.

Tavares, durante el partido contra Olympiacos.THOMAS COEXAFP

Sin tener que estar pendiente del talento francés y con el impulso de sus seis triples del domingo en Girona, Musa arrancó como una moto. Nadie pudo pararle en todo el primer cuarto, 12 puntos y la sensación de plenitud. Pero el bosnio es el paradigma de este Madrid, que llegó a dominar al Olympiacos hasta por nueve puntos cuando Llull asestó un triple al inicio del segundo cuarto (30-21). Todo quedó emborronado en un momento y cuando Dzanan volvió, lo arruinó todo con un puñado de errores seguidos. Los griegos, impulsados por un tremendo Williams-Goss, primero hirieron con un 0-10 y más tarde con otro 0-13, con el Madrid pidiendo la hora del descanso.

Y todo ello aliñado con la buena rabieta por la actuación arbitral, heredada de los duelos en el Pireo. La grada clamaba, pero esta vez los jugadores blancos no perdían los nervios, aunque tuvieran unas cuantas acciones para hacerlo.

La vuelta fue ya una batalla sin guardias, dos púgiles desatados. Tavares dominaba sin faltas, Hezonja se echó el equipo a la espalda y le respondía Vezenkov, súperclases en pleno desafío. El Madrid necesitaba no parar de reaccionar, porque enfrente lo que había era una roca, con un fondo de armario bastante superior. Tras un impás de errores y la igualdad inquebrantable, una canasta de Llull pregonó un último cuarto de pura agonía.

Y de puro éxtasis cuando un par de elementos inesperados emergieron para, al fin, desequilibrar al Olympiacos. Fue el corazón de Garuba y Abalde el que puso todo patas arriba puntos y defensa desde la rebeldía. Era la segunda unidad, los guerreros, también Feliz, Ibaka y Llull, los que estaban haciendo perder el pie al equipo más duro de Europa.

Campazzo apareció después para que no se escapara un triunfo vital, porque los del Pireo se resistían pese a sus 28 puntos en toda la segunda mitad. Fue una noche de las de antaño, mágica y vibrante, aunque todo siga aún muy cuesta arriba para el Madrid.

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Los Lakers de Doncic y LeBron, del traspaso del siglo a un paso del adiós entre críticas: "No sé si es inteligente"

Los Lakers de Doncic y LeBron, del traspaso del siglo a un paso del adiós entre críticas: “No sé si es inteligente”

Los Lakers están contra las cuerdas. La madrugada (4.00 hora española) del miércoles al jueves reciben a los Timberwolves en el Crypto.com Arena y una derrota les dejaría fuera de los playoffs, en primera ronda. Como el año pasado ante los Nuggets, cuando Anthony Davis aún hacía pareja con su amigo LeBron James. Mayor aún fue el fracaso de los Mavericks, eliminados por los Grizzlies en el play-in. El traspaso del siglo, el que llevó a Luka Doncic de Dallas a Los Ángeles en febrero, cuando nadie ni lo sospechaba, es, de momento, sólo efectismo. El que propició que los Lakers acabaran con 50 victorias por primera vez en cinco años la temporada regular y con el tercer mejor balance en el Oeste. Un sueño del que están a punto de despertar.

Para saber más

La derrota del pasado domingo, la que les puso 3-1 en contra frente al histriónico, demoledor y desafiante Anthony Edwards (43 puntos), ha dejado cicatrices en los Lakers. JJ Redick, con síntomas de desesperación, no realizó ni un sólo cambio en toda la segunda parte. Lo nunca visto en la historia de los playoffs. LeBron James, Doncic, Austin Reaves, Rui Hachimura y Dorian Finney-Smith disputaron los 24 minutos al completo; LeBron, a sus 40 años, superó los 46 minutos, y Doncic los 45.

Las críticas le golpearon de inmediato. Sus Lakers entraron en el último acto con una ventaja de 10 puntos, pero, agotados, acabaron perdiendo con un parcial de 19-9 en contra en los últimos cinco minutos. «No sé si es inteligente jugar con LeBron y Luka toda la segunda mitad después de tener solo un día de descanso entre el tercer y el cuarto partido. Cuando necesitábamos que LeBron tomara el control en el último cuarto, no pudo: anotó cero puntos», escribió Magic Jonhson en sus redes sociales.

Los precedentes

Ni siquiera la leyenda laker había empezado a jugar en la NBA cuando los angelinos firmaron la única remontada similar en toda su historia. Fue en 1970, cuando consiguieron levantar el cruce frente a los Suns, de 1-3 a 4-3. Jerry West, Elgin Baylor y Wilt Chamberlain venían de perder las dos últimas finales de la NBA e iban a perder la tercera seguida después de remontar a los de Arizona. LeBron, por su parte, también lo consiguió jugando para los Cavaliers, en la histórica final de 2016 contra los Warriors. La última vez que alguien escapó con vida de un 3-1 fue en 2020, cuando los Nuggets lograron -en la burbuja pandémica de Disney- dos remontadas: primero ante los Jazz y después contra los Clippers.

La presión y el foco están sobre Doncic, pero él ex madridista acepta el reto. «Es decepcionante, pero todavía no hemos perdido nada. Gana el primero que llega a cuatro victorias y tenemos que seguir creyendo. Es un desafío divertido y deberíamos tener un extra de motivación para ganar los tres próximos partidos», dijo después de la derrota, en la que también hubo espacio para la polémica.

La propia NBA admitió el lunes, en su informe del partido, que los árbitros deberían haber sancionado falta a Jaden McDaniels por derribar a Doncic cuando el esloveno subía el balón y restaban menos de 40 segundos para el final, con uno arriba para los locales. «McDaniels (MIN) avanza hacia el camino de Doncic (LAL), iniciando un contacto ilegal con el pie que le hace perder el equilibrio», reza el comunicado. «Fue una zancadilla flagrante. No se cae solo. Lo vimos. Le hicieron una zancadilla. Así que deberíamos haber estado en la línea de tiros libres», protestó Redick sobre una jugada que pudo resultar clave: Luka pidió tiempo muerto y después los Lakers acabaron perdiendo la posesión, el partido y quizá todas sus opciones de ganar el anillo.

Madrid y Barça, a un paso de lo (casi) nunca visto: desde 2004 sin españoles en la Final Four y un milagro al que agarrarse

Madrid y Barça, a un paso de lo (casi) nunca visto: desde 2004 sin españoles en la Final Four y un milagro al que agarrarse

Aquel 2004 Arvydas Sabonis fue el MVP a sus 39 años de una Euroliga que el Real Madrid ni disputó. Tau Cerámica, Unicaja y Pamesa Valencia sí, junto al Barça, incapaz de defender su flamante corona del curso anterior, la primera de su historia. Rarezas.

Fue un cúmulo de circunstancias que jamás se ha vuelto a repetir. En la Final Four de La Mano de Elías no hubo entonces ningún equipo español presente para presenciar como el Maccabi de Anthony Parker, Jasikevicius y Vujcic levantaba el título. Al Barça de Pesic, mermado por las lesiones, el Montepaschi le dejó fuera en el Top 16.

Desde entonces, y fueron 19 las ocasiones (en 2020 no se disputó por la pandemia), siempre hubo al menos un nacional en la lucha por el título. Ningún país puede presumir de lo mismo, cuatro Euroligas por el camino. Aunque el chollo se le agota al baloncesto nacional, heridos de gravedad Barça y Madrid en sus series de cuartos de final contra Mónaco y Olympiacos respectivamente. A pesar del apagón, los griegos pudieron llegar el lunes a la capital de España por avión desde Atenas y, si vuelve la normalidad, el tercer partido se disputará esta noche en el Palacio (21.00 h.).

El 0-2 con el que ambos viajan de vuelta es casi un muro imposible de levantar. Lo primero son las sensaciones, las que arrastran desde la temporada regular, donde los dos tuvieron que reaccionar en las jornadas finales para evitar males mayores. El Barça, que ganó seis de sus últimos siete duelos, accedió directamente a los playoffs como quinto, 'beneficiado' por el triple empate. El mismo que condenó al Madrid (seis de seis en el tramo final) a un 'play-in' del que casi no sale con vida tras el susto inicial contra el Paris Basketball.

Joan Peñarroya, con Punter y Brizuela.

Joan Peñarroya, con Punter y Brizuela.SEBASTIEN NOGIEREFE

La historia está en su contra. De forma rotunda. Aunque puestos a rascar gestas, emergen dos del Real Madrid como asideros desde los que soñar. Hace dos años también se encontraron con un 0-2, dos derrotas contra el Partizan, ambas en el Palacio, y luego, tras la tremenda trifulca que acabó con varios sancionados en los dos equipos, enhebró tres asombrosas y dramáticas victorias para colarse (y ganar) en la Final Four. Hicieron historia y a ese espíritu se agarran: fue la única vez de 30 ocasiones que alguien levantó un 0-2 o un 2-0. Tampoco estuvo lejos lo de 2018 contra el Panathinaikos, donde perdieron de paliza el primero y ganaron los tres siguientes (para después alzar el título en Belgrado). Expertos en lo imposible. «Tenemos que mantener la cabeza alta, mantenernos unidos. Este equipo ya cambió la serie hace dos años, tenemos que pensar en positivo», pronunció Facundo Campazzo tras volver a caer en el Pireo.

La última vez que el Madrid no estuvo en la Final Four fue en 2021 (cayó en cuartos contra el Efes), cuando el Barça fue subcampeón en Colonia. La última vez que el Barça se ausentó fue el año pasado, cuando el Madrid perdió la final ante el Panathinaikos. En 2022 y 2023 se las vieron en semifinales (también habían coincidido en 2013 y 2014). La última vez que ninguno de los dos compareció fue en 2016, presente el Baskonia.

Los azulgrana, toda la temporada a contracorriente de lesiones, no fichajes y espantadas, han sufrido dos duras derrotas en la Sala Gaston Medecin, abrumados por la agresividad del Mónaco de Vassilis Spanoulis. «Si queremos volver aquí en 10 días, tenemos que mejorar sobre todo en defensa», admite Joan Peñarroya.

Más allá de la evidente crisis de la Euroliga (el otro participante de este curso, el Baskonia, acabó 14º), hay vida y plenitud en el baloncesto español. En la próxima Final Four de la Baskeball Champions League -del 9 al 11 de mayo en Atenas- volverán a estar Tenerife y Unicaja (en las últimas cinco ediciones hubo cuatro campeones nacionales). La semana pasada el Bilbao Basket alzó el primer título de su historia al ganar la final de la FIBA Europe Cup al PAOK de Salónica. Y un poco más allá, el Gran Canaria cayó en la misma final de la Eurocup ante el Hapoel de Tel Aviv.

Santi Aldama y el verano de su vida

Santi Aldama y el verano de su vida

Santi Aldama se despidió el sábado con la cabeza bien alta. Por si era la última vez. El FedEx Forum que ha sido su casa durante sus primeras cuatro temporadas en la NBA comprobó la actuación más plena del español en playoffs (23 puntos, nueve rebotes, 40 minutos, titular...). Pero no ha acabado abril y ya empezaron sus vacaciones. Le aguarda, eso sí, un verano intenso. Crucial.

El de los Grizzlies, siempre tan españoles, fue un adiós contundente y amargo. Bien es cierto que se impuso la aplastante lógica y que fueron barridos por el mejor equipo de la temporada en la NBA, los amenazantes Thunder de Shai Gilgeous-Alexander, sin su estrella Ja Morant, de baja por lesión (como Jaylen Wells y Brandon Clarke), y con un entrenador, Tuomo Iisalo, como interino en su banquillo. Pero el 4-0 escoció en Memphis, donde ya es tiempo de decisiones trascendentales.

Una de ellas afectará al pívot canario, el único español en la mejor liga del mundo (a la espera de que el próximo draft pueda brindar algún resquicio con los que se presentan: Hugo González, Izan Almansa, Isaac Nogués, Great Osobor...). El contrato que firmó como rookie, por el que ha ingresado unos 10 millones de dólares en cuatro años, se agota y entra en un nuevo estadio contractual. Será agente libre restringido. Es decir, los Grizzlies podrán igualar o mejorar las ofertas que tenga.

Aldama lanza un triple ante los Thunder.

Aldama lanza un triple ante los Thunder.KAREN PULFER FOCHTEFE

Y esa es la intención de ambas partes, reconocida públicamente. Otra cosa es que eso sea posible en una franquicia con varios frentes abiertos. Se calcula que el caché actual de Aldama estaría en torno a los 10-15 millones de dólares por temporada, dinero que se ha ganado con sus prestaciones al alza en cada una de sus cuatro temporadas. En puntos (empezó promediando 4,1 y este año se ha disparado a 12,5), en rebotes (de 2,7 a 6,4), en asistencias (de 0,7 a 2,9) y hasta en porcentajes de triples (de 12,5 al actual 36,8%). También elevó su tope en un partido, 29 puntos a los Spurs en enero. No ha habido una temporada con paso atrás, tampoco en galones dentro de un colectivo que apenas hace dos meses era el segundo mejor equipo del Oeste y soñaba con todo.

Pero los Grizzlies, que se desplomaron en playoffs después de conseguir el billete ganando a los Maverick en el play-in, -ante los Thunder, perdieron el primer partido por 51 puntos, el segundo de 19 puntos y en el tercero desperdiciaron una ventaja de 29 puntos...-, también tienen que resolver el porvenir de Jaren Jackson y qué hacer con estrellas como Morant o Desmon Bane. Todo ese juego de despachos acabará afectando, para bien o para mal, al español, al que novias no le van a faltar.

Después de 65 partidos de temporada regular y seis de postemporada, es tiempo de descanso y puesta a punto para Aldama. Unos meses para lamer heridas, desentrañar su porvenir y tomar carrerilla para su otro gran objetivo del año. Él será el líder de la selección en el Eurobasket que arranca a finales de agosto.

El amor propio no es suficiente para un Real Madrid al borde del adiós ante Olympiacos

El amor propio no es suficiente para un Real Madrid al borde del adiós ante Olympiacos

No es la primera vez que la temporada europea del Madrid se tambalea en el abismo, aunque ahora sólo un milagro parece capaz de evitar su adiós. Acudió al amor propio en el segundo round en el Pireo tras el desastre del primer día, pero ni eso le alcanzó ante el todopoderoso Olympiacos. Una cantidad de pérdidas inasumible (18), un arbitraje desesperante, el dominio de Vezenkov, los fallos en los tiros libres y el temple final de los de Bartzokas, que ya están a un paso de la Final Four. [77-71: Narración y estadísticas]

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Esta vez el Madrid murió batallando, con la sensación de que lo pudo conseguir. Pero también con aroma de frustración, de que, pese a todo, sigue lejos del Olympiacos. Fue más un ejercicio de orgullo y de defensa que de buen baloncesto. Hubo tipos llenos de rebeldía (Hezonja, Feliz...) y otros que volvieron a naufragar (Musa). El Palacio acogerá la próxima semana una eliminatoria que amenaza con no regresar a Grecia: son ya cuatro derrotas esta temporada ante el rival la que el Madrid ha arruinado las dos últimas Final Four.

Cuando se toca tal fondo que ni se compite, no hay demasiado que pensar. El cambio en el Real Madrid debía ser radical y así fue, desde el planteamiento a las ganas. Acudieron los blancos al amor propio y a la lógica, a Llull y a Abalde en el quinteto, la defensa agresiva, sin complejos esta vez, la valentía de quien realmente está contra las cuerdas.

El toque a rebato podía salir o no, porque enfrente no estaba cualquiera. Pero la reacción surtió efecto en un primer cuarto de hora que logró hasta silenciar por momentos el infierno de la Paz y la Amistad. Aunque el Madrid llevaba su penitencia en el propio ímpetu con el que bordaba la defensa, provocando errores y más errores en los lanzamientos de los de Bartzokas. Para desesperación de nuevo con el arbitraje, los blancos se cargaron alarmantemente de faltas (hasta 18 al descanso, 29 al final, decisiones algunas más que dudosas) y a base de acudir al tiro libre los locales se fueron a vestuarios hasta con igualdad.

Andrés Feliz

El Madrid había llegado a dominar con holgura (10-23), corriendo, reboteando, sintiéndose pleno al fin en el Pireo. Anotaron todos los que jugaron y Andrés Feliz era el paradigma de esa energía, un tipo no sólo recuperado para la causa, también para el porvenir. Pero en un abrir y cerrar de ojos se le fue la ventaja al garete. Un 14-2 de parcial, con Milutinov dominando la pintura y Saben Lee -tales son los lujos de la plantilla griega- el perímetro.

Feliz, defendido por Fournier, en Atenas.

Feliz, defendido por Fournier, en Atenas.PETE ANDREOUEFE

Al comienzo del tercer acto fue como si ambos hubieran recibido una pastilla para dormir. O más bien como si anticiparan que todo ser iba a acabar resolviendo en la recta de meta. Bajaron las pulsaciones, siguieron los fallos y se mantuvo la igualdad. El Madrid no podía seguir permitiéndose cometer faltas y Olympiacos veía el aro como un agujero para canicas: sus triples no entraban.

Y, sin embargo, aunque Hezonja volvió a estirar el marcador (45-52), lo locales mantenían una extraña calma, como si fueran conscientes de que más pronto que tarde su momento iba a llegar. En ese impás en que tan flagrantes eran ya las pérdidas de los visitantes como los errores desde el perímetro de los locales, sólo hacía falta una chispa que prendiera. Fue Saben Lee el animador, el mismo jugador que ya esta temporada, vistiendo el amarillo del Maccabi, ganó al Madrid un partido sobre la bocina.

La muerte del Madrid fue lenta y dolorosa. Como si respondiera a la lógica de la inferioridad, en cuanto se vio en problemas, se diluyó. Fue encajando sin prisa y sin pausa un parcial enorme de 19-2, Lee firmando acciones defensivas de highlight y Vezenkov martilleando con su talento indefendible.

Faltaban poco más de cinco minutos y Chus Mateo se vio increíblemente 10 abajo. Manejaba ahora un grupo descompuesto, incapaz de anotar, fallando hasta los tiros libres. Regalando balones y tomando casi siempre la decisión equivocada. Hezonja y Feliz intentaron una rebelión final, un parcial de 0-8 (67-64) que provocó una pequeña ilusión. Pero un triple de Peters y otro de Williams-Goss finiquitaron la noche, dejaron al Madrid herido de muerte.

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El Real Madrid, zarandeado por Olympiacos, choca contra su realidad

El Real Madrid, zarandeado por Olympiacos, choca contra su realidad

Todo mal. No hay mejor resumen ni tampoco resquicio para atemperar la crítica. El Real Madrid deshonró su propia leyenda europea con un desastroso partido en el Pireo, barrido por Olympiacos en el primer acto de una eliminatoria que, salvo giro radical, tiene una pinta de punto final para los blancos en Europa. [84-72: Narración y estadísticas]

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La realidad fue un sopapo para un Madrid que pretendía piel de oveja para medirse al que de verdad era lobo. Todas las buenas intenciones mostradas tras la final perdida de Copa quedaron esparcidas por el suelo de Atenas como un puñado de folios. Frustración y sensación de inferioridad permanente ante el Olympiacos del infalible Vezenkov (23 puntos y siete rebotes), al que debe ganar ahora tres partidos de cuatro -el siguiente, el viernes- para no caerse de la Final Four.

La forma en la que el Real Madrid se plantó en el momento más decisivo de la temporada resultó incomprensible. Mezcla de apatía, cansancio, desconcentración y, evidentemente, un plan de partido nefasto. Fue triturado por el colmillo del mejor equipo de la temporada, que tras la canasta de Tavares que abrió el duelo se encontró una cuesta abajo por la que tomar velocidad.

Volaba Olympiacos, con Evan Fournier abusando de un Musa que cada vez está más claro que sólo piensa en sí mismo. Chus Mateo tuvo a bien colocarle de inicio, borrar a Abalde y el agujero fue obvio. Por supuesto, Vezenkov pasó por encima también de Garuba y Tavares, en esa frustración que tanto le cuesta controlar, hizo la segunda falta (otra vez), bien temprano. La diferencia se disparó alarmantemente (25-8 fue la máxima entonces), con Bruno Fernando como primer relevo del caboverdiano. Un tipo que lleva semanas con problemas físicos por delante del Ibaka más pleno desde que llegó.

Chus Mateo, durante el partido contra Olympiacos.

Chus Mateo, durante el partido contra Olympiacos.PETE ANDREOUEFE

La cosa no iba a mejorar, porque como admitió Hezonja al descanso, todo era "terrible". Bartzokas movía su banquillo, todo era jolgorio en el Pireo. Apareció Milutinov y se hizo dueño de la pintura. Campazzo estuvo irreconocible toda la noche y el Madrid perdía balones con una fragilidad impropia. Un triple final de Peters coronó la tortura antes de pasar por vestuarios (47-29).

La cosa podía ir a peor, cómo no. A la vuelta, por unos pasos de Tavares, Chus Mateo vio su segunda técnica y fue expulsado. No habían pasado ni 45 segundos y otro triple de Vezenkov alargó la distancia a 21. Parecía ya un colectivo a la deriva, intentando buscar un tablón al que agarrarse en medio del océano. Fue en ese aroma de partido sentenciado cuando llegó algo de relajación por los locales. Andrés Feliz, el más inconformista del Madrid, quién lo diría, tiró del resto para al menos apagar el incendio.

Le tomó el relevo Llull, con la bandera del orgullo. El balear acudió a la rabia y al amor propio, y con un puñado de triples al menos maquilló el marcador. De paso, lanzó también un mensaje al rival, el de que no habrá rendición, aunque mucho tiene que contagiar al resto el capitán para que la eliminatoria no torne en pesadilla.