Yu Zidi, una nadadora china de 12 años, se lleva los focos en el segundo oro de McIntosh

Yu Zidi, una nadadora china de 12 años, se lleva los focos en el segundo oro de McIntosh

Primero se irguieron olfateando el aire y luego, tras ocupar su poyete, se inclinaron venteando el agua dos mujeres muy jóvenes. Bueno, una mujer muy joven y una niña. Una canadiense de 18 años llamada Summer McIntosh y una china de 12 de nombre Yu Zidi. El instituto lindando con la universidad al lado del cole, o como sea y se organice la educación en China. En la Corte de la Natación, la reina y la damita de honor. Una especie de menina de ojos rasgados.

Cuando acabó la prueba (nos resistimos a decir "carrera"), los 200 metros estilos, McIntosh era medalla de oro, su segunda, tras la de 400 libre. Y Yu, de "chocolate", un material más apropiado para una criaturita de esa edad, a la que imaginamos más con los morros manchados de tan deliciosa sustancia que mordiendo metal.

McIntosh, la máxima atracción del Campeonato, aspira a cinco oros individuales. Antes de cada final hay una serie y una semifinal. Mucho tute, mucho trajín acumulativo. Así que la canadiense está nadando sin emplearse a fondo para aguantar el envite. La apretó un poco Alex Walsh en la braza, el estilo menos bueno de Summer, un nombre luminoso y rubio. Incluso así, venció con mucha ventaja (2:06.69) sobre Walsh (2:08.58) y la otra canadiense, Mary-Sophie Harvey (2:09.15).

Yu Zidi terminó, pues, cuarta a sólo seis centésimas del bronce. Una hazaña en sí misma. Una aceptada invitación al asombro. Sus 2:09.21 son mejores que el récord de España de Mireia Belmonte (2:09.45). Nada menos. Unos números que le valieron un bronce a Mireia en el Mundial de Barcelona. Viniendo de la séptima posición, en el último largo, el de libre, sólo empleó una centésima más que McIntosh. La volveremos a ver, en principio, en los 400 estilos y en los 200 mariposa. El interés deportivo y antropológico por seguir su trayectoria crece exponencialmente. Y no parece que vaya a ser defraudado.

El primer oro estadounidense de los Campeonatos llegó, en los 100 mariposa femeninos, de la mano de Gretchen Walsh, hermana de Alex y recuperada de la gastroenteritis que ha mermado al equipo. Y lo hizo a lo grande, con 54.73, la segunda mejor marca de la historia, sólo por detrás de su récord del mundo (54.60). Aglutina los ocho mejores registros de siempre. Se quitó una espinita. Dominadora de la especialidad, sólo pudo ser segunda en París y nunca había ganado un Mundial en piscina larga. En corta sí.

Las otras dos finales de la jornada, los 50 mariposa y los 100 braza masculinos coronaron, respectivamente, el francés Maxime Grousset (22.48), uno de los escuderos de Léon Marchand, y el chino Haiyang Qin (58.23).

No pudo pasar Carmen Weiler a la final de los 100 espalda, donde sí estarán, obedeciendo la lógica, Kaylee McKeown y Regan Smith. La española, de 20 años, nadó peor que en el Campeonato de España y que en las series. Con 59.92 ocupó el puesto decimosegundo en el total de participantes. Nacida en Bangkok y criada en Singapur, no pudo ser profeta en "su" tierra. Veremos qué tal se comporta en los 200 espalda.

Causaron muy buena impresión, en las semifinales de 200 libre David Popovici y Luke Hobson. Igual que, en los 100 espalda, Kliment Kolesnikov, ruso sin himno ni bandera, y Thomas Ceccon. No en balde Kolesnikov es el plusmarquista mundial de los 50, y Ceccon el de los 100. El de 200 sigue siendo Aaron Peirsol desde los Mundiales de Roma, en 2009, en el frenesí orgiástico de los bañadores de plástico.

Van Aert reina en Montmartre para despedir el cuarto Tour de Pogacar

Van Aert reina en Montmartre para despedir el cuarto Tour de Pogacar

Wout van Aert, vencedor de la etapa, fue, por así decirlo, el hombre del día. Tadej Pogacar, vencedor del Tour, fue, en compañía del belga, también el del día. Pero, en gloriosa soledad, el de la semana, el del mes y el del año. Aunque ya no corriese más en lo que queda de temporada, el Tour, por encima de sus otros éxitos estacionales, que no son ni serán pocos, lo ha entronizado en 2025.

Es un ciclista de época. De todas las épocas, peleando a codazos contra Hinault y Coppi para adelantarlos en el conjunto de sus trayectorias y continuar persiguiendo a Merckx, en la grandeza inmarcesible de la del belga. Pogacar es hasta ahora un corredor para la historia. Merckx, para la eternidad. Pogacar, para la fama. Merckx, para la inmortalidad. En una comparación puntual, orientativa, en absoluto concluyente, Pogacar ha ganado su cuarto Tour a los 26 años. Merckx se llevó el suyo a los 27. Pero también es cierto que Eddy le lleva a Pogi algunas ventajas en otros dominios. Veremos en qué pinta el futuro.

Amenazaba lluvia (llovió a cántaros) y la organización decidió tomar los tiempos en el cuarto paso por el circuito de los Campos Elíseos antes de las diversas ascensiones por la empinada y pedregosa colina de Montmartre. Y, descendiendo de nuevo, con la meta en los mismos Campos. No tenía por qué, y mucho menos en un peligroso circuito como un espejo húmedo. No había necesidad. Pero, en un ejemplo de inmensa dignidad profesional, Tadej, en las distintas subidas a Montmartre, 1,1 kms. al 6% de gruesos adoquines con anchos intersticios, una especie de clásica urbana, rompió la carrera. Luego la destrozó. Su fuerza y su determinación formaron un grupo con él mismo, Van Aert, Mohoric, Jorgenson, Trentin y Ballerini. En la última ascensión trató de irse de los demás. Pero fue Van Aert, poderoso, resurrecto, quien lo consiguió para llegar en solitario.

Avanzaba con menos de 20º, un anticipo del otoño, el precoz crepúsculo parisino bajo una nube negra. Pero el sol textil del "maillot" de Tadej Pogacar iluminaba el panorama. El Tour rendía armas al joven portento esloveno, y éste rendía homenaje a la vieja "Grande Boucle". Ambos, agradecidos, se engrandecían mutuamente. Ambos, satisfechos, se enriquecían con su entrega recíproca. Todo triunfo prestigia a la persona y el escenario. Y no hay en el ciclismo un escenario más imponente que el Tour. Y no hay ciclista más brillante que Pogacar.

Según sus palabras y, en definitiva, algunos de sus momentos en carrera, casi más intuidos que comprobados, Tadej, también Rey de la Montaña, ha acabado "fundido". Faltaría más. Pero quién lo diría viendo también algunos de sus comportamientos. Estaría exhausto, sí. Pero menos que el resto. Su descanso es el cansancio de los demás. Su fatiga, la agonía de los otros. Todos, Pogacar en especial, estaban contentos. Unos, los menos, por triunfadores aquí o allá, de esto o aquello. Todos, por supervivientes. Cualquier carrera profesional expide el certificado de ciclista. El Tour añade el de héroes.

Summer McIntosh da buen inicio a su plan de cinco medallas de oro en Singapur

Summer McIntosh da buen inicio a su plan de cinco medallas de oro en Singapur

Incluso sin Ariarne Titmus, en barbecho postolímpico, el primer gran duelo de los Campeonatos, los 400 libre femeninos, entre Katie Ledecki y Summer McIntosh, tuvo enorme interés, pero ningún color. La joven y gentil canadiense, de todavía 18 años (cumplirá 19 en agosto), nadando en conserva, aplastó (3:56.26) a la estadounidense, que con 3:58.87 cedió la plata a la china Li Bingjie (3:58.21).

McIntosh ha empezado con el mejor pie su ambicioso proyecto de cinco oros individuales. Poco después entró en la final de los 200 estilos, sacando de foco a las demás. Entre la expectación general, la párvula china Yu Zidi, de 12 años, una de las atracciones de los Campeonatos, también accedió a la final. No así Emma Carrasco.

A diferencia de McIntosh, en la prueba masculina de los 400 libre, Lukas Maertens, plusmarquista mundial y campeón olímpico, la gran estrella de Alemania, sufrió para doblegar (3:42.35) al australiano Sam Short (3:42.37).

Pueden existir alegrías dentro de las decepciones. Y viceversa. En la decepción de los relevos masculinos 4x100 libre, eliminado el equipo con 3:14.34, Sergio de Celis en la primera posta, la que valida la marca individual, proporcionó la alegría de batir el récord de España. Rebajó en una centésima (48.24) el reciente tope de Luca Hoek. Aquí tenemos, dentro del Mundial, una interesante pugna local a resolverse en el lance individual. Sobre todo, teniendo en cuenta, además, que Hoek nadó su tramo en menos de 48 segundos.

Parte del equipo estadounidense, sin especificar los nombres, fue víctima de una intoxicación alimentaria durante su concentración, previa al Mundial, en Tailandia. Las secuelas, en forma de "gastroenteritis aguda", según fuentes de la delegación americana, explicarían las incomparecencias de Torri Huske en los 100 mariposa (luego nadó los 4x100 libre, pero se hundió en los segundos 50) y Claire Wenstein (400 libre). También aclararía la clara y temprana eliminación, también en los 400, de Luka Mijatovic. No pudimos ver a la perla adolescente USA, que, a sus 16 años, ha superado las marcas de 14, 15 y 16 de Michael Phelps e Ian Thorpe.

Con Huske mermada y en ausencia, probablemente también intoxicada, de Gretchen Walsh, cedió el oro Estados Unidos (3:31.04) a Australia (3:30.60) en esos 4x100 libre. Y el extraño cuarteto masculino USA, quizás también alterado por la intoxicación, sólo pudo ser bronce tras Australia, con un imperial relevo final de Kyle Chalmers en menos de 47 segundos, e Italia.

Luca Hoek, una bala de 17 años para la natación española

Luca Hoek, una bala de 17 años para la natación española

«No puede entrar a ver una película de Brigitte Bardot. Para recibir el sueldo, los billetes con los que le pagan, su padre tiene que actuar en su nombre». Esto escribía Nelson Rodrigues, uno de los más influyentes periodistas de Brasil, acerca de un muchacho de 17 años que no podía acceder a nada de eso y, sin embargo, podía marcar dos goles en la final de un Mundial y tres en la semifinal. Ese muchacho era Pelé.

Luca Hoek Le Guenedal sí puede ver una película de Brigitte Bardot, pero no puede votar, ni conducir, etc., porque, al igual que Pelé entonces, es menor de edad. Tiene también 17 años, cumplidos en marzo. No puede hacer nada de eso, pero sí competir en el Mundial de Natación que se celebra en Singapur e ilusionar al aficionado español.

Luca, sin embargo, era francés hasta hace dos años y competía como infantil por Francia, el país de su madre. A su padre, neerlandés, lo trajeron tempranamente los abuelos a Sitges y allí, ya mayorcito, conoció a mademoiselle Le Guenedal. Luca nació en Sant Pere de Ribes, a cinco kilómetros de Sitges, y empezó en la natación como actividad extraescolar. A los nueve años, descubierto por Emilio Huete, pasó a entrenarse en el Club Natació Sitges.

marcas excepcionales

Ben Titley, el reputado técnico británico, ex técnico de estrellas como Summer McIntosh, Kylie Masse o Penny Oleksiak, responsable del CAR de Sant Cugat, lo reclutó para el Centro, lo incluyó en una concentración del equipo nacional con gente como Mireia Belmonte y Hugo González, y lo convenció para que adoptara la nacionalidad española. No tuvo que insistir mucho. Luca, que ha pasado a segundo de Bachillerato, seguirá en el CAR durante todo este ciclo olímpico y después ya decidirá dónde y qué estudiar.

Su irrupción en la natación nacional ha sido la de un maremoto, con marcas excepcionales a los 15 y 16 años. Para el gran público ha aflorado a los 17. Brilló en los trials de junio, que le proporcionaron el pasaje a Singapur y explotó en el Europeo Júnior, del que salió con dos oros (100 libre y relevo mixto 4x100 libre) y dos bronces (50 libre y 4x100 estilos). En el 4x100 libre mixto realizó, en el primer tramo, 48.14, por debajo del récord absoluto de España de Sergio de Celis (48.34). La marca no fue homologada al ser establecida en una prueba mixta.

Horas después dejó el primado en 48.25. Y, además, rompió el de los 50. Lo esculpió en 21.99, borrando los 22.04 que ostentaba Javier Noriega desde 2009, cuando Luca tenía un añito, en los tiempos del poliuretano. Se convertía de ese modo en el séptimo nadador de la historia menor de 18 años en nadar los 50 por debajo de los 22 segundos. Luca, que se mira en el espejo de David Popovici, es, pues, un velocista puro que, mientras va fortaleciendo un cuerpo todavía en formación, no se va a prodigar en los 200. En Singapur nadará los 100 y los relevos 4X100 libre. Es algo atrevido, pero no descabellado, colocarle en la final individual. Tendría, probablemente, que bajar de los 48 segundos. No es imposible, dada su progresión. Para el equipo es más factible entrar entre los ocho primeros.

Luka Hoek, con una de sus medallas.

Luka Hoek, con una de sus medallas.RFEN

María Daza, también aún de 17 años (cumplirá 18 en agosto), brilló asimismo en esos Europeos Júniors con dos oros (4x100 libre y 4x100 libre mixto) y dos platas (100 y 200 libre). Como curiosidad, la espaldista Carmen Weiler Sastre (20 años), que nadó los 100 en los Campeonatos de España en un registro (58.83) que le hubiera supuesto el quinto puesto en París, creció en Singapur.

Una mujer de mundo. Hija de padre alemán y madre española (valenciana), nació en Bangkok, se crió, como decimos en Singapur, y reside en Estados Unidos, donde estudia Ciencias Biológicas en el Instituto Politécnico de la Universidad Estatal de Virginia. Un buen sitio para estudiar y nadar. Al mando de la piscina figura Sergi López, un prestigioso técnico, afincado desde hace muchos años en EE.UU. y cuyas enseñanzas han contribuido a forjar grandes campeones. Sergi, bronce en los 200 braza en los Juegos de Seúl88, fue cocinero antes que fraile. Carmen está en buenas manos.

Las grandes estrellas toman la piscina en el Mundial: Marchand más allá de París, rusos sin bandera y una china de 12 años

Las grandes estrellas toman la piscina en el Mundial: Marchand más allá de París, rusos sin bandera y una china de 12 años

Desde este domingo 27 hasta el 3 de agosto se desarrollará la natación pura, la clásica, en los Mundiales de Deportes Acuáticos (World Aquatics Championships), que comenzaron el pasado día 11 en Singapur con el resto de especialidades. En los años postolímpicos suelen relajarse los deportes más importantes, aunque no sólo ellos, de los Juegos. Se produce algo así como una relajación de los cuerpos y las mentes después de tanta tensión, tanta presión, tanta ansiedad, tantas emociones.

Además, los calendarios siguen todavía reajustándose a causa del desbarajuste general provocado por la pandemia. Los Mundiales de Natación, programados para celebrarse cada dos años, se aprietan en el tiempo. En 2022 se celebraron en Budapest. En 2023, en Fukuoka. En 2024, en Doha. A partir de este Singapur 2025 recobrarán su bienal periodicidad con las ediciones ya designadas de 2027 (de nuevo Budapest) y 2029 (Pekín).

Ausencias un año después de los Juegos

Así que, entre la depresión post-Juegos y los sucesivos agobios anuales, van a faltar algunas máximas figuras en la próspera ciudad-Estado del Sudeste asiático. Se conceden un respiro físico y mental, por ejemplo, tres fenómenos como el húngaro Kristóf Milák, el estadounidense Caeleb Dressel y el británico Adam Peaty. Está embarazada Sarah Sjöström, la «reina» de Suecia, que espera en agosto su primer hijo. En la radiante galaxia femenina australiana, se toma un año sabático Ariarne Titmus. Y Emma McKeon ha decidido retirarse de las piscinas de competición.

Pero el catálogo de comparecientes abruma. Estados Unidos aporta a Luke Hobson, Bobby Finke, Shaine Casas, Michael Andrew, Carson Foster, Torry Huske, Kate Douglass, Simone Manuel, Gretchen Walsh, Katie Ledecky, Regan Smith, Lilly King...

Australia acude con Kyle Chambers, Cameron McEvoy, Mollie OCallaghan, Kaylee McKeown... Otros países derraman estrellas. Para abreviar, eligiendo un solo nombre por país, hombre o mujer, brillan Zhanle Pan (China), David Popovici (Rumanía), Lukas Maertens (Alemania), Thomas Ceccon (Italia), Benjamin Proud (Gran Bretaña), Ruta Meilutyte (Lituania)... Y, obviamente, Léon Marchand y Summer McIntosh. El francés y la canadiense forman la pareja estelar del Campeonato. Su máxima expresión. La 'crème de la crème'.

La canadiense Summer McIntosh.

La canadiense Summer McIntosh.OLI SCARFFAFP

Marchand nadará las mismas pruebas que le proporcionaron los correspondientes oros en París: los 200 mariposa, los 200 braza y los 200 y 400 estilos. McIntosh, aún con 18 años (cumplirá 19 el 18 de agosto), se atreverá, según sus hazañas en los 'trials' canadienses, con cinco: las dos de estilos, los 400 y 800 libre y los 200 mariposa. En París ganó la mariposa y los dos estilos. Y fue plata en los 400 libre, en la llamada, aunque en natación no se corra, «carrera del siglo», dominada por Ariarne Titmus y con Katie Ledecky en el bronce. Titmus estableció entonces un récord del mundo que McIntosh le ha arrebatado este año, en junio, en esos 'trials' canadienses.

A causa de las sanciones a Rusia por la invasión de Ucrania -ocioso es recordarlo-, los Campeonatos, destinados a celebrarse en Kazán, fueron «desviados» a Singapur. Los nadadores rusos no pueden participar como tales. Pero 30 de ellos (18 hombres y 12 mujeres) son de la partida como NAB (Neutral Athletes B), sin derecho a la bandera y el himno nacionales. No forman una expedición cualquiera. Hay mucho talento ahí. Especialmente en los casos de Kliment Kolesnikov, plusmarquista mundial de los 50 espalda, y Evgenyia Chikunova, 'recordwoman' de los 200 braza. Kolesnikov renunció a París porque no estaba de acuerdo con semejantes condiciones de participación. Pero se lo ha pensado mejor esta vez.

Desde una guardería china situada en las controvertidas profundidades no sólo deportivas del gigante amarillo, aparece Yu Zidi, una niña de 12 años, especialista en 200 mariposa y en 200 y 400 estilos. Se entrena en la ciudad de Hengschui, al sur de Pekín, en la provincia de Hebei, y ha nadado en tiempos de finalistas olímpicas y mundiales. World Aquatics (la Federación Internacional) establece los 14 años como edad mínima para competir en los grandes eventos. Excepto en casos excepcionales, sostenidos por las marcas. Y a fe que éste lo es. La precocidad ha sido siempre una de las características de la natación. Pero Yu Zidi se encuentra en un estadio cronológico previo a la precocidad: en la mismísima infancia. En la descripción de sus capacidades, baste decir que, a su edad, a esos 12 insólitos años, Summer McIntosh, un auténtico prodigio tempranero, nadaba en registros bastante peores.

España, sin Hugo González

España envía a Singapur una delegación de nueve hombres y siete mujeres, sin Hugo González, vigente campeón mundial de 200 espalda, en baja forma tras la descompresión olímpica, su traslado de Estados Unidos a Tarrasa y los cambios en sus programas de entrenamiento. Tampoco es de la partida, naturalmente, Mireia Belmonte, aún oficialmente en activo. Sí, en cambio, repescado, Carles Coll, campeón mundial de los 200 braza en piscina corta. El equipo es joven, con las sensaciones de Luca Hoek (17 años) y María Daza (18 en agosto), que traen oros de los Europeos júniors, en los que también destacaron Jimena Ruiz y Estella Tonrath.

Estados Unidos reúne históricamente 606 medallas (254-205-147), por delante de Australia, con 278 (101-107-70). España ocupa la decimoctava posición con 18 (5-7-6).

Florentino Pérez: demasiado solo para ganar, demasiado fuerte para perder

Florentino Pérez: demasiado solo para ganar, demasiado fuerte para perder

Se acaban de cumplir 25 años del acceso de Florentino Pérez a la presidencia del Real Madrid. No, aún, 25 años en el ejercicio del cargo. Son unas Bodas de Plata en sentido laxo. Florentino dimitió en 2006, arrepentido de haber consentido demasiado a los Galácticos, para regresar en 2009.

El episodio estableció una fractura no sólo temporal en el llamado florentinato, un reinado, una abdicación y una restauración. El presidente, escarmentado, se volvió menos paternal, y más autoritario y desconfiado. También, en la cima de su poder recobrado, más intransigente. Derivó hacia pensamientos y comportamientos disconformes con las opiniones y decisiones ajenas, convertidas por principio en equivocadas.

Trajo al Madrid una empresarial mentalidad calvinista y de marketing a partir de la cual fijar la política deportiva. Convirtió al Madrid en una máquina de gastar dinero, a veces de malgastarlo, y otra de ingresarlo, en ocasiones a espuertas. La búsqueda del equilibrio y, si cabe, el beneficio es para la casa una necesidad desviada en obsesión que conduce a desbarres como la Superliga. Un proyecto compartido con un socio que es una rémora. Un bulto sospechoso aferrado a su propia y fraudulenta financiación singular.

En conjunto, la dimensión de Florentino, un nombre que no necesita apellido, sólo es comparable a la de Bernabéu, un apellido que no necesita nombre. Lo que Bernabéu ideó y creó, Florentino lo ha ampliado y extendido. Dos gigantes, cada uno a su estilo y en su época. En interpretación olímpica, equivaldrían a Coubertin y Samaranch.

Hoy el Gran Jefe Blanco es un francotirador y su tribu un islote (¿oasis?) en la cima de un fútbol secuestrado por jeques y magnates ajenos a su esencia y geografía. Arribistas y advenedizos que sólo han dejado a la hinchada, simbólicamente, la propiedad emocional de los escudos. Florentino afirma con excesiva rotundidad para los tiempos que corren que mantendrá el club en poder de los socios. Está demasiado solo para ganar, pero es demasiado fuerte para perder. Y al revés.

De la resolución de esta paradoja reversible dependerá en gran medida el discurrir del Madrid por las profundidades de siglo XXI de nuestros pecados y nuestras penitencias. Un largo camino a través de un mundo rediseñado por la inteligencia artificial. Un oxímoron, una contradicción que está empezando a dirigirlo sin mejorarlo.

La generación perdida

La generación perdida

La final de Wimbledon, como la reciente de Roland Garros y las de todos los majors desde 2024, ha seguido profundizando en el cambio de relaciones de poder en el tenis. La semifinal entre Djokovic y Sinner fue algo más que un partido físicamente desigual, por no decir desequilibrado, entre los representantes de dos promociones dispares. Entre un jugador de 38 años y otro de 23. En la otra semifinal, Alcaraz se enfrentó a Taylor Fritz, de 27 años, cinco más que él y uno de los destinados a alfombrar su camino y el de Sinner. Igual, en principio, que Frances Tiafoe (27), De Miñaur (26), Jack Draper (23), Musetti (22), Rune (22), Ben Shelton (22), etc...

Djokovic ha alargado en el tiempo la presencia en las pistas de la sociedad conformada por él mismo, Rafael Nadal y Roger Federer. Una entidad disruptiva que era también, en su conjunta solidez, una entente igualitaria. Una terna de individualidades homogéneas. Tres superdotados que, en su reparto de los grandes, los medianos e incluso los pequeños torneos, establecieron una barrera, prácticamente un vacío, terra nullius, entre ellos y todos los demás. Una vez instituida, nunca fue amenazada, discutida, superada. Acaso Murray podría haber completado un trébol de cuatro hojas. Pero las lesiones le cortaron demasiado pronto las alas.

La tripartita superioridad de Roger, Rafa y Nole, nacidos entre 1981 y 1987, supuso una brusca toma del Palacio de Invierno. Una revolución más que una transición. Los que vinieron después, nacidos entre 1993 y 1998 (Thiem, Berrettini, Medvedev, Tsitsipas, Zverev, Rublev, Ruud...), no hicieron lo mismo. Les han faltado talento y suerte. El talento necesario para imponerlo sobre la mala suerte de haber coincidido con el trío. La suerte para compensar el insuficiente talento. Resignados, y ya que no podían conquistar el terreno, esperaron para ocuparlo a que sus propietarios lo abandonaran. Y puesto que eran incapaces de trepar al árbol para coger la fruta, se la comerían después de que cayera al suelo.

No lo han logrado. Cuando Federer y Nadal dejaron solo a un Djokovic declinante por la edad y desorientado por la falta de referencias, una especie de orfandad generacional de consecuencias también psicológicas, se las prometieron felices. Y entonces aparecieron de la nada, o desde un lejano e improbable parvulario, Alcaraz y Sinner, nacidos ya en el siglo XXI. No son tres, así que no ocupan tanto espacio. Pero, justamente por ser dos, podrán tocar a más en adelante.

En eso están. Hacia eso van. En eso andan, camino de certificar poco menos que definitivamente que todos aquellos inmediatos aspirantes a suceder a los tres grandes constituyen una generación perdida que ha dado paso a la gemela eclosión de Alcaraz y Sinner. Tendrán que conformarse de nuevo con las migajas del festín. Emparedados entre aquel triunvirato y este duopolio, se lamentan en bloque. Entre dos luces que los oscurecieron, entre dos aguas que los ahogaron, entre dos fuegos que los abrasaron, arrastran su frustración de rebeldes con causa y sin efectos. Quizás, en el futuro, muchos aficionados pensarán que no existieron.

Pogacar impone su potencia en Rouen y ya suma 100 victorias

Pogacar impone su potencia en Rouen y ya suma 100 victorias

Tadej Pogacar es el ciclista centenario. La victoria número 100 de su carrera llegó en una etapa del Tour, la cuarta, para la historia, para celebrar una efeméride impactante. Tadej ha llegado a esa cifra a los 26 años y 290 días. Sólo Giuseppe Saronni, Eddy Merckx y Freddy Maertens alcanzaron más jóvenes semejante honor. Dado que Saronni y Maertens eran fundamentalmente sprinters, fecundos especímenes que, por sus características, coleccionan muchos triunfos, la pugna con Merckx se mantiene desde las alturas más inaccesibles del ciclismo.

El esloveno ebatió in extremis a Mathieu van der Poel, ambos en un grupito selecto en el que figuraban Jonas Vingegaard y Remco Evenepoel. Pero no Primoz Roglic y Enric Mas. No era Normandía país para velocistas puros y sí para que los primeros de la general jugasen sus bazas buscando morder o, algo menos, arañar segundos. Sobre el Tour sobrevolaba la figura eximia de Jacques Anquetil, el ciclista con la mezcla más atractiva de calidad y glamour de la historia, el primero en ganar cinco Tours. La etapa concluía en Rouen, donde nació en 1934 (en realidad, en un pueblo de su distrito) y fue a morir en 1967. Y quien mejor le homenajeó mientras se homenajeaba a sí mismo fue Pogacar.

Hay etapas de montaña y etapas con montañas. Las primeras, etapas de guerra, indican un recorrido compacto de altas cumbres. Las segundas, etapas de guerrillas, un trayecto más o menos quebrado con picos no tan temibles. A veces sólo molestos. Y hay etapas con montañas en las que éstas, montañitas en realidad, pero con su dureza, se apretujan en muy pocos kilómetros, generalmente los finales. Etapas como ésta de Rouen, en la que, en los últimos 50 kilómetros del corto parcours de 174, se apiñaban cinco subidas, dos de tercera y tres de cuarta. Etapa de esfuerzos breves pero muy próximos entre sí, muy concentrados. Etapas así, más que otras, son como los melones. No se sabe cómo van a salir hasta que se abren.

zafarrancho múltiple

Y ésta salió en dos actos con una fuga de cuatro hombres desde el principio y un zafarrancho múltiple, la parte mollar, al final. El pelotón, controlado por el Alpecin del líder, dejó que el danés Kasper Asgreen (Education First), el noruego Jonas Abrahamsen (Uno-X) y los franceses Lenny Martínez (Bahrain) y Thomas Gachignard (Total Energies) abrieran camino. Pero no les permitió que cogieran poco más de dos minutos. Atraparon a todos menos a Martínez en la segunda cota, la de Belbeuf. A Martínez le echaron mano en la tercera, la de Bonsecours.

A partir de ahí empezó a arder Troya. El UAE endureció la carrera. Las fieras coronaron la cuarta cota, la de GrandMare con Tim Wellens (UAE) defendiendo su jersey de lunares. Pero no estaba ahí la pelea. Estaba más lejos en la pretensión y más cerca en la distancia. Estaba en la etapa. Estaba en el número 100. Estaba en los segundos que se odían arrebatar entre sí los grandes.

Van der Poel, en el pelotón, camino de Rouen.

Van der Poel, en el pelotón, camino de Rouen.AFP

En la quinta cota, la se Saint-Hilaire (800 brutales metros al 10,6% de media y tramos del 15%) ya no ardía Troya. Estallaba. Atacaba Pogacar, que coronaba en cabeza. Se le unía Vingegaard. Ahi estaban los dos. Ellos por delante y encima de todos. Luego en el descenso, Remco y su grupito cerraban el hueco. En el brevísimo pero intensísimo repecho final, Pogacar se adelantaba a Van der Poel y a Vingegaard. El neerlandés conserva el amarillo gracias a las bonificaciones.

Y ahora llega, el miércoles, la primera contrarreloj de las dos de este Tour: 33 kms., bastante larga para lo que se estila en estos tiempos. Llana donde las haya, la de menos desnivel de toda la Grande Boucle. La parte más alta del recorrido se alcanza a los 62 metros sobre el nivel del mar. Marcará diferencias. Jornada ideal para los especialistas. Sobre todo para Evenepoel. ¿Y para el multiusos Pogacar?

Chus Mateo y Pep Guardiola

Chus Mateo y Pep Guardiola

A Chus Mateo, que aún tenía un año de contrato, lo han echado después de ganar la Liga de modo arrollador, y a Pep Guardiola no lo echa nadie pierda lo que pierda y de la forma en que lo pierda. Tras el despido de Modric, el Real Madrid ha cometido una segunda injusticia y un segundo error en poco tiempo. Tiene poca explicación y menos justificación.

Para saber más

Para saber más

Chus sustituyó sin menoscabo de brillantez a Pablo Laso, miembro, junto a Pedro Ferrándiz y Lolo Sainz, de la Santísima Trinidad del banquillo del baloncesto blanco. Lidió con una plantilla debilitada tras las retiradas de Rudy y el Chacho, las salidas de Poirier, Yabusele y Causeur, y las lesiones de Musa, Deck, Garuba e Ibaka. Y se va con seis títulos en tres temporadas: una Euroliga, dos Ligas, una Copa y dos Supercopas. Accedió también dos veces a la final continental. ¿Qué más se esperaba de él para permitirle seguir a bordo?

Salvo excepciones muy puntuales, el Madrid es una trituradora de entrenadores, que llegan al club con sus sombras susurrándoles al oído: «memento mori». Se diría que lo hace por placer más que por necesidad. Por una especie de retorcido principio de autoridad. Incluso como un signo de clase. Ha interiorizado la idea, hasta convertirla en convicción, de que se trata de una virtud exclusiva. Una cualidad distintiva, diferencial, respecto al resto del mundo, más comprensivo y conforme con los lógicos altibajos del deporte.

Ha cultivado la imagen de que el club es tan grande que al entrenador de turno se le exige lo imposible. Lo posible no es suficiente. Convive con visible disgusto con la derrota, siquiera la parcial, como si sólo a él no le estuviera permitida. Como si sólo por él no fuera asumible. No le faltan razones para estar poseído de sí mismo, pero a veces le sobra la manera de expresarlo.

En cuanto a Pep, vive desde que abandonó el Barça B en una burbuja ideal de clubes ricos, con predisposición a gastar lo que él pida. Ha tenido éxitos. Así cualquiera, pensarán algunos. Niño caprichoso y consentido, ha encontrado en el tramposo Manchester City el hábitat propicio para sus actuaciones y autorías. Su gestión y manejo de las plantillas se basa en renovarlas poco menos que en bloque continuamente. Pep es ese tipo de persona a quien se le estropea una pieza del coche y no la cambia. Cambia de coche.

Solamente para afrontar este Mundial en el que se ha estrellado hizo apoquinar al club 150 millones de euros. En invierno, otros 212, con un resultado parecido en las competiciones inglesas. Desde 2008, cuando pasó a manos de los Emiratos, el City mostró vocación derrochadora. Y desde 2016, año del divino advenimiento de Pep, ha comprado por valor de 1.752 millones. Si le dan esa pasta a Bordalás, encadena tripletes con el Getafe.

En cierto modo, Pep tendría que demostrar su auténtica valía haciendo la mili como cabo, no de general. Y dado que el Girona comparte propietarios con el City, sugerimos que se pase por el feudo político de su admirado Puigdemont y «haga país» convirtiendo al 16º clasificado de la Liga, a un punto del descenso, en un equipo puntero. Puede que así averigüemos cuánto tiene Guardiola de genial y cuánto de normal.

Beatrice Chebet rompe la frontera de los 14 minutos en el 5.000 femenino

Beatrice Chebet rompe la frontera de los 14 minutos en el 5.000 femenino

De nuevo, una de las barreras del atletismo ha caído con esa mezcla de estrépito y suavidad que supone todo récord. Beatrice Chebet, en la cita de la Liga de Diamante, en Eugene, bajó por primera vez en la historia de los 14 minutos en los 5.000 metros: 13:58.06. No se trata, pues, sólo de una plusmarca, sino de una de esas de especial significación. Que una mujer rompa semejante frontera casi rebasa la imaginación y desmiente otro límite.

Doble campeona olímpica en París (5.000 y 10.000) y plusmarquista mundial de los 10.000, registro conseguido en, precisamente Eugene en 2024, Chebet logró una hazaña inconcebible. La gesta adquirió una importancia suplementaria porque la keniana, de 25 años, tomó la cabeza una vez que abandonaron las liebres.

Tiró, tiró y tiró, incansable, llevando a su estela a la anterior plusmarquista mundial, la etíope Gudaf Tsegay (14:00.21) y a la también keniana Agnes Ngetich. Parecía una táctica suicida. Por un lado, si pretendía romper el récord, no tenía más remedio que forzar la marcha y la situación. Pero podía favorecer a Tsegay, que perseguía el mismo objetivo.

Podían haber colaborado, pero Chebet no lo permitió y Tsegay no tenía nada que objetar si el brutal ritmo se mantenía y Chebet se convertía en la tercera liebre. Pero Chebet no se agotó y, en cambio, sí agotó a Tsegay. En la última curva aceleró, se separó inevitablemente de sus rivales, que parecieron de súbito, por contraste, correr hacia atrás, y voló hacia el récord. Ngetich acabó segunda en 14:01.29. Y Tsegay, tercera con 14:04.41.

El atletismo contempló otra maravilla. Y, una vez más, sabe que no será la última.