Era el día previo al pesaje de la pelea ante Max Holloway e Ilia Topuria no podía dormir. No porque el campeón del peso pluma estuviera preocupado por la pelea o por dar los 65,8 kilos pertinentes en la báscula. “Las peleas se ganan en los entrenamientos”, le dice siempre a su equipo y los suyos, esos seis meses intensos de training camp, habían sido espectaculares. Estaba preparado tanto física como mentalmente.
Así que, para volver a conciliar e
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Era un duelo de despedidas. El Metropolitano echaba el cierre hasta el año que viene y, probablemente, algunos jugadores no volverían a él, al menos como locales. Quiso Simeone darles la titularidad en este partido ante Osasuna para que su salida del club fuera con todos los honores.
Savic y Hermoso salían al césped de inicio pese a que el segundo tuviera bastante más protagonismo que el primero en lo que a minutos se refiere. No es lo mismo sumar 33 años que 28, cuestión de edad y, porqué no decirlo, también reflejo de las actuaciones de uno y otro este año.
Pero no serían ellos los que retrasarían esta jornada con horario unificado, sino una persona que les dobla la edad y, tras 776 partidos y 15 temporadas, se despedía del Metropolitano entre lágrimas mientras los jugadores de Osasuna hacían un pequeño rondo para mantener la tensión.
Igual si leen Óscar Ortega, no caigan en que era el Profe el que vería el último partido del Atlético de Madrid junto a Diego Simeone. Un emotivo vídeo y un sentido abrazo con el técnico cerraban el homenaje a un preparador físico que ha sido algo más que eso en el club rojiblanco.
Tras ese pequeño acto, comenzaba el fútbol. No es que se jugaran demasiado y más tras el gol tempranero del Barcelona ante el Rayo pero, aunque la segunda plaza fuera una quimera, la tercera estaba a tiro y, con un equipo varios años enjuagando su deuda, siete millones, que es la diferencia entre quedar cuarto y tercero, no es poco.
Quién diría que eran los rojiblancos los que tenían un objetivo que perseguir cuando, sin apenas amenazar la portería de Sergio Herrera, recibieron el primer gol del partido fruto de una indecisión de la defensa rojiblanca. Raúl García, de Haro, no el que se despide esta temporada en el Athletic, la empaló desde el punto de penalti tras un segundo centro a una falta botada por Rubén García. Encima, en los transistores sonaba el gol de Savinho en Mestalla, para ingerir cianuro.
Solo Lino mostraba tanto el nervio como la rebeldía que ha exhibido a lo largo de la temporada no sólo para ganarse la titularidad sino también para convertirse en imprescindible en el equipo titular del Cholo. Un tiro suyo al palo fue lo que levantó al equipo de la inanidad.
Sólo quedaban cinco minutos, pero los rojiblancos apretaron para intentar igualar antes del descanso. Pudieron hacerlo si Griezmann y Correa hubieran estado más finos de cara a portería. El del francés fue especialmente doloroso en un jugador de su calidad.
Pese que Oblak volvió a realizar las paradas de mérito que se le suponen a uno de los, todavía, mejores porteros del mundo. Se quedó sin embargo sin poder alargar su racha de imbatibilidad de los últimos tres partidos. Además del gol de la primera parte, justo al inicio de la segunda tuvo que volver a la red tras un remache de Aimar Oroz. Lo haría dos veces más.
Vuelve Morata
Pero, tras una de cal otra de arena. Así que, como si de vasos comunicantes se trataran y contra todo pronóstico, Morata volvió a ver portería dos meses y medio después. El madrileño convirtió un pase de la muerte de Lino, quién si no, y rompió su sequía goleadora.
Poco le duró la alegría al Atlético, repitió Raúl García de Haro ante una pasividad rojiblanca impropia, vayan los otros resultados de la jornada como vayan. Cambió poco después Simeone los pitos por los aplausos con la salida de Vermeeren. Menos de 90 minutos había jugado el belga en lo que iba de temporada y decidió sacarlo el Cholo en los últimos 20 de partido.
Volvería a sonar la música de viento antes y tras finalizar el choque. No gustó en la parroquia una actitud tan pasiva del equipo y más cuando recibió el cuarto gol a dos minutos del final. En un partido de despedidas, el Atlético dijo adiós a la tercera plaza ante su afición y ante un equipo, el Osasuna, que llevaba seis partidos sin ganar.
Bien entrada la noche, un grupo de aficionados prendía una cantidad ingente de bengalas en torno a la escultura de Arsenio Iglesias en La Coruña. Era el homenaje a la persona con la que empezó todo de la manera en la que los gallegos celebramos todo, con lume (fuego). "Su espíritu sigue impregnando a mucha gente del Depor", apuntaba a EL MUNDO Paco Liaño, una leyenda de la portería del equipo gallego, pese a que él no se quiera poner esa etiqueta que la reserva para otros como el entrenador de Arteixo o el ex presidente Augusto César Lendoiro.
No es casualidad que el tifo de Riazor fuera para el Zorro y tampoco lo es que una bengala prendiera el techo del autobús del equipo justo antes del choque definitivo ante el Barça B. Otro incendio fue el germen del mejor Depor de la historia. Ocurrió en 1991 cuando una luminaria prendió el techo de Riazor. "Se quemó el meigallo", dicen varias voces en La Coruña. Efectivamente, se acabó el mal de ojo y el equipo ya está en el fútbol profesional.
"Tengo un sentimiento de felicidad, pero sobre todo de alivio", confesaba Liaño. Y es que han sido cuatro años de vaivenes en Primera RFEF, de martirio para ver al equipo a través de retransmisiones audiovisuales deficientes, de proyectos fallidos y, también, de mala suerte.
Nadie se olvida de la tragedia del Albacete, el equipo entrenado por tu ex técnico que te echa de la final de ascenso, y de otras anteriores que hundían más al club a nivel deportivo, pero que generaban un sentimiento de unión en la afición como pocos clubes han visto. "Dolía mucho ver al equipo en esa situación y más a los que vivimos su buena época", expresaba Donato Gama da Silva, el jugador que tenía que haber pateado el penalti de Djukic, aquel que el serbio falló y entregó la liga al Barcelona.
Ese penalti, no fue más que un lunar en la época dorada. Para Liaño ni siquiera. Lo incluiría en los éxitos del Depor, otra anécdota de los años en los que se peleaba por títulos. Cuántos no firmarían volver a ese periodo en el que, como dice la alcaldesa de La Coruña, Inés Rey, la vida se contaba según las hazañas del equipo. "Todo el mundo en la ciudad se acuerda perfectamente dónde estaba cuando Djukic falló el penalti", recuerda.
Precisamente, cuenta el periodista de La Cope, Germán Dobarro, que La Coruña no vivía una celebración igual desde que se celebró, por fin, el título de liga. La que metió al Depor en el selecto club de nueve equipos que han conseguido el campeonato nacional. "Tengo la suerte de ver muchas ciudades, pero estar a la altura de esto es casi imposible", describe. Liaño condujo desde Santander para vivirlo. "Llegué muerto a casa a las dos de la mañana, pero con una satisfacción tan grande que no me perdonaría habérmelo perdido", expresaba.
Aficionados del Depor en A Coruña.CabalarEFE
De las épocas doradas llegaron etapas más oscuras. De hecho, en los últimos 10 años, la única alegría del deportivismo la dio Carlos Marchena. El central sevillano fue el artífice del gol del último ascenso del Depor en la 2013/14 ante el Jaén. "Fue la recompensa del trabajo a un año muy difícil", explica a EL MUNDO y desvela que "lleva dentro" poder devolver el cariño que le brindó la afición del Depor. "Es un equipo que te abre las puertas y te quiere desde el primer día", rememora.
La conexión sevillana coruñesa se alarga a otra persona muy querida en Riazor. Joaquín Caparrós solo pudo estar dos años, pero su corazón tiene una parte blanquiazul alimentado por la peña que le recuerda en Santa Comba. "Fue un día feliz porque el equipo ha vuelto al fútbol profesional, donde le corresponde, y si siguen haciendo las cosas así, estarán en Primera", vaticinaba.
No son pocas las voces que coinciden que su espacio es en el fútbol profesional. Algo que también se ha dicho en estos cuatro años en Primera RFEF, pero ahí se seguía. Entonces llegó Lucas Pérez, "el padre del ascenso" para Dobarro, tras descender dos categorías y pagar medio millón de euros para salir del Cádiz y "volver a casa".
Lucas, al rescate
Falló el primer año, pero con su armadura blanquiazul reclutó a un ejército de canteranos que creyó en sus palabras y no sólo salvaron a Idiákez, el entrenador con el que estuvieron en puestos de descenso al principio de esta temporada, salvaron a una ciudad.
"El Deportivo es todo", cuenta entre lágrimas Inés Rey a este periódico horas antes de que el equipo rechace la visita al Concello para celebrar el ascenso. Y se acordaba la alcaldesa de los cartones de leche que se compraban en su casa porque regalaban fotos de Bebeto y de las palabras de Lucas cuando volvió a Riazor. "Bendita locura".
Ahora los niños que ayer y hoy visten las calles de La Coruña de blanquiazul entienden un poco más lo que les contaban sus padres del equipo de su ciudad. "La familia" de Donato, "la depormanía imposible de explicar", de Dobarro o el protagonista de muchas "páginas de historia de nuestro fútbol", de Caparrós. Pero, si de infancia hablamos: "El fútbol me ha devuelto con el Depor aquello por lo que peleé y soñé", le define Liaño. Y los sueños, sueños son.
"Así fueron acabados los cielos y la tierra y todas sus huestes. Y en el séptimo día completó Dios la obra que había hecho, y reposó en el día séptimo de toda la obra que había hecho". Auguraba el Génesis un descanso para el Atlético de Madrid. Uno de esos partidos tontos que, en otros momentos y en otras temporadas, caían del lado del rival. Pero este año, el equipo del Cholo es de acero atrás y de hierro delante. No concede y marca con facilidad, el sábado fueron cinco. Y así, contundente en ambas áreas, ya está a dos puntos del todopoderoso Barcelona. [Narración y estadísticas, 0-4]
Ha encontrado el Dios rojiblanco su mediocampo titular. Físico, potente y con cierta clase. Quizás no son orfebres, pero sí una jauría de galgos estilosos que saben cómo filtrar un balón, morder a una defensa adormilada y trenzar a velocidades de vértigo. Tiene Barrios una elegante zancada, De Paul, la imaginación para inventar y Gallagher una voluntad de entrega como el Bulldog que representa.
Y luego está Giuliano. Hubo dudas en la parroquia de quedarse con el hijo menor del entrenador antes que con Samu Omorodion. Para colmo, el delantero melillense se salía en el Oporto en la minicrisis que vivió el Atlético tras la deshonrosa derrota en Lisboa o el triste juego exhibido en Sevilla ante el Betis.
El Cholito, poco a poco, fue arañando minutos gracias a la fe y la entrega. "Demagogia para agradar a la grada", se quejaban los puristas. Pero el argentino, con la cabeza baja y el pecho alto siguió creciendo y, lo que es mejor, contagiando su energía al equipo. Un gol y dos asistencias lleva en diez partidos, pero múltiples acciones de peligro.
El segundo gol del Atlético representa a Simeone Jr y a lo que ha conseguido el argentino para sus compañeros. Que la fe mueva montañas y marque goles. No embocó Griezmann su pase atrás, pero su disparo cayó a las botas de Julián Álvarez que no perdonó a un Hein, vendido y exhausto. El portero del Valladolid tuvo que emplearse a fondo en los seis remates que realizó el Atlético en la primera mitad, y poco pudo hacer en los tres que se le colaron. De hecho, el primero se lo marcó Lenglet tras un córner y un despiste de la defensa pucelana, muy floja toda la noche. Y el tercero no pudo más que admirar el tiralíneas del Atlético. Una jugada a toda velocidad que tuvo una preciosa pared de Galán, un pase atrás, una dejada y una llegada en segunda línea de De Paul, que definió con maestría.
Pudieron ser dos más si no llega a ser por el Var. Sus intervenciones fueron milimétricas y, aunque justas, ridículas. Los centímetros por los que elimina jugadas son el anti fútbol. A Giuliano y a Giménez les limpió sus tantos. El del uruguayo, por cierto, de muy bella factura. Un cabezazo de esos de enseñar en las escuelas de fútbol.
Este Valladolid, igualmente, es una bicoca para animar delanteras. 21 goles en contra y nueve milagrosos puntos. Los pucelanos se agarran a un Raúl Moro que parece el Messi del Pisuerga. Pero claro, un jugador ante once bestias es una liebre contra una rehala, puede escapar, sí, pero nunca hacerles daño.
Volvía Griezmann al once y no Koke. Va a tener difícil el capitán subirse a este tren en marcha. No el francés. Éste si es un orfebre del fútbol. El cuarto gol del Atlético no fue una jugada sino una escultura. Un control de tacón para librarse del central y meter el balón suavecito, como la canción de Fonsi, a la base del poste. Ronaldo estaría orgulloso en el palco... si el francés jugara para su equipo.
Banquillo profundo
El problema para el Valladolid y la bendición del Cholo es que este año el banquillo rojiblanco es profundo. Pero el duelo, ante la carga de partidos de unos y la depresión de los otros bajó de intensidad. Eso dio para alguna amenaza pucelana con travesaño incluido, pero la distancia entre ambos contendientes era tan abismal que ni la mayor de las fes podría salvarla. De hecho aún dio tiempo a Sorloth a hacer el quinto tras una generosa acción de Correa.
Llega el Cacereño como siguiente rival y bien harían en Extremadura en temer a este Atlético que no descansa. Un sueño para el hombre que está en el banquillo. Quedan aún muchas victorias a este Atlético para acercarse a las 13 seguidas del de la 12/13, pero esta vez ya no cuentan con un Simeone sino con dos.