Nico Paz celebra su gol al Napolés.OSCAR DEL POZOAFP
El gol de Nico Paz en la pírrica victoria del Real Madrid ante un desordenado y obtuso Nápoles, salvó los desprecios de Ancelotti. El caduco técnico italiano sólo cuando se ve con la soga del ahorcado utiliza a una cantera blanca que está repleta de
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Real Madrid
ABRAHAM P. ROMERO
@AbrahamRomero_
Madrid
Actualizado Miércoles,
29
noviembre
2023
-
07:50El brasileño explota con cinco goles y cuatro asistencias en tres...
La temporada del Manchester City no le permite prescindir de jugadores que son la clave de bóveda del equipo de Pep Guardiola. Ya está siendo duro sobrevivir a la ausencia de Rodri como para tener que hacerlo también a la de Haaland... en el Santiago Bernabéu. Les tocó hacerlo, esforzarse en evitar ser sepultado por el maremoto desatado por el Real Madrid que quería enterrar una era y evidenciar que, ni con dinero, encuentra el City la medicina que le cure su envejecimiento.
Ni Guardiola lo oculta. "Hemos sido un equipo cojonudo, pero este año, por muchísimas razones, hemos perdido esa contundencia. Las cosas no son eternas", dijo el técnico antes de recordar los méritos de su equipo en los últimos años y de dejar claro que puede ser el fin de un ciclo, pero no del suyo en el banquillo. "Sí tengo fuerza para quedarme, sí tengo ganas de seguir, sí", confesó en declaraciones a Movistar.
La tarea titánica de la remontada "ante el mejor Real Madrid que me he encontrado en años", dijo el entrenador catalán, se le complicó al City desde antes de saltar al campo cuando se comprobó que el noruego no estaría en el once.
La estadística, en este caso, estaba reñida con el estado de ánimo. Marcaba que el City solo había perdido tres partidos cuando el gigantón no era titular y ninguno en la Champions. Pero era otro City, aquel poderoso que no tenía la mandíbula de cristal. El actual, donde a veces, solo a veces, brillan el noruego, Gvardiol y empieza a dar fogonazos Omar Marmoush, no puede permitirse el lujo de no amenazar con su mejor delantero.
Justificó Guardiola la suplencia de Haaland en que «se sentía mal», sin más detalles, pero es que ni siquiera tocó pelota en el rondo de suplentes del calentamiento. No pareció más que un susto el problema en la rodilla que sufrió en los minutos finales del duelo ante el Newcastle, pero puede andar entre algodones porque si la empresa en el Bernabéu era temible, el domingo en la Premier espera el Liverpool.
Lo cierto es que sin Haaland en el campo, el City no tiró entre los tres palos de Courtois en toda la primera parte y vio cómo Mbappé le hacía jirones para convertirse en jugador que más goles le ha marcado igualando a Messi (7) y superando a Benzema (6). Nunca ha tenido el noruego una noche dorada ante el Real Madrid y le tocó asistir como espectador a la coronación del francés.
Le costó cuatro minutos desnudar a los centrales, y a Ederson, para empinar a proeza. Y, para colmo, al City le llegó otro golpe en forma de lesión de Stone. Dos mensajes de desaliento antes de que se cumplieran diez minutos de un partido que se convertía en imposible. Como toda la temporada, desgraciada, aciaga. Esquivó de milagro la deshonrosa eliminación sobre la bocina de fase de liguilla, pero el cruce contra el Real Madrid aventuraba lo peor.
Erling Haaland, en el banquillo.kiko huescaefe
Si tras el primer gol nada hacía pensar que Guardiola pudiera evitar salir del Bernabéu con su tercera derrota europea, el segundo antes del descanso lo confirmó. Al técnico le tocó hacer un ejercicio de resignación viendo cómo su equipo hasta caía en fuera de juego en jugadas a balón parado. Era un City desconocido al que dos de sus archienemigos europeos, PSG y Real Madrid, lo convirtieron en vulgar endosándole goleadas vergonzosas.
Fue un títere en manos de los blancos toda la eliminatoria, aunque por momentos se sostuvieran en el Etihad. Pero el Bernabéu son palabras mayores. No pudo arrebatarle el control del balón a los blancos y tampoco asfixió para recuperarlo como solía hacer. A eso se suma que cuando lo tuvo, lo manejó al trantrán, muy lejos de las zonas de peligro y sin conseguir que llegara a las botas de Savinho, Foden o Marmoush. Los tres fueron fantasmas hasta el añadido, cuando el egipcio estrelló una falta que escupió el poste pero rebañó Nico para marcar un gol estéril.
Imposible focalizar de dónde nacía la mediocridad de los mancunianos. Falló la defensa, Nico González y Gündogan fueron incapaces de incomodar a Tchouaméni y Ceballos, y el Madrid tocaba arrebato con suma comodidad para encerrar a rival deseando que el colegiado rumano Kovacs acabara con el sufrimiento.
Aparece por la sala de prensa de Valdebebas con una sonrisa de oreja a oreja, con la simpatía de sus 21 años, la tranquilidad de quien ya sabe lo que es ganar una Champions con el Madrid y la responsabilidad de alguien que todavía quiere más. Mucho más. Eduardo Camavinga se ha convertido en indiscutible para Carlo Ancelotti. Lo fue durante los tramos finales de aquellas eliminatorias que llevaron a la conquista de la Copa de Europa en 2022 y se ha asentado en el once ideal del italiano sin necesidad de reclamar un puesto como propio. De lateral, de pivote o de interior, el francés siempre está.
Después de su lesión de rodilla el pasado mes de noviembre, regresó con el equipo para la Supercopa de España en Arabia y ha sido titular en seis de los últimos siete encuentros. Y en el que no salió de inicio, en Getafe, saltó al campo justo tras el descanso. Por eso, en la previa de los octavos contra el Leipzig, le tocó salir a hablar ante los medios. Rol de indiscutible.
Con un casi perfecto castellano, Camavinga admitió errores, elevó al máximo las aspiraciones del Madrid en el torneo continental y reveló alguna confidencia interna, y minúscula, del vestuario. «Tengo que tener más concentración, meter más goles, asistencias, pero especialmente estar más centrado. Y también tengo que mejorar el jugar con la pierna derecha», reconoció.
El centrocampista ve al Madrid «favorito» para la Champions, cómo no. No entiende de relatos y de humildades cuando él mejor que nadie conoce el talento del vestuario. «Somos un grupo muy joven, yo estoy más acostumbrado a estar con Vinicius y Tchouaméni. Estamos acostumbrado a hacer cosas juntos fuera del fútbol, pero no voy a decir con quién me lo paso mejor», bromeó.
Su unión con Tchouméni es tan lógica como natural. Llegaron con un año de diferencia, uno como apuesta de futuro y otro como sustituto de Casemiro, y han ido creciendo juntos, compartiendo momentos por la facilidad del idioma y siendo parte de la pandilla que han creado con Vinicius, Rodrygo o Bellingham. Y claro, aparecen los hobbies: «¡Yo también toco el piano!», sonreía ante los medios cuestionado sobre los talentos de su compañero en la medular: «Yo puedo tocar el piano, puedo cantar, puedo hacer muchas cosas», admitía. «Y voy a aprender a tocar la guitarra», añadía, en referencia al hobby de Rodrygo Goes.
El cambio de posición de Tchouaméni, utilizado en algunos momentos como central, deja a Ancelotti con cuatro opciones muy definidas en el centro del campo. Un alivio a la hora de repartir minutos: Camavinga, Valverde, Kroos y Bellingham. Y un alivio para el propio Camavinga, enviado al lateral la pasada temporada: «Me río mucho», dijo sobre la nueva posición de su amigo. «Estaba en la misma situación el año pasado. Cuando él ha jugado de central, yo le he dicho que así es como se empieza. Está fuerte como defensa, pero es un mediocentro», declaró. Esa «concentración» que se exige Camavinga será vital ante el Leipzig, donde si ve una tarjeta amarilla acumulará tres y le hará perderse, si los blancos avanzan de ronda, la ida de los cuartos de final.