El caso más bochornoso de la historia del club azulgrana mancha la ilusión y lealtad de su afición mientras sus dirigentes buscan salavarse a sí mismos
El escritor Nick Hornby dice que se enamoró del fútbol del mismo modo que se enamoró de las mujeres. Tenía que suceder. El niño se hizo hombre con todos los cambios que esa evolución implica, pero sin romper un cordón umbilical: la conexión con el Ar
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
El viento, el poco viento, es el mismo para todos en el campo de regatas de Marsella, hecho que penaliza a los buenos navegantes, como Jordi Xammar y Nora Brugman, los mejores del año en 470, pero fuera del podio, cuartos, cuando partían en busca del oro. La estrategia más ambiciosa, al salir a plantear casi un 'match race' frente a la embarcación austriaca, que salía primera, les acabó por costar la medalla, de cualquier metal. Acabaron la Medal novenos, penúltimos. La vela, que aportó el primer oro a la delegación olímpica española, no puede sumar otra más en una clase histórica, con campeones olímpicos como los de Theresa Zabell o Jordi Calafat. La Medal Race de las ilusiones fue, finalmente, la de la frustración.
A Xammar le comparan algunos en la vela con Marc Márquez por su ambición y su carácter, extrovertido. Había sido bronce en Tokio, pero esta vez quería más. Como patrón, toma las decisiones principales, y la decisión era el oro, para lo que partieron pendientes del barco austriaco, al que había que desbancar de la primera posición en la Medal Race. Japón, que había salido tercero, se benefició y tomó la delantera en el primer tramo, en ceñida, para llegar primero a la boya de barlovento, de la que España salió octava. Las cuentas del oro no salían. Las del podio todavía no peligraban.
Había que remontar con viento a favor, de empopada, pero lo cierto es que Xammar y Brugman tampoco lo consiguieron y empeoraron el puesto en la boya de sotavento, perjudicados, además, por el gran tráfico en el giro. Lo mejor es llegar limpio, que es lo que hicieron los japoneses, adelantados en la Medal por Francia. Para los locales es siempre una ventaja el conocimiento del campo de regatas, como le pasó a los españoles en los Juegos de Barcelona'92. El podio podía todavía salvarse, pero la pareja sueca, que había partido cuarta, mejoró para acabar cuartos la Medal (47 puntos), con dos puntos menos de penalización que los españoles (49), y hacerse con el bronce, tras Austria (38) y Japón (41).
Segundos antes de la Medal
La pareja española había llegado en segunda posición a la Medal Race, después de que la última jornada de regatas, el martes, hubiera de suspenderse una de las tres previstas, una vez más, por la falta de viento. Lo mismo sucedió el miércoles, en la primera tentativa de la Medal Un suplicio. Antes de los Juegos, buena parte de los regatistas temían a la potencia del Mistral. Una vez en la cita, deseaban que apareciera debido a las incesantes interrupciones. De las 10 previstas, en 470 únicamente realizaron ocho antes de la regata por las medallas. Lo mismo ha ocurrido en todas las clases.
Esa jornada estaba marcada con una cruz por Xammar y Brugman. Querían la remontada. Fueron terceros en la primera regata, en una gran actuación, mejor que la de sus rivales por el podio, Austria, Japón y Suecia. En la segunda, en cambio, concluyeron sextos, con un barco austriaco que dominaba y se despegaba en la general. El oro, pues, dependía de que España sacara cuatro barcos a la pareja centroeuropea, formada por Lara Vadlau y Lukas Maehr. Complicado. Intentarlo les dejó, posiblemente, fuera del podio.
El barco de la paridad
Después de su bronce en Tokio junto a Nico Rodríguez, el cambio en el 470 tras buscar la Federación Internacional embarcaciones en las que pudiera darse la paridad sin que las mujeres se vean perjudicadas, Xammar decidió llamar a Nora. La razón es que, al tratarse de una clase donde prima la técnica y la estrategia, una mujer puede realizar las labores de tripulante, en este caso Nora, sin verse en desventaja frente a un hombre. En el 49er, muy físico, no sería posible. La elección entre patrón y tripulante depende de cada equipo. Si en el 470 español es Jordi, en el austriaco y vencedor la patrona es Lara.
Nora era una amiga de la infancia con la que Xammar ya había regateado cuando eran niños. Hija de padre norteamericano y madre española, había regateado en la élite integrada en el equipo de Estados Unidos. Ahora tenía la oportunidad de competir por España, algo permitido por la Federación Internacional de Vela y, consecuentemente, por el Comité Olímpico Internacional. La potestad normativa, del mismo modo que los jueces, dependen en los Juegos de las federaciones internacionales.
La compenetración fue prácticamente inmediata. Carismático y extrovertido Jordi, especialmente cuando sale del barco, a Nora no se le escapa detalle alguno de la organización o la logística. Los resultados no se hicieron esperar. En 2022, un año después de Tokio, fueron subcampeones del mundo y de Europa, y en 2023 repitieron la plata mundial. En el año olímpico llegó el salto definitivo, al dominar tanto el Europeo como el Mundial. Los Juegos eran su siguiente objetivo, pero ni el viento ni la estrategia adecuada les permitieron replicarlo bajo los aros, ni siquiera subir al podio.
Un derbi puro entre dos equipos que quieren ser campeones se desprendió de las miserias del fútbol para dignificar el escudo que ambos defienden y aquello que sienten sus aficionados. Hagan ustedes lo mismo, abran el cubo de la basura y dejen paso al derbi. Hay cartas que sólo merece la pena leer una vez. Hizo falta un penalti, quizás un 'penaltito', para transformar un partido en un derbi y encender el fútbol, no la polémica. Fue el milagro de la hierba. Nada cambia en la tabla para Madrid y Atlético con un empate (1-1) del que sólo puede aprovecharse, hoy, el Barça. Pero cambia el aire de la Liga, más limpio y respirable cuando se juega que cuando se reprocha o insulta.
Un 'penaltito', diría Ancelotti, disparó la temperatura en un duelo hasta entonces al baño María. En la semana de la cartita del Madrid contra un arbitraje al que describía como a una sociedad secreta, una suerte de 'Cosa Nostra', ha recibido dos penas máximas: una en Copa y una Liga. La primera, ante el Leganés, no admitía debate; la segunda, frente al Atlético, es otra cosa, por la acción y la trascendencia. Tchouaméni midió mal una entrada y pisó a Lino cuando el balón acababa de pasar. De Burgos Bengoetxea, en el VAR, tardó un mundo en avisar a Soto Grado. Dudó. La duda es un síntoma de inteligencia, pero en un campo de fútbol es un mal asunto. Si eres jugador, llega la crítica; si eres árbitro, la guerra.
Julián Álvarez, un hallazgo
Ancelotti se fue a su banquillo con las manos en la cabeza. Julián Álvarez lo acabó a lo Panenka, incluso sin parábola. El argentino es un hallazgo: está en todas partes sin que parezca estar en ninguna. Algo se le escapó al infalible Pep. Fue un gol para darle al Atlético su escenario preferido. Un gol para sumir al Madrid en la desesperación y en la confusión, porque no juega contra los árbitros, sino contra los rivales. Era el primer penalti en contra en la Liga. En 23 jornadas, bien pasado el ecuador del torneo, hablar de persecución sistemática, como decía la carta, parece un exceso, y los excesos aplastan a los argumentos aceptables, que también se encontraban en la misiva. Hay que cambiar cosas, pero entre todos.
Tchoauméni tuvo buenas acciones después de ese error, pero volvió al lugar en el que no quiere estar, y no debería. Es el lugar, en cambio, en el que se asienta Asencio, a su lado, rápido en los cortes y en las rectificaciones frente a rivales como Giuliano Simeone, un trueno. Fran García y Lucas Vázquez ocupaban las bandas en una defensa que sería totalmente distinta si el Madrid no hubiera sufrido una plaga bíblica en el área. En minusvalía en la zona, el Madrid necesitaba activar a su ataque, llevar el balón arriba, intentar jugar donde era más fuerte, porque en el resto tenía más argumentos el Atlético, con la única baja de Le Normand. Elevó, pues, el equipo blanco la presión, con más intensidad de lo habitual y ayudas de sus atacantes, aunque desordenadas. Era el caso de Vinicius, de menos a más hasta un final frenético. La ansiedad llevó inicialmente al brasileño al centro, por lo que ocupaba el espacio de Mbappé para desesperación de Ancelotti.
Ceballos mejora al Madrid
La situación llevó al Atlético a verse superado en intensidad, con más pérdidas de las habituales y duelos perdidos. Replegado y sin permitir ocasiones a los locales, más allá de un disparo lejano de Rodrygo, aguardaba la oportunidad de salir y conectar con Julián Álvarez, Lino o Griezmann, pero no robaba lo suficiente. En el centro del campo, la mayor actividad era para Ceballos, que ha pasado del ostracismo a poner cosas en su sitio por donde pasa.
Lo único realmente peligroso, sin embargo, había llegado por pérdidas, fueran de Lucas Vázquez o Pablo Barrios, pero sin que Lino ni Vinicius, imprecisos, pudieran sacar provecho. El penalti, pues, llegó como si apareciera de la nada, pero prendió el derbi, por el gol, por la ira de la grada y por la reacción del Madrid al regresar del vestuario.
Una llegada de Rodrygo encontró a Bellingham en un lapsus del área rojiblanca, pecado moral para Simeone. Oblak rechazó el remate, pero Mbappé aprovechó el rechace para enseñar para qué vino. Sonaron tambores en el Bernabéu y todos saben qué ocurre después, también los enemigos. Bellingham regresó a la zona erógena del campo que tanto le gusta, pero su testarazo se fue a la madera.
Con el Bernabéu en modo fiebre, el Atlético debía resistir, pero hizo más, resistir y contraatacar. Son otros tiempos. Ni Giuliano ni Marcos Llorente se aclararon en el área mientras Oblak levantaba un muro ante Rodrygo o Vinicius. Simeone agitó su banquillo con fuerza y Ancelotti esperó, cada uno en su traje, aunque el duelo pertenecía ya de sus jugadores, en un final de derbi que dignifica una semana para olvidar.
La 'omertà' es el código de silencio de la 'Cosa Nostra' siciliana que deben cumplir todos sus miembros, en especial en sus declaraciones ante la policía. En caso contrario, son considerados delatores, traidores. El fútbol tiene su propia versión de la 'omertà': «Lo que pasa en el campo, se queda en el campo». No siempre se cumple y, cuando lo hace, afecta únicamente a los implicados. La opinión del resto es libre. Mapi León y Daniela Caracas mantienen el código de silencio después de que la azulgrana tocara los genitales de la jugadora del Espanyol en un derbi. Un acto claramente sexista, aunque se produjera entre dos mujeres. Cuando Míchel tocó los genitales de Valderrama, hace más de 30 años, fue objeto de escarnio y de debate nacional hasta provocar una actuación de oficio de la justicia deportiva y una sanción económica para el madridista. La acción de Mapi, en cambio, nada, ni sanción ni intervenciones de la política, siempre con tantos reflejos para ponerse en primera fila ante cualquier gesto o insulto sexista, homófobo o racista en los campos de fútbol.
«Estamos más acostumbrados a ver esto en el fútbol masculino», dice la presidenta de la Liga F, Beatriz Álvarez. Será eso. «No hay que sacar las cosas de contexto», añadió. Eso también es distinto en el fútbol masculino, cuyo contexto arde. Mapi, mientras, acaricia plácidamente su gato, en un vídeo colgado en las redes sociales por la futbolista y su pareja y compañera de equipo, Ingrid Syrstad. Acariciar el gato es lo que hacía Vito Corleone mientras recibía a subordinados, escena que simboliza la impunidad y 'omertà' que le protegía en la 'Familia'.
Mapi León toca en los genitales a Daniela Caracas.TV
EL BARÇA Y LOS VALORES
El fútbol femenino no debe ser una 'Familia'. Es el sector del deporte español que más ha crecido en los últimos años, gracias no sólo a una generación excepcional, la de Alexia Putellas, Aitana Bonmatí o Jennifer Hermoso. El aumento de practicantes de base y la dotación de recursos por parte de las administraciones, más allá de la profesionalización de la élite, han permitido un avance de una colosal proyección en lo deportivo y lo social, una conquista más de la mujer. El empoderamiento es evidente, pero confundir el empoderamiento con una posición moral superior es un error. De esa forma se siente quien acaricia un gato tras cometer un error por el que ni siquiera pide disculpas. Tampoco su club, el Barcelona, que ha hecho de los valores parte de su marketing: 'Valors!'
«Fue un lance del juego», dijo Mapi en un comunicado emitido con nocturnidad por la entidad azulgrana. Era un problema qué decir. Pere Romeu, su entrenador, se atuvo a la consigna: «Creemos en su versión». Romeu la dejó en el banquillo ante el Madrid CFF, en la Copa de la Reina, pero ayer volvió al once ante el mismo equipo en la Liga F. Mapi marcó el primer tanto de la goleada (5-1), vitoreada por su público durante el partido. Esas cosas, al parecer, sólo pasaban en los partidos masculinos.
Evasivas en los organismos
Las declaraciones institucionales de quienes no pudieron escabullirse estuvieron en la línea de las de la presidenta de la Liga F, que recalcó que no su organismo no tiene competencias para entrar en el caso. Rafael Louzán dijo que «algo he visto por los medios de comunicación» y pasó la pelota al Comité de Competición. Realmente, es un presidente bien informado. Tampoco el Consejo Superior de Deportes, con el que Mapi colaboró hace unos años en una campaña contra la LGTBIfobia, ha dado un paso adelante, mientras la Asociación de Futbolistas Españoles emitió un comunicado 'light'. En compañía de Alves repitió Mapi esa campaña en el ámbito azulgrana. Hay coincidencias que matan.
La única condena fulminante ha sido, lógicamente, del Espanyol, vehiculada a través de Dolors Ribalta, responsable del fútbol femenino del club. «Es inaceptable, inadmisible y vulnera la intimidad de nuestra jugadora. Esto no va de colores, sino de dignidad y respeto», dijo en un comunicado, en el que dejaba en manos de Daniela la opción de presentar una denuncia. Por el momento, no se ha producido.
No es necesario que lo haga la jugadora ni el Espanyol para que el Comité de Competición intervenga. Puede hacerlo de oficio. De hecho, lo hizo en el caso Míchel, en 1991, con la vieja Ley del Deporte, de 1990, recién estrenada y menos sensibilización política y social con respecto a los gestos o insultos sexistas. José Javier Forcén, juez único de Competición, calificó la acción como una «falta de decoro» y la consideró «grave», por lo que impuso una sanción económica de 500.000 pesetas. El madridista alegó que lo hizo con 'animus iocandi', es decir, con intención jocosa, pero el juez lo desestimó: «Asuntos tan serios no pueden tomarse a broma».
Rubiales y Olga Tubau, a la entrada al juicio.JAVIER SORIANOAFP
la protección de daniela
Daniela, como Valderrama, es de Colombia, donde se cuestionan cómo es posible que en España no se haya actuado. En otro orden, todavía se lo preguntan en muchos más lugares por el 'caso Negreira'. El tocamiento de Mapi, sin entrar en lo que pudo o no decirle a Daniela, se produjo cuando el foco del prime time estaba en el juicio a Luis Rubiales, cuyo beso no consentido a Jenni Hermoso dio origen al '#SeAcabó', el '#MeToo' del fútbol. Pocos juicios en el ámbito del deporte han tenido tanto seguimiento en sus países. Si acaso los de O. J. Simpson u Oscar Pistorius. Ambos fueron por el asesinato de sus parejas.
La defensa de Rubiales por parte de la sagaz penalista Olga Tubau da por perdido el consentimiento y cuestiona la lascividad del beso para afirmar que no estamos ante una agresión sexual. Sobre las coacciones, los de la 'pandilla de Rubi' han jugado muy mal partido en la sala. Tubau plantea un órdago a la 'Ley del sí es sí', que agrupa diversas acciones bajo el concepto de agresión sexual. La de Mapi sobre Daniela, lo sería. Jenni no tenía intención de denunciar inicialmente, pero las presiones de la Federación y el consejo de sus asesores, y la fiscal Marta Durántez le hicieron ver la conveniencia de hacerlo. La incógnita es si Daniela está tan bien protegida y aconsejada por todos.