Ambición, química, color, irreverencia. Y cómo una empresa de camisetas gana dos Mundiales de Fórmula 1. Es la mítica historia de una escudería que revolucionó el automovilismo. Tres décadas después, Alessandro Benetton revive aquella gloriosa aventura en la película Benetton Formula. Él cuenta, con entrevistas e imágenes inéditas, el camino hacia las victorias de los campeonatos de 1994 y 1995. EL MUNDO ha asistido al estreno del documental -que será emitido a finales de noviembre en Italia- que narra la legendaria historia que unió la innovación de Alessandro Benetton, la intuición de Flavio Briatore y el talento de Michael Schumacher.
A mediados de los ochenta, la compañía Benetton compró la pequeña escudería británica Toleman para competir con Ferrari, McLaren y Williams. Luciano Benetton, fundador de la conocida marca, encargó a Alessandro, su hijo, el liderazgo de la nueva experiencia automovilística. Era joven y procedía del ámbito empresarial, así que tuvo que cambiar su mentalidad pensando en los motores. Pero había que aumentar los ingresos de Benetton para que se pudiera financiar los gastos de la apuesta deportiva: «El objetivo era atraer más capital de los patrocinadores», asegura hoy Alessandro Benetton. Fue su padre, Luciano, quien dijo que tenía para ello a la persona adecuada: era Flavio Briatore.
«La primera vez que lo vi llevaba botas de cowboy, vaqueros, camisa abierta y un cigarro en la boca», recuerda Alessandro Benetton sobre el amigo de su padre. Hasta entonces, en la Fórmula 1 contaban personajes como Ron Dennis, de la escudería McLaren, expertos en mecánica. Briatore era lo opuesto, no tenía ni idea de coches. Su talento residía en los negocios con los patrocinadores, a los que había que convencerles de invertir en Benetton y no en otras escuderías. «Fuimos los primeros en hablar de lifestyle», confirma Briatore, protagonista de aquella revolución cultural dentro de la Fórmula 1 entendida como algo glamuroso marcado por la moda, lo joven y el color. Eso atrajo a los patrocinadores, que resolvieron las necesidades financieras de Benetton. Una escudería donde se hablaba más de dinero que de la mecánica. Pero necesitaban, lógicamente, un piloto. Al menos, un piloto.
La llegada de Schumacher
Y ese piloto fue un joven alemán, Michael Schumacher, que en agosto de 1991 se estrenó en el circuito de Spa, en el Gran Premio de Bélgica, uno de los más difíciles del Mundial. Era un absoluto desconocido que conducía un monoplaza de la escudería Jordan. Era su primera vez en el circuito y lo recorrió en bicicleta el jueves antes de la carrera para así familiarizarse con el trazado. «En las pruebas del viernes, vi un piloto que no había montado nunca en un Fórmula 1 y que no había visto nunca antes», recuerda Alessandro Benetton, quien se quedó pegado al televisor. Briatore lo vio claro: «Estamos frente al próximo campeón del mundo». Michael Schumacher no defraudó.
Michael Schumacher -que creció en la pista de kart de su familia y corriendo con su hermano Ralf después del colegio-, pasó de Jordan a Benetton y redefinió el concepto de preparación física y mental de los futuros pilotos de Fórmula 1. Un deportista moderno, en forma, joven, entregado, seguro de sí mismo, con un coche competitivo, que creaba buen ambiente en el equipo. «Se divertía como un niño», señala Alessandro Benetton. La Fórmula 1, de esta forma, asistía al nacimiento de su nueva restrella.
El progresivo auge de Michael Schumacher coincidió en el tiempo con los últimos años de la trayectoria de Ayrton Senna. El brasileño era un piloto emotivo y pasional, mientras que el alemán era más calculador y centrado en la entrega. En palabras de Briatore: «Senna había intuido que Schumacher sería el adversario del futuro». Una rivalidad que, sin embargo, se vio trágicamente truncada el domingo 1 de mayo de 1994, cuando Ayrton Senna perdió la vida en la curva Tamburello del circuito de Imola, conmocionando al mundo de la F1. Michael Schumacher, tras el triste acontecimiento, terminaría siendo su legítimo heredero.
El legado de la escudería Benetton, 30 años después, sigue vivo como sinónimo de una revolución. Una «emoción irrepetible» y un «patrimonio» que para Alessandro Benetton demuestra que los sueños «se pueden hacer realidad», siempre y cuando se crea en la fantasía de lo imposible, con espíritu de exploración. «De cada discontinuidad y ruptura, por muy cansadas y traumáticas que sean, siempre hay que ir hacia adelante y en movimiento para cambiar constantemente. Así se pueden obtener resultados excepcionales», dice.
Michael Schumacher, tras el accidente de esquí que sufrió hace más de una década y que le provocó una grave lesión cerebral con la que convive, no ha podido contribuir en primera persona con sus recuerdos. Pero el resto de entrevistados sí lo han hecho en el largometraje Benetton Formula, rememorando aquella aventura que marcó, sin vuelta atrás, la historia de la F1. Desde sus butacas los espectadores, al final del documental, podrán honrar aquella legendaria historia.






