En la merecida cumbre de su poder omnímodo, Florentino dominó bajo palio una Asamblea orbitante alrededor de su figura. Absolutista coronado a fuer de demócrata electo, revolucionario para continuar siendo conservador, es el presidente histórico de un club eterno.
Carismático a su manera, nimbado por su talla empresarial, es un autócrata convencido, legitimado por su eficacia como gestor convincente. Un “conducator” de ramalazos populistas y aura
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