Hay jugadores a quien el fútbol sí les cabe en su pequeño mundo. Martín Zubimendi (San Sebastián, 1999) no necesita más que los caminos que serpentean el monte Ulía y los amigos del colegio para ser feliz en la Real Sociedad. Son placeres sencillos, cotidianos, pero no piensa renunciar a ellos. En el barrio de Gros, el más pequeño y coqueto de Donosti, late su vida al mismo compás de la infancia. Cuando al salir de clase esquivaba a los surfistas de la Zurriola para cantar sus goles sobre la dorada arena. Zubimendi, uno de los mejores mediocentros de Europa, prefiere la felicidad de siempre a la camiseta del Liverpool.
Cualquier senderista, incluso en la semana previa a un partido frente al Real Madrid, puede cruzarse con él mientras pasea a su perra bóxer montaña arriba, dirección a Pasajes. Mucho más fácil verle una tarde por allí que por Instagram. Como más placenteras son las vacaciones con la cuadrilla de siempre, la de la Ikastola Zurriola, que un par de semanas por Ibiza. El pasado verano ya no quiso saber nada del Arsenal ni del Barça y este, ya campeón de la Eurocopa con España, se negó a seguir los pasos de Xabi Alonso, su gran ídolo, camino de Anfield. Zubimendi es un chico tímido, educado, que rara vez alza la voz en el vestuario. Pero tiene las ideas muy claras. Sobre la hierba y fuera de ella. Su contrato con la Real expira en junio de 2027 y quiere cumplirlo.
“Me sale el orgullo por esa sensación de pertenencia. Siendo un futbolista con posibilidades de jugar en cualquiera de los mejores clubes de Europa, aún considera que la Real le aporta en su periodo de mejora. Este club vertebra la provincia de Guipuzcoa y él se siente parte del proyecto”, comenta a EL MUNDO Luki Iriarte, director de fútbol base de la Real Sociedad. La audacia de Jokin Aperribay, presidente, Imanol Alguacil, primer entrenador, y Roberto Olabe, director deportivo, han establecido al equipo en la elite. Todo gracias al trabajo con la cantera y a jóvenes refuerzos detectados donde la competencia ni siquiera asoma. De Alexander Isak o Alexander Sorloth a los recientes Orri Oskarsson y Luka Sucic.
El “empujón” de Xabi Alonso
En este entorno, Zubimendi se ha consolidado con naturalidad gracias a la confianza de Imanol. El técnico ha sabido cuidarle y exigirle, repitiéndole que siempre iba a merecer más la pena una falta táctica en campo contrario que correr 40 metros hacia atrás. O que debía perfilarse mejor para vigilar su espalda. Aquellas broncas se hicieron célebres en Zubieta, aunque las lecciones previas ya las había dictado Xabi Alonso en el Sanse. “La participación de Xabi con Martín fue muy importante. Le pegó otro empujón a su carrera. En un periodo formativo, cada momento tiene su importancia, pero ese último escalón antes del primer equipo fue muy fructífero para él”, prosigue Iriarte.
Martín juega hoy con el 4, heredado de Asier Illarramendi, otro de sus referentes. Sin embargo, en su debut con el primer equipo, lucía el 36. Fue un 28 de abril de 2019, con 2-1 ante el Getafe y Luca Sangalli de testigo. “Igual no destaca mucho visualmente, porque no ofrece acciones espectaculares, pero todo lo que hace lo hace bien. Dirige y ordena, tanto defensiva como ofensivamente. Domina la salida de balón, el juego posicional. Es verdad que no parece nada excepcional, pero al final, lo mejor que puedes decir de un futbolista es que que hace que lo difícil parezca fácil”, comenta a este diario el ex realista, actual jugador del Málaga.
El libro de estilo de un pivote no ha de ceñirse únicamente a iniciar la jugada incrustado entre los centrales. Debe incluir esas diagonales en largo que inmortalizó Alonso o los disparos desde fuera del área con los que Rodrigo Hernández viene dando tantas goles a Pep Guardiola y Luis de la Fuente. En ello anda, Zubimendi, consciente de su margen de mejora. “Martín sabe que tiene que ir siempre dispuesto a aprender y a mejorar y llevar su máximo a cada situación. Él debe ser quien da el equilibrio, pero también ha de ser capaz romper líneas rivales para sorprender y aparecer en el área. Va enriqueciendo su repertorio táctico, algo que me parece esencial para poder seguir durante mucho tiempo en la elite”, finaliza Iriarte.
El sábado, cuando los futbolistas del Dortmund salgan del túnel de Wembley para disputar la final ante el Real Madrid, una voz al unísono rivalizará con los acordes de la Champions. Un rugido en las gargantas de 24.610 hinchas alemanes entonando el Heja BVB, la canción que durante las cinco últimas décadas se ha convertido en su himno más popular. Desde 1976, año del último ascenso a la Bundesliga, la afición del Borussia recibe al equipo con su pegadizo estribillo. Sin embargo, este ritual pudo truncarse en 2001, cuando un Borussia sin identidad navegaba a la deriva. La directiva de Gerd Niebaum quiso enterrar la canción por otra más moderna, sin reparar en la obstinación de la Südtribüne. El sector más fanático del Westfalenstadion manejaba otros planes.
"Hay otros clubes en la elite europea, como Barcelona, Bayern o Real Madrid, que pertenecen a sus seguidores y no a conglomerados o ricos hombres de negocios. Sin embargo, existen dos diferencias entre el Dortmund y ellos. La primera es que el Borussia sigue siendo, más que una marca global, un club esencialmente impulsado por la comunidad. La segunda es el apoyo. Es natural que los aficionados se quejen a menudo de que no los escuchan o incluso los ignoran.
Los seguidores del BVB se quejan regularmente de esto, pero no conozco ningún club de este tamaño que tenga tantos enlaces con su afición y esté tan preocupado por lo que quieren y necesitan las personas en las gradas, a diferencia de las que están sentadas frente al televisor". Estas son algunas de las conclusiones que convierten Building the Yellow Wall: The Incredible Rise and Cult Appeal of Borussia Dortmund (Orion Publishing, 2019) en uno de los mejores libros sobre fútbol de la última década.
Identidad
Uli Hesse, su autor, dirige la prestigiosa revista 11Freunde. También milita como hincha fervoroso del Dortmund, aunque ello no le haya impedido diseccionar la figura de Franz Beckenbauer, el gran mito del Bayern, o acometer la historia del gigante muniqués en Bayern: Creating a Global Superclub (Yellow Jersey, 2016). Toda su devoción por el Borussia, su certero análisis, se compendia en un párrafo que completa el anterior. "Mantener esta posición supone un sufrimiento diario. Por un lado, el BVB pretende demostrar que Theodor Adorno se equivocaba. "No hay vida verdadera en la falsa", decía el filósofo alemán.
En otras palabras, el Dortmund cree que hay un modo de competir en el alto nivel sin traicionar los elementos esenciales de su identidad, que define como "rebeldía, lealtad y sencillez". Sin embargo, para hacer esto el club necesita algún tipo de éxito. Después de todo, nadie puede ser rebelde, leal y sencillo en la mediocridad de la mitad de tabla. Sólo demuestras algo cuando llegas a la cima y aun así te niegas a venderte".
El texto de Hesse, aún no traducido al castellano, aborda la idiosincrasia de un club enfrentado, desde su nacimiento, con el poder. "La fundación representó casi un acto revolucionario para unos jóvenes como nosotros y nos exigió mucho valor y coraje. Después de todo, nuestra sagrada Iglesia Católica, tan próxima al Gobierno, era la institución más importante para nosotros", admitió, poco antes de su muerte, Franz Jacobi, secretario y mano derecha de Heinrich Unger, presidente. Sólo una semana después de aquel cuarto domingo de adviento de 1909, el capellán Hubert Dewald amenazaría con la excomunión a aquellos 18 sacrílegos que pretendían jugar los domingos. "No es un simple día de esparcimiento que podamos pasar como mejor nos parezca", clamó desde su púlpito.
Hoy, algunos ecos subversivos perviven en la terraza de la cervecería Wenker, la de más rancio abolengo en el Alter Markt. Los rescoldos de un carácter obrero e izquierdista. Las secuelas de una vida precaria en las minas de carbón y la industria acerera. El temperamento local, según Hesse, se fundamenta en "un enfoque sensato ante la vida, un fuerte espíritu de trabajo, un sentido de la solidaridad y una aversión a la charla pretenciosa". Nadie viaja a Dortmund atraído por el paisaje o la vida cultural y nocturna. Allí sólo se respira fútbol. Apurando las rondas en los pubs de Lindemannstrasse, los turistas enfilan hacia el estadio.
La afición del Borussia en el Signal Iduna ParkGETTY
Porque el Borussia nunca habría cumplido 115 años sin el Westfalenstadion, su tabla de salvación tras la quiebra de la industria minera. "Convertirse en sede del Mundial de 1974 y recibir fondos públicos (tanto del länder de Renania del Norte-Westfalia como del gobierno federal) para construir el nuevo campo supuso un sustancial golpe de suerte", prosigue Hesse, premiado en los Charles Tyrwhitt Sports Book Awards de 2019. Tras la temporada 1973-74, el Dortmund había acabado sexto en la segunda división, con un promedio de 8.900 espectadores en sus gradas.
El curso siguiente, el equipo volvió a terminar sexto, pero recibiendo 25.400 espectadores en la nueva sede. Pese a deambular por la Bundesliga 2, los amarillos acogían a más gente que 13 equipos de la máxima categoría, incluido el Mönchengladbach, absoluto dominador por entonces. Hoy, bajo la denominación de Signal Iduna Park y un contrato de patrocinio que expira en 2026, su capacidad se ha ampliado a 81.365 espectadores, la mayor de Alemania.
Hans-Joachim Watzke, director general del Dortmund durante las dos últimas décadas, se hace escuchar varias veces a lo largo de 288 páginas. "El aficionado alemán quiere sentir que forma parte de un todo. En Inglaterra, el hincha ahora es básicamente un cliente y puede vivir toda una vida con eso. Pero si le dices a un seguidor alemán que es sólo un cliente, te va a matar. Tiene que sentirse conectado con el club". Aún peor, lógicamente, se entendería el paso de cliente a mero consumidor. Quizá por ello, Watzke comprendió en 2001, su primer año en la cúpula del Dortmund, que el célebre Muro Amarillo no iba de farol. Y que tras cantar tozudamente el Heja BVB antes de cada partido, terminaría dando marcha atrás a los planes de Niebaum.
Hasta ayer, sólo la Juventus había sumado 43 partidos consecutivos, entre mayo de 2011 y mayo de 2012, sin conocer la derrota. Hasta ayer, sólo un monumento iluminaba el anodino skyline de Leverkusen, una ciudad industrial y pasada de moda, a medio camino entre Colonia y Düsseldorf. Era la Bayer-Kreuz, con su diámetro de 50 metros, el mayor orgullo para los hinchas, quienes en 2007 se empecinaron en salvarla de una muerte segura. Sin embargo, la cruz del gigante farmacéutico comparte hoy simbolismo con el busto de Xabi Alonso, el entrenador del momento en el fútbol europeo, el que ha obsequiado al Levekusen con su primera Bundesliga en 120 años de historia. Estas son las claves de su éxito.
1. Ataque líquido
El pasado noviembre, la revista Kicker ilustró la idea de fútbol de Alonso con una imagen mitológica. "Ha creado una criatura que se parece a la hidra. Cuando le bloqueas una ruta hacia el gol, logra abrir otras dos". La flexibilidad del Leverkusen, el modo en que sus futbolistas cambian de posición en campo contrario, parte de un esquema 3-4-2-1, aunque termina por canalizarse a través de mil cauces distintos. Por momentos, sus cadenas de pases pueden recordar a un equipo de Pep Guardiola, mientras sus devastadoras transiciones traigan al recuerdo a José Mourinho, otro de los maestros de Xabi. Con tanto dinamismo hasta los neutrales pueden identificarse con el fútbol ofensivo de un campeón que este curso ha marcado sus cinco goles al Bayern a balón parado.
2. Un mercado provechoso
El director deportivo, Simon Rolfes, se había enterado de que Leonita, la mujer de Granit Xhaka, suspiraba por volver a Alemania después de varios años en Londres. Así que no dudó en enviar al propio Alonso para convencer al capitán del Arsenal, que llegaría a cambio de 15 millones de euros para formar pareja con Exequiel Palacios, todo un campeón del mundo con Argentina. Aún sobraban 40 millones por el traspaso de Moussa Diaby, así que el presupuesto se dividió, casi a partes iguales, entre Victor Boniface, un ariete nigeriano procedente del Royale Union Saint-Gilloise belga, y Nathan Tella, que venía de alzar la Championship con el Burnley. Difícil encontrar mejor rendimiento con refuerzos tan alejados de la fanfarria.
Boniface, en el centro, festeja junto a Tapsoba, Tah y Tella.AFP
3. Carácter en el tramo final
La personalidad del campeón se ha forjado en situaciones de extrema necesidad, cuando no se ha dejado arrastrar por los nervios. Más bien al contrario. Seis goles a partir del minuto 85 abrieron la puerta a cuatro remontadas, dos en eliminatorias y otras dos en jornadas cruciales de Bundesliga El primer caso se dio el 20 de enero, con el 2-3 en el estadio del Red Bull Leipzig. Un par de semanas más tarde, en los cuartos de la Copa de Alemania, dio la vuelta al marcador ante el Stuttgart (3-2). Aún más increíble resultó el 3-2 al Qarabag durante los octavos de la Europa League, dado que en el minuto 70 caía 0-2. El 30 de marzo, el título liguero quedó casi visto para sentencia con el 2-1 al Hoffenheim, con goles en el minuto 88 y 90+1.
4. El cero en la portería
A los 34 años, Luká Hrádecký se ha consolidado como el capitán y el custodio bajo los palos. El finlandés es el guardameta con más porterías a cero de la Bundesliga (14), sólo por detrás de Yann Sommer (17 con el Inter) y Unai Simón (15 con el Athletic). De los 19 goles que encajó, sólo tres llegaron tras un saque de esquina, lo que habla del poderío de sus tres centrales, los que más balones aéreos ganaron en Alemania. Especialmente llamativa resulta la recuperación de Jonathan Tah, que hace poco más de un año acusaba una alarmante lentitud. Por su parte, el marfileño Odilon Kossounou (23 años) y el burkinés Edmond Tapsoba (25), han dado el salto hasta confirmarse como dos referentes en su puesto, donde destacan por su buena salida de balón.
5. Carrileros como cuchillos
A los 28 años, tras seis temporadas y media en Lisboa, la carrera de Alejandro Grimaldo parecía estancada cuando, el pasado verano, el Leverkusen acordó con el Benfica un traspaso a coste cero. En pocas semanas, el canterano del Barça pronto destacó por su juego por dentro, mientras por el costado derecho Jeremie Frimpong daba amplitud pegado a la línea. Las asombrosas cifras del valenciano (nueve goles y 13 asistencias en la Bundesliga) justifican por sí solas la llamada de Luis de la Fuente, que le hizo debutar con la absoluta el pasado noviembre en Chipre. Menos comprensible resulta la escasa confianza de Ronald Koeman en Frimpong, autor de 12 tantos y 13 pases decisivos en las tres competiciones.
Alonso, tras el pitido final ante el Werder Bremen.AFP
6. Actores de reparto
Sólo 72 horas después de un trabajadísimo 2-0 en la ida de cuartos de la Europa League, el Leverkusen alineó en el partido más importante del año a cuatro futbolistas (Nathan Tella, Robert Andrich, Piero Hincapie y Amine Adli) que no venían formando de inicio. A esta nómina de secundarios cabría añadir al croata Josip Stanisic, cedido por el Bayern, o el checo Patrik Schick, autor de goles trascendentales. El compromiso de todos con la idea y el hambre por la gloria casan bien con la juventud del Bayer. Con 26,9 años, su edad media es sensiblemente inferior a las de Inter (29,9), Real Madrid (28,1) o Manchester City (27,3). Entre los líderes de las grandes ligas, solamente Luis Enrique cuenta en París (25,5) con una escuadra más joven.
7. Una estrella de 20 años
No sólo se trata de que tras 41 partidos en tres competiciones acumule 17 goles y 18 asistencias. El fútbol de Florian Wirtz trasciende los números, porque siempre resulta aburdo intentar poner puertas a la fantasía. Partiendo desde la izquierda, jugando entre líneas, el mediapunta alemán es un especialista en los espacios reducidos. Con las medias casi por los tobillos, su juego es un canto al caos y la belleza. Con sólo 20 años ha dado el paso definitivo hacia el estrellato, pero en junio de 2019, con 16 recién cumplidos, ya fue una apuesta en firme del Leverkusen, que se lo arrebató, a cambio de 200.000 euros, a los odiados vecinos del Colonia.
8. Ojeador y arquitecto
Nadie recuerda sus tiempos como centrocampista trotón en el Oldenburg, pero la capacidad de Tim Steidten para detectar el talento ajeno le pronto se hizo célebre en la Bundesliga. Fue él quien llevó al Werder Bremen a un chaval pelirrojo del Chelsea llamado Kevin de Bruyne y quien dio confianza a Serge Gnabry, tras unos años calamitosos en el Arsenal y el West Bromwich Albion. En junio de 2019, Steidten aterrizaba en Leverkusen con su inquebrantable fe en la tecnología bajo el brazo. Hasta tal punto alcanza su afán de seguimiento que ha llegado a estudiar la frecuencia con la que un centrocampista gira la cabeza y observa lo que le rodea. Antes de fichar el verano pasado por el West Ham, sus mejores aciertos en el BayArena fueron Diaby -comprado al PSG a a cambio de 15 millones de euros y vendido al Aston Villa por 55- Frimpong, Tabsoba y Kossounou.
Wirtz, ante Paqueta y Emerson, durante el partido ante el West Ham.AFP
9. La prioridad es todo
Aunque tuvo que rematar antes de tiempo la rueda de prensa, bajo la amenaza de otro baño de cerveza por sus futbolistas, Alonso no dudó en dejar claras sus prioridades: "Queremos más, queremos la Copa y también la Europa League". A esta ambición, muy humana, se sumaron los homenajes a Christoph Daum y Klaus Toppmöller, sus predecesores en el banquillo que forjaron la leyenda negra del Neverkusen. De aquella derrota ante el Unterhaching (2-0) que hizo campeón al Bayern durante la última jornada (10/05/2000), a la volea de Zinedine Zidane en la final de Glasgow (15/05/2002). Hoy, las opciones de triplete del Leverkusen se trasladan al 25 de mayo, con la final de la Copa de Alemania frente al Kaiserslautern, penúltimo hoy en la Bundesliga 2. En cuanto a la Europa League, el Bayer defiende su 2-0 ante el West Ham. Los otros tres rivales rumbo a las semifinales (Benfica, Atalanta y Roma) no se antojan, en este momento, superiores.
10. Triunfar sin un goleador
Con 191 centímetros de altura y 91 kilos en la báscula, las comparaciones con Romelu Lukaku no sólo fueron cosa de Marc Wilmots, ex seleccionador belga. El juego de espaldas de Victor Boniface y su potencia en los duelos facilitan la tarea a los mediapuntas. Los balones en largo también resultan más factibles gracias a su corpachón. Sin embargo, el nigeriano (18 goles en 27 partidos de las tres competiciones) aún queda lejos de la efectividad del futbolista de la Roma. Como ya se había roto dos veces el ligamento cruzado en 2020 y 2021, su lesión en el aductor desató las alarmas en enero. Alonso quiso minimizar los efectos contratando a Borja Iglesias, pero el ex delantero del Betis sólo ha anotado un gol en 15 partidos.