El 12 de agosto de 2014, los 30.000 aficionados presentes en el Cardiff City Stadium disfrutaron, aún sin saberlo, de un acontecimiento histórico. Luka Modric y Toni Kroos saltaban juntos al césped para disputar un partido con el Real Madrid. El primero de una sucesión de 335. Casi una década exacta en la sala de máquinas del gran jerarca de la Champions. La época más gloriosa del Madrid, cerrada bajo el arco de Wembley con un abrazo para el recuerdo cuando Carlo Ancelotti decretó el cambio entre ambos.
“¡Pass, Luka, pass!”, reclamaba Kroos durante aquel primer partido, aquella la final de la Supercopa de Europa ante el Sevilla, resuelta con un doblete de Cristiano Ronaldo (2-0). Apenas unas semanas después de proclamarse campeón del mundo en Maracaná, el alemán mostraba una autoridad impropia para un debutante. Xabi Alonso, seducido por Pep Guardiola, acababa de abandonar la nave y él debía asumir el mando. En el inicio de la jugada, como primera opción para el pase de Sergio Ramos o Pepe, el alemán comandó el ataque en perfecta sintonía con Modric, evidenciando el error del Bayern, que le había dejado escapar a cambio de 30 millones de euros.
Kroos y Modric decidieron paladear las horas previas a la final ante el Dortmund como si no se tratase de una última vez. Tras el entrenamiento del viernes apuraron una sesión de disparos desde la frontal, la mayoría imposibles para Kepa Arrizabalaga. A sólo unos metros, Carlo Ancelotti asistía a la escena con el orgullo del padre que ha visto triunfar a los hijos en la vida. Su dinastía, a nivel numérico, se traduce en 46 títulos en el Bernabéu, con 213 victorias, 61 empates y 61 derrotas.
Di Stéfano-Gento, Maldini-Costacurta
A partir de hoy, con Kroos fuera y Modric deshojando la margarita, el Madrid buscará en el mercado, consciente de que será casi imposible encontrar reemplazos de igual valía. De modo que Aurelien Tchouaméni y Eduardo Camavinga, tras dos años de febril aprendizaje, tendrán que dar otro paso adelante. “Por encima de todo destaco su lectura del juego, su serenidad con la pelota y su colocación. Son muy inteligentes en el modo en que se posicionan”, destacó el ex viernes el futbolista del Mónaco, baja por lesión en la final.
En la Champions, Kroos y Modric han alzado cinco de los 10 títulos en juego. Un hito con el que igualan a otro binomio mítico, el formado por Alfredo di Stéfano y Paco Gento, que comandaron las cinco primeras Copas de Europa para gozo de Santiago Bernabéu (1956-1960). Este dominio en el máximo trofeo también les permite equipararse -casi en la mitad de tiempo- con Alessandro Costacurta y Paolo Maldini, caudillos de la defensa del Milan, que levantaron cinco Orejonas entre 1989 y 2007. Un escalón por debajo figuran Xavi Hernández y Andrés Iniesta, campeones cuatro veces con el Barça, en compañía de Leo Messi (2006-2015). Además, el bagaje del alemán y el croata durante sus 82 partidos juntos en la Champions se cifra en 53 victorias, 14 empates y 15 derrotas, con 173 goles a favor por 83 en contra.
“Mis favoritos para ganar el Balón de Oro serían Jude [Bellingham], Vinicius y Kroos, aunque no sea en ese orden», anticipó Modric en los micrófonos de la Cope. Cuando le insistieron, el ex mediocentro del Tottenham terminó mostrando sus preferencias: “Por relación de cercanía, amistad y tiempo que llevamos juntos me gustaría que fuese Toni”.
Wembley brillaba con un hechizo único aquella noche de martes. "El ambiente era increíble, por el colorido en las gradas y los cánticos de nuestra gente. Aquel día pensamos que podíamos ganar la Eurocopa", recordó Alan Shearer. El 18 de junio de 1996, los aficionados ingleses se animaron incluso con el Swing Low Sweet Chariot, el himno reservado al rugby en el templo de Twickenham. Muchos se frotaban los ojos ante semejante despliegue de juego. Al primer toque, con un fútbol vertiginoso y los dobletes de Teddy Sheringham y Shearer, Inglaterra había aniquilado 4-1 a Holanda, una de las favoritas. Su único momento de zozobra llegó poco antes del descanso, tras un despiste de la defensa. La norma que impedía ceder el balón al portero con los pies acababa de estrenarse en el torneo, así que muchos centrales aún no habían desarrollado los automatismos. De modo que David Seaman tuvo que corregir ante Dennis Bergkamp con la mejor parada del partido. El compañero que había querido entregarle el balón con un errático cabezazo se llamaba Gareth Southgate.
Por entonces, el actual seleccionador de Inglaterra era un prometedor defensa del Aston Villa, de 26 años, que disputaba su sexto partido con los pross. Una semana después del debut ante Suiza (2-0), cuando formó en la posición de líbero, Terry Venables quiso encomendarle la misión más delicada. Southgate debería hacerse cargo de Bergkamp. Sus condiciones físicas se adaptaban mejor al delantero del Arsenal que las de Tony Adams, cicerone durante su primera temporada en Highbury. Durante más de una hora, la intensidad de Southgate en cada salto, en cada balón dividido, abrumará a Bergkamp. El único destello del '10' se hizo esperar al minuto 79, con una deliciosa asistencia a Patrick Kluivert. De no ser por ese remate, Holanda hubiese caído eliminada en favor de Escocia por la diferencia de goles.
"Debemos admitir que nos han dado una lección en todos los aspectos", admitió Guus Hiddink, cuyo 3-4-3 se vio muy debilitado por las bajas de Edgar Davids, apartado por sus constantes indisciplinas, y el lesionado Frank de Boer. "Tuvimos suerte de marcar uno, porque el partido fue para 5-0 o 6-0", admitió su hermano Ronald. El talento de la Oranje, con cuatro titulares de aquel Ajax que venía dominando la Champions League, nada pudo hacer ante el torrente desatado por Venables. La acción del 3-0, iniciada por Steve McManaman y Paul Gascoigne, aún se celebra entre los analistas, por la generosidad con la que Sheringham cedió el balón para que Shearer ajusticiara a Edwin van der Sar.
"Dale las gracias por ello"
El vapuleo suponía todo un desquite para algunos veteranos como Seaman, Adams, Shearer o Paul Ince, privados del Mundial de 1994 tras un duro 2-0 en Rotterdam. Ronald Koeman, autor de un gol de libre directo y exonerado de la expulsión pese a un clamoroso derribo sobre David Platt, compartió protagonismo con Graham Taylor. El seleccionador inglés, objeto de innumerables críticas en la prensa, protagonizó una curiosa conversación con el juez de línea: "Sólo le estoy diciendo a su colega que el árbitro me ha ehado. Dale las gracias por ello, ¿quieres?"
La llegada de Venables, el técnico que había conducido al Barça a la final de la Copa de Europa de 1986, supuso un revulsivo para la FA y su complejo entorno, siempre acuciado por de las urgencias históricas. De hecho, tras el citado 4-1, las casas de apuestas empezaron a considerar muy seriamente a Inglaterra como candidata al título. Había eludido a Francia en cuartos para proseguir camino en Wembley, donde condenaría a España tras los errores de Fernando Hierro y Miguel Ángel Nadal en la tanda de penaltis.
Sin embargo, la dicha desde los 11 metros se agotaría frente a Alemania, con un error de Southgate en el sexto turno, iniciada ya la muerte súbita. Desde aquella fatídica semifinal hubo que esperar 22 años, hasta marzo de 2018, para ver a The Three Lions ganar de nuevo a los neerlandeses. Curiosamente, aquel 0-1 en el Amsterdam Arena, ya con Southgate a los mandos, fue el primer partido de Koeman como seleccionador neerlandés.
Cada mañana, Peppino, su padre, se ponía al volante para recorrer los 50 kilómetros que separan Reggiolo de Parma. Un hombre de pocas palabras, pero tifoso enfermizo del Milan, que se hizo enterrar con el uniforme oficial del heptacampeón de Europa. Cada 10 de mayo, fecha de su cumpleños, Carlo Ancelotti acudía puntual a felicitarle. Y la pasada semana, aprovechando un hueco previo a la final de Wembley, el entrenador del Real Madrid tampoco olvidó la visita al cementerio. Junto a él, su hermana Angela, que reside en la cercana Novi di Modena. Por las riberas del Po, el sol aprieta y la vida pasa despacio. Nadie olvida de dónde viene y todos saben que volverán. La gente se remanga a disposición del bien común, como tras el terremoto que devastó la zona, un 29 de mayo de 2012. Carletto, que nació, creció y salió de aquí camino de la eternidad, también regresará. Como uno más.
A la sombra de las almenas de la Rocca di Reggiolo, una fortaleza medieval cuyos muros resistieron los embates del seísmo, Fausto Mazza regenta el Ristorante Toscanini. «El jueves [16], a las nueve de la mañana, Carlo estaba sentado conmigo en esta misma mesa», revela, con la misma naturalidad con la que arrastra su corpachón entre los manteles. En su aire socarrón y hospitalario, en el apretón de sus manos callosas, cabe toda la Bassa Emilia. «Ancelotti proviene de una familia campesina muy pobre. Así que, pese a los éxitos, esa herencia siempre va a estar ahí. Dice mucho de él que un personaje de su relevancia entre aquí a saludar y a tomar un café con los amigos».
Junto a un banderín rossonero del Milan, Mazza guarda dos fotos como alhajas. Una, de 1974, el año que compartió junto a Carlo en el Reggiolo Calcio. La otra, de 1995, cuando organizó un torneo al que su camarada, entonces técnico de la Reggiana, quiso apuntarse. «A los 14 años todos queríamos ser profesionales, pero la mayoría no teníamos ni para las botas. Las que nos dejaba al club, a menudo no nos servían, porque ya las habían destrozado los mayores», recuerda Fausto. Y su sonrisa, deshilachada entre la barba entrecana, se despliega al presentar los cappelletti in brodo, especialidad gastronómica de la Bassa. Una pasta rellena sumergida en caldo de carne y aderezada con el toque preferido de Ancelotti: «Un dedo de vino tinto. Sólo un dedo».
«¿De verdad no se marcha?»
Entre las celebridades locales, la popularidad de Mazza rivaliza con la de Giancarlo Simonazzi, párroco de Santa Maria Assunta y guardián de la llave del Oratorio San Giuseppe. Entre sotanas y alzacuellos marcó sus primeros goles, hace casi medio siglo, aquel niño tan glotón. Pero de camino al número 96 de la Via Giacomo Matteotti hay parada preceptiva en la Ferretería Ancelotti. Gaetano y Roberto, remotos parientes por parte de abuelos, regentan el negocio. Son tan gentiles, tan a la vieja usanza, que hasta su duda enternece: «¿De verdad que no va a marcharse a Brasil?» Al fondo, varios militantes de Forza Italia faenan con las pancartas en una calle dedicada al ilustre mártir del socialismo. Los ojos de Don Giancarlo, casi octogenarios, ya parecen haberlo visto todo un par de veces. Pero cuando abre la cancela, también en su voz se derraman unos acentos de nostalgia.
«Todo este vestíbulo tuvo que reconstruirse tras el terremoto, aunque la parte de dentro no ha cambiado», explica el sacerdote, apuntando a un solar donde las matas de hierba crecen desordenadas. Hace tiempo que arrancaron las porterías y hay que forzar demasiado la imaginación. Así que mejor dejar constancia de la última prédica antes de partir. «Nadie podrá objetar nada de Carlo como futbolista y entrenador, pero a nivel personal, hay quien piensa que ha cometido graves errores». No hay forma, divina o humana, de sonsacarle algo más. Simonazzi habla y se mueve como aquel Don Camilo de las novelas de Giovanni Guareschi.
El Stadio Comunale Rinaldi, sede del Reggiolo Calcio.M.A.H.
Por estos contornos, los caminos son rectos y los vecinos conocen, terrón a terrón, cada palmo cultivable. En primavera, algunos diques se desbordan y el agua, fangosa, engulle las tierras bajas. Los mosquitos devoran. El sol curte incluso el pellejo de Adone Bertazzoni, labrador a tiempo completo y presidente, en los ratos libres, del Reggiolo Calcio. Como cada sábado a mediodía, Adone acude con su furgoneta al Stadio Comunale Rinaldi. Trajina con unas sillas de plástico y enseña al periodista las instalaciones municipales. «Carlo, como yo, viene de la tierra, de la estructura de la tierra. Por eso es un tipo tan humilde y trabajador». Bertazzoni, con sus ojillos vivaces y su dentadura de niño pobre, representa el testimonio de un mundo que se acaba.
«Tenemos un terreno fértil. Yo cultivo maíz, trigo y soja. Disfruto con mi vida tranquila y con mi casa en el campo», confiesa. Pero desde la construcción de la autopista a Brennero, la arcadia se ha visto azotada por el progreso. Comer Industries, suministradora de Jeep, y la farmacéutica Sarong, abrieron sede en los alrededores. Disminuyó el desempleo, aunque el orgullo de Reggiolo no se mide en datos macro. «En este club contamos con 50 voluntarios. Empezamos con niños de cinco años hasta el equipo senior. Siempre intentamos hacer bien las cosas. Ancelotti empezó aquí en 1974 y mira su trayectoria tan increíble». Bajo la tribuna principal, en un cuartillo carcomido por el polvo, se amontonan trofeos, testigos de aquel tiempo, cuando Carletto partió hacia Parma. Del Ennio Tardini, al Olímpico de Roma y San Siro. Del banquillo de la Reggiana a las puertas de su quinta Champions.
"Durante su primera etapa en la Reggiana tenía dudas sobre si valía para los banquillos"
Han transcurrido casi tres décadas desde aquel debut en los banquillos en la Serie B, quizá la fase menos conocida de su carrera. «En esa época Carlo estaba preocupado, con dudas sobre si valía o no, pero también tenía mucha motivación», apuntan sus conocidos de entonces. Reggio Emilia, capital de la región, no entendía el pésimo momento de un equipo que únicamente sumó cuatro puntos en las siete primeras jornadas. «Él siempre repite que fue uno de sus peores momentos. Incluso se planteó la dimisión, pero le dieron confianza y terminaron ascendiendo».
Adone Bertazzoni y Roberto Angeli.
Su filosofía originaria aún encaja en las horas previas de una séptima final de Champions: «Ninguna noche impide al sol salir por la mañana». No obstante, al éxito con la Reggiana le sucedió una repentina crisis. «Repetía a sus asistentes: "Esto es demasiado estresante". Decía que lo iba a dejar en tres o cuatro años. De hecho se ponía como fecha límite el año 2000».
La electricidad de un banquillo quizá sólo sea equipareble a la de la política. Y de eso va sabiendo lo suyo Roberto Angeli, con tres legislaturas ya a las espaldas. «Le conocí en casa de Angela, durante la fase de reconstrucción del pueblo. Hace tiempo que no nos vemos, porque siempre anda muy ocupado, pero cuando gana algún título hablamos por teléfono», comenta el alcalde de Reggiolo. Aunque comparta una casa en Vancouver con Mariann, su esposa, Carlo guarda otros proyectos para la jubilación. «Todos esperamos con ilusión su regreso a Reggiolo. Ya me han pedido un homenaje de bienvenida, así que lo recibiremos con los brazos abiertos. Organizaremos una gran fiesta en la que participará todo el pueblo», finaliza Angeli.
Entre la brisa mecida por los cerezos llegan ecos lejanos de la Champions. Algo especial habrá en la Emilia-Romagna, tierra de Arrigo Sacchi y Alberto Zaccheroni. O de Simone Inzaghi, natural de Piacenza y Stefano Pioli, de Parma. Sacchi revolucionó el fútbol, pero Ancelotti ha perfeccionado, como ningún otro, la fórmula ganadora.
El Ristorante Toscanini, el favorito de Carlo en Reggiolo.M.A.H.
Sus rutas gastronómicas
M.A.H.
Durante su niñez de posguerra y privaciones, la dieta semanal se limitaba a una sopa con tocino, unos huevos con cebolla y un trago de vino. Para los días de fiesta, alguna perdiz o gallina frita. El pequeño Carletto siempre tuvo buen apetito y el dinero del fútbol simplemente hizo aflorar su lado más gourmet. Apasionado del jamón ibérico y los caldos gran reserva, el técnico blanco no pierde ocasión, cuando viaja a su tierra, para el buen yantar. Entre sus rincones favoritos, el Ristorante La Pinta, en San Bernardino di Novellara. Regentado por Jeris Folloni, en sus paredes aún cuelga una foto del entonces centrocampista del Milan. De sus tiempos en el Parma queda registro en cada visita a la Hostaria da Ivan, situada en la pequeña localidad de Fontanelle di Roccabianca. Sobre estas líneas, el Ristorante Toscanini, su favorito de Reggiolo.
Si alguien esperaba a Christian Horner metido en su caparazón o rehuyendo a las cámaras, a menudo impertinentes, es que no conoce su carácter. Antes del mediodía de ayer, el jefe de Red Bull se pavoneaba por el paddock con la frente alta y una amplia
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