Djokovic sigue con paso firme su participación en el Open de Australia, donde ya se encuentra en tercera ronda tras vencer al local Alexei Popyrin. Pero una revelación durante una rueda de prensa del serbio está acaparando multitud de titulares en Melbourne. Y es que el número uno del mundo tiene una “relación especial desde hace 15 años” en la ciudad australiana. Una relación con un árbol.
“Me conecté con ese árbol. Simplemente me gustó. Me gustaban sus raíces y los troncos y ramas y todo. Entonces comencé a escalarlo hace años”, comentó Djokovic sobre la planta en cuestión, que se encuentra en un lugar secreto del Jardín Botánico de Melbourne. Nadie sabe donde se encuentra exactamente el árbol que calma y serena al serbio, que ya dijo que no desvelará su ubicación para poder tener su “propio tiempo” con él. “Ese árbol en particular, no puedo revelar cuál, intentaré mantenerlo con discreción cuando esté allí para tener mi propio tiempo. Me gusta conectarme con ese viejo amigo”, confesó.
“Me gusta visitar ciertos lugares que me han traído suerte y me hacen sentir bien. Por ejemplo, los jardines botánicos que tenemos cerca. Es un parque estupendo donde me gusta pasar tiempo en soledad junto a la naturaleza, caminando descalzo, abrazando árboles, haciendo estas cosas. Me encanta hacerlo. Lo he hecho durante los últimos 15 años”, añadió.
Para saber más
Pero pese a que se desconoce su ubicación, sí se sabe cómo es el árbol ya que Djokovic lo ha mostrado al mundo en un par de ocasiones. La primera fue en 2016, cuando el tenista compartió una imagen en sus redes sociales meditando junto a su ‘amigo’. “Este árbol ha estado aquí por mucho tiempo, mucho más que cualquiera de nosotros”, escribió. “¡Imagínese cuánta energía y sabiduría tiene! Estoy muy agradecido de poder pasar tiempo en la naturaleza. Así es el día libre”, escribió para acompañar al post.
En 2017 también enseñó al mundo su árbol favorito cuando, en otra publicación, se fotografió con él. “Mi amigo favorito de Melbourne. Soy muy feliz cada vez que nos conectamos”, expresó en ese momento.
Kylian Mbappé abrió el bote de ketchup contra el Betis. Tardó cuatro partidos y muchos dolores de cabeza, pero lo terminó haciendo. Sufrió él, sufrió Ancelotti, sufrió el Madrid y sufrió su afición durante tres encuentros complicados, pero finalmente el galo encontró portería. Anotó dos goles y dio el segundo triunfo de la temporada al conjunto blanco, que ya respira mejor hacia el parón.
Ancelotti asumió sus temores dando entrada a Ceballos en el once inicial. Después de las lesiones de Camavinga y Bellingham, el italiano había probado a Modric y Arda Güler como acompañantes de Tchouaméni y Valverde en la medular, pero ninguno le había convencido. Sin el francés ni el británico, el técnico no encuentra al sustituto natural de Kroos y no da con la tecla para que su equipo fluya en salida de balón.
El Madrid mejoró ante el Betis, porque empeorar la primera parte del duelo ante el Valladolid y los 90 minutos de Gran Canaria era tarea complicada. Estuvo más intenso, más generoso en los esfuerzos, más atento en las transiciones defensivas... Pero le siguió faltando chispa. Y sin chispa no hay gol. Y sin gol no hay puntos. Y sin puntos hay ansiedad. Y con ansiedad hay bloqueo. Y con bloqueo no hay chispa...
El conjunto blanco estaba entrando en una espiral peligrosa, en una angustia que se notaba en Ancelotti, en los jugadores y en un Bernabéu que volvió a pitar tímidamente a su equipo durante la primera parte. Fue un espejismo.
Y eso que el cuadro de Ancelotti encontró alguna luz al final de su túnel. Ese triángulo de la derecha que forman Carvajal, Rodrygo y Valverde produjo más situaciones que en las anteriores jornadas, y Vinicius y Mbappé se buscaron más que de costumbre. Todo necesario.
El brasileño y el francés se movieron entre líneas, intercambiando posiciones y estando más activos, pero fallaron ante Silva. En el 21, Vinicius le dejó un pase de la muerte a Mbappé que éste remató mordido, justo después de una buena parada de Silva a un cabezazo de Militao.
El Betis activó más al Madrid que el Valladolid. Se atrevió a presionar y partió un poco el duelo, lo que le dio espacio a los delanteros madridistas, agradecidos. Pero ni así.
En el 38 llegó la mejor acción, Mbappé recibió de espaldas en el centro del campo, regateó a su par y aceleró para buscar a Vini, que terminó centrando a la llegada del galo. No llegó, pero vibró por fin el Bernabéu ante sus dos estrellas. El descanso aterrizó con otro 0-0 y el Madrid respondió con un asedio sobre la portería del Betis. Un ataque constante más por empuje que por fútbol, más por necesidad que por táctica. Y eso, para qué negarlo, también gusta al Bernabéu, animador de soldados.
Vinicius se encontró con el palo tras un disparo desde lejos, Mbappé falló el rechace, Rodrygo se estrelló con Silva... Era el minuto 54 y los locales ya vivían en el área rival.
Llegó entonces la polémica y la rabia. Algo lógico entre tanta frustración. Vinicius pidió un penalti por mano de Llorente y Ceballos otro tras una entrada de Sabaly. Alberola Rojas no señaló ninguno y el brasileño enfureció, viendo una amarilla por protestar. Chamartín respondió con abucheos y el conjunto blanco ganó energías.
Brahim, la chispa
Ancelotti se atrevió con la entrada de Brahim y Fran García por Ceballos y Mendy y el andaluz respondió dando más amplitud al ataque madridista. En el 67, Rodrygo inició un eslalon en la frontal, cedió para Valverde y el uruguayo se inventó un taconazo hacia el desmarque de Mbappé que el francés convirtió en gol. Con la zurda, al palo derecho de Silva. Fue su primer tanto en Liga y el final de su pequeña ansiedad.
Por si fuera poco, cinco minutos después el galo sumaría su primer doblete. Brahim se inventó un zigzag hacia el área y vio el movimiento de Vinicius al espacio, el brasileño llegó antes que Silva y cayó derribado. Alberola Rojas no señaló nada, pero el VAR le avisó de la pena máxima. Mbappé, intercambiando rol con Vinicius tras el tanto del brasileño ante Las Palmas, anotó desde los once metros.
El Madrid descansará en el parón a cuatro puntos del Barça, más lejos de lo esperado, pero con menos lluvia sobre sus hombros.
Hace poco más de un año, Shohei Ohtani dejó Asics para firmar con New Balance un acuerdo de patrocinio del que apenas se conocen detalles. Ni de su duración, ni de su cuantía económica. Sin embargo, los especialistas del sector dan por hecho que la estrella de las grandes ligas de béisbol, el deportista mejor pagado de la historia, percibirá una cantidad similar a la que New Balance abona a Kawhi Leonard, alero de los Clippers: cinco millones de euros anuales. Una suma astronómica en comparación a las de otros referentes de la marca, como la tenista Coco Gauff, el extremo del Arsenal Bukayo Saka o la vallista Sydney McLaughlin, doble campeona olímpica en Tokio. New Balance, una multinacional con 5.000 millones de euros en beneficios -más del doble que hace una década- lucha hoy encarnizadamente por su cuota de mercado. De hecho, durante el último lustro, su división de marketing ha incrementado el presupuesto en casi un 40%. Sin embargo, la coyuntura actual supone una anomalía histórica para New Balance, la firma que durante décadas diseñó el mejor calzado de running dejando de lado a los ídolos del deporte.
La idiosincrasia de New Balance, la que le permitió abrirse paso frente a competidores más poderosos, se ha cimentado en dos pilares: pragmatismo y calidad. "Han conseguido competir con Nike o Adidas, a pesar de vender zapatillas a precios elevados, gracias a una estrategia de promoción basada en demostrar que son tecnológicamente superiores", explica a este diario Kelly Cuesta, especialista en imagen de marca, marketing y comunicación de la Universidad Europea. Sólo así se explica que una firma con un diseño tan sobrio y con una paleta de colores tan reducida sea tan popular. Y sólo así puede entenderse el titánico esfuerzo de Jim Davis para edificar su imperio.
El 18 de abril de 1972 fue un día de esperanza para el atletismo. Por primera vez, tras 76 años de prohibición, ocho mujeres pudieron inscribirse en el Maratón de Boston. Aquel domingo, aprovechando el foco mediático, Davis cerró por 100.000 dólares la compra de una firma con más de seis décadas de experiencia en la fabricación de calzado deportivo. Aunque esa cantidad haya que multiplicarla por siete para adaptarla a los estándares actuales, lo cierto es que New Balance era una humilde empresa que elaboraba a mano un centenar de pares diarios. Un negocio pensado por y para el público estadounidense. De los antiguos dueños, Davis recibió un doble mandato: conservaría el tallaje del ancho de las zapatillas -su sello distintivo ante la competencia- y mantendría en nómina a ese puñado de trabajadores tan cualificados. Él aceptó gustoso. Su objeto era preservar el legado, aunque adaptándolo a las nuevas exigencias de una clientela cada día más volcada en el jogging y el running.
El diseñador de los Starbucks
Al poco de ponerse manos a la obra, el nuevo propietario otorgó plenos poderes a Terry Heckler para afrontar un rediseño integral. Por entonces, el diseñador del logo de los cafés Starbucks manejaba la opción de un cambio de nombre, dado que New Balance remitía a los albores de la marca, nacida en 1906 como fabricante de plantillas ortopédicas. Heckler, sin embargo, apostó por el continuismo, aunque redujo el logo a una N que a muchos les recordaba a Nike. A él no le importó en absoluto. Su otro precepto tampoco era negociable: cada modelo debía identificarse con un número. De este modo, la percepción no fluctuaría en función de los nombres y los clientes decidirían de un modo más objetivo. "De este modo comunica una sensación de orden y claridad en su oferta, lo que puede ser atractivo para los consumidores que buscan simplicidad y transparencia en sus decisiones de compra", abunda Cuesta, consultora y especialista en branding.
Allá por 1976, la N de Heckler apareció por primera vez en las 320, elegidas por la revista Runner's World como las mejores zapatillas de running de aquel año. En 1982, esa misma publicación volvería a coronar a las 420 por su tecnología Lunaris Pillow, que absorbía el impacto de la pisada. Las innovaciones y el reconocimiento de la crítica dispararon las ventas. Ni siquiera los 50 dólares de la 620, confeccionada en nylon y anunciada como "más ligera que el aire" -en clara alusión a Nike- disuadieron a los compradores. En aquel crucial 82 llegó otro salto al vacío con las 990, las primeras zapatillas que superaban los 100 dólares. "Cuando compras New Balance sabes que obtendrás productos que resisten la prueba del tiempo, tanto en calidad como en estilo. Han sabido posicionarse siempre como una marca confiable y de alta calidad, que prioriza la comodidad y el bienestar de sus clientes sobre la moda o las tendencias pasajeras", analiza Cuesta.
Pese a su indudable crecimiento, a finales de los 80, New Balance ni siquiera alcanzaba el 3% de cuota de mercado. Es cierto que en las tiendas podía competir de igual a igual frente a adversarios como las Adidas Oregon, las Nike Tailwind o las Saucony Jazz, pero el nicho del running ya no parecía lo bastante amplio. Así que hubo que recurrir al baloncesto. Davis pudo reclutar a Charles Oakley, Dennis Rodman o M.L. Carr, pero el golpe de efecto llegaría con James Worthy. Tras muchas discusiones, sus ejecutivos le habían convencido para que pagase un millón de dólares al alero de los Lakers. A partir de 1987 calzaría las 790, unas botas tan resistentes y elásticas como para anunciarlas como Trust-Worthy (dignas de confianza). Sin embargo, apenas tres años más tarde, Worthy fue sorprendido en un hotel de Houston por tres agentes de paisano cuando solicitaba los servicios de una prostituta. Fue la puntilla para Davis, un tipo de férreos principios morales. Harto de los caprichos y los divismos, Davis se lanzó en 1992 a la campaña publicitaria que le granjearía fama universal.
"Endorsed by no one (Respaldados por nadie) les posicionó como una marca auténtica y centrada en el producto. A lo largo de los años, les ha ayudado a consolidar su reputación como una firma innovadora y de calidad, atrayendo a consumidores que valoran la originalidad, la autenticidad y la excelencia", añade Cuesta sobre aquella apuesta. La que, según otro de sus eslogan, les permite "vestir a las top-model en Londres y a los padres en Ohio". La estricta ética de trabajo de Davis es leyenda en el cuartel general de Boston. Por allí aún cuentan una vieja historia. Tras ser contactado por la Casa Blanca, el jefe no pudo devolver la llamada al Despacho Oval porque años atrás había prohibido a sus empleados usar el teléfono para estos fines.
Clinton, Obama y Trump
Davis apostó siempre por la eficiencia y la perdurabilidad, por unas zapatillas azules o grises con las que cualquiera se sintiera cómodo, fuese corriendo la Maratón de Nueva York o comprando un bolso en la Sexta Avenida. Ese fue la herencia recibida por la familia de Arthur Hall y la que ha ido inculcando a su hijo Chris, actual jefe de marketing. Para mal o para bien, New Balance sigue siendo un negocio familiar que no responde ante ningún consejo de administración. Por eso se ha resistido a la deslocalización en países asiáticos, limitándose a sus cinco factorías de Estados Unidos e Inglaterra. Aunque utilice materiales importados, el objetivo prioritario pasa por obtener la preciada etiqueta Made in USA, otorgada por la Federal Trade Commission (FTC).
El patriotismo sigue otorgando jugosos beneficios a una marca anclada en la tradición e identificada con el hombre blanco estadounidense. Entre otros, Bill Clinton, un fanático del jogging que llegó a construirse unas instalaciones privadas en los alrededores de la Avenida Pennsylvania para mantener a raya los gastos de seguridad. Barack Obama recibió asimismo unas 990 customizadas antes de verse envuelto en una virulenta controversia a propósito del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP). "Con el presidente electo Donald Trump creemos que las cosas van a avanzar en la dirección correcta", advirtió Matt LeBretton, un alto ejecutivo de New Balance. El populismo de Trump se oponía a un acuerdo de libre comercio presuntamente perjudicial para los productos Made in USA. En cualquier caso, unas horas más tarde centenares de zapatillas New Balance ardían en llamas a lo ancho del país como señal de protesta.
"Hay una buena razón por la que cuesta más que cualquier otra zapatilla de running. Cuesta más porque ofrece más"
Campaña publicitaria de las 1500
Mucho más digerible fue el aura beatífica de Steve Jobs, que guardaba en el armario unas 990 para cada día de la semana. Tras su muerte, la revista Time dedicó al cofundador de Apple un especial a título póstumo con una portada donde sólo ese modelo destacaba entre su espartano outfit. El precio de aquel modelo aún fue superado por las 1300, que en 1984 se vendían a casi 150 dólares (en torno a 400 al cambio de hoy). Una cifra exorbitante que mereció otro anuncio inolvidable bajo el titular Hipoteca tu casa. "Hay una buena razón por la que cuesta más que cualquier otra zapatilla de running. Cuesta más porque ofrece más". Según varios estudios, podían resistir sin deteriorarse algo más de 1.600 kilómetros.
En el mundo de la farándula (Timothée Chalamet, Emily Ratajkowski, Kanye West, Pharrell Williams...) hoy todos suspiran por unas New Balance, la marca que hasta hace nada los adolescentes rechazaban por demodé; quien sale a correr a diario conoce de memoria el canónico perfil de las 574, con su fantástica amortiguación ENCAP; por no hablar de aquellos atletas profesionales que a finales de los 80 recomendaban el uso de las estilizadas 1500 porque, según decían, aceleraban el proceso de recuperación de las lesiones. "Lo más increíble de New Balance es su capacidad para trascender las barreras socioeconómicas. Siempre entendieron cómo posicionar su producto ante diferentes segmentos de clientes, algo difícil de alcanzar", finaliza Cuesta.