Entrevista
Es la primera árbitra en activo en ACB en ser madre, aunque el proceso no fue sencillo. “Siento que he roto una barrera. Y estoy orgullosa”, admite, en su primera entrevista ya de vuelta a las canchas.
Acaba de aterrizar de Irlanda, paso previo por Portugal, casi una semana alejada de Max, dirigiendo partidos de clasificación para el Eurobasket femenino. Unos días de pausa en Borrasá antes de volver al tajo, el viernes vuelo a Tenerife para el encuentro de Liga Endesa… Yasmina Alcaraz (Figueras, 1989), árbitra por herencia paterna –Antonio sigue en activo a sus 59 años-, y “por ganarse un dinerito” cuando era adolescente y también jugaba, se siente orgullosa. “He roto una barrera”, cuenta a EL MUNDO en mitad del frenesí de la vida de una colegiada de primer nivel europeo.
Es una pionera, un ejemplo para el porvenir, la primera árbitra en activo en ACB en ser madre. Pero el proceso no fue sencillo. Hubo “miedo”, “incertidumbre”, cómo no. En cinco años, ascenso meteórico, pasó de arbitrar en EBA a debutar en Liga Endesa y pitar partidos internacionales. “Vértigo”. Pero el otro anhelo, el personal, el familiar, estaba ahí. Detuvo su carrera más tarde de lo que le hubiera gustado y a finales de abril nació Max.
Embaraza de él, sin que nadie lo supiera, Yasmina siguió arbitrando con una condición propia, “estar al nivel de las competiciones”. “Si veía que no podía dar el 100%, paraba. Y eso pasó en diciembre, embarazada de cinco meses. Tuve suerte de que no me salió mucha barriga, porque física y estéticamente no es muy adecuado. Mis compañeros se pensaban que había cogido unos kilos. En enero se hizo público”, explica.
- ¿Cómo fue el proceso?
- Era un deseo que teníamos desde hace tiempo y que estaba pospuesto por mi carrera arbitral. Por parte de mi chico hubiéramos sido padres bastante antes. Pero no quieres parar, porque nunca sabes, ves posibilidades. No quieres poner palos a tu ascenso. Se retrasó más de lo que debería. Alrededor había varios amigos que estaban teniendo problemas para ser padres y decidimos que era el momento de intentarlo. Ese verano tenía mil torneos internacionales. Y me quedé embarazada antes del Mundial de septiembre en Australia. Decidimos no comunicarlo, porque quería seguir con el arbitraje si no había riesgo. En la ACB se enteraron antes que mi familia, creía que era importante.
- Tuvo miedo a que su embarazo pudiera afectar a su carrera.
- Sí, lo retrasamos porque podía influir en mi proceso de llegar al máximo nivel. Tienes la incertidumbre de si va a afectar o condicionar mi progresión. Por suerte en la ACB hay un convenio por el que se guarda la plaza hasta un año después de dar a luz. Cuando hablé con el departamento no me pude quedar más tranquila, todo fueron facilidades. Me dijeron, ‘tranquila, que te vamos a esperar. No va a hacer que tu progresión cambie’. Das por hecho que es así, pero no está de más que te lo digan y que se demuestre. Como está siendo.
- ¿Cómo recuerda el día del retorno a las pistas?
- Mi primer partido fue un Real Madrid-Zaragoza, a los cuatro meses de nacer Max. Entrar en la pista y que ciertos jugadores a los que tienes respeto y que han sido ídolos te den la enhorabuena por tu niño y por todo el proceso… es una pasada. Físicamente estaba preparada, había estado corriendo hasta una semana antes de dar a luz, y pasé las pruebas. Pero en los primeros partidos me sentía fuera de sitio. Te frustras. Trabajo con una psicologa y un psicopedagogo y me pedían paciencia. Me enfadaba, quería más. A nivel mental y visual, tuve unos malos momentos, la verdad. He tenido que coger el ritmo, porque es una liga muy exigente, muy rápida, con muchas cosas a valorar. Ya estoy totalmente rodada. Y es gracias al trato de mis compañeros.
- No habrá sido sencillo separarse de tu bebé.
- Hasta que no eres madre no te das cuenta lo que se siente, la conexión que tienes con tu hijo, lo que puedes llegar a echarle de menos. Y del sentimiento de culpabilidad de no estar, de perderte cosas que haga por primera vez. Eso es duro. Esos días que te vas se te encoge el corazón. Es difícil. La primera vez que salí fue el clinic de pretemporada, cuatro días en Valencia, y fue una prueba de fuego. Me subí al tren y no podía parar de llorar. Ahora parece que cuesta un poco menos. Pero el día que me diga, ‘mamá no te vayas’, no sé cómo voy a reaccionar. Supongo que todo es aprender.
- ¿Considera que ha roto una barrera?
- Sí, por supuesto. Y estoy orgullosa. Antes de ser madre me costaba más este tema, porque antes de mí ha habido mucha gente que ha roto techos de cristal. En la ACB he sido la primera. Aunque no me gusta llamar la atención y explicar algo que es normal, entiendo que se tiene que hacer público para normalizarse. Eso hace que se rompa una barrera o que se abran puertas para que en un futuro haya más como yo y no se tenga que hablar de ello.
- Hace unos días, su compañera Paula Lema (junto a ella y Elena Espiau fueron el primer trío femenino en arbitrar un partido masculino en España, en 2018), sufrió un horrible episodio de insultos machistas en una cancha. ¿Esto sigue pasando?
- Fue desagradable, es una llamada de atención para no olvidar que todavía hay trabajo por hacer. Paula es mi amiga, hemos hablado, me sabe mal lo que le ocurrió. Sabemos que los insultos son parte de nuestro trabajo y lo vivimos a menudo. Pero en este caso fue algo muy particular, muy personal hacia ella y muy visible. Normalmente sólo escuchamos ruidos y abucheos e incluso eso te hace estar más concentrada en el partido. Pero cuando es una persona o un pequeño grupo de personas el que te increpa… Somos personas y nos afecta. Todavía queda mucho ámbito social por recorrer y mejorar. Cuando salgo de España me doy cuenta de que en nuestro país hemos avanzado bastante. En otros sitios de Europa y en otros continentes están mucho más por detrás. Fuera ves cosas todavía que nosotras ya no vivimos aquí.
- Desde sus inicios a la actualidad, ¿ha notado algo de evolución, de mejora?
- Ha habido una evolución positiva, pero creo que el cambio más drástico se produjo antes. Tengo antecesoras como Pilar Landeira y Anna Cardús que han vivido momentos mucho peores. Es un trabajo duro y muy solitario. No he llegado al extremo de pensar en tirar la toalla, pero sí he sufrido entrar a una pista y que todo el mundo te mire porque ahí nunca había arbitrado una mujer. No he tenido un trato vejatorio por parte de los equipos, pero sí caras raras… A veces no saben cómo actuar, cómo dirigirse a ti. Incluso jugadores de otras culturas, internacionales de nuestra liga, que tienen a la mujer en un plano inferior y ni te dirigen la palabra o no te escuchan cuando les hablas o te faltan al respeto por ser mujer.
- ¿En el extranjero la situación es peor?
- Sí, incluso por parte de los propios compañeros. Hay compañeras europeas que sufren un trato irrespetuoso y machista. No se las evalúa por su nivel arbitral si no por el hecho de ser mujer y eso está bastante retrasado en el tiempo. Fuera escuchas comentarios o actitudes que te chocan bastante. O que te faltan al respeto directamente. En la Euroliga femenina, cuando soy la árbitro principal, a algunos compañeros les cuesta tener que seguir la estela de una mujer. El otro día lo hablaba con Sandra [Sánchez], que fuera nos encontramos con cosas que no nos pasan en España. Son detalles, pero son despectivos hacia nuestro género y hacia nuestro trabajo. Nosotras lo que queremos es que nos consideren como uno más. Eso por suerte, lo tengo en ACB.
- ¿Cómo se siente en un mundo de hombres?
- Toda mi vida he estado rodeada de hombres. Incluso en la carrera (estudió INEF). Por eso creo que estoy cómoda, es mi normalidad. Intento tener buena relación con mis compañeros. Arbitrar es lo suficientemente duro como para que encima nosotros nos echemos piedras.
- Su marido es entrenador de fútbol. ¿Percibe menos respeto en su deporte?
- Ha sido jugador y es entrenador de un juvenil. Es una barbaridad la diferencia que hay. Es increíble el ambiente y lo que puedes llegar a escuchar en un campo de fútbol. Ya no sólo por parte de padres y familiares, los propios jugadores en el campo. Es desproporcionado si lo comparas con el baloncesto. Hay insultos y faltas de respeto. El gesto del brazo de mandar a freír espárragos… eso en el baloncesto está bastante erradicado y muy sancionado. En un campo de fútbol es un automatismo. Lo que le pasó a Paula es algo común. Yo no sería capaz de arbitrar en un campo de fútbol. Nosotros aguantamos cosas, forma parte de nuestro trabajo, pero en el fútbol es bastante peor. Da vergüenza. Y no sólo en el nivel más alto. Hay padres que se piensan que sus hijos van a llegar a sacarles de pobres por jugar al fútbol y vale todo. Por suerte en casa, la figura arbitral está muy respetada.
- ¿Qué sueños le quedan por cumplir?
- He estado en un Mundial femenino, pero llegar a los Juegos Olímpicos…. Hay unos muy cercanos que los veo complicados. Pero puedo aspirar en el futuro. Mi objetivo es crecer dentro de la ACB. Y a nivel internacional poder aspirar a la competición masculina, que todavía cuesta un poquito que nos den partidos a las chicas en Europa. Y que Max me vea arbitrar en una pista, eso me hace ilusión.