GP de Hungría
El líder del Mundial otorga la duodécima victoria consecutiva para su equipo, que supera el registro de McLaren en 1988. Sainz, octavo y Alonso, noveno, sin opciones de podio.
Cumplido el ecuador del Mundial, con un par de estrambóticos cambios de reglamento incluidos, el abuso de poder de Red Bull se mantiene tan vigente como el primer día. Si la gente se aburre no es inconveniente para Max Verstappen, que ganó en Hungaroring con 33 segundos de ventaja sobre Lando Norris, escoltado en el podio por su compañero Sergio Pérez, noveno en la parrilla. Hechos irrefutables contra los que no pudo luchar Lewis Hamilton, autor de la pole, pero cuarto en la meta tras una carrera nefasta. Tampoco Carlos Sainz y Fernando Alonso cuentan con recursos para inmiscuirse entre los mejores. Tal y como rueda el campeonato, la única duda es si Red Bull dejará algunas migajas para el resto.
Sainz, octavo en la meta, bastante tuvo con sobrevivir a los errores de Ferrari. Alonso, noveno, ni siquiera pudo obsequiarnos con algún coletazo de genio. Relegado a esa zona media donde tanto había penado en Alpine, el asturiano se vio arrastrado por lo anodino. Sin ritmo en su Aston Martin, claramente por detrás de McLaren y Mercedes, el domingo fue un mero trámite para llevar algún punto al garaje. Dos para él y uno de Lance Stroll. Este bagaje, que a comienzos de curso podría interpretarse como aceptable, se antoja ahora escaso.
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Desde otra dimensión, más allá del espacio-tiempo, hay que evaluar a Red Bull, que en Hungaroring batió otro récord de leyenda: 12 victorias consecutivas, una más que McLaren en 1988. La novena en 11 carreras de Verstappen. Y el sexto podio para Pérez, capaz de resistir los postreros embates de Hamilton pese a la debilidad de sus neumáticos. Se puede glosar de mil maneras esta tiranía, pero ninguna hará verdadera justicia a lo conseguido por Christian Horner y Adrian Newey.
Drama de Alpine
Hace no tanto, Mercedes se encontraba en una situación similar, pero ahora cualquier soplido sacude su estructura. Como esta salida en Hungría, cuando Hamilton se centró en la defensa frente a Verstappen, olvidando lo que sucedía un poco más allá con los McLaren. Allí dejó su privilegiada pole para despeñarse hasta la cuarta plaza. El drama de Alpine, con un incidente entre Pierre Gasly y Esteban Ocon, desencadenó el doble abandono francés, un drama homologable al GP de Australia.
Mal fario para los herederos de Renault, dado que la mayor cuota de responsabilidad hubo de atribuirse a Guanyu Zhou, clavado en los tacos de salida y a demasiadas revoluciones ante Daniel Ricciardo, que terminó por llevarse por delante a los hombres de Otmar Szafnauer. Los comisarios actuaron de inmediato contra el piloto chino, aunque su sanción de cinco segundos, la mínima contemplada por el reglamento, debe calificarse como insuficiente.
En contraste con tanta calamidad, la puesta en marcha de Sainz con los neumáticos blandos fue magnífica. De la undécima a la sexta plaza, a la estela de Charles Leclerc, intocable para el estado mayor de Maranello. A la valentía de Carlos habría que sumar el temple de Alonso, que bastante hizo con sujetar a Sergio Pérez antes de que el Red Bull, asistido por su DRS, le arrebatase la séptima plaza a final de recta.
“¿Habéis apagado el motor?”
Cuando Sainz observó al mexicano por los espejos ya dijo a sus ingenieros que entraría de inmediato para renovar su calzado. En realidad, le tendrían que haber metido en boxes mucho antes para montar los duros nuevos. Aun con el error estratégico, el madrileño, de nuevo undécimo por delante de Stroll, al menos no se vio expuesto a la metedura de pata de los mecánicos rojos con Leclerc. Se atascó la rueda trasera izquierda y la parada del monegasco iba a demorarse 9,4 segundos.
Aunque para disgusto, el de Hamilton, que intentaba el undercut ante Norris cuando de pronto se vio nueve segundos por detrás. El clásico It’s hammer time, grito de guerra de su ingeniero, coincidió con una debacle para el heptacampeón, incapaz de meter en temperatura sus gomas duras. Su cáustica pregunta debió de escocer en el garaje de Mercedes: “¿Habéis apagado el motor?” Por no quedarse callado, Pete Bonnington respondió que perdían demasiado tiempo en la recta y en las curvas 10 y 14.
Con los McLaren sin recursos ante un Verstappen inabordable, hubo que bucear en la letra pequeña para no aburrirse demasiado. En la vuelta 47, Pérez envió a Piastri sin contemplaciones hacia la hierba. La FIA, como viene siendo habitual en las últimas carreras, dejó sin castigo a Checo, pero mostró una bandera blanca y negra al australiano por superar la línea blanca en la curva 4. Mientras, Leclerc añadía otra muesca a su aciago domingo al superar los límites de velocidad en el pitlane, sancionado con cinco segundos. Como así no encajaban los planes, Cedric Vasseur ordenó un undercut para que el monegasco recuperase la posición ante Sainz.
A 18 giros para el final, Verstappen cumplió el último trámite en boxes para reincorporarse al asfalto con 12 segundos sobre Norris. Con el compuesto amarillo, sin tráfico ni otras menudencias, el bicampeón mundial paró el reloj en 1:20.504, casi tres segundos mejor que los registros de McLaren. Una vuelta rápida para derretir a la lógica. Con 46ºC sobre el asfalto y con los nuevos compuestos de Pirelli, que nadie ose tampoco desafiar al próximo campeón del mundo.