Después de una segunda semifinal dominada por la emotividad, serán Aryna Sabalenka e Iga Swiatek quienes repitan este sábado la final del pasado año en el WTA 1000 de Madrid. La bielorrusa, defensora del título, buscará así su tercer triunfo en la capital, e igualar el registro de Petra Kvitova, tras imponerse a Elena Rybakina por 1-6, 7-5 y 7-6 (5), en dos horas y 17 minutos. Antes, Swiatek, primera favorita, derrotó a Madison Keys por 6-1 y 6-3.
Las dos mejores jugadoras del circuito volverán a cruzarse así en la final más atractiva en la Caja Mágica. Sabalenka, campeona este año en el Abierto de Australia, estuvo al borde de la lona, cuando su rival falló una derecha franca a media pista que le hubiera situado con pelota de partido al servicio en el décimo juego del segundo parcial.
“No sé cómo logré resucitar en el segundo set. Será una gran batalla. Hemos jugado grandes partidos”, comentó la vencedora respecto al encuentro contra la tenista polaca. Se han enfrentado en nueve ocasiones, con seis triunfos de Swiatek, que logró la victoria en el más reciente, en las semifinales de las WTA Finals.
Hace un año, Carlos Alcaraz se presentó en Queen's sin demasiadas pretensiones. Se trataba de probarse sobre una superficie casi desconocida, de afinar la raqueta y llegar en la mejor disposición posible a Wimbledon. Tras un comienzo difícil frente a Arthur Rinderknech, ganó el torneo. Poco después asaltaba el All England Club y derribaba en la final a Novak Djokovic. Este martes, en su primer partido tras levantar la copa en Roland Garros, el número dos del mundo inició la defensa del título en el torneo que le servirá de prólogo para Wimbledon ante el argentino Francisco Cerúndolo, con quien había peloteado recientemente, antes de conocer que el azar les haría confjuir de inicio. Sde impuso por 6-1 y 7-5, en una hora y 18 minutos y jugará este jueves en segunda ronda ante el vencedor del partido entre Mariano Narvone y Jack Draper, que se disputa este miércoles.
El español despegó como un tiro y se llevó el primer parcial en un suspiro, pero encaró después dificultades inesperadas. No le bastó con recuperar en el noveno juego el servicio perdido en los comienzos del parcial, pues fue a continuación, con su propio saque, cuando se topó con tres bolas de set adversas, ninguna de las cuales fue capaz de convertir el jugador argentino.
Acompañado por Samuel Sánchez, como ya sucediera en el venturoso 2023, Alcaraz cuenta ya con la experiencia adquirida. La hierba consiente menos distracciones que cualquier otra superficie, y bien pudo haberle cobrado la irregularidad en el segundo set, sobre todo tras una doble falta y una dejada que murió en la cinta. Aprovechó la puerta que le abrió su rival, incapaz de sostenerse con su saque en el tramo que se reveló definitivo.
"El primer partid en cada torneo nunca es sencillo, menos aún en hierba. Tenía que responder a las expectativas. Estoy contento con lo que he hecho. He superado situaciones comprometidas tanto con el saque como con el resto. Aún estoy aprendiendo cómo moverme y desenvolverme en esta superficie", comentó a pie de pista.
Madrid ya no espera a Rafael Nadal. Quedaron las lágrimas en su palco, donde le acompañó, como es habitual toda su familia. Quedan las lágrimas de Diego Pablo Simeone, uno de los testigos privilegiados de su última gran noche, pues lo fue, poco importa que esta vez no lograse sumar una victoria más a las 58 obtenidas a lo largo de sus 20 participaciones en el torneo, ningún título más a los cinco que deja entre su legado. Más triunfos que nadie. Más títulos también.
Es el final de una larga historia, el momento en el que ninguno de los 12.5000 aficionados que llenaron la pista Manolo Santana hasta la madrugada del miércoles para acompañarle hasta que su silueta desapareció hacia los vestuarios quería siquiera imaginar.
El chico, aquel que empezaba a construir su carrera casi en los albores del torneo, ya había dado muestras de ser un aventajado, con su brillante contribución a la conquista de la segunda Copa Davis de España ante Estados Unidos, en la final de Sevilla, derrotando a Andy Roddick con tan sólo 18 años. La temporada siguiente ganó en Montecarlo, Barcelona, Roma y su primer Roland Garros.
Nadal había debutado en el Masters de Madrid en 2003, en la segunda edición del torneo. Perdió de entrada con Álex Corretja. En 2004, poco antes de su eclosión en la Copa Davis, ganó a Davide Sanguinetti y cayó frente a Vincen Spadea. Fue en 2005 cuando logró el primero de sus cinco títulos, cuando aún se jugaba en otoño, en pista rápida y bajo techo, en el Rockódromo de la Casa de Campo, antes del convulso cambio a la primavera y a la arcilla, que se produjo en 2009 y de entrada no contó con su respaldo.
Detalle para Rafa Nadal.THOMAS COEXAFP
Gloria y dolor
La final contra Ivan Ljubicic fue uno de los episodios en los que se empezó a forjar su leyenda de extrema combatividad. Irreductible, superó al croata, entonces número 12 del mundo y un especialista en la superficie, por 3-6, 2-6, 6-3, 6-4 y 7-6 (3), en tres horas y 53 minutos. No le bastó a Ljubicic con los dos sets de ventaja y los 32 saques directos, alguno de los cuales alcanzó los 239 kilómetros por hora. Espoleado por el público, en la atmósfera cuasifutbolística que ha caracterizado el Masters 1000 de Madrid desde su nacimiento, Nadal se sobrepuso a los problemas físicos y dio a la gente aquello que pedía: una victoria con sangre, sudor y lágrimas. Fue su último partido hasta el torneo de Rotterdam. Ahí se empezaron a manifestar los problemas crónicos en el escafoides tarsiano del pie izquierdo, el síndrome de Müller-Weiss que tanto daño le ha causado a lo largo de su trayectoria. Toni Nadal, entonces su entrenador, llegó a comentar entonces sus dudas respecto a que pudiera seguir compitiendo al más alto nivel. No volvió a jugar hasta febrero de 2006, en Marsella.
«La final de 2005 fue el principio de muchos de los males que he tenido en mi carrera deportiva, pero es uno de los recuerdos más bonitos. Me partí el escafoides por la mitad durante el partido y al día siguiente no podía andar», recordaba tras el partido frente a Jiri Lehecka.
Madrid, que se había quedado sin final en su primera edición, en 2002, por la baja de Jiri Novak, lesionado, contra Andre Agassi, necesitaba consolidarse de la mano de una gran figura nacional, después del triunfo de Juan Carlos Ferrero en 2003. Venían los mejores, pero hacía falta un valor seguro que desatase el sentimiento de identidad. Ion Tiriac, propietario del torneo antes de su venta hace dos años a la multinacional IMG, mantenía en vilo a los aficionados con sus exigencias al ayuntamiento y las amenazas de llevárselo a otro lugar del mundo donde el negocio le fuera más rentable.
Nadal se despide del público de Madrid.Manu FernandezAP
Además de su malestar por el cambio de fechas y por tener que jugar en altura a pocas semanas de Roland Garros, también lideró las protestas contra el fugaz experimento de la tierra azul, en 2012.
Pero más allá de puntuales controversias, Nadal será recordado como la mejor bandera de esta competición, testigo que ahora toma Carlos Alcaraz. En su hoja de servicios, queda también la semifinal frente a Novak Djokovic, en el estreno en el escenario que ahora acoge el torneo. Nadal se impuso por 3-6, 7-6 (5) y 7-6 (9), en cuatro horas y tres minutos, tras salvar tres match points. Sigue siendo el más largo de en todos los Masters 1000. Aquel duelo fue elegido en 2022, en la conmemoración del vigésimo aniversario, tras la votación de más de 90.000 aficionados a través de las redes sociales, como el mejor de la historia del torneo.
Cauto, templado, como nos tiene acostumbrados a lo largo de su dilatada carrera, más allá de las lógicas expresiones de entusiasmo cuando la ocasión así lo sugiere, Rafael Nadal no hizo valoraciones hiperbólicas de la victoria frente a Alex de Miñaur, ponderando, eso sí, el valor de poder jugar y competir. «Hace unos días era difícil pensar que pudiera estar en tercera ronda. He aguantado más de dos horas y jugar delante de esta gente es una pasada», comentó frente a los medios de comunicación, poco después de concluido el encuentro.
Fueron varias las menciones al indesmayable respaldo de los aficionados, que calificó de «bonito», «emocionante». «Nunca podré agradecer el cariño y el apoyo que recibo aquí. Siempre te queda la ilusión de vivir días así. Que sea aquí, en casa, significa mucho. He tenido muchos momentos especiales aquí, desde la victoria en la final de 2005 ante Ivan Ljubicic, pero éste de hoy también es inolvidable, más aún cuando es uno de los últimos».
A continuación, ya en el análisis del encuentro y de la victoria, explicó: «Tampoco nos dejemos llevar por la emoción de un partido. Hay muchas cosas que ajustar. He estado competitivo. Los últimos tres días han sido un pelín mejores. Hay que ver cómo me recupero. Hay cosas que aún no puedo hacer como me gustaría, con apoyos más potentes. Lo prioritario sigue siendo que no me ocurra nada en lo que queda de torneo». Siempre atento al todavía amplio margen de mejorar, dijo: «Me gustaría jugar más la bola de lado a lado. En el segundo set he podido girar más el revés hacia su derecha. Necesito jugar con táctica, largo y alto».
Recobrar confianza
Todo pasa por recobrar seguridad, sin prisa, pero celebra encarar el quinto partido en las dos últimas semanas, algo que no había sucedido desde que abandonó las pistas en enero de 2023. «Las perspectivas las marcará mi día a día. Tengo que recuperar la confianza en mi cuerpo y en mí mismo a nivel tenístico».
Las preguntas recurrentes, a menos de un mes para el inicio del torneo, rondan alrededor de Roland Garros, el Grand Slam que ha ganado en 14 ocasiones y al que no pudo acudir el pasado año por encontrarse toda la temporada fuera de las pistas. «Los que competimos también vemos el deporte desde una perspectiva global, no sólo desde un estado emotivo. Esto es sólo un partido y estoy lejos de aspirar a cosas importantes, pero no quiere decir que no tenga ilusiones y esperanzas».
Reiteró que el torneo parisino significa para él mucho más que ningún otro y que no irá a disputarlo si no se encuentra capacitado para aspirar a algo importante. «Es el torneo más importante de mi carrera y estará siempre en mi corazón. Sólo iré si puedo saltar a la pista y soñar. En caso contrario, no tiene sentido. Además, es al mejor de cinco sets. Es diferente. He de acudir con la esperanza real de que mi cuerpo responda a las demandas. Si no es así, no estaré».