Lo mejor de la vuelta de Rafael Nadal, dentro de un tono global esperanzador, fue su servicio. Sin tratarse de un sacador, aunque, andando el tiempo, cada vez ha afinado más ese golpe, sabedor de su importancia para acortar los intercambios y reducir el desgaste físico, asunto capital, únicamente cedió seis puntos con el golpe de inicio ante Dominic Thiem, a quien derrotó por 7-5 y 6-1 en la primera ronda del ATP 250 de Brisbane.
El ganador de 22 títulos del Grand Slam y ex número 1 del mundo, ahora relegado al puesto 672 del ránking después de casi un año apartado por lesión, ganó el 90% de los puntos con el primer servicio y el 80% con el segundo, sin conceder una sola pelota de break. Tal vez Thiem no sea el mejor restador, menos ahora, cuando no logra recobrar competitividad, golpeado por una grave lesión de muñeca, pero los datos resultan alentadores.
«Creo que he tenido un buen día. He jugado sólido, sin cometer errores y sin tomar malas decisiones», valoró el español en conferencia de prensa. Si nos atenemos al último partido que disputó al mejor de tres sets, en el que cayó ante Alex de Miñaur por 3-6, 6-1 y 7-5, el pasado año en la United Cup, crece en la comparación: entonces ganó el 61% de los puntos con el primer saque y sólo el 44% con el segundo. Aquella vez, a dos encuentros de la lesión ante Mackenzie McDonald en el Abierto de Australia, cedió su saque en seis ocasiones.
Dos meses de plazo
Melbourne: un año antes, cuando ganó ante Daniil Medvedev una final que tenía perdida. Entonces, cinco sets, cinco horas y 24 minutos de partido, se hizo con el 67% de los puntos con el primero y con el 47% con el segundo. A lo largo de su carrera, Nadal gana el 72,2% de los puntos con el primer servicio y el 57,2% con el segundo.
El acierto con el servicio le facilita mantener la iniciativa y dictar las condiciones del juego, más aún en una superficie rápida como la que nos ocupa. Incluso irse a la red, lo que hizo en 10 ocasiones, seis de ellas con éxito.
«Si estoy sano y soy capaz de mantener el nivel que necesito, podría volver a ser competitivo en unos dos meses», analizó el zurdo, que había perdido los dos últimos duelos frente a Thiem, en la fase de grupos de las ATP Finals 2020 y, antes, en cuartos del Abierto de Australia de ese mismo año. Cuando Thiem era Thiem y Nadal era Nadal.
Discutir con la élite
El español quiere, y tal vez pueda, volver a serlo, a la espera de confrontar sus posibilidades con quienes ahora mandan, léase Novak Djokovic, Carlos Alcaraz, Jannik Sinner o incluso Holger Rune, primer cabeza de serie en este torneo de Brisbane, y de la respuesta física. El austriaco ya lleva tiempo intentándolo. Y lo suyo no tiene buena pinta. Ayer resistió 10 juegos. Una vez que Nadal se puso 6-5 y rentabilizó al resto la cuarta pelota de set, hubo poco partido.
Antes de verse obligado a parar a lo largo de casi todo 2023, el mallorquín venía de una secuencia de dos victorias en nueve partidos. Aún sin recuperarse plenamente de la lesión abdominal que le impidió disputar las semifinales de Wimbledon, había perdido con Francis Tiafoe en octavos del Abierto de Estados Unidos, con Tommy Paul de entrada en Paris-Bercy, con Felix Auger-Aliassime y Taylor Fritz en las ATP Finals, con Cameron Norrie y Alex de Miñaur en la United Cup, y con McDonald en el Abierto de Australia. Sólo dos victorias: una, irrelevante, contra Casper Ruud en las ATP Finals, y otra, frente a Scott Draper, en la primera ronda de Melbourne.
De las 1.069 victorias, ya quinto en la lista, con una más que Ivan Lendl, y precedido por Jimmy Connors (1.274); Roger Federer (1.251) y Djokovic (1.089), ésta, más allá del valor de cada uno de sus 92 títulos, y en especial de los 22 majors, posee un peso singular, en la medida en que respalda de inmediato su tentativa de volver a intentarlo. Una vez más.
No hubiera supuesto drama alguno perder ante un buen jugador que compite regularmente y, en este inicio de temporada, contaba con los dos cruces de la fase previa. Pero, obviamente, salir airoso, y hacerlo como lo hizo, le otorga un plus de confianza y deja abiertas las opciones de, más pronto que tarde, volver a sentarse a la mesa con los mejores, intentar discutirles el espacio cedido. No definitivamente entregado, pues sería una temeridad aseverar eso cuando hablamos de Nadal.