En el tercer juego del tercer set, que se fue por encima de los diez minutos, Casper Ruud creó tres opciones de rotura. Las soluciones esgrimidas por Jack Draper para salir de un serio apuro hablan a las claras de su amplitud de recursos y de su temple en instantes delicados: derecha invertida, saque-red y saque directo. Ardía el partido. Tras desahogarse con su box, el británico reaccionó bien a la pérdida del primer parcial, en el que sacó para hacerlo suyo. El noruego también encajó como correspondía que se escapase el segundo, cuando viajaba con viento de cola.
La combatividad y el acierto de ambos protagonistas gestó una excelente e incierta final del Masters 1000 de Madrid, que pendió de un hilo casi hasta la última pelota. Ganó Ruud, pero a nadie le habría sorprendido que lo hiciese su dignísimo oponente. El noruego sí convirtió la rotura en el quinto juego, botín definitivo hacia el título más importante de su carrera. Ganó por 7-5, 3-6 y 6-4, en dos horas y 29 minutos.
A los 26 años, con tres finales del Grand Slam perdidas y otras dos en torneos de esta jerarquía, renace para conquistar su decimotercer título, decimosegundo en su hábitat natural. Este lunes será séptimo del mundo. Draper, reciente campeón en Indian Wells, ya se había garantizado ingresar en el top 5. Con sólo 23 años, tiene sobrados argumentos para mantenerse en la élite.
Dubitativo inicio
Ruud tropezó de forma inesperada en su segundo turno de servicio. Mal asunto ante un jugador como Draper cometer dos dobles faltas consecutivas y concederle ventaja casi recién iniciado el partido. Lejos de sentirse intimidado en su primer envite por un título sobre esta superficie, Draper hacía lo que bien sabe hacer. Su crecimiento ha sido casi exponencial en pocos meses.
Nada parecía indicar que iba a perder en dos ocasiones consecutivas su servicio, y con ellas el primer set. Buena parte de responsabilidad en lo sucedido la tuvo Ruud, afilado con el saque y a la hora de restar, con un plus de agresividad en relación al tenista en ocasiones algo previsible.
Al igual que sucedió el pasado año, cuando Andrey Rublev superó a Felix Auger-Aliassime, Madrid tuvo una final que se salía del guion. Ausente Carlos Alcaraz por lesión, titubeante de nuevo Alexander Zverev, que venía de hacerse con el título en Múnich, y sumido en el profundo otoño de su carrera Novak Djokovic, que se despidió de entrada, el torneo había ido perdiendo los nombres más sugerentes para el público, caso también de Holger Rune, que decidió bajarse pronto en previsión de lo que viene.
Ruud golpea de derecha ante Draper.
La extensión de los Masters 1000 de Madrid y Roma a dos semanas invita a que los máximos candidatos al título en Roland Garros ponderen sus energías. Incluso cuando Rafael Nadal podía con todo, la exigencia física y mental no era la misma para los tenistas. Habrá que irse acostumbrando a que los mejores no estén necesariamente en las rondas finales de la gira de arcilla que precede a París.
Cuestión de menor importancia si se alumbran finales como la de este domingo. Draper, entero para igualar a un set gracias al break en el séptimo juego, batalló hasta el límite. Pero esta vez a Ruud no se le iba a escapar la ocasión de engalanar su estimable hoja de servicios. Culminó con una derecha paralela y cerró en blanco con su servicio. Lo celebró sobrio, sin aspavientos, con la templanza que le distingue.