Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol, habría pedido insistentemente a Jenni Hermoso que apareciera con él en el vídeo de disculpas grabado en el aeropuerto de Doha después del revuelo montado por el beso del dirigente a la futbolista en la final del Mundial. Según ‘Relevo‘, Rubiales “le reconoció que su puesto estaba en juego y que necesitaba su respaldo. Pero la futbolista se negó”.
Minutos más tarde, asegura el medio, el seleccionador nacional Jorge Vilda también habría intentado hablar con la jugadora y con su entorno, acercándose a sus asientos en el avión en varias ocasiones.
Finalmente, el presidente de la RFEF salió sólo en el vídeo destacando que había sido un acto “sin mala fe por ambas partes”. “Lo que ha ocurrido entre una jugadora y yo… Pues seguramente me he equivocado. Fue un momento de máxima efusividad, sin mala fe”.
“Hay que entender que cuando uno es presidente de una institución tan importante como la Federación tiene que, sobre todo en ceremonias y en este tipo de cuestiones, tener más cuidado”, explicó.
Al bajarse del avión en el país árabe, Rubiales y su entorno se encontraron con el revuelo nacional e internacional que se había montado por las imágenes del presidente durante la final. La publicación del vídeo de su celebración en el palco tampoco le ayudó. Entre saltos y gritos, se agarró la entrepierna mientras a su lado estaban la Reina Letizia y la Infanta Sofía. Las televisiones, redes sociales y medios digitales le convirtieron en tendencia durante la noche. «Un desagradable recordatorio del sexismo que ha plagado al fútbol femenino», tituló The New York Times.
Además, según ‘Relevo’ las declaraciones en las que Jenni Hermoso quitaba hierro al asunto no serían realmente de la futbolista, algo que niega la Federación, sino que las habría escrito el departamento de comunicación de la RFEF y las habría enviado a la Agencia EFE y Europa Press. “Ha sido un gesto mutuo totalmente espontáneo por la alegría inmensa que da ganar un Mundial. El presi y yo tenemos una gran relación, su comportamiento con todas nosotras ha sido de diez y fue un gesto natural de cariño y agradecimiento. No se puede dar más vueltas a un gesto de amistad y gratitud, hemos ganado un Mundial y no vamos a desviarnos de lo importante”, decía Hermoso en el texto compartido por la Federación.
Los primeros testimonios, recogidos el pasado domingo a pie de calle, apuntaban a otra batalla campal entre ingleses y serbios en el centro de Gelsenkirchen. Aún restaban unas horas de alerta máxima para la policía cuando volaron las sillas, llovieron las patadas y sangraron las cabezas. Sin embargo, esas apariencias no describían con exactitud la exacerbada violencia. Horas más tarde, las fuerzas de seguridad identificaron a un grupo de ultras macedonios, que portaban el águila bicéfala de la bandera de Albania, como responsables de los hechos. Los detenidos pertenecían al grupo Shvercerat, el más célebre del tercer club de Skopje, y se habían aliado con hooligans del Birmingham City para despedazar al enemigo común. Un ejemplo del intrincado mapa de la violencia en la Eurocopa, el torneo más peligroso desde 2016, el que hoy congrega en Hamburgo a los ultras de Croacia y Albania.
El partido en el Volksparkstadion reúne a dos de las selecciones con mayor poder de convocatoria. El pasado sábado, unos 50.000 croatas sin entrada siguieron la derrota ante España en los aledaños del Olímpico de Berlín. Y unas escenas similares se vivirían horas más tarde en Dortmund, hasta donde se acercaron multitud de albaneses. Muchos de ellos inmigrantes. Hijos de una diáspora tan masiva como la croata. La gran mayoría, gente pacífica y de bien. Sin embargo, ayer mismo, los más violentos de los Plisat, ultras del FC Pristina, ya se dejaron ver por Hamburgo con su indumentaria negra. Apurarán tantos litros de cerveza como los Bad Blue Boys, el terrorífico grupo del Dinamo de Zagreb. O los Torcida Split y Ultras Mostar, que el sábado desplegaron sus pancartas en Berlín. ¿Conviene, pues, prepararse para lo peor?
«Sería muy cuidadoso con no mezcar el fandom albanés y croata», asegura a EL MUNDO Dario Brentin, uno de los sociólogos que mejor ha abordado el vínculo entre fútbol, política e ideología en los Balcanes. «Claro que ambas tienen grupos prohibidos, por así decirlo. En el caso de Albania no sólo proceden de su propio país, sino de Macedonia del Norte y Kosovo. En el caso croata, por su parte, existen secciones formadas por un centenar de ultras que viajarán por su cuenta. Sin embargo, creo que terminará pesando más el papel de los aficionados más civilizados», añade el investigador de la Universidad de Graz (Austria).
«Comunidad imaginada»
El medio millón de albaneses que reside al otro lado del Rin anda enloquecido con su selección. El fenómeno dio comienzo en 2016, año de su primera participación en una Eurocopa, cuando 20.000 almas apagaron los compases de La Marsellesa en el Velodrome de Marsella. «La furia albanesa engloba a todos los ciudadanos en una "comunidad imaginada", tal vez la única admisible para el país. El único modo de hacer realidad la idea de una nación unificada», escribe la investigadora Rrezearta Reka Thaçi, en Furia Albanica: The Last Myth for the Preservation of Albanian National Identity (Mediterranean Journal of Social Sciences, 2016) El pasado marzo, durante un mero amistoso, 4.000 aficionados arroparon al equipo en la ciudad sueca de Solna.
Y hace sólo cuatro días, fecha del debut ante Italia, la facción Tifozat dejó su impronta tras una de las porterías del Westfalenstadion. Por ahí asomaban camisetas oscuras con un mapa albanés que abarca mucho más allá de las fronteras actuales. Fuera del recinto esgrimían alguna bandera con el lema FCKSRB (Fuck Serbia) o del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK), aquel grupo paramilitar que a mediados de los 90 aún pretendía la independencia de Belgrado. Hace sólo unos meses, los Tifozat también se manifestaron frente a la sede de su propia Federación. Consideraban intolerable una candidatura conjunta con Serbia para organizar la Eurocopa sub'21 de 2027. Su odio hacia todo lo chetnik encaja en el ideario más radical de los croatas.
«Creo que existe una posibilidad real de confraternización espontánea y de algunos cánticos y discriminatorios hacia los serbios. Ya lo vimos durante la fase de clasificación para el Mundial 2018, cuando Croacia visitó Kosovo», desarrolla el autor de Sport in Socialist Yugoslavia (Routledge, 2018). No obstante, otro factor a pie de calle podría acarrear imprevisibles consecuencias. «En Croacia también existen niveles de racismo cotidiano hacia las personas de etnia albanesa», apunta Brentin, citando como origen los movimientos migratorios de los 60. «A los albaneses se les suele identificar con sectores como la joyería o los helados», relata el sociólogo. Del ideario nazi de Bad Blue Boys y de sus canciones en recuerdo del NDH-el Estado títere de Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial- y de la Ustacha -su brazo armado- quedan algo más que evidencias en pleno siglo XXI.
En cualquier caso, el clima cuasi bélico de esta Eurocopa debería mantener en vilo a todos los actores del fútbol. «No creo que se desate la violencia organizada de la edición de 2016, con los hinchas rusos como protagonistas, pero sí veo bastante probables más episodios esporádicos», vaticina Brentin. «Esto ya no es una Eurocopa multisede, como la de 2021. Alemania es un país con grandes infraestructuras, fácilmente accesible y razonablemente asequible. Simplemente por el hecho de que llegan más ultras me sorprendería que no hubiera nuevos problemas», finaliza.
Está el Atlético y Simeone en esa fase extraña de la temporada, que suele coincidir con el primer tercio, en el que equipo y entrenador dudan sobre qué hacer en el campo. El argentino insiste en la idea "que llevan 12 años desarrollando", pero ésta se ve difuminada en los primeros choques de la temporada. Toda vez que cuando apuesta por el cerrojazo saca, aunque con algo de fortuna y Correa o, en esta ocasión, Julián Álvarez, victorias importantes. Y, cuando apuesta por el toque, no consigue siempre llegar a los objetivos. Fue el pie del argentino y las manos de Oblak las que dieron los tres puntos a los rojiblancos. [Narración y estadísticas, 0-1]
Así, el Mallorca no es precisamente un equipo que vaya a querer disputar la posesión de la pelota. Sus salidas rápidas desde Muriqi como pivote son, quizás, un tipo de juego muy apreciado por el Cholo, aunque el técnico, por un motivo o por otro, no confíe en Sorloth para realizar esa función que tan bien se le daba en el Villarreal y en la Real Sociedad. No plantea el equipo de Arrasate el mismo juego que con Aguirre el año pasado, pero la intensidad es algo común en ambos.
Alternó el Atlético la posesión con una defensa muy cerca de un Oblak excelso. Junto, pero con el 4-4-2 que, esta temporada, está utilizando más el Cholo que su habitual 5-3-2. Sin la confianza que otorgó a Lino la temporada pasada, no tiene el argentino los nombres adecuados para jugar como carrileros o quizás se mantenga en su cabeza esa dicotomía de guardar la ropa antes de ponerse a nadar. Al menos, a domicilio, han conseguido los colchoneros mejorar sustancialmente respecto a la temporada pasada.
La primera parte del choque fue como masticar un bocadillo de tornillos. Posesiones sin riesgo, bloques bajos y mucho miedo a equivocarse. Parecía un duelo más típico de un torneo del ko que de una liga regular. Sólo el Mallorca quiso, en pocas ocasiones, salirse del guion y, normalmente, fue por la calidad de Sergi Darder. En un remate de cabeza de Larin, a pase del mallorquinista, tuvo que responder con maestría Oblak.
Parece que el Atlético salió con algo más de energía e intensidad tras el paso por los vestuarios, consciente de que no podía ceder más puntos con los equipos de cabeza. No está lejos del Real Madrid, segundo, pero los blancos tienen un partido menos por la suspensión de su duelo ante el Valencia por las consecuencias de la DANA en la región. Una circunstancia, por cierto, que se volvió a recordar en Son Moix, con un minuto de silencio y con el despliegue de una gran bandera de la comunidad valenciana en la que se leía: "Estamos con vosotros".
Punto de inflexión
Estaba el partido para un error de alguno y a punto estuvo de cometerlo Lenglet si el colegiado se hubiera olvidado de que ya tenía amarilla. En una pugna con Larin, un agarrón del francés pudo haberlo llevado a la calle algo que, a juicio de Arrasate, que se desesperaba en la banda, debería de haber ocurrido.
De hecho, de un pase de Oblak tras parar la falta de esa jugada botada por Darder surgió el gol del Atlético. Buscó y peleó el balón largo Giuliano para terminar cediéndolo a Julián Álvarez, que definió sin oposición. El Atlético volvía a encontrar premio a su cerrojo. Comienzan los resultados a dar la razón a esa "idea" que nunca abandonó Simeone.
El gol rompió un poco el partido y las ocasiones se sucedieron en ambas porterías de manera inmediata. Un cabezazo de Muriqi que desvió Witsel a córner, un mano a mano de Riquelme para cerrar el encuentro y otro de Prats para empatarlo, demostraron que las fuerzas comenzaban a escasear y con ellas el rigor defensivo. En esa fase hay que destacar a Oblak, es el esloveno el mejor jugador del Atlético en estos tiempos de cerrojo y tentetieso. Un seguro de vida que vuelve a dar puntos a los rojiblancos.