Pep Barceló, el entrenador que defendió a Luis Rubiales en la Asamblea Extraordinaria de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), y el CE Manacor han alcanzado un acuerdo para que el preparador mallorquín deje de formar parte del cuerpo técnico del club adscrito a la Tercera División de Baleares.
“Lo has explicado, ahora estos gestos tienen otro sentido”, dijo Barceló después de escuchar las alegaciones de Rubiales y de que el presidente del fútbol español, ahora sancionado por la FIFA, se negara a presentar su dimisión.
“Pero con base en eso, que todas las fuerzas externas que están ahora fuera de la Federación, de la Asamblea, hagan ese asesinato como has dicho tú, para mí es una caza, ha habido demasiados francotiradores”, añadió el técnico mallorquín ante la sorpresa de muchos de sus compañeros asambleístas.
Pese a que Barceló pidió luego disculpas por sus palabras, el CE Manacor ha anunciado en un comunicado hecho público este viernes que el entrenador “deja de formar parte del cuerpo técnico del primer equipo y a partir de ahora no dirigirá al primer equipo”.
“Queremos agradecer profundamente a Pep Barceló su gran trabajo, innegable profesionalidad, la predisposición que ha tenido en todo momento y desearle mucha suerte en sus nuevos proyectos que vengan tanto en el ámbito profesional como en el ámbito personal. A partir de hoy empieza una nueva etapa dentro de la temporada con el objetivo de continuar con el crecimiento de estos últimos años gracias al trabajo hecho por todos”, señala el club mallorquín.
Hacía mucho tiempo que Ana Peleteiro no se presentaba así ante los medios de comunicación: cabreada, silenciosa, frágil. Después de su sexto puesto en el triple salto de los Juegos de París, en las entrañas del Stade de France ya de medianoche, la saltadora era otra. "Estoy triste, hoy he visto la otra cara de la moneda", comentaba sin ningunas ganas de hablar.
Desde que cayó a la arena en su último intento, su rostro lo decía todo. Tanto que en lugar de acercarse a su entrenador, Iván Pedroso, para valorar el salto, se fue a buscar directamente a su marido, Benjamin Compaoré, para recibir consuelo. Compaoré, ex saltador, la abrazó mientras Peleteiro digería lo ocurrido y luego hicieron lo propio uno por uno sus amigos.
Siempre dijo Peleteiro que lo único malo de su bronce en los Juegos de Tokio 2020 fue la ausencia de público, la imposibilidad de celebrar el éxito con todos a los que quiere, y por eso este sábado en las gradas del estadio parisino no faltaba nadie. Frente al foso del triple salto, ninguna saltadora tenía tanto apoyo como Peleteiro. Tanto que en su cuarto intento, aquel que marcó sus 14,59 metros finales, se desató una celebración: creían que había superado los 14,70 metros, que el bronce era suyo.
"Tenía miedo de resbalarme"
"He hablado con ellos y me han dicho que igualmente están muy orgullosos de mí. Qué me van a decir", reconocía Peleteiro. "El factor lluvia me ha tocado psicológicamente porque me veía capaz de pelear por la medalla, pero la pista estaba fatal y tenía miedo de resbalarme en la tabla porque no conseguían secarla completamente. Me he quedado muy cerquita y eso da coraje", analizaba y no le faltaba razón.
JUANJO MARTINEFE
Su primer intento fue notable (14,55 metros), pero sus rivales pronto respondieron. La cubana Leyanis Pérez, por ejemplo, lo hizo en el primer salto (14,62) y al siguiente vendrían las grandes marcas de la finalmente campeona, la dominiquesa Thea Lafond (15,04) y la jamaicana Shanieka Ricketts (14,87). Ahí, cuando tocaba un momento Peleteiro, es decir, sacar la furia, asustar al miedo, empezó a llover. Y la lluvia dificultaba su misión. El viento reducía su velocidad y el agua impedía el agarre. En esas circunstancias necesitaba superar la mejor marca de su vida para colgarse el oro o la plata. En esas circunstancias lo único posible era el bronce. Y no pudo ser.
La marca del bronce
"Este año he hecho varios saltos por encima de la marca del bronce. Quizá el esfuerzo hecho desde diciembre me ha pasado factura. He tenido algún problema en el isquio, pero he llegado bien. Estoy disgustada porque quizá no estoy para 15 metros, pero sí para 14,70. Claro que da rabia no ganar una medalla olímpica cuando sabes que estás para saltar más de lo que ha costado", comentaba Peleteiro que pese a la furia, pese al dolor, soltaba alguna frase que invitaba a la esperanza.
"No se acaba mi carrera deportiva aquí. En un abrir y cerrar de ojos llegará Los Ángeles", aseguró y con "suficiente" finalizó la comparecencia más corta de los últimos años, quizá de su vida. A sus 28 años, después de su maternidad, Peleteiro había puesto todo el corazón en colgarse otra medalla olímpica, lo había hecho todo, lo había organizado todo, y no pudo ser. Habrá otras.
Era el minuto 87 de los cuartos de final ante Turquía y Ronald Koeman preparaba su último cambio del partido. Su selección había logrado remontar el 0-1 de los otomanos, pero el encuentro no estaba ni mucho menos cerrado y el ex técnico del Barça quería frescura y más artillería en la parcela ofensiva. Fue entonces cuando Joshua Zirkzee (Schiedam, Países Bajos, 23 años) tomó el relevo de Xavi Simmons para hacer su debut en una Eurocopa. "Es un sueño de infancia", dijo el delantero después de sellar su clasificación a las semifinales.
Pero hace solo unas pocas semanas, su plan de viaje estaba en otro lugar, concretamente en Orlando, donde el delantero se encontraba pasando las vacaciones visitando Disney World hasta que una llamada de urgencia de su seleccionador le hizo comprar el billete de vuelta. Brian Brobbey, joven delantero del Ajax, había sentido molestias en uno de los últimos entrenamientos y era necesario cubrirse las espaldas. Cosas del fútbol, el siguiente de la lista era él. Un destino que, lejos de regalarle ese estreno, también le sitúa muy cerca de ser dirigido por otro compatriota, Erik ten Hag, en el Manchester United, que necesitado de ilusión y de goles, estaría a punto de cerrar su incorporación como nuevo red devil.
Zirkzee, que podría haber jugado con Nigeria debido a la ascendencia de su madre, comenzó su carrera en las calles de su ciudad donde, según cuenta en una entrevista a La Gazzeta dello Sport, "cada domingo iba directo al campo a jugar. Crecí alrededor de gente que te hacía duro. Tenías que jugar de una manera para protegerte y ser inteligente. Gran parte de mi juego actual nace de ahí".
"No se deja atrapar"
Su habilidad y sus características físicas, 1,93 metros de altura, no tardaron en llamar la atención en las categorías inferiores del Feyenoord, pero en tan solo un año el Bayern de Múnich llamó a su puerta para jugar en las categorías inferiores del club. "Es el tipo de jugador que todos buscan. Un poderoso delantero que se mantiene frío y no se deja atrapar", dijo en una entrevista su mánager en la academia alemana, Holger Seitz.
A pesar de ello, su periplo en tierras bávaras no tuvo un gran recorrido, pues pese a dejar muestras de su calidad con cuatro goles en nueve partidos en 2019 bajo las órdenes de Hans Flick, se marchó cedido primero al Parma y después al Anderlecht, lugar donde sí pudo demostrar ser esa referencia capaz de decidir partidos. Quince goles en la liga local fueron suficientes para confirmar todos los pronósticos. Bélgica fue su catapulta y Bolonia el siguiente paso en su carrera.
En su segundo año y con Thiago Motta a los mandos, Zirkzee ha sido pieza clave para que el club italiano haya vuelto a competición europea casi seis décadas después. Once tantos y cinco asistencias llevan su firma. Su precio no es casualidad. Cuarenta millones parece ser la cifra mágica que le permita dar el paso que le falta. Stefano Pioli, entrenador del Milan hasta este verano, ya destacó su nombre como uno de los delanteros a tener en cuenta. "Es un jugador joven que sigo desde el Bayern y el Parma; ahora es mucho más completo, está más involucrado y tiene una gran calidad".
«Me crie en un pueblo de Ruanda cerca de la frontera con Tanzania. Mi infancia fue mi feliz, era la novena de 10 hermanos y mis padres me daban mucho amor. Recuerdo que un día en la escuela un niño me llamó serpiente y yo no entendía por qué. Le pregunté a mis padres y me explicaron que éramos tutsis y que algunos de mis compañeros eran hutus. Era incapaz de distinguir quién era quién, no veía ninguna diferencia. Tenía nueve años aquel 7 de abril [de 1994]. Mi tío vino a casa para avisarnos de que los hutus estaban matando a los tutsis y se empezaron a oír gritos por todos lados. Primero acuchillaron a mi tío y luego a mi padre y mis hermanos. Prendieron fuego a nuestra casa. Mi madre, mi hermana y yo huimos hasta el río para llegar a la frontera, pero allí las atraparon, las mataron y las tiraron al agua. Yo logré subir a un bote. Guardo en mi memoria la imagen de mi madre allí tirada»
Cuando Joseline Umulisa relata su vida sólo queda escuchar. Todavía en activo a sus 39 años, es una referente del deporte en Ruanda, siete veces campeona nacional de tenis, una de las pocas que ha jugado algún partido en el extranjero, pero sobre todo es la impulsora de un proyecto que está removiendo el país africano. Su Tennis Rwanda Children's Foundation (TRCF) ha conseguido que casi 2.000 niños cojan una raqueta y sueñen con un futuro mejor. En sólo tres años. Y sin apenas recursos. No hay pistas públicas así que se las inventan: colocan redes en pistas de baloncesto o directamente en explanadas. El material viene de donaciones por organismos como la Federación de Tenis de Estados Unidos.
«Hemos conseguido montar 14 centros cerca de la capital, Kigali. Sería increíble si alguno de nuestros niños llega a ser profesional, pero sobre todo les enseñamos que si se esfuerzan pueden llegar a ser lo que quieran, doctores, políticos, arquitectos, aunque no vengan de una familia rica», cuenta Umulisa a EL MUNDO en conversación telefónica desde Nueva York tras participar en la ceremonia de los premios Emmy del deporte. El documental que recoge su historia, producido por 'Tennis Channel' y titulado 'Tennis can be my medicine' estuvo nominado a mejor largometraje, aunque finalmente no venció.
"No podía dormir del trauma"
¿Cómo llegó al tenis?
Cuando volví a Ruanda vivía cerca de Kigali en un orfanato de la Cruz Roja y sufría muchísimo. No podía dormir por el trauma y apenas me podía mover por el dolor de espalda. En mi huida del país me violaron y me hirieron. Un día, volviendo del colegio, vi a un hombre con una raqueta y le pregunté qué era aquello. Me dijo que era una raqueta de tenis y me ofreció probarla. Yo no sabía qué era el tenis ni quién era ese hombre, que quería de mí. Pero allí había un club privado, él era entrenador y me enseñó cómo devolver la pelota. Aquel día, durante una hora, no pensé en lo que había sufrido, mi mente sólo pensó en golpear la pelota, y por la noche pude dormir. No le expliqué a nadie que había jugado a tenis porque tenía miedo de que me abofetearan, pero al día siguiente me salté el colegio y volví a la pista. Descubrí que el deporte podía ser mi medicina.
En las semanas posteriores a aquel hallazgo, Umulisa consiguió el permiso del orfanato para entrenar, dejó los antidepresivos que tomaba, fortaleció su maltrecha espalda y, al final, en 2000, a los 15 años, fue campeona juvenil de Ruanda. Aquello le abrió un mundo. Volvió a salir del país, pero esta vez para divertirse, para jugar un torneo en Kenia, y a la vuelta se dedicó a entrenarse. En 2021, ya veterana, a los 35 años, fue parte de un logro nacional.
Por primera vez Ruanda participó en una clasificación de la Copa Federación, la actual Copa Billie Jean King, y se midió a Chipre y Bosnia en Lituania. En cuatro partidos, dos de individuales y dos de dobles, sólo se llevó dos juegos, pero el tenis apareció femenino apareció en la prensa ruandesa, todo un hito. «Enseñé a la gente que mató a mi familia que podía ser una campeona. Había estado ingresada en un psiquiátrico, iba a acabar allí, pero conseguí curarme gracias al tenis. Hubo días en los que la emociones me embargaban, especialmente alrededor del 7 de abril, y sólo me calmaba agarrando fuerte mi raqueta», finaliza Umulisa.