Ganó dos Copas de Italia, una Copa Alpina y fue 18 veces internacional, ganando la Eurocopa de Italia 68 y fue subcampeón del Mundial de México 70
Totonno’ Juliano’ durante un partido con el Nápoles.@SSCNAPOLI
El italiano Antonio ‘Totonno’ Juliano, exjugador del Nápoles, campeón de Europa con Italia y uno de los artífices del fichaje del argentino Diego Armando Maradona, murió este miércoles a los 80 años.
Juliano fue un hombre fiel a su Nápoles natal. Jugó 17 años (1961-78) con la camiseta ‘partenopea’, doce de ellas como capitán, y solo uno con el Bolonia, justo antes de retirarse.
Durante su carrera, ganó dos Copas de Italia (1962 y 1976), una Copa Alpina (1966) y fue 18 veces internacional con Italia, con la que ganó la Eurocopa de Italia 68 y fue subcampeón del Mundial de México 70, en la que fue derrotado por Brasil. Además, participó en el Mundial de Inglaterra 66 y en el de Alemania 74.
Una vez terminada su carrera como jugador, el histórico napolitano pasó a ser parte de la directiva del club en los años 80 y trabajó con el italiano Corrado Ferlaino, entonces presidente, por el fichaje de Maradona en 1984, un movimiento que cambió la historia del club del Vesubio.
El Nápoles emitió un comunicado para despedirse de su histórico jugador y directivo.
“Es uno de los peores días de la historia del Nápoles y su afición. Falleció Antonio Juliano, quien durante dos décadas fue ‘El Nápoles’. Para quienes no lo conocieron, vale la pena que les cuenten quién fue y qué representó para nuestra ciudad. ¡Ciao ‘Totonno’!”, expresó el club.
El italiano llevaba varias semanas arrastrando unos problemas de salud y estaba bajo observación médica.
El pasado 19 de agosto, Iván Penalba ganó las 100 Millas del Muro de Berlín con un tiempo de 13 horas y 56 minutos, junto a Carmen Pérez, su pareja, que también se impuso en categoría femenina. Sólo dos meses después, el ultrafondista valenciano tardó más de una hora en recorrer 60 metros. Los que tuvo que atravesar, con el fango hasta la cintura, para acceder a la casa de su padre, de quien no sabía nada desde dos días atrás. Cinco minutos por zancada entre pilas de coches y escombros en Alfafar. «Fueron momentos muy dramáticos, porque ni siquiera había cobertura de móvil. En ese momento teníamos que hacerles llegar lo primordial: algo de comida», detalla Penalba a EL MUNDO, con el alivio de quien no perdió a ningún familiar, con el horror de quien asistió a la devastación y con la esperanza de quien siempre vislumbra una meta, por lejana que sea.
Familiarizado con todo tipo de causas solidarias, Penalba se volcó desde el primer minuto con su pueblo. En las tareas más duras, como el desescombro y el reparto de víveres, y en otras que pasan desapercibidas. De este modo pretende ayudar a la Unión Deportiva Balompié Alfafar, con la que había empezado a colaborar a principios de octubre. Una escuela de fútbol, fundada en 1994, arrasada hoy por la DANA. Sin embargo, entre palada y palada, Iván aún saca tiempo para ayudar a los niños. «Ya no es por mí, sino por ellos, que han perdido muchas cosas. Así que estoy intentando reubicarlos para que sigan entrenando y no se queden un año sin hacer nada». Doce meses, ahora mismo, se antojan un horizonte inabarcable en Alfafar.
«Durante el día vives en una burbuja de pesadilla, con la mente enfocada solamente en el trabajo. Pero cuando por la noche te paras a pensar un poco, te dan ganas de llorar, de tirarlo todo por la borda y no salir de la cama. Dentro de un mes, cuando ya no salgamos en los telediarios, aquí no va a haber nada y nos enfrentaremos a una situación aún más dura», vaticina Penalba, el único español en subir dos veces al podio en la Badwater 135, una de las carreras más extremas del planeta, con 217 km a casi 50º C en el californiano Valle de la Muerte. Esa resistencia debe ponerse a prueba ahora en Alfafar, una población de 22.000 habitantes que deberá «empezar de cero». «¿Quién va a montar un negocio? ¿Quién va a comprar, si no hay dinero? Por eso le pido a la gente que no deje de donar».
«¿Cómo vamos a salir de esto?»
En ese mismo estupor, plagado de interrogantes, vive la nadadora Merche Peris en Paiporta. «Me siento colapsada y no veo la luz. Todos los negocios han quedado arrasados: la peluquería, las uñas, la tienda de fotos, el supermercado... ¿Cómo vamos a salir de esto? Si te soy sincera, mi mayor miedo es que dentro de una semana la gente ya no se acuerde o piensen que somos unos pesados», dice a este diario la campeona de Europa en 2012 de 50 metros espalda.
Desde hace dos semanas, Peris no encuentra descanso. Ni por la noche, cuando apenas logra conciliar el sueño, ni en sus extenuantes jornadas de faena, descargando camiones, moviéndose de aquí para allá en permanente misión humanitaria. «No sé cómo estamos aguantando. Me siento muy orgullosa de la gente joven que ha venido a ayudarnos. Es algo que me está llenando el corazón y me alivia de muchas otras cosas», reflexiona antes de alzar la voz. «Se nos avisó cuando ya había muertos y eso es intolerable. Ellos son los culpables de esas muertes. Tienen que asumir su responsabilidad y no señalarse entre sí. No somos imbéciles».
A esa censura se suma Penalba, sin rubor en subrayar que «ningún político se ha tomado esto como si tuviese un hijo aquí» y muy consciente de que con el mero voluntarismo no alcanza. «Han tardado muchísimo en llegar y se han quedado cortos. Se requiere mucha más ayuda profesional, porque todo se ha convertido en un foco de infección brutal y va a ver muchísimas infecciones», manifiesta.
Peris, con sus perros, en Paiporta.EL MUNDO
Peris, olímpica en Pekín 2008, siempre se ha considerado de Paiporta, donde vive desde hace siete años y donde nacieron su padre y su abuela. No obstante, cada mañana recorre 30 km hasta su puesto de trabajo. El primer tramo, en coche hasta Valencia. Desde la capital, en tren hasta Puzol. «Si el día 29 ese tren llega a tardar 10 minutos más, la DANA nos hubiese pillado al volante a mi marido y a mí de vuelta a casa».
La pasada semana, la madre de Peris sufrió una caída cuando intentaba cruzar su calle, cubierta por el lodo. Y allí tuvo que esperar a ser atendida por una ambulancia militar. Esos resbalones, en cambio, se antojan una trivialidad en la zona cero de la tragedia. Merche aún no ha podido olvidar los gritos de auxilio de quienes sólo unos minutos más tarde perecerían bajo la riada. Hoy, cada vez que sale a la calle, lo cotidiano queda engullido por lo dantesco. «He visto portales donde el agua arrancó los marcos de las puertas. Ahora, frente al mío hay una cornisa».
Penalba tampoco puede quitarse de la cabeza la visión del agua, bajando «muy despacito». «Todo empezó, literalmente, a irse. Desde los coches a los contenedores. Sin dejar nada a su paso. Todo destrozado, como si hubiesen caído tres bombas. Fue alucinante», subraya el plusmarquista español de 24 horas (274,322 km). Muy consciente de sus raíces, rechaza cualquier ademán de heroísmo. Simplemente se ve «arrimando el hombro como cualquiera». Su mesura ni siquiera se tambalea a la hora de mirar hacia adelante. «No sabemos nuestras necesidades para dentro de una semana. Según avancen las cosas tomaremos iniciativas para que la gente vea cómo está la situación y cómo se puede ayudar», concluye.
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