Hay un puñado de anécdotas, más o menos apócrifas, que ayudan a entender la leyenda de Spa-Francorchamps en la historia de la F1. La más insolente suele atribuirse a Michael Schumacher, que en su debut con Jordan, allá por 1991, no pisó el freno en Eau Rouge, porque a su juicio, allí no veía ninguna curva. La más humana, en cambio, se la apropió en 1999 Jacques Villeneuve, quien tras una espeluznante salida de pista estampaba en sus tarjetas de autógrafos, de forma obsesiva, la misma frase: «He sobrevivido a Eau Rouge». Sean embustes o no, lo cierto es que sólo un mes después de la muerte de Dilano van’t Hoff, el Gran Circo regresa a un circuito en el que, desde 1925, 49 pilotos y cuatro comisarios se han dejado la vida.
Incrustado en los bosques de las Ardenas, Spa es un delirio de velocidades desatadas. Un implacable trazado de la vieja escuela donde este fin de semana, de nuevo, la lluvia es protagonista. Y con ella, las dudas sobre los riesgos que enfrentan los pilotos. «La seguridad es una preocupación constante para nosotros, así que cada año ejecutamos las reformas necesarias para cumplir con los criterios impuestos por la FIA», sostiene Severine Cirlande, portavoz del circuito, consultada por EL MUNDO. Desde luego, una temporada más, Spa ha conseguido la certificación de Grado 1, la más exigente del máximo organismo del motor. Sin embargo, la tragedia de Van’t Hoff sobrevuela por el paddock.
Para saber más
Por la muerte del joven neerlandés, el pasado 1 de julio, bajo el diluvio en la recta de Kemmel, fue preguntado el jueves Fernando Alonso. «Aún tenemos demasiado presente lo que pasó aquí, así que estaremos contentos de correr mientras sea posible y la visibilidad lo permita», aseguró el asturiano, confiado en que la FIA tome las decisiones correctas. «Ponemos nuestra seguridad en sus manos», remató. Porque en la lista negra de Spa también hay que incluir a Anthoine Hubert, fallecido hace cuatro años tras un accidente que dejó malherido a Juan Manuel Correa.
215,2 km/h de media
La muerte del francés en aquella carrera de F2 se produjo a la salida de Raidillon, la curva a derechas que complementa a la despiadada Eau Rouge. Una zona delicadísima que este año, según detallan los organizadores, contará con mejoras. «Hemos ampliado la escapatoria de asfalto del lado derecho en la parte alta de Raidillon», detalla Cirlande. «En Eau Rouge hemos desplazado las protecciones para que haya más espacio en las escapatorias», añade. Cualquier empeño se da por bien empleado en una pista donde Max Verstappen ganó en 2022 a 215,2 km/h de media.
En privado, algunos pilotos han reclamado cambios más estructurales, como aquella chicane instalada en Eau Rouge en 1994 o las numerosas transformaciones en el Bus Stop, la zona lenta que da acceso a la meta. Ante los micrófonos, sin embargo, suelen mostrarse menos precavidos. «Lo que pasó con Anthoine y Dilano podría haber sucedido en cualquier otro circuito. Cuando no hay visibilidad y un coche trompea en la recta, nadie puede hacer nada. Simplemente quedas expuesto a la suerte si alguien te lleva por delante o no», argumentaba el jueves Carlos Sainz, autor de la pole el año pasado.
A esa línea argumental se suma Dani Clos, el español que peor parado salió nunca de las Ardenas. «Mi accidente se produjo frente a los antiguos boxes, bajando hacia Eau Rouge. Rodaba en paralelo con Sam Bird y Romain Grosjean, con la mala leche de que cuando el francés intentó taparle, Sam quiso esquivarlo. Yo, que iba por el interior, me llevé la peor parte», relata a este diario sobre aquel domingo de agosto de 2010. «Pegué una buena volada y tras el impacto a 200 km/h contra el asfalto me fracturé dos vértebras. Tuve suerte porque, según los médicos, podría haberme quedado en una silla de ruedas», añade.
Sólo dos años más tarde, Grosjean se cruzaría otra vez con un español, tras una absurda maniobra que catapultó a su Lotus a centímetros del casco de Alonso. Sin dejarse arrastrar por los rencores, Clos todavía se considera un ferviente defensor de Spa. «Me encanta, porque es uno de los trazados más excitantes del Mundial. Si prescindiéramos de él nos quedaría una F1 muy aburrida», subraya el ex piloto de GP2. Y en su relato parece latir el aliento mágico del bosque. «Recuerdo cómo la lluvia se quedaba impregnada, como flotando en el ambiente. Especialmente en las zonas estrechas, donde con tanto árbol siempre costaba más evacuar el agua».
La lluvia tuvo ya ayer su cuota de protagonismo cuando la FIA, extremadamente cuidadosa, retrasó 10 minutos la clasificación para la sprint race. Y es que el agua, silenciosa o torrencial, constituye otro de los mitos fundacionales de Spa. Mañana mismo se cumplirán 25 años de la salida más caótica en la historia de la F1, cuando un toque entre David Coulthard y Eddie Irvine desencadenaría 13 abandonos bajo el diluvio. Por no mencionar el esperpento de 2021. Una de las páginas más nefastas de la FIA, que entregó la mitad de los puntos pese a que ni siquiera pudieron completarse bajo el diluvio tres minutos y medio de carrera.
Si persisten las precipitaciones, la manera de enfrentarse a Eau Rouge variará por completo. «En seco, lo mejor es hacerla a fondo. Porque si levantas el pie del acelerador, el coche pierde carga aerodinámica y hay más riesgo de salida de pista. En mojado, obviamente, conviene ser más precavido», rubrica Clos sobre la curva más legendaria del Mundial. Una montaña rusa de asfalto que Gerhard Berger, hace tres décadas ya, dibujó con aliento poético. «Ves la montaña frente a ti, como un muro infranqueable. Ymás allá, sólo el cielo, gris o azul».