Alemania empezó con un convencimiento: futbolísticamente era inferior a España. Reconocerlo es una virtud, contrarrestarlo es un tormento. Es la razón por la que la Alemania de Nagelsmann, a la que tanto le gusta correr, empezó por asegurar la pelota y por pegar. Es sintomático que lo hiciera Kroos, uno de los tipos más inteligentes que han pasado por un centro del campo. No es su palo, pero ante esta dinámica España no había más palo que los pal
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El salto de Caeleb Dressel, Adam Peaty o Simone Manuel dejó de ser un salto desde los poyetes al agua para convertirse en un salto desde el podio al vacío. Cuando ya habían conquistado su objetivo, sucumbieron. La depresión que sucede al oro atrapó a campeones que regresan de ese pozo oscuro para volver a subirse a los poyetes. La natación concentra a la mayoría, o al menos a la mayoría que ha decidido explicar su proceso y contribuir de ese modo al debate de la salud mental, de la que la gimnasta Simone Biles se convirtió en icono, al decir basta en Tokio. En París vuelve, asimismo, a ese mismo lugar.
Antes de Dressel, Peaty o Manuel, fue el mejor nadador de todos los tiempos, Michael Phelps, el que confesó las depresiones que seguían a los éxitos: "He pasado por al menos tres o cuatro periodos de depresión después de los Juegos en los que llegué a poner en peligro mi vida". Sólo antes de la cita en que se despidió, Río 2016, se decidió a explicarlo, hecho que contribuyó enormemente a su terapia. Las palabras de Phelps, como las de Biles, han contribuido a que los deportistas atrapados por la depresión no se sientan estigmatizados: ¿Si los mejores son débiles, por qué no podemos serlo los demás?
Dressel no fue el Phelps de Pekín, pero fue el mejor nadador de Tokio, con cinco oros. El británico Peaty se ha consagrado como el bracista de referencia contemporáneo, tras hacer frente a la tiranía japonesa en la especialidad, y Simone Manuel fue la primera nadadora de raza negra en ganar un oro, en Río. No era un oro cualquiera. Los mecanismos de sus depresiones son diferentes, como se aprecia en sus explicaciones, incluso con episodios autodestructivos, como es el caso de Peaty, pero existe un punto de partida y de llegada común: oro-infierno.
Los psicólogos alertan reiteradamente de los riesgos excesivos de la presión de la alta competición para la salud mental, aunque en este caso el mal llega tras superar las presiones y alcanzar el objetivo. "Después de programar tu mente para ganar y ganar, cuando ya lo has logrado, te preguntas qué sentido tiene ahora tu vida. Si no tienes una respuesta, se genera un vacío", afirma uno de los profesionales que trata a varios deportistas españoles. No es un shock postraumático. Es el shock post-oro.
Los deportistas individuales están más expuestos que los de equipo, en general, aunque fue uno de los mayores héroes españoles del agua, el portero del glorioso waterpolo español Jesús Rollán, el que se quitó la vida tras una depresión sufrida en silencio después de ganarlo todo y retirarse. La natación es, en teoría, una de las prácticas más recomendadas para combatir los estados depresivos, no sólo porque baja los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y aumenta la serotonina, que es la de la felicidad, sino por la secuencia de su respiración. Pero cualquier ejercicio terapéutico puede convertirse en traumático al situarlo en el umbral de la alta competición, puro estrés, cortisol en vena.
Rafa Muñoz decía en una entrevista a este periódico que "cuando sumerges la cabeza en el agua, estás muy solo". El especialista en mariposa cordobés fue una de las grandes apariciones de la natación española, el Hugo González de hace unos años, campeón europeo y medallista mundial. La depresión lo atrapó peligrosamente. La solitud de la especialidad, sin embargo, no explica el enigma, la maldición que persigue a tantos campeones de la piscina. Antes de Phelps, la sufrieron el australiano Ian Thorpe o la estadounidense Missy Franklin, dominadores de su tiempo, entre otras estrellas de la piscina.
Insatisfacción, saturación, frustración... Son los mecanismos que, según sus explicaciones, desataron las depresiones de Dressel, Simone Manuel y Peaty, respectivamente, aunque la declaración que mejor revela el estado en el que se encontraron es la del primero: "Me sentía perdido". "Quería dejar el agua, que realmente es el único sitio en el que me encuentro a gusto", añadía el estadounidense. Una contradicción que mostraba la ruptura de su propio equilibrio mental: odiaba aquellos que más le había satisfecho. "Creo que fui justo conmigo, porque gané cinco medallas, pero sentía que debía haber sido más rápido en algunas pruebas", concluía.
El diagnóstico médico de Simone Manuel fue el siguiente: "Síndrome de exceso de entrenamiento". "Ansiedad, insomnio, depresión... Pasé por la etapa más difícil que he afrontado en toda mi vida", confesó la estadounidense, que volvió a dominar el 50 libre en los trials previos a París. El caso de Peaty empezó por una lesión y después un divorcio, episodios que no encajaban en el decorado de un triunfador. "Nada se arregla con las medallas si no pones orden en tu vida. No sirven para nada", se decía, mientras se refugiaba en el alcohol o se buscaba a sí mismo en los Evangelios. Caeleb, un nombre bíblico, también lo ha hecho. París aguarda su resurrección, del vacío al podio.
Un libro es una poderosa herramienta para un ajuste de cuentas. No mata como una pistola o un cuchillo, pero mortifica cuando su contenido es como la sosa cáustica para la imagen y credibilidad de los enemigos del autor. Sucede, en ocasiones, que la expectativa es mayor que el efecto, porque la venganza es temerosa cuando quienes escriben tienen causas pendientes con la justicia. Eran los casos de Mario Conde o Sandro Rosell, que acabaron por convertir sus libros en un diario de su paso por la cárcel. Luis Rubiales no la ha pisado, por ahora, pero está imputado en el Supercopa Files y pendiente de su recurso al Supremo por la sentencia en el caso del beso a Jenni Hermoso. El libro que ha escrito junto a su padre, aunque lo firme el ex presidente de la Federación, está hecho desde el profundo y visceral resentimiento de los Rubiales. Luis&Luis contra todo y contra todos, incluso contra su propio apellido, en la figura del tío Juan, al que consideran el gran traidor a la familia. Matar a Rubiales es, pues, una crónica negra en la que el fútbol es casi un decorado para las cargas de profundidad que a lo largo de 502 páginas caen sobre la política, que empieza por el Gobierno actual, el periodismo y el feminismo.
Pedro Sánchez y Rubiales en la Moncloa.EFE
La cohabitación de Rubiales con el poder, fuera como amigo o enemigo, fue constante y peligrosa, como demostraron las grabaciones que afloraron, una vez hackeado su teléfono. De lo grabado, algo se sabe, pero no todo. De lo hablado, susurrado y escuchado, se conoce poco. Hasta dónde llega el ex presidente de la Federación es un secreto bien guardado por la editorial Última Línea, que no permite divulgar el contenido, preparado como una bomba para la gran presentación en Madrid, el 13 de noviembre.
La fecha está deliberadamente escogida, porque vuelve a ser semana de selecciones, cuando la Roja y la Federación, de cuyos personajes habla, estarán bajo el foco. Rubiales nombró a Luis de la Fuente, que primero aplaudió efusivamente en la Asamblea de la vergüenza, al grito de «¡no voy a dimitir!», y después renegó del presidente. Con muchas de las personas, directivos, técnicos y ejecutivos o ejecutivas, que han sobrevivido a las purgas en Las Rozas y le dieron la espalda, es con quien Rubiales está más dolido.
Una vez presentado en Madrid, Rubiales hará una gira por varias ciudades para explicar su relato, el de «una conspiración de poderosos de diferentes ámbitos de la vida pública española: del Gobierno, algunos partidos políticos, del fútbol, del rentable mundo del feminismo, de algunos medios convenientemente engrasados y de algunos personajes que no serían nada si no tuvieran en Luis un enemigo». De esa forma lo explica la editorial, según el traslado que ha hecho Rubiales.
Secretos de la selección femenina
Por orden expresa del ex dirigente, no hay adelantos previos ni entrevistas a medios de comunicación tradicionales, por los que se siente maltratado. La campaña previa, para acompañar el lanzamiento, la habría hecho Rubiales con youtubers en entrevistas ya preparadas. Es algo que el dirigente ya hizo en el pasado, con la exclusiva concedida a Alvise Pérez, actual parlamentario europeo al frente de la formación antisistema Se Acabó la Fiesta. Rubiales no quiere que se acabé la suya.
Rubiales y Jenni Hermoso, en el podio de Sydney.
Jenni Hermoso es uno de los personajes centrales, a la que el libro va a volver a poner en el prime time de la polémica apenas dos semanas después de regresar a la selección de la mano de Sonia Bermúdez. El beso no consentido que recibió del ex presidente, en la celebración del título mundial, en Sydney en 2023, precipitó la caída del dirigente. Lo mismo sucede con la selección femenina en su conjunto, con el plante de las 15 o las quejas sobre la convivencia del grupo que trasladaba Jorge Vilda. Una rebelión que provocó cambios necesarios, pero con episodios escabrosos pendientes de contar.
La gestación de la Supercopa y su relación con Gerard Piqué, también imputado en el proceso judicial, tienen su espacio en el libro. Los audios en los que el ex presidente de la Federación y el ex jugador del Barcelona mercadeaban con el reparto de dinero fue su primera gran crisis de credibilidad.
Javier Tebas, en un acto de la Liga Genuine.SERGIO PEREZEFE
Entre los enemigos de Rubiales ha habido pocos como Javier Tebas, cuyo enfrentamiento se remonta al tiempo en el que el primero presidió la AFE. Con pocos tiene tantos deseos de ajustar cuentas, aunque sabe que Tebas responde a fuego en los tribunales y eso puede tener graves consecuencias económicas, en un momento en el que Rubiales tiene las cuentas embargadas por la justicia, lo que le impide seguir con sus proyectos empresariales, algunos vinculados al sector hotelero.
Haber puesto en marcha la exitosa candidatura del Mundial 2030, llevarla a la Moncloa y sentirse, hoy, como un apestado, es algo que Rubiales no perdona, por lo que la política tiene su espacio en el libro, con Pedro Sánchez entre los personajes centrales. Luis Rubiales padre, miembro del PSOE con cargos en la administración andaluza, también se sintió de un modo parecido al ser vinculado con los ERE. La alta política y la política deportiva merecen su atención, ya que Rubiales se enfrentó a Miguel Cardenal e Irene Lozano, entre otros, o compartió viaje y cosas que contar con Víctor Francos. Su relación con Alejandro Blanco, uno de sus apoyos, se rompió cuando el presidente del COE le dijo que debía dimitir antes de la sonora y polémica Asamblea.
Un día antes del lanzamiento del libro de Rubiales, Planeta lanzará la esperada autobiografía del Rey Emérito, Juan Carlos I, que comparte resentimiento con el ex presidente de la Federación, aunque bajo el título de Reconciliación. El objetivo de Matar a Rubiales no es precisamente ese. Es el de morir matando.