Luis Enrique celebra la victoria de la selección en Braga.HUGO DELGADOEFE
La Liga ACB ha comenzado con, todavía, la sonrisa pintada en el incrédulo rostro del baloncesto español después del triunfo en el Campeonato de Europa. Se extendió el concepto “milagro” para explicarlo. Entre otras razones por la escasa presencia de
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Carlos Alcaraz aún era una revelación, un adolescente prometedor, cuando ganó a Novak Djokovic en el primer enfrentamiento entre ambos, en semifinales del Masters 1000 de Madrid de 2022. Acababa de cumplir 18 años y le faltaban unos meses para celebrar su primer Grand Slam. Fue sólo una presentación en el Olimpo que pronto le daría entrada, pero ya entonces el serbio quiso apadrinarle; él ya sabía de su potencial. «Lo conocí en Internet cuando tenía unos 12 años y ya estaba ganando torneos», anunció el vencedor de 24 Grand Slam y así empezó la relación entre ambos.
Desde entonces, cada vez que se encuentran fuera de la pista, mantienen una larga charla y el afecto es mutuo. En el pasado Wimbledon, por ejemplo, antes de medirse en la final, coincidieron en un entrenamiento y Alcaraz llegó a fotografiarse con los hijos de Djokovic, Stefan y Tara, que lo idolatran. En el último Masters 1000 de Shanghai las cámaras grabaron su conversación y cómo el serbio llamaba «titancito» al español con cariño.
La sintonía entre ambos es curiosa, pero no tanto como su histórica rivalidad. Pese a la exagerada diferencia de edad, 16 años casi exactos -los dos nacieron en mayo-, en sólo tres años han construido una historia que ya contienen imágenes de dos finales de Grand Slam, una de Juegos Olímpicos, otra de Masters 1000 así como varias semifinales importantes. De hecho su partido de este martes en el Open de Australia (probablemente en turno nocturno, es decir, a las 09.00 o las 11.00 horas en España) será el primero de cuartos de final; nunca antes se toparon tan pronto.
La polémica de Djokovic
Será su octavo enfrentamiento, con cuatro victorias a favor de Djokovic y tres a favor de Alcaraz. El serbio sostiene el mal recuerdo de los dos trofeos de Wimbledon concedidos al español, especialmente el último, cuando fue inferior. Y Alcaraz tiene en carne viva la derrota olímpica en París que no sólo le dejó sin un oro, también le desmontó anímicamente para lo que quedaba de temporada.
«Espero una gran batalla, como la mayoría de partidos en los que nos hemos enfrentado. Diría que sólo dos veces la batalla ha sido desigual: el año pasado en Wimbledon él dominó la pista y yo tuve un buen partido en las semifinales de las ATP Finals de 2023. En el resto, siempre ha habido intercambios tan intensos como los que tenía con Nadal», valoró este domingo Djokovic después de cerrar su pase y mantener en Melbourne su progresión ascendente. Como es habitual en él, en los primeros partidos, ante Nishesh Basavareddy y Jaime Faria sufrió ciertos apuros, pero en los dos últimos, ante Tomas Machac y Jiri Lehecka -este domingo ganó 6-3, 6-4 y 7-6(4)-, su dominio ha sido indiscutible.
JAMES ROSSEFE
Sus mayores problemas están fuera de las pistas, en las gradas, y son dos. El primero, el público australiano, que le abuchea desde su expulsión del país por negarse a vacunarse del covid y le genera cierto malestar. Y el segundo, un reportero del canal aussie Channel Nine, que se burló de sus fans serbios y le llevó ayer a retirarse de la pista sin conceder entrevistas post-partido. «Sólo pido una disculpa suya», reclamó y está por ver si ésta llega.
Una victoria sin problemas
«Intento no pensar en todo lo que ha conseguido, si pienso en todo lo que ha hecho no podría jugar. Ha ganado 24 Grand Slam, ha estado muchas semanas como número uno. Pienso en que puedo ganarle, saber mis armas. Voy a jugar y creer», valoraba por su parte Alcaraz, inmaculado pese a que aún se está adaptando a los cambios realizados en pretemporada. Este domingo, ante Jack Draper, acumuló demasiados errores con su saque y con su derecha, pero gracias a su velocidad, solventó sus apuros en el primer set y luego el británico se rompió; el marcador se cerró con 7-5, 6-1 y retirada.
Después el español se encerró en la sala de los fisioterapeutas junto al suyo, Juanjo Moreno, para ver el partido de Djokovic y confirmar que viviría otro episodio de la mayor rivalidad intergeneracional que ha dado el tenis. Mientras espera a medirse en una final de Grand Slam a Jannik Sinner, el adversario que le toca, Alcaraz sigue retando a quien le precedió en la cima del tenis. Meses atrás, confesaba que suele pensar en Djokovic en sus entrenamientos, en su tenis y especialmente en su consistencia. Ahora lo volverá a tener delante para seguir ampliando su número de páginas en los libros de historia.
Contaban los profesores del colegio Ciudad de la Paz de El Palmar que muchas veces su alumno, Carlos Alcaraz, se despistaba y se dejaba los libros. Contaban sus entrenadores en el Club de Campo de Murcia que en sus partidos de adolescencia se llegaba a olvidar del tanteo. Contaba este miércoles por la mañana su actual técnico, Juan Carlos Ferrero, sus ejercicios de calentamiento en la Philippe Chatrier y tenía que recordarle: "¿No te olvidas de restar?". "Ah, sí, sí, me olvidaba", contestaba el número tres del ranking mundial. Muchas veces ha admitido Alcaraz que es un tipo despistado, como tantos otros virtuosos, y en determinadas ocasiones ese rasgo de su carácter se refleja en la pista.
Ocurrió este miércoles en segunda ronda de Roland Garros ante Jesper de Jong: se abalanzaba sobre la victoria después de dos sets a muy alto nivel y, de repente, se distrajo. Se fue del partido. Estaba, como él mismo reconoció después, "en otro mundo". En el tercer set cometió numerosos errores y tuvo que trabajar para cerrar el marcador en 6-3, 6-4, 2-6 y 6-2 y clasificarse para tercera ronda donde se encontrará con el ganador del duelo entre el estadounidense Sebastian Korda y el coreano Soon-Woo Kwon.
DIMITAR DILKOFFAFP
"No me dolía nada, he notado el brazo bien. Es verdad que las condiciones [lluvia, pista tapada] no ayudaban, que costaba hacer winners y los puntos eran muy largos, pero no achaco mi bajón a nada. Lo achaco a mí", admitía Alcaraz. Nadie se conoce mejor que uno mismo. Y de ese autoconocimiento nace la solución.
¿Qué hace cuando ve que ha salido del partido?
Intento mantener la actitud positiva, poner buena cara, sonreir, pensar en cosas positivas. A veces cuesta bastante. Son momentos complicados. Pero sé que cuando estoy en otro mundo, cuando antes vuelva, mejor. Que no me cueste un set y, si me cuesta un set, que no me cueste dos. Sé que mi tenis va a volver si la predisposición es buena.
Los despistes de Alcaraz, por lo general, le juegan en contra, pero hay algunos que pueden celebrarse. Este miércoles, antes de medirse a De Jong, el español se frenó un momento y pensó: ¿Qué me estoy dejando? ¡La malla protectora! Había saltado a la pista sin la protección que le acompaña desde hace dos meses, había incluso realizado el sorteo de saque sin ella y sólo se acordó al colocarse para golpear las primeras bolas. Un lapsus esperanzador. Muy buena señal.
El brazo, sin dolor
Porque, más allá del susto del tercer set, la conclusión del partido de Alcaraz es esa: el maldito edema muscular de su brazo derecho es pasado, todo vuelve a ser posible. Si en primera ronda ante el peculiar J.J. Wolf, Alcaraz tiró de inteligencia y oficio para golpear al máximo sólo unas cuantas bolas, ante De Jong soltó valiente su derecha. Volvió a sacudir la bola, a empujarla, a acelerarla, a empotrarla contra el muro del rival a toda velocidad. Dos meses después de la aparición del dolor, el español parece haberlo olvidado. Ahora sólo le falta apuntar.
Quizá por la falta de competición en los últimos dos meses, quizá por los muchos entrenamientos sin poder practicar el 'drive', cometió muchos más errores no forzados de lo normal (47), la mayoría con su mejor golpe. Tuvo mérito también De Jong, un jugador mejor de lo que señala su ranking, capaz de superar a Alcaraz en el intercambio de dejadas, pero Alcaraz deberá afinar más con su derecha para seguir adelante y poder levantar su primer Roland Garros. ¡Ah!, sí, y evitar los despistes.
Queda por ver cómo Jannik Sinner regresa de su sanción por dopaje y ha aparecido una protección en su muslo derecho, pero Carlos Alcaraz sigue siendo el favorito para el próximo Roland Garros. Tres semanas después de su último partido, la final del Trofeo Conde de Godó, el español reapareció este viernes en la segunda ronda del Masters 1000 de Roma y lo hizo con el posado imperial de las estatuas que rodean el Foro Itálico. La raqueta afilada, la mente en su sitio.
Ante Dusan Lajovic fue el Alcaraz que tiranizó a sus rivales en Montecarlo y en Barcelona hasta que el cuerpo le pidió un descanso; el mismo, sin contrapuestas.
Si la lesión que le obligó a renunciar a jugar en Madrid generaba dudas sobre su candidatura en el Grand Slam parisino, ya parece olvidada. Tan rápido como en los días buenos y más concentrado si cabe, cerró su primera victoria en el torneo italiano por un doble 6-3 en una hora y 22 minutos y avanzó a una tercera ronda en la que se enfrentará al vencedor del duelo entre el joven Alex Michelsen y Laslo Djere.
Hubo un golpe que fue resumen del bueno momento de Alcaraz pese a las recientes molestias: la derecha. Al inicio de la gira en tierra batida, en sus primeros encuentros en Montecarlo, el ahora número tres del ranking mundial falló en exceso, precipitado e inexacto. En Barcelona mejoró mucho hasta recordar al campeón de Roland Garros del año pasado, aunque en en la final hubo errores. Este viernes en Roma, con su derecha hizo y deshizo con su mejor golpe.
Consciente de que era sólo su primer partido, Alcaraz quiso alargar los intercambios -realizó muy pocas dejadas- y eso permitió observar su alta velocidad de bola y cambios de altura de todo tipo. El debut perfecto para alejar la incertidumbre.