Lección de sangre fría de Carlos Sainz para una magistral victoria en Marina Bay

Lección de sangre fría de Carlos Sainz para una magistral victoria en Marina Bay

Fue la coronación a un fin de semana impecable en Marina Bay, donde Carlos Sainz perfeccionó hasta el extremo su fama de piloto calculador. Esa que le ha valido el apelativo de smooth operator. Desde la pole, liderando las 62 vueltas, supo manejar cada situación con exquisita pulcritud. De lo que parecía una victoria incontestable a ese final apretadísimo, cuando supo contener a unos Mercedes sedientos de sangre, que mordisqueaban como lobos sus talones. Ralentizando a propósito el ritmo para que Lando Norris entorpeciese a George Russell y Lewis Hamilton. La segunda victoria de Sainz en la F1 fue una cátedra de pilotaje.

A falta de 24 vueltas, Carlos manejaba a su antojo, casi con una sola mano sobre el volante. “Decidme cuándo queréis que ataque, porque puedo mejorar un segundo por vuelta”, comentó a Riccardo Adami, su ingeniero de pista. Cuando la advertencia llegó a oídos de Mercedes, Russell dijo sorprenderse por el hecho de que en realidad no fuesen dos segundos.

Pero, de pronto, un turbador giro de los acontecimientos hizo tiritar a Ferrari. A 19 giros para la bandera a cuadros, Esteban Ocon rompió el motor de su Alpine y tras el virtual safety car, Mercedes lanzó los dados con una estrategia que más bien parecía una invitación al suicidio. Russell renunciaba a una posición segura de podio para montar neumáticos medios. Al reincoporarse al asfalto veía el tercer puesto de Charles Leclerc a 14 segundos.

Ralentizar para ganar

Con el nuevo compuesto de Pirelli, 24 vueltas más fresco que el de Sainz, Russell empezó a reventar los cronos. Ferrari, por supuesto, se sentía cerca de la lona. Sainz, con mente fría, con hielo en las venas, supo antes que nadie que sus opciones pasaban por ralentizar de nuevo el ritmo. Incluso asumiendo que Norris, a su estela, se acercase hasta activar el DRS. En las distancias cortas, el SF23 podía contemporizar mejor.

Con los rivales a degüello, regalando ese espacio suficiente, Sainz contuvo el aliento y la adrenalina. Cierto que Norris, su viejo amigo de los tiempos de McLaren, puso también de su parte. Lo que no tuvo excusa fue el error postrero de Russell, cuya desesperación se concretó contra el muro de la curva 14. Hamilton, al menos, salvó un podio que debería llenar de gozo a Toto Wolff y sus secuaces.

Sainz, en la recta de meta de Marina Bay.AFP

Y eso que, nada más apagarse el semáforo, la mala puesta en escena de Russell despejó aún más el plan de Ferrari, dado que Leclerc empezó a olisquear el alerón de Sainz. Desde entonces, la misión del madrileño era sencilla: mantener un ritmo tranquilo, enviando aire sucio a su compañero, que no podía aprovechar las tres zonas de DRS y además degradaba más sus neumáticos blandos. “Podría ir a este ritmo para siempre”, admitió por radio. “Creo que Carlos me está ralentizando”, lamentó Leclerc. Por entonces, hasta Logan Sargeant, decimoquinto, rodaba más rápido que el líder.

Parada letal para Leclerc

Con 62 vueltas por delante, todos los favoritos optaban por el modo ahorro en los neumáticos, un plan habitual en Singapur. El único que debía forzar más era Max Verstappen, que en seis vueltas había recuperado la posición ante Liam Lawson y los dos Haas. A 10 segundos de la cabeza, por entonces ya podía despedirse de la victoria. Por delante, Fernando Alonso, sexto, se había desembarazado de Kevin Magnussen para seguir la estela de Norris. El piloto de McLaren reclamó que Hamilton debía devolverle la posición tras una excursión del Mercedes en la curva 1, de donde regresaría por donde indicaba el bolardo.

Un detonante, activado en la vuelta 20 por Sargeant, disolvió el letargo. Con el Williams estampado contra las protecciones de la curva 8 y el safety car en pista, los favoritos se apresuraron a entrar en boxes. Tantas prisas, en forma de dobles paradas, fueron letales para Leclerc. El monegasco, ligeramente obstaculizado por los Mercedes y tras el pequeño lío de sus mecánicos con el gato, se demoró 5,7 segundos en el pit stop. Es decir, perdía posición con Russell y Norris, mientras el líder salía airoso, con una parada limpia de 2,5 segundos.

Sainz aún tenía margen para gestionar el compuesto duro, asumiendo la presión a la que le sometería Russell. “Está reservando fuerzas. Es muy lento”, se quejó el británico, hambriento de gloria, procurando no desesperarse ante el líder. Quién iba a imaginar que muchos metros por detrás, Verstappen ni siquiera pudo sacar los codos ante Hamilton o Leclerc. “Esto es como conducir sobre hielo”, ilustró el próximo campeón, descabalgado por vez primera en su despótico 2023.

Nefasto Aston Martin

Alonso, que jamás pudo abrirse paso a puro ritmo en la zona media, sufrió además la severidad de los comisarios, que penalizaron con cinco segundos su maniobra de entrada en el pit lane. De modo que su octavo puesto provisional, por culpa de la cabalgata organizada por Sergio Pérez, era en realidad un decimoquinto. Desamparado, tras la ausencia de última hora de Lance Stroll, el domingo del asturiano aún se nublaría aún más por culpa de Ocon, que le tributó un fabuloso adelantamiento en la horquilla de la 8.

Al muro de Aston Martin, con Mike Krack al frente, llegaría el recado como un aldabonazo. “Este coche es inconducible”, clamó Alonso. El lastimoso último cambio de gomas, que le supuso un déficit acumulado casi 26 segundos, debió de enfurecer aún más al bicampeón mundial. Y el colofón para su fatídico domingo fue otro error de pilotaje, evidente fruto de la impotencia. Acabar último nunca puede ser plato de gusto para un gran campeón.

kpd