Se acabó el recreo para el Celta. La Real Sociedad fulminó las ilusione de los gallegos en su centenario y les dejó sin el bálsamo de la Copa que le hacía olvidar sus miserias en Liga. Con menos dudas y más decididos, los vascos golpearon en momentos decisivos a un Celta que reacionó muy tarde, cuando la semifinal estaba en el bolsillo de los donostiarras. [Narración y estadísticas (1-2)]
La importancia del saque de banda en el juego ofensivo la recordó Balaídos en el primer minuto. Fue la mayor arma con la que los donostiarras pusieron al Celta contra las cuerdas y de donde nació el gol sin que apenas el duelo hubiera arrancado. Tierney puso la pelota desde la banda al área, no la despejó Starfelt y Carlos Domínguez, en su intento por hacerlo, se la entregó a Merino para que telegrafiara la pelota a la cabeza de Oyarzabal en el segundo palo.
Un fallo en cadena enfriaba la caldera celeste. No entraba en los planes de Rafa Benítez, otra vez agarrado a sus rotaciones, tener que nadar contracorriente tan pronto. Y lo cierto es que no pudo hacerlo en la primera parte.
La zancada de Becker
La Real, con el marcador a favor, fue práctica y decidió tener el control. Se instaló sin demasiado esfuerzo en campo celtiña y fue lanzando avisos. Probó Merino a botepronto, Starfelt tuvo que enmendar un error de Carlos Domínguez en la salida de balón que casi aprovecha André Silva y Becker, en su debut, se mostró sus diabluras con veloces contrataques.
Parecía cuestión de tiempo que el equipo de Alguacil madurara el resultado, incluso sobreponiéndose a contratiempos como la lesión de Tierney. El Celta, sin embargo, no reaccionaba. Sin pelota, sin ideas y sin remates entre los tres palos. La proeza de la remontada se antojaba quimérica.
El recurso de Aspas
Hizo reaccionar Benítez a sus jugadores en el vestuario. No había nada que perder, le dio el mando a Luca de la Torre y los lanzó a buscar el empate. Se asustó la Real, encerrada en su campo y viendo cómo Risti, de lejanísima falta directa, buscaba el error de Remiro. La presión tenía que aumentar con la entrada de Iago Aspas.
Ante un Celta volcado en busca del empate que le diera vida, a la Real le quedaban las carreras de Becker. De ahí sacó oro cuando Brais Méndez lanzó al surinés, que soltó un derechazo antes de pisar el área ante el que nada pudo hacer Iván Villar. El camino se empinaba para los gallegos, que se agarraban a los intentos desesperados de Aspas. Alguacil ya maniobraba para sobrevivir cuando De la Torre recortó distancias. Demasiado tarde.
El Real Madrid sigue sin entender cómo Gil Manzano pitó el final del partido ante el Valencia en Mestalla justo cuando el balón centrado por Brahim volaba hacia la cabeza de Bellingham, que lo envío al fondo de la red y hubiera dado la victoria al equipo en el último suspiro de un duelo en el que sufrió.
Las horas no han sacado del "shock" al vestuario, que Ancelotti describió como "caliente" por la actuación del colegiado. En los despachos no tienen dudas: "el árbitro tuvo miedo". Anunció a los jugadores de que iba a silbar tras el saque de córner de Modric, pero permitió que el despeje de Mamardashvili acabara en los pies de Brahim.
Esta decisión la consideran sin precedentes y escandalosa y, más allá de los dos puntos perdidos, creen que marca de nuevo en negativo la actuación de los colegiados y las decisiones que se adoptan en el Comité Técnico de Árbitros, sobre los que defienden sigue habiendo dudas razonadas.
La denuncia del club blanco viene acompañada del recurso por la tarjeta roja que Gil Manzano mostró a Bellingham por sus protestas. Como desveló Ancelotti, el colegiado extremeño recogió en el acta que el inglés se dirigió a él con la expresión "fucking goal", y el Real Madrid puntualizará que fue "it's a fucking gol" (es un jodido gol). La intención es que el jugador no reciba sanción por menosprecio o insultos al colegiado, que va a dos a cuatro partidos, y se quede en uno por la expulsión.
Pero el duelo en Mestalla dejó mas golpes emocionales en esos minutos finales. La grave lesión de Mouctar Diakhaby en una desafortunada jugada con Tchouaméni provocó escenas de desánimo y preocupación entre los futbolistas en el terreno de juego y dejó anímicamente muy tocado al propio Tchouaméni,que no cesó de disculparse con su compañero.
El primer parte médico indica que central sufre una "luxación de la rodilla derecha" y sigue ingresado en el hospital para someterse a nuevas pruebas que determinen el alcance de la lesión y, sobre todo, la afectación de los ligamentos. No se descarta que pase por el quirófano y los servicios médicos del Valencia no sólo temen que se pierda el resto de temporada, algo que dar por seguro, sino que la gravedad le lleve a estar alejado de los terrenos de juego un año.
Diakhaby había recuperado la titularidad después de superar una rotura fibrilar en la musculatura isquiotibial de la pierna izquierda que le mantuvo en la enfermería de octubre a diciembre y de haberse marchado a jugar la Copa África con Guinea.
Nada de lo que ocurrió en las entrañas del Arena AufSchalke desde que Georgia puso un pie en los octavos de la Eurocopa es casual. Todo tiene, buscado o no, un simbolismo que va más allá del balón. Estos futbolistas son un emblema para las nuevas generaciones de un país orgulloso que quiere, como en el campo, conquistar a Europa. El aldabonazo en Alemania, venciendo a Portugal y enfrentándose a España, es una metáfora de que quieren colocarse en todos los mapas.
Cuando Saba Lobjanidze enfiló, altavoz en mano, el largo pasillo de la zona mixta, lo seguían Mekvabishvili, Kvekveskiri y se fueron sumando jugadores al grito 'Sakartvelo'. No era un cántico de jugadores eufóricos que, hasta hace apenas un año, casi eran desconocidos si los encontraban por las calles de Tiflis. Era un grito patriota. Para los georgianos no existe Georgia sino Sakartvelo, «la tierra de los kartvelianos», los habitantes del Reino de Kartli que ocupó parte del actual territorio hasta el siglo XV. Allí hunden sus raíces estos jugadores que ni siquiera superan la treintena y que, por eso, han establecido un vínculo directo con la juventud del país.
Comparten inquietudes, sueño europeísta y orgullo nacional, porque como quienes salen a las calles a manifestarse, ellos tampoco se esconden. «El camino de Georgia pertenece a Europa. ¡El camino europeo nos une! ¡Hacia Europa!», afirmaba Kvaratskhelia en febrero cuando la UE abrió las puertas a la adhesión de Georgia. «¡El camino y el futuro de Georgia pasan únicamente por Europa!» decía Giorgi Mamardashvili, el nuevo ídolo, que ya es imagen de marcas como Emporio Armani o Pepsi.
«Como tres Champions»
«No he conocido un jugador con más sentimiento patriótico que él, lo lleva muy dentro», cuenta José Manuel Ochotorena, entrenador de porteros del Valencia y formador del mejor guardameta del torneo. «Cada cosa buena que hace piensa en lo importante que es para su país. Con la clasificación era el hombre más feliz del mundo. Como si hubiera ganado tres Champions. Cuando volvió a Valencia me contó que la noche del partido ante Grecia que les llevó a la Eurocopa casi no puede entrar en su casa de la gente que le esperaba», relata a EL MUNDO.
Y es que este grupo que dirige Willy Sagnol es mucho más que una suma de deportistas. Son ídolos por lo que hacen en el campo, donde sólo el luchador Ilia Topuria en el ring les gana en popularidad, y fuera. Pocos tienen un recuerdo de la invasión rusa que les arrebató dos provincias, Abjasia y Osetia, pero todos saben que no quieren vivir bajo la suela de esa bota de la que se libraron tras la caída de la URSS. «Cuando yo llegué en 2011 había aún ambiente de guerra y estos chicos conocen las dificultades que ha vivido su gente, la pobreza y las condiciones de vida que aún están muy por debajo de las de Europa occidental. Para todo el mundo era impensable que consiguieran esto», cuenta Carles Coto, que fue jugador del Dinamo de Tiflis durante tres temporadas. Fue junto a Xisco Muñoz, Alex García o Andrés Carrasco uno de los pioneros en «españolizar» el fútbol en Georgia. Ellos pusieron una semilla que luego germinó. «Jugadores como Kvaratskhelia, Mamardashvili o Mikautadze son un ejemplo de que tener lazos con Europa hace crecer», apunta el ex futbolista.
Eso es precisamente lo que piensa buena parte de la población y de los jugadores, a los que les gusta mostrarlo. En el vestuario entonaron 'Samshoblo' (Patria), una canción folk publicada después de la guerra con Rusia y hoy himno proeuropeo.
«dejadnos mostrar nuestra fuerza»
Después, en esa especie de conga por los pasillos del estadio de Gelsenkirchen a la que se unió Mikautadze -pero no el tímido Kvaratskhelia ni Mamardashvili, en el control antidopaje-, siguieron lanzando mensajes en el mismo sentido: «Estamos aquí, dejadnos mostrar nuestra fuerza, estamos juntos».
Mientras, las banderas de Georgia seguían ondeando en manos de los aficionados que, desde las escaleras de acceso a la grada, esperaban a ver salir a su héroes. Ellos les responden. Algunos se posicionaron contra la Ley de Transparencia sobre la Influencia Extranjera, la llamada 'Ley rusa' que pretende controlar la actividad de «agentes extranjeros» en el país, lo que supone de hecho una restricción de libertades, entre ellas las de expresión y todas las que posee en colectivo LGTBI.
Esa propuesta viene avalada por el partido Sueño Georgiano, liderado por el oligarca Bidzina Ivanichvili, considerado el dirigente en la sombra del país, que ayer anunció que donará más de 10 millones de dólares al equipo nacional de fútbol por la proeza de la clasificación para octavos. Se trata de una prima mayor que la que recibiría España si termina campeona. Falta saber si estos jugadores la aceptan o queda en los fondos de la Federación, menos beligerante.
Ahora espera España, pero ellos disfrutan y hasta unen a su fiesta en su base de Velbert, cerca de Dortmund, a otro conocido luchador, Merab Dvalishvili. Eso sí, con el corazón a 4.000 kilómetros. «Me han enviado vídeos de cómo está celebrando la gente y es increíble», contaba Giorgi Kochorasvili tras el partido. Antes de la Eurocopa, el anhelo del jugador del Levante era darle una alegría su pueblo, «que lo está pasando mal». Ya lo han conseguido.