El belga Thibaut Courtois fue sometido a nuevas pruebas este lunes después de que ayer se le diagnosticara una “ciatalgia” que han confirmado esta dolencia que, según fuentes del Real Madrid, le harán no estar en el partido del miércoles contra el Shakhtar Donetsk, y su vuelta la marcará su evolución día a día.
Se trata de una dolencia en el trayecto del nervio ciático que se suele producir por la compresión de las raíces nerviosas en la zona lumbar, por lo que el club no marca plazos para su retorno al equipo ya que en cada caso evoluciona de una forma diferente.
Por ello, Courtois hará trabajo individual con los fisios del club y en el gimnasio con el gran objetivo de llegar al 100% al clásico frente al Barcelona del próximo 16 de octubre.
Llegaba el Inter en octavos de Champions, último finalista de la competición, sin perder desde septiembre, salvo un duelo en Coppa ante el Bolonia. Con una riqueza táctica y técnica que impresionaba en Europa. El partido de San Siro para el Atlético de Madrid fue como una visita al dentista salvada por Oblak, como anestesista, y por una gran falta de acierto italiano. Entonces, el éxtasis en la vuelta en el Metropolitano, de nuevo con el esloveno como héroe.
El Atlético de Madrid volvía a hacerlo. Como ante el Chelsea en 2014, el Bayernde Múnich en 2016 y el Liverpool en el 2020, el equipo rojiblanco se sobreponía a una presunta inferioridad sobre el papel para salir victorioso, aunque fuera en la agonía de la tanda de penaltis. "Gran parte de los logros del Atlético son mentales, ante los grandes se motivan", explica a EL MUNDO el ex guardameta rojiblanco, Abel Resino.
Una de las primeras gestas futbolísticas fue la remontada ante el Chelsea de Mourinho en Stamford Bridge en 2014. Era el acceso a la primera final de la Champions del Cholo y la segunda en la historia del club. Los pupilos del argentino tuvieron que sobreponerse no sólo al empate a cero del Calderón en la ida, sino a que 'su Niño', Fernando Torres, adelantara a los blues en la primera media hora del encuentro.
"Sentíamos que podíamos con cualquiera. Habíamos ganado todo y nos faltaba la Champions. Fuimos muy superiores, a pesar de que ellos se adelantaran", cuenta Mario Suárez, uno de los mediocentros titulares del conjunto rojiblanco. Adrián y Diego Costa de penalti darían la vuelta al marcador, Arda Turán remataría al Chelsea y encargaría el ticket para la final de Lisboa, que se terminaría perdiendo con el Madrid.
Adrián tras marcar al Chelsea.
El viaje a la segunda final del Cholo conllevaría otra semifinal que asombraría al mundo y daría cuenta de la capacidad de resiliencia del conjunto rojiblanco. Sería, además, frente al Bayern de Guardiola en 2016. Saúl hizo en la ida en el Calderón uno de los goles más bonitos de la historia de la Champions y, probablemente, el más importante de su carrera. Con esa exigua ventaja llegaba el Atlético a Múnich a sufrir uno de los mayores asedios de la historia de la competición.
"Fue un ejercicio de fe", apunta Suárez, "saber que para ganar y conseguir el objetivo hay que sufrir", añade. El Bayern tuvo un 73% de posesión y realizó 33 remates, pero sólo consiguió vencer por dos goles a uno con Griezmann y Oblak como héroes de la noche y se hizo bueno el valor doble de los goles fuera de casa. "El equipo ante los grandes tiene que saber en todo momento lo que tiene que hacer. No puede salir a tumba abierta. Hay que realizar un juego defensivo sin fisuras", apunta Resino.
Saúl tras su gol al Bayern.MARCA
De nuevo, la alegría que lleva a la decepción de perder la segunda final consecutiva ante el Real Madrid. En un club en el que, tras otro palo, entraron las dudas desde la cúpula hasta el banquillo pero, como dice Abel Resino, solo había que tener un poco de memoria. "El cambio que produce la llegada de Simeone es como el día y la noche. La gente que dice que ya ha pasado no se acuerdan de cómo era el club antes de él. No se entraba en Europa, se quedaba décimotercero...", apunta.
Y es cierto que desde la llegada del argentino hay más Chelseas, Bayerns y otras gestas; como la del Liverpool en el año de la pandemia, con esa remontada épica en Anfield por dos goles a tres con aquel doblete de Llorente in extremis y el gol de la victoria de Morata; que decepciones. "A nivel emocional estos partidos de Champions te sacan lo mejor", comenta el ex futbolista rojiblanco Filipe Luis, presente en Stamford Bridge, pero apunta también el bajón mental que se produce tras estas grandes exigencias.
Las decepciones
Filipe se refiere a los partidos ligueros entre eliminatorias europeas, pero esa relajación quizás también afecte al equipo ante retos más sencillos en Europa. De hecho, todos los equipos querían el pasado 15 de marzo que le tocase la bola del Borussia de Dortmund en el sorteo de los cuartos en Nyon. Era, a priori, el rival más asequible. Le cayó al Atlético y, a juzgar por la primera media hora en el partido de ida, parecía que iba a ser un paseo. Entonces, se relajó la tensión y, lo que iba a ser un partido de 3-0 terminó dos a uno, y gracias.
"No fue relajación, a lo mejor ese día con ese equipo no juegas bien. Tan fácil como que no metes las que tienes", explica Mario Suárez. Una explicación y una relajación que se extiende a otras sombras europeas como aquella fase de grupos en 2017 en la que el equipo rojiblanco no consiguió ganarle un partido al desconocido Qarabag y quedó tercero de grupo. Aunque luego se alzara ese mismo año con la Europa League ante el Olympique de Marsella.
Tampoco podemos olvidar la derrota ante el Leipzig en aquella Champions de la pandemia cuya fase final se jugó a partido único en Portugal. Y, por último, la mayor decepción europea del Cholo hasta la fecha cuando el equipo, el año pasado, no consiguió pasar de la primera fase de la máxima competición en un grupo en el que coincidió con el Brujas, el Oporto y el Leverkusen. "No es que el entrenador no consiga mentalizar, es que el propio técnico cree que ante ese tipo de partidos no hace falta hacerlo. No es lo mismo un partido ante un City que ante un Almería o Villarreal", apunta Resino.
Esta noche en Alemania el equipo deberá elegir qué cara poner, si la de las grandes noches europeas o la de las grandes decepciones. "El Atlético de Madrid tiene plantilla como para ganar la Champions y a eso se suma que los jugadores se lo llegan a creer", apunta Abel. Como dice el eslogan rojiblanco: "Nunca dejes de creer".
El verano pasado, el primer nombre en la lista de Pep Guardiola para reforzar el ataque del Manchester City era el de Rodrygo Goes (Sao Paulo, 2001). El brasileño venía de ganar la Liga y la Champions con el Real Madrid, había marcado en los dos partidos de la eliminatoria entre británicos y españoles y confirmaba una vez más que el City es uno de sus rivales preferidos: cuatro goles en los últimos seis enfrentamientos. Esta noche llegará el séptimo, con Guardiola todavía pendiente de él.
La sexta temporada de Rodrygo en el Santiago Bernabéu está siendo la de su confirmación definitiva justo en el momento en el que más dudas había sobre su posición en la rotación de Carlo Ancelotti. El italiano, enamorado del brasileño, le había dado todos los minutos posibles el año pasado, convirtiéndole en indiscutible tras la salida de Benzema. Los números de Rodrygo, sin embargo, se quedaron en 17 goles (10 en Champions, cinco en Liga y uno en la Supercopa y en la Copa) y ocho asistencias en total. Algo pobres para su lugar en el once. Se le exigía más, desde el banquillo y la grada.
"Sólo los tontos olvidan la 'R'"
Este año, la llegada de Mbappé amenazaba su puesto en el equipo. Ancelotti, acostumbrado a jugar con cuatro centrocampistas en las dos Champions conquistadas, podría haber mantenido el esquema, dando entrada al francés por el brasileño, pero no. El italiano ha cambiado el plan, ha transformado el 4-4-2 de estos años en un claro 4-3-3 y ha dejado la banda derecha para Rodrygo, que recibió la confianza como un empujón anímico mientras el foco mediático se centraba en Mbappé, Vinicius y Bellingham.
«Sólo los tontos olvidan la 'R'», contestaban en el vestuario ante los juegos de palabras que hacían los medios con la nueva delantera del conjunto blanco. Rodrygo, que al principio no entraba en la imagen mediática, se molestó primero, pero guardó silencio después. Se centró en su físico y lleva diez goles y seis asistencias desde el mes de diciembre, 13 y 8 en total. Números que van camino de superar todo lo que ha conseguido en el conjunto blanco y que le hacen competir de tú a tú con las estadísticas de sus compañeros de ataque. Mbappé suma 27 acciones de gol (24 goles y 3 asistencias), Vinicius 28 (16 y 12) y Bellingham 21 (11 y 10), como Goes.
Todo bajo la atenta mirada de Guardiola, pero también la de Ancelotti, Juni Calafat, José Ángel Sánchez y Florentino Pérez, sus grandes valedores, cada uno a su manera, en Chamartín. Rodrygo es uno de los grandes favoritos del cuerpo técnico, valoran su capacidad en el juego entre líneas, su regate y su solidaridad en el trabajo defensivo y en el juego de ataque. «No es egoísta ni juega para él. Y eso se nota», admiten desde Valdebebas.
En la dirección general del Madrid, los elogios son similares. Calafat fue el artífice del fichaje, avalado por José Ángel Sánchez, y desde su llegada se convirtió en uno de los preferidos de Florentino. Por eso todos los rumores, mensajes e incluso llamadas que se han producido para tantear su fichaje han sido desestimados. Ni siquiera tras la llegada de Mbappé, cuando en el club se decidió apostar por los tres atacantes y Bellingham, dejando dos puestos en el medio para Valverde, Camavinga, Tchouaméni, Ceballos y Modric.
Cláusula antijeques
El interés de Manchester no fue el único. Desde Arabia Saudí, que tantea todo lo que se puede tantear, también se han mostrado interesados en la contratación del brasileño, una moneda al aire que, como otras muchos, de momento ha salido cruz. Rodrygo renovó su contrato con el Madrid en 2023 hasta 2028 con una cláusula de 1.000 millones, antijeques, y aunque la firma de Mbappé ha llevado a varios futbolistas a preguntar por su situación salarial, no se ve en otro sitio que no sea el Madrid.
De profundas creencias religiosas, los que mejor le conocen bromean con que está «bendecido contra el City», el equipo que precisamente más se ha interesado en él. Sus dos goles en el descuento de las semifinales de Champions de 2022 todavía están en el recuerdo del Bernabéu, haciendo que en el club su apodo sea «Míster Champions». El éxito futbolístico no le ha alejado de la iglesia evangélica, a la que acude muchos domingos por la mañana en Madrid, ni de su familia, clave en su día a día. Vive con sus padres, con su hermana y con un grupo de amigos muy pequeño y extremadamente cerrado. «Es una casa en la que hay un orden absoluto», explican los que le conocen.
Su día a día
En ese orden, hay una persona clave: Marcel Duarte. Este preparador brasileño es el entrenador personal de Rodrygo, el que le organiza las sesiones de gimnasio en casa por las tardes y quien coordina el calendario de cada día, desde el tipo de comida a los descansos necesarios en cada jornada, siempre en contacto con Antonio Pintus y los preparadores del Madrid. «Lo lleva todo al milímetro», cuentan.
La evolución muscular del delantero es evidente desde ese delgado adolescente que llegó a Madrid con 18 años y sirve ahora para empujar al jugador en su mejor momento.
Hay momentos en que entender a Hansi Flick no es fácil. Encontrar explicación a por qué quita del campo de una tacada el talento de Dani Olmo, el colmillo de Raphinha y el oportunismo de Lewandowski no es fácil. Pero en Dortmund, cuando lo ganado parecía que se le escapaba como agua entre los dedos en una segunda parte desatada, al alemán le funcionó. En la locura, cuando el Borussia se aprovechaba de los pocos errores que cometieron los azulgrana, emergió Ferran Torres para amarrar tres puntos que casi certifican que el Barça estará en octavos. [Narración y estadísticas (2-3)]
No fue una cuestión tanto de suerte como de merecimiento. Mostró este Barça de doble cara la dominadora en el Signal Iduna Park, aunque a los alemanes les costara un minuto forzar el primer córner. Aún no habían engrasado los azulgrana el fuera de juego en el que atraparía una y otra vez a los alemanes. En escenarios gigantes como el dominado por el Muro Amarillo, apareció una vez más el equipo sólido que, por primera vez en la era Flick, también mostró una versión de control y paciencia para ir desajustando al rival poco a poco, sin tanto machetazo.
En esa trampa cayó el Dortmund, incapaz de arrebatarle la pelota, impreciso y salvando el pellejo por la imprecisión del Barça en el área. Dejaron conectar demasiado a Dani Olmo, Lamine Yamal y Raphinha y eso les hizo sufrir mucho durante los primeros 20 minutos.
Presión alta y efectiva
Probó Balde con un centro lateral al que no llegó Raphinha. Le dio réplica Lamine con otro que no cazó por milímetros el capitán brasileño y volvió a probar a Kobel con un disparo lejano. La presión del Barça era altísima y efectiva porque su rival apenas podía correr a su espalda y, cuando lo lograba, caía en clamorosos fueras de juego. Aún así tuvo latigazos para calentar a Iñaki Peña que, aunque la jugada estuviera invalidada, se lucía.
Se estaban gustando los azulgrana y parecía sólo cuestión de tiempo que llegara el gol. Lo falló Raphinha en una ocasión hilvanada entre Olmo y Lamine que envió rozando el palo. El Barça había dejado a un lado su verticalidad para amasar el partido ante un contrario muy ordenado en su área. Pese a la maraña de piernas amarillas, Lamine fue capaz de encontrar el espacio suficiente para armar un zurdazo que obligó a la mejor parada de Kobel. Ese susto hizo desperezarse al Borussia, que se estiraba con Duranville creando problemas a Balde y Gittens a Koundé, dos estiletes en las bandas que debían alimentar a Guirassy. Al guineano le amargó Peña al tapar un cabezazo picado bocajarro pegado al palo.
Todo el control en el que se había recostado el Barça saltó por los aires en la segunda mitad. Sahin echó mano de Yan Couto para intimidar y Guirassy consiguió batir la meta azulgrana, otra vez en fuera de juego. Aún no era aún su momento, era el de un jugador brasileño que lleva el brazalete de capitán tatuado. Raphinha siempre aparece al rescate para dar el picotazo letal. Fue una jugada casi del manual Flick: Pedri roba y protege, encuentra a Olmo que, con un control orientado, lanza al capitán a la carrera entre Can y Schlotterbeck para encarar y batir a Kobel.
Casadó y Ryerson pugnan por un balón.AP
La alegría azulgrana de ver en el marcador reflejado su dominio duró un suspiro. Lo que tardó en lanzar una contra el Dortmund y que Cubarsí, en un gesto infantil, derribara de un empujó a Guirassy en el área. No dudó el francés Letexier en pitar penalti que el propio guineano convirtió en el empate.
Fue entonces cuando Flick agitó el banquillo con Fermín y Ferran. También con De Jong, pero el holandés está opaco. Koundé se escapó hasta la línea de fondo y puso un centro en el punto de penalti que golpeó el andaluz ante Kobel. El suizo no embolsó la pelota y apareció Ferran para rebañarla. De nuevo el Barça tenía ventaja en el minuto 75. Y de nuevo no sabría protegerla. Desde el mismo saque de centro nació el empate cuando Gross esquivó la trampa del fuera de juego y le regaló el segundo gol a Guirassy.
No se cansó de remar este Barça y volvieron a asociarse los mejores para evitar que se escapara la proeza de ser el único equipo en asaltar el Signal Iduna Park en tres años, desde noviembre de 2021. Pedri, catalizador, buscó a chispa de Lamine y el joven astro, en otro partido de personalidad, dejó al valenciano franco para batir a Kobel. Bendita locura.