El futbolista, al que le quedaba un año más de contrato con el Parma, termina su carrera en el equipo donde empezó hace 28 años.
Buffon durante el Mundial de 2018Marco Bertorello (AFP)
Gigi Buffon, el hombre que ha esquivado todo y a todos, desde los golpes de Zidane en la final del Mundial hasta la depresión que padeció a principios de la década de 2000, se rinde ante el tiempo y avanza su retirada.
Falta el anuncio oficial, pero la decisión ya está tomada: a los 45 años dejará de ser uno de los mejores porteros de la historia, quizá para muchos el más grande de todos los tiempos. Silvano Martina, su conseguidor y, sobre todo, su amigo, decía a menudo de él que tiene un don innato para la colocación.
A Buffon aún le quedaba un año de contrato con el Parma. Como en las películas de Hollywood, todo acaba donde empezó, en el Parma, hace 28 años, con aquel emocionante debut en forma de saga: Parma-Milán 0-0, el 19 de noviembre de 1995.
Entre medias, diez Scudetti (más un campeonato de Serie B), 7 Supercoppe di Lega y 5 Coppa Italia con la Juve -a las que hay que añadir otra Coppa Italia ganada con el Parma en 1998-99-. Tuvo coraje y generosidad tanto en el campo, con el descenso a la Serie B, por ejemplo, como fuera de él, donde hizo sus confesiones más personales en el excelente libro de Roberto Perrone: “Caí en depresión, me trató un psicólogo”, relató.
La polémica también rodeó su vida en varias ocasiones, tanto dentro del campo como fuera de él. Para el recuerdo quedarán frases que dijo ante el micrófono (como que “más valen dos heridos que un muerto”), pero siempre reconoció sus errores. “Todas las desventuras que he tenido, algunas buscadas conscientemente, siempre las he pagado”, dijo una vez.
Su madre es de la Toscana, y su padre padre, de Friuli, una mezcla singular. De ella heredó la capacidad de entender y saber restar importancia a las situaciones; y de él, la tenacidad y coraje.
El Madrid se sobrepuso a la temprana expulsión de Asencio y cuajó sus mejores minutos en el Mundial para superar con claridad al Pachuca y dar un paso adelante en la clasificación a octavos del torneo. Los de Xabi Alonso reaccionaron a la roja con tres goles, repartidos entre Bellingham, Güler y Valverde, y con una actuación extraordinaria de Courtois, salvador otra vez. [Narración y estadísticas (3-1)]
La entrada de Güler en el lugar de Rodrygo fue el único cambio en el once inicial con respecto al estreno contra el Al Hilal. El único, pero el más necesario. El turco fue el mejor, creó, filtró, pausó y aceleró sensaciones cuando su equipo lo pidió, siendo parte de los mejores minutos del conjunto blanco.
Y eso que el encuentro empezó con drama y con Asencio de nuevo como protagonista. El central, que se equivocó en la primera jornada al realizar el penalti del empate de los saudíes, volvió a cometer un error de bulto. En el minuto ocho, Rondón, veterano en mil batallas, le cogió la espalda en un balón largo, cuerpeó y se puso delante, corriendo hacia el área de Courtois, y en el forcejeo con el español se fue al suelo. Decisión simple para el árbitro: roja.
Asedio ante Courtois
El Madrid se situaba en el precipicio del Mundial de clubes. Después de la mala imagen del estreno, se quedaba en inferioridad a los cinco minutos del segundo duelo. Un golpe en la cara del que tardó un tiempo en recuperarse. El Pachuca, incisivo, puso a prueba a Courtois en los pies de Kenedy y Rondón, pero apareció Courtois con su capa de superhéroe para salvar los muebles.
Alonso situó a Tchouaméni como central y dejó a Güler con Valverde y Bellingham a su lado. Ahí sufrieron los blancos porque el turco no repliega tanto, ni en posición ni en físico, y el Pachuca asedió el área madridista durante 20 minutos. Bautista, en un rechace tras disparo de Kenedy, obligó a Courtois a volar de forma inexplicable para evitar el tanto.
El cambio llegó con la pausa de hidratación. Alonso juntó a sus centrocampistas y modificó el sistema defensivo. Puso a Valverde y a Bellingham en el doble pivote, a Güler en la derecha, a Gonzalo en la izquierda y a Vinicius, libre, como nueve. Ahí creció el Madrid, que comenzó a robar con mayor comodidad y pudo volar en las transiciones hacia el área rival.
Güler anota el 2-0 del Madrid en Miami.AFP
Güler, empezando en la derecha pero moviéndose al centro en la salida de balón, intercambiando posiciones con Valverde y dejando la derecha libre para Arnold, fue el mejor. Y Bellingham brilló más cerca de la base y más lejos del delantero centro. Así llegó el 1-0.
Valverde vio a Gonzalo de espaldas en tres cuartos y el canterano, con sólo un toque de tacón, dejó el balón al espacio para la llegada de Fran García. El lateral profundizó por izquierda y vio la llegada de Bellingham en la frontal donde el inglés, poderoso, se internó en el área y definió de zurda, en diagonal, para aliviar el momento del Madrid en Estados Unidos.
El tanto dejó en shock al Pachuca y empujó al Madrid, feliz cuando vio que el fútbol recompensaba sus sensaciones y ocultaba la frustración de estos días. En el 42, los blancos cuajaron la mejor jugada de su torneo. Vinicius abrió en largo a la derecha para Arnold, el británico cedió un balón raso a Gonzalo dentro del área y el canterano, de nuevo en un toque, dejó la pelota a la llegada de Güler para que el turco definiera con la derecha ante Moreno.
Brahim por Gonzalo
Si en el inicio del partido el miedo inundó el banquillo, en el descanso todo eran sonrisas. Alonso dejó a Gonzalo en el vestuario y dio entrada a Brahim, un cambio en el que no había razones físicas y sí tácticas. El tolosarra quería más trabajo y combinaciones en la base de la jugada y buen pie en los últimos metros. Y le salió bien. Aunque Courtois tuvo que seguir apareciendo.
El belga volvió a salvar al Madrid en varias ocasiones ante Bryan, Pereira y Rondón durante unos minutos en los que los blancos sufrieron para mantener la portería a cero. Tanto que Xabi volvió a tomar decisiones. El vasco no esperó y en el 60 entraron Modric y Ceballos por Güler y Bellingham, exhaustos.
Los blancos recuperaron la posesión y la pausa y volvieron a tomar el mando del partido. En el 69, Valverde, tras recibir un buen balón picado por Brahim, sentenció el duelo. Se acercó Pachuca con el gol del honor tras un desvío de Tchouaméni que sorprendió a Courtois, pero en el tramo final no hubo guerra. El Madrid suma tres puntos y respira. Sonríe Xabi, que parece haber encontrado soluciones.
Es bueno sentir miedo, identificarlo en nosotros, porque es el primer paso para enfrentarlo. Quienes dicen no padecerlo, mienten. El Barça lo sentía, como demostró en una puesta en escena titubeante, imprecisa, de la que el Madrid se aprovechó, ya que nadie juega como el equipo blanco en el desfiladero de las dudas. Mbappé ponía nombre por dos veces al martirio de Montjuïc. No era un nombre cualquiera, era un nombre que da miedo. El hat trick del francés, en cambio, ya no provocó el mismo. Todo había cambiado por aquello que decía Umberto Eco, y es que nada da más valor al miedo que el miedo de los demás. [Narración y estadísticas, 4-3]
A ese otro miedo se empleó el Barça con una carga colosal, poseídos sus futbolistas por una determinación que ya habían exhibido ante el Inter, pero el Inter es un grandísimo equipo y el Madrid es un equipo que se sostiene de pie sobre las ruinas gracias a su orgullo. A Xabi Alonso corresponde la reconstrucción, porque el Año I de Mbappé, pese a este buen epílogo del francés, ha sido el año del derrumbe. Hansi Flick ha llevado a cabo la del Barcelona en una sola temporada para ganar los cuatro clásicos a su rival, al que ha marcado 16 goles, y levantar la Supercopa y la Copa, a la espera de aupar la Liga de los valientes, sentenciada en Montjuïc. Los valientes no niegan el miedo. Lo enfrentan.
Ancelotti y Flick.LLUIS GENEAFP
El liderazgo de Lamine Yamal
Valientes y jóvenes, dos características que personifica Lamine Yamal. Dueño de un acto de liderazgo, personalidad y madurez en los dos duelos frente al Inter, volvió a ser decisivo ante el Madrid con el gol de un empate que devolvía la línea de flotación al Barcelona. Un golpeo preciso, colocado, teledirigido por una mente privilegiada y un pie humano calibrado como un pie de rey, la herramienta de las pulgadas. Lo utiliza en los goles como en los pases, horizontales o verticales, siempre al lugar sensible.
Necesitaban los azulgrana esa aparición después de las apariciones en el área contraria de Mbappé. Es el duelo que viene, en los clásicos, en el Mundial del próximo año y hasta en el Balón de Oro. Para el francés, el Pichichi que lidera con sus tres tantos en Montjuïc únicamente sirve para redimirle numéricamente. El año más esperado ha sido un mal año en un mal Madrid, caído con estrépito en la Champions, cuya final disputara el PSG. El destino siempre nos reserva sorpresas, a veces macabras.Es caprichoso.
Mbappé, abatido, en Montjuïc.LLUIS GENEAFP
Mbappé fue objeto de penalti, lo marcó y resultó mortal al contraataque, antes de la reacción del Barcelona. En el tercero, el decorado había cambiado, con los azulgrana por delante en el marcador y en el campo. Eso gol, sin embargo, sirvió para ofrecer otro final de thriller a un clásico, con manos polémicas, de Tchoauméni y Fermín, y el no gol que soñaría todo canterano. Lo falló Víctor Múñoz, un catalán de blanco.
Más no se le podía pedir a Mbappé en un duelo clave. No siempre fue así. No basta con llenar de goles el granero, sino saber que hay días que se deben abrir sus puertas de par en par. Lamine parece tenerlo claro, aunque el Inter superara su calidad con un mejor planteamiento colectivo. El Barça se equivocó ese día al señalar al árbitro. Se había hecho grande en el campo, pese a la derrota, y se hizo pequeño en la sala de prensa o en el palco del presidente. Laporta tuvo el acierto de escoger a Flick, no se le puede negar. Ahora lo mejor es estar calladito. Ante el Madrid, el Barça volvió a hacerse grande, campeón. Una victoria ante el Espanyol, el jueves, le daría el título, con independencia de lo que haga el Madrid.
El técnico alemán tomó una decisión que era un mensaje a su equipo, al escoger el mismo once que en el Giuseppe Meazza. Ni una duda sobre los elegidos, pese a la interinidad de los laterales, Eric García y Gerard Martín. El primero repitió el guion, al marcar el primer tanto de los suyos después de recibir dos. Tras el exilio en Girona, Eric García se ha ganado un rol en este Barça gracias a su polivalencia y competitividad. El remate, a bocajarro, llegaba en la zona de los centrales, a la que no le había bastado que Valverde se convirtiera en uno más en posición defensiva, junto a Tchouaméni y Asencio. En Montjuïc fue, como en tantos otros lugares, la zona cero del Madrid.
Presión frenética
La frenética presión tras pérdida del Barcelona, un síntoma que conecta a este equipo con el que edificó Guardiola en el Camp Nou, resultó insostenible para el Madrid, que no pudo alcanzar siquiera el descanso con el empate. La dinámica llevó a errores, como el de Ceballos y Mbappé, que dejó a Raphinha en vertical. La combinación con Ferran Torres, perfecta, ofreció el gol a brasileño, que volvió a ampliar la ventaja antes de irse al vestuario.
Ancelotti había optado por un 4-4-2 para insertar a Güler, el futbolista de las dos caras. En Montjuïc ofreció de nuevo la peor, superado por la atmósfera y, posiblemente, por el sometimiento de su propio equipo. El turco es un talento que pide un entrenador que lo entienda. Veremos si es Xabi Alonso. Güler cayó en el descanso, como Ceballos, para dar entrada a Modric y Brahim. El croata siempre hace mejor el lugar por donde pasa, facilitado por un Barça que se tomó un respiro. Eso siempre es peligroso ante el Madrid, que en una contra volvió a presentar a Mbappé ante la portería de Sczcesny. El polaco perdió ese duelo para permitir el hat trick al francés, pero ganó el siguiente. Una buena forma de acabar después de empezar con un penalti que pudo gestionar de otro modo.
Vinicius dio el último pase a Mbappé antes de irse lesionado. Nada más que reseñar en su haber, en un pobre e irregular año. Los cantos de Arabia han sido como los de las sirenas para este Ulises del área. Mal asunto. Necesita volver al principio, mientras Mbappé necesita que este final sea su principio en un nuevo ciclo que debería empezar en el Mundial de clubes, si el Madrid convence a Xabi Alonso. En la cita no estará el Barça, aunque nadie vestido de azulgrana, hoy, lo lamenta, salvo por la caja del club. El esplendor está en la hierba.