George Mikan subió a una escalera y empezó a limpiar con un trapo la marquesina del Madison Square Garden. En concreto la ‘O’ de su nombre, porque lo que destacaban los neones esa noche, entre un partido de baloncesto universitario y el boxeo del viernes, no era que los Minneapolis Lakers, vigentes campeones, visitaban a los New York Knicks, sino que lo hacía Mikan. Fue la primera estrella del baloncesto profesional, un pívot cuyo dominio cambió las reglas de este deporte. Sobre sus hombros empezó a levantarse la dinastía de los Lakers, aunque la franquicia, que vive de espaldas a todo lo anterior a Los Angeles, no ha querido retirar su dorsal hasta este domingo.
La imagen, tomada a finales de 1949, cuenta por sí sola una historia. Eran los primeros meses de vida de la NBA y la liga, nacida de la fusión de dos competiciones (BAA y NBL), se agarraba a su mayor reclamo para atraer algo de público -Mikan viajaba en ocasiones antes que el resto del equipo para esas sesiones publicitarias; El partido anterior, el plato fuerte, era baloncesto universitario porque en aquella época aún tenía mucho más éxito que el profesional; y se jugaba en el Garden en buena parte porque estaba Mikan. De lo contrario, habría sido en el Arsenal del 69º Regimiento, que era donde mandaban a los Knicks cuando había cualquier evento mejor que esa liga tan menor. Para una NBA que luchaba por sobrevivir, George Mikan fue su primer ancla.
Mikan era una figura insólita. Visto con ojos modernos, es un jugador prehistórico, pero en aquella época fue uno de los primeros gigantes (2.08 metros, 111 kilos) con un atisbo de movilidad. El culpable fue Ray Meyer, su entrenador en la Universidad de St. Paul, que diseñó todo tipo de ejercicios para hacerlo más liviano. Ideó el ‘Mikan Drill’, un ejercicio que consistía en alternar ganchos con ambas manos debajo de canasta, y que harían miles de pívots que han venido después; para mejorar el juego de pies, lo puso a saltar la comba con el equipo de boxeo y lo apuntó a clases de baile (para que fuera más difícil, le aconsejaba bailar con las chicas más bajitas); las manos venían de los ocho años que estudió piano.
En 1997, cuando la NBA junto a sus grandes leyendas para celebrar el 50 aniversario de la liga (una contabilidad dudosa que merece capítulo aparte), muchas señalaron a Mikan como origen, el hombre que abrió el largo dominio de los pívots en el baloncesto. Bill Russell y Wilt Chamberlain hablaron de él como su héroe, y Kareem Abdul-Jabbar fue un paso más lejos. “No habría tenido ese gancho si no hubiera aprendido los fundamentos de Mikan”, dijo.
Cuando falleció en 2005, Shaquille O’Neal interrumpió una entrevista en televisión para ofrecerse públicamente a pagar los gastos del funeral. “Sé quien fue. Sé lo que hizo. Sin George Mikan no habría habido Shaq”.
El nacimiento de la dinastía
Mikan ya era una estrella antes de que nacieran los Lakers. Primero en la universidad y después en los Chicago American Gears, con los que fue campeón de la NBL en 1947. Era tal el tirón que, para exprimirlo en solitario, el dueño del equipo se fue de la liga y creó la suya propia. Pero el proyecto, chapucero, fracasó en unas semanas. Y Mikan quedó libre.
Mientras tanto en Minneapolis un periodista deportivo, Sid Hartman, había convencido a dos millonarios para comprar la plaza de los Detroit Gems en la NBL. El nuevo equipo se llamó ‘Lakers’, porque Minnesota es ‘La tierra de los 10.000 lagos’ y porque ese es el nombre de los barcos que transportaban mercancías en la región. Como los Gems habían sido el peor equipo la temporada anterior, ahora los Lakers serían los primeros en elegir un jugador de los que habían quedado libres en esa efímera liga. El hombre era Mikan, pero ficharlo no fue fácil.
Mikan se reunió con los Lakers para negociar su contrato y después de horas sin acuerdo pidió que lo llevaran de vuelta al aeropuerto. Sabían que si cogía un avión no lo ficharían jamás, así que de camino al aeropuerto fingieron perderse hasta que no quedaran vuelos a Chicago. Al día siguiente, Mikan firmó con los Lakers.
George Mikan se incorporó al equipo en el quinto partido de la temporada, y ahí nace otra imagen icónica con una buena intrahistoria: la franquicia no tenía un uniforme para él así que le dieron la camiseta más grande que encontraron. Por eso, su primer partido con los Lakers lo jugó con el dorsal 21 en lugar de su habitual 99. Y aunque el detalle no se aprecie en el blanco y negro, los pantalones que llevó eran de los Chicago Gears porque tampoco había ninguno de su talla.
Esa misma temporada 1947-48 los Minneapolis Lakers fueron campeones, aunque el título no aparece en su palmarés porque la NBA ignora el historial de la NBL. La cuenta de anillos no empezaría hasta el año siguiente, cuando se integraron en la liga rival (BAA) para formar el germen de la actual NBA. En la ensalada de siglas, solo queda una cosa clara: con George Mikan como estrella, los Lakers también ganaron cinco de los seis siguientes anillos. Había nacido la primera dinastía.
Mikan cambió las reglas
No hay mayor señal de dominio que obligar a un deporte a cambiar sus propias reglas. Y George Mikan lo hizo en varias ocasiones. Alguna muy ligada a la prehistoria del juego, como prohibir taponar los tiros que ya están bajando. Algo que hoy parece tan básico no fue necesario legislarlo hasta su irrupción en el baloncesto universitario. También obligó a doblar el tamaño de la zona, que en sus primeros años habían media unos 180 centímetros (seis pies). Un pívot de su envergadura podía dominarla sin pisarla siquiera. La medida se conoció como ‘Ley Mikan’.
Para intentar neutralizarlo, la NBA llegó a probar en un partido con subir la canasta 60 centímetros, pero suspendieron la idea al darse cuenta de que lo único que hacía era favorecer precisamente a los más altos. Hasta en el nacimiento del reloj de posesión se puede ver el influjo de Mikan: en 1950, los Pistons decidieron jugar a retener el balón con tal de que no cayera en las manos del pívot de los Lakers. Del ‘espectáculo’ habla el resultado. 19-18. Estas ‘tácticas’ llevarían a la creación del reloj de posesión en 1954.
A pesar de su influencia en el juego, y en la propia historia de la franquicia, los Lakers no habían retirado aún su dorsal. De hecho, se inauguró antes su estatua en el pabellón de los Minnesota Timberwolves, para los que no jugó nunca. La franquicia vive de espaldas a todo lo anterior a su traslado a Los Angeles, y el único recuerdo que había en el pabellón a George Mikan y sus compañeros (leyendas por mérito propio, como Jim Pollard o Vern Mikkelsen, entre otros) era una bandera en la que se apelotonan todos sus nombres.
Aunque George Mikan fue el primer gran pívot dominador. Aunque ninguna franquicia se ha nutrido mejor de esa tradición de los Lakers.