El jugador galés, que militaba en el fútbol estadounidense desde que dejó el Real Madrid, se despide con un currículum que incluye cinco Champions
Mientras Luka Modric, a sus 37 años, decide seguir en la selección croata y Cristiano Ronaldo, a la misma edad, busca una oportunidad más en Arabia, Gareth Bale dice basta porque, en realidad, el fútbol jamás significó tanto para el galés como para las estrellas que le rodeaban. Lo hace a los 33 años, después de unos meses en el fútbol estadounidense y un Mundial del que se marchó fuera de forma. A partir de ahora, puede, definitivamente, invertir su lema “Gales, golf, Madrid”. El golf será lo primero de verdad.
Para quienes compartieron tiempo con Bale en el Madrid siempre fue de ese modo, hasta el punto de ser apodado como el “golfista” en el vestuario. Fueron ocho temporadas, en dos etapas, que le sirvieron para forjarse un currículum de gran estrella, con cinco Champions, tantas como Alfredo di Stéfano, Sergio Ramos o el propio Cristiano. Pese a la irregularidad de su rendimiento, fue un jugador de protagonismo en las finales, como en la ‘Décima’, en Lisboa, ante el Atlético, o con su gol de ‘chilena’ al Liverpool, en Kiev. A esos títulos, sumó tres Supercopas de Europa y cuatro Mundiales de clubes, todas conseguidas con los blancos. En total, 12 títulos internacionales.
Bale fue el segundo gran fichaje tras el regreso al club de Florentino Pérez, al pagar por el traspaso del galés 100 millones de euros al Tottenham, donde su velocidad había provocado un estallido en la Premier. Fue en la temporada 2013/14, coronada con la conquista de la décima Champions. Las lesiones, sin embargo, iban a provocar que las expectativas generadas tras su llegada no se cumplieran. Alternaba ausencias con episodios goleadores de forma que siempre acabara por ser renovado, como el segundo jugador mejor pagado de la plantilla por detrás de Cristiano. En su mejor momento, su sueldo era de 12 millones de euros netos al año.
Las lesiones de Bale llegaron a convertirse en un misterio incluso para los servicios médicos. Mientras unos las relacionaban con una protusión discal, otros consideraban que el galés era poco a dado a sacrificios, con un bajo umbral del dolor. La escasa motivación provocó, finalmente, el hartazgo de Zinedine Zidane, que pidió su salida del club. Se produjo más tarde, cedido al club de origen, el Tottenham. A su regreso, de nuevo con Carlo Ancelotti, tuvo un papel testimonial, pero le bastó para sumar desde el banquillo su quinta Champions, en París.
Potente, veloz y goleador, Bale pudo ofrecer mucho más a lo largo de una carrera que se inició en la élite en el Southampton, en 2005, pero fue dos años después, con su paso al Tottenham, cuando se produjo su despegue. Jugó en White Hart Lane, en dos etapas, siete temporadas, una menos que en el Bernabéu, donde, además de los títulos internacionales, levantó tres Ligas, una Copa y una Supercopa de España. La Copa, conquistada ante el Barcelona en 2014, dejó una de sus mejores imágenes como madridista, al superar a Bartra en una prodigiosa carrera camino de un icónico gol. Fue el mismo año que la ‘Décima’, en un gran final de temporada del galés que no tuvo la continuidad deseada.
El Bale del Madrid era un Bale distinto cuando el compromiso de su selección lo reclamaba. Debutó en 2005, de la mano de John Toshack. Con un liderazgo indiscutible y acompañado de otros talentos de su generación, como Ramsey, Bale llevó a Gales a su primera Eurocopa, en 2016, y, una vez en el torneo, escaló hasta las semifinales, en las que cayó frente a su entonces compañero de equipo, Cristiano. Del mismo modo, llevó al equipo nacional hasta su primer Mundial en 64 años, pero una vez en Qatar, no pudo repetir la historia. Inglaterra despidió a su peor versión en su partido 98 como internacional, con 38 goles. Como futbolista de club, jugó 553 partidos (185 goles). Bale dice adiós porque no se ve capaz de rescatarla. O el esfuerzo que supone no le interesa.