El piloto español es hoy un veterano adorado por los jóvenes. “Es una leyenda”, alaba Verstappen. En muchos casos, de Sainz a Stroll, de Tsunoda a Zhou, fue un “ídolo de infancia”
Fernando Alonso, a su llegada al Red Bull Ring, este jueves.CHRISTIAN BRUNAEFE
Suena 'Tu Calorro' de Estopa en la piscina del Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat y sirve como anuncio: ya está aquí Andrea Fuentes. Si la natación sincronizada fue una disciplina de niñas obedientes al ritmo de la maldita música del Cascanueces, pronto dejará de serlo. La revolución Fuentes se basa en romper los dos axiomas, en «empoderar a las nadadoras para que tengan voz propia» y en «hacer cosas que nunca se han visto en una piscina». La mejor nadadora artística de la historia de España es ahora, por fin, su seleccionadora y su estilo, tan propio, se nota en cada minuto del entrenamiento que presencia EL MUNDO, el pasado miércoles
Encima de una tarima, con un micrófono en la mano, Fuentes no para y hace que el resto no pare. Falta una eternidad para los Juegos de Los Ángeles 2028, pero las nadadoras españolas se machacan en unas series de ejercicios con Melendi, AC/DC o Linkin Park de fondo. «¡Las chinas están aquí entrenando con vosotras! ¡A ver quién aguanta más!», desafía Fuentes a quienes son sus pupilas desde hace un mes. En los Juegos de París, la China que entrena Anna Tarrés se llevó el oro, Estados Unidos con la propia Fuentes al frente se colgó la plata y España se quedó con el bronce. Ahora, pese a la reincorporación de Rusia, a España ya sólo le vale ganar.
Dígame que España nadará en Los Ángeles 2028 a ritmo de Estopa.
(Risas) De momento nos sirve para entrenar a tope. Para los ejercicios, aún estoy buscando, pensando en crear algo nuevo, realmente diferente. Veo espectáculos de circo, conciertos, no sé, miro cuadros. Yo qué sé, estudio el cubismo y a ver qué saco de ahí. Para mí es especial que seamos distintas al resto. El otro día hice una propuesta y una nadadora me dijo: 'Eso es muy Andrea Fuentes'. No sé exactamente qué quería decir, pero me gustó.
David RamirezAraba Press
¿Por qué su propuesta es distinta a lo que ya existe en la sincro?
Porque para mí es muy importante que la nadadora tenga el poder y eso no es lo habitual en mi deporte. El primer día le pedí cuatro cosas al equipo: autenticidad, unión, determinación y positividad. Quiero que cuando las nadadoras lo dejen o salgan del equipo lo hagan poderosas, fuertes, libres, que piensen que todos los entrenamientos valieron la pena ganemos o no el oro. En China o Rusia todavía siguen el sistema antiguo, más obediente, y quiero ver lo que aguantan con eso. Cuando sus nadadoras vean en TikTok que aquí vivimos mejor y comprueben que les podemos ganar pensarán: '¿Y yo por qué tengo que aguantar este trato?'.
Sin duda, es diferente a lo que había en su época como nadadora.
Es el cambio de filosofía que quiero aportar. Lo abro todo a diálogo y antes eso no pasaba. Yo quiero que hablen, que me pregunten por qué, que me discutan. 16 cerebros piensan más que uno. Es lógico, no estoy tarada y, además, lo imponen las nuevas generaciones. Si no lo hago así tarde o temprano pensarán: '¿Por qué voy a estar ahogándome debajo del agua cuando puedo pirarme a hacer skate?' Hay que escuchar, hacerlo divertido e inspirar. Al final es más potente la inspiración que el miedo.
En China no se cuestiona a la autoridad porque no hay salida. Aquí las nadadoras son distintas, pueden tener otra vida si no les gusta, dedicarse a otra cosa. Pero aquí las nadadoras tienen ese carácter de toraco, les corre sangre por las venas, no horchata. No me metería con su capacidad de trabajo. En China o en Rusia las nadadoras son máquinas, pero aquí si les enciendes el fuego y les echas gasolina, cuidado.
Es un método discutido en la educación por miedo a la relajación.
Pero en el equipo hay 16 nadadoras y sólo entran las ocho mejores. Hay muchísima exigencia de por sí: ¿Te imaginas quedarte fuera de unos Juegos Olímpicos? Es absurdo pensar que se van a relajar si no las abronco, si no las insulto, si no las machaco. En Estados Unidos aprendí el poder de la competencia. Allí en el colegio de mis hijos siempre les decían: 'Muy bien, lo están intentando'. Y yo preguntaba: '¿Y cómo van a aprender?'. Pues al final aprenden porque todos quieren ir a las mismas universidades. No es necesario destrozar la moral para enseñar. Mi labor no es exigir, es empoderar y que cada una saque el máximo. El buen trato no tiene nada que ver con la exigencia.
David RamirezAraba Press
De pedir un determinado peso mejor ni hablamos.
Lo dije en la primera reunión: 'Nunca os pediré nada que tenga que ver con vuestra imagen física'. En nuestro deporte siempre ha habido problemas y no puede ser. Me importa un pedo que seas gorda o delgada, en mi vocabulario eso no existe. Pero tienes que rendir. Las nadadoras deben preguntarse si les conviene más un bistec a la plancha que una hamburguesa del McDonalds. El reglamento puntúa según cuánto saques el cuerpo del agua así que si eres supertocha y subes hasta el cielo, eres una crack, te vean como te vean. Además, es tan dañino decirle a alguien que está muy guapa porque está delgada que decirle que está gorda.
La contraoferta de EEUU
Da la sensación de que esto le llega en el momento preciso.
Sin duda. Después de retirarme [en 2013] quería explorar muchas cosas. Me gustaba la idea de ser entrenadora, pero no quería serlo simplemente porque no supiera hacer otra cosa. Me fui a Mallorca, monté un negocio de nutrición saludable, pero me dí cuenta de que no me quería dedicar a eso. Empecé a escuchar ofertas de países que me ofrecían proyectos.
De muchos sitios, menos de España. Daba la impresión que de la polémica con Anna Tarrés se había quedado en medio y, por eso, apartada.
No, no, tuve una oferta para quedarme aquí. Mayu [Fujiki, anterior seleccionadora española] me ofreció ser su ayudante, pero yo quería un programa para mí sola, quería cambiar el sistema. Recibí ofertas de Estados Unidos, Australia y Suiza para ser head coach y escogí Estados Unidos.
David RamirezAraba Press
Los Juegos de 2028 serán en la puerta de su antigua casa en Los Ángeles. ¿Por qué ha vuelto justo ahora?
Por muchas cosas. Me habían doblado el sueldo, pero no quería hacerlo por dinero. Allí había cumplido una misión. Pensaba que ganaríamos una medalla en 2028 y lo hicimos cuatro años antes, en 2024. Además no me quería hacer mayor y que mis hijos crecieran allí. En España se vive muy bien y no te das cuenta hasta que no te vas. Aquí salgo de casa y me siento segura, doy un paseo, me tomo un café o una cerveza con las amigas. Allí estaba todo el día en el coche, temía que un tío fuera a cargarse a mis hijos al cole con una pistola, veía como el fentanilo estaba haciendo mucho daño. No lo veía como el sitio ideal para vivir ni mucho menos.
Arrancaba Manuel Guijarro con sus 1,78 metros y delante tenía a tres gigantes, tres tipos imponentes de dos metros, el neerlandés Nick Smidt, el belga Christian Iguacel y el británico Efekemo Okoro, pero le daba igual. Esto no va de lanzar a canasta ni a portería; esto va de correr. Y para correr no hace falta ser el más alto, únicamente hay que ser el más rápido. Markel Fernández le había entregado el relevo en cuarta posición, pero Guijarro, sin cuerpo para imponerse, se abría hasta la calle 3, volaba y empezaba la remontada.
En la tercera posta, su compañero Óscar Husillos ya defendía la tercera plaza y en el último tramo Bernat Erta maniobraba para ganar otro puesto sobre la misma meta. Su prodigioso golpe de cuello acabó por superar al belga Jonathan Sacoor, vigente campeón del mundo indoor de esto, que se equivocó por culpa de su confianza. Al final, este domingo, España se llevó la plata del relevo 4x400 sólo por detrás de Países Bajos y por delante de potencias como Bélgica, Gran Bretaña o Francia.
Como ya pasó el sábado con Paula Sevilla, la velocidad volvió a dar una alegría insospechada. El relevo largo español tuvo hace unos años una época de esplendor cuando el mejor momento de Husillos su unió a esa supernova llamada Bruno Hortelano y al oficio de Lucas Búa o Samuel García. El equipo disputó la final del Mundial de Londres 2017 y se quedó a un suspiro del oro en el Europeo de Berlín 2018. Pero luego se deshizo por varias razones. En este Europeo indoor, además, el cansancio de Iñaki Canal, su mejor hombre, le había restado opciones al podio. Pero el empuje de Fernández, el pundonor de Guijarro, la experiencia de Husillos y la fe de Erta llevaron a la plata.
Fue la cuarta y última medalla de España en un Europeo indoor ideal para conseguir más. Por ser año post-olímpico y por la cercanía del Mundial indoor de Nanjing, en China, en muchos casos la gloria estaba más barata que de costumbre. La selección, además, había centrado sus esfuerzos en la cita así que la sensación de decepción era inevitable. Con el oro de Ana Peleteiro en el triple salto, la plata del relevo 4x400 y los bronces de Sevilla en los 400 metros y Lester Lescay en la longitud, España acabó en noveno puesto del medallero, lejos de sus aspiraciones. Dentro de dos años, en 2027, el Europeo indoor se celebrará en Valencia y los números tendrán que ser mejores.
Cada día, antes de ir a la cama, un salto en paracaídas. O un poco de funambulismo sobre el vacío justo al despertarse. O después de comer, en lugar de siesta, puenting. Carlos Alcaraz convive con el riesgo como algo rutinario, el peligro no existe para él. Pese a sus 21 años, se ha acostumbrado a ir por detrás en el marcador, recomponerse, remontar, brillar y finalmente vencer como si ese fuera el camino más fácil e incluso el único posible. En el presente Wimbledon hasta tres veces ha perdido el primer set y, pese a ello, ahí está, en su segunda final consecutiva, que disputará este domingo (15.00 horas) ante el vencedor del duelo entre Novak Djokovic y Lorenzo Musetti.
Ni Frances Tiafoe en tercera ronda ni Tommy Paul en cuartos ni Daniil Medvedev este viernes en semifinales aprovecharon la ventaja inicial por una razón muy sencilla: Alcaraz no se lo permitió. Ante Medvedev, de hecho, después de ese primer set el español no concedió más hasta llevarse el triunfo en dos horas y 55 minutos (6-7 [1], 6-3, 6-4, 6-4).
Puede parecer una anécdota, incluso un demérito, pero en realidad esos primeros sets perdidos subrayan una virtud de Alcaraz. Al contrario de lo que ocurrió en Roland Garros, el ahora número tres del mundo no está dominando cada partido en Wimbledon y en ocasiones incluso ha sido dominado. Por la velocidad del juego sobre hierba, hay más rivales capaces de conseguirlo y su margen de error es más pequeño. Pero nadie ha conseguido enviarle para casa, ni tan siquiera ha estado cerca.
Después de esos inicios erráticos, el español siempre ha sabido leer el juego, elevar su ánimo y soltar su brazo para acabar ganando. Las semifinales ante Medvedev de este viernes fueron el más claro ejemplo. Como ocurrió en el último US Open, el ruso apareció en la Central de Wimbledon con la intención de arriesgarlo todo: si le salía bien, perfecto y si no, también. Ante Alcaraz, sabe que su habitual tenis amarrategui no le sirve y muta en el jugador de ataque que raramente es. Pero el plan sólo le funcionó una hora.
Un mal inicio, un despertar genial
En esos primeros juegos, Alcaraz, que apareció completamente afeitado -una imagen que no lucía desde hace meses- y acompañado de su familia al completo, no pareció Alcaraz. Sin más explicación que sus nervios y la táctica de Medvedev, sufrió muchos problemas con su saque -en ese set rondó el 40% de primeros-, se movió de manera dubitativa sobre la pista y falló en los puntos decisivos -dos de ocho en puntos de break-. Que remontara dos roturas en contra y llegara al tie-break supuso un esfuerzo en vano porque en esa muerte súbita todo marchó mal. Pero luego, de repente, ¡buf!, salió el genio de la lámpara.
Medvedev, ante Alcaraz, este viernes.AFP
En los primeros instantes del segundo set, Medvedev dio un pasito atrás y Alcaraz se comió la pista entera. Mejorando con su saque -sólo concedió una opción de rotura más en todo el encuentro-, corriendo de lado a lado como un velocista y afinando su puntería -en el primer set cometió 15 errores no forzados, en los otros tres, 20-, empezó a bailar como sólo él sabe bailar. Entre largos intercambios de derechas, expuso sobre el verde todo su arsenal de recursos, las dejadas, los passing shots e incluso esa locura de globo entre las piernas al que ya parece tan acostumbrado. En el último set, resoplaba Medvedev porque otra vez, como también pasó el año pasado en semifinales, no tenía nada que hacer.