Las dificultades en el Circuito Gilles Villeneuve, sobre un asfalto deslizante y una constante amenaza desde el cielo, favorecieron a Fernando Alonso, quizá el mayor especialista de la parrilla en condiciones mixtas. El bicampeón mundial cerró el viernes marcando el mejor tiempo de la segunda sesión libre (1:15.810), con 46 centésimas sobre George Russell y 65 ante Lance Stroll, al volante del otro Aston Martin. El escaso agarre no iba a disuadir al asturiano, que estableció su crono antes de la aparición de la lluvia, evidenciando sus buenas sensaciones en una pista donde hace sólo un año se quedó muy cerca de la victoria.
El relevo inicial de 14 vueltas con el neumático blando bastó a Alonso para dominar la tabla. Después de que las nubes descargasen, en el tramo final, los favoritos debieron montar gomas intermedias de lluvia. Y ni siquiera así pudieron librarse de los sustos. De hecho, Lewis Hamilton debió hacer malabarismos para evitar un golpe contra las protecciones de la Curva 4. Y Charles Leclerc sufría más de lo habitual, con un trompo de 360º en la Curva 10.
A diferencia de lo sucedido en Imola, Aston Martin sí escogió esta vez el momento idóneo para salir a pista. La rapidez del AMR24 a la hora de calentar los neumáticos impulsó a Alonso, necesitado de un paso adelante tras dos carreras consecutivas fuera de los puntos. En cualquier caso, no conviene extraer conclusiones definitivas en un viernes plagado de interrupciones por la lluvia.
Demasiadas incógnitas
Ningún equipo pudo completar las habituales simulaciones, donde suelen recopilar datos imprescindibles para la carrera. Tampoco se dispuso de tiempo para comprobar el rendimiento del neumático medio, el que mejor parece adaptarse a esta pista, por su aguante a la degradación. Hay tantos interrogantes que ni siquiera Mercedes llegó a montar el alerón delantero, con el que pretende acercarse a los tiempos de Ferrari y McLaren.
Durante la sesión matinal, Lando Norris había liderado la tabla (1:24.435), con 32 centésimas de ventaja ante Carlos Sainz y 87 frente a Leclerc. Ni McLaren ni Ferrari han traído a Canadá mejoras aerodinámicas, mientras Red Bull estrena alerón trasero. El otro momento reseñable de la FP1 fue el accidente de Guanyu Zhou, que desencedenaría una bandera roja.
Aún peor corrieron las cosas para Red Bull, lejos de la cabeza y víctima de una severa avería en el monoplaza de Max Verstappen. A falta de media hora para el final de la segunda sesión, el tricampeón mundial detectó olor a quemado, por lo que su equipo le conminó a activar el protocolo de seguridad. De inmediato, una nube de mecánicos acordonaría el RB20, negando cualquier resquicio a la curiosidad de las cámaras.
Tras desmontar casi por completo el coche, la escudería capitaneada por Christian Horner informó de un problema en el Sistema de Recuperación de Energía (ERS). Otro revés para el tricampeón mundial, que ha perdido el aura de invulnerabilidad con la que venía dominando el Mundial desde 2021. Pese a sus cinco victorias en las ocho primeras carreras, Mad Max ya arrastró problemas de fiabilidad en Australia y falta de ritmo en Miami y Mónaco.
Durante casi cinco semanas en Nueva Zelanda y Australia, Luis Rubiales nunca manejó otra opción en su cabeza. España, por primera vez en la historia, iba a proclamarse campeona del mundo de fútbol en categoría femenina. Lo repetía a modo de mantra. Con una convicción casi suicida. Así que sus colaboradores, entre la prudencia y el estupor, optaron por seguirle la corriente. Las futuras campeonas, con quienes había mantenido notorias discrepancias, también empezaron a observarle con creciente simpatía. En aquel verano de 2023, el ex presidente de la Federación ejercía como único enlace entre el vestuario y su técnico, Jorge Vilda. Porque ese vínculo se había roto tiempo atrás. Y no había reconciliación posible. Sin embargo, tras cada victoria en el Mundial, el entusiasmo de Rubiales empezaba a resultar más y más contagioso. De algún modo, cautivador. Su apuesta por el fútbol femenino, esta vez sí, era firme. Así se lo había repetido mil veces a Jennifer Hermoso. Con ella mantenía una relación muy estrecha, basada en la camaradería. En un visceral modo entender el fútbol y la vida. Sin embargo, el 20 de agosto de 2023, sobre el césped del Stadium Australia de Sydney, Rubiales propinó un beso no consentido a Hermoso que puso patas arriba el fútbol español y por el que, a partir de hoy, deberá rendir cuentas en la Audiencia Nacional. Se le acusa de dos delitos: agresión sexual y coacciones. La Fiscalía pide para él una pena de dos años y medio de cárcel.
En el banquillo del Juzgado Central de lo Penal, presidido por el magistrado José Manuel Clemente, también se sentarán Jorge Vilda, ex seleccionador femenino, Albert Luque, ex director deportivo de la selección masculina y Rubén Rivera, ex responsable de marketing de la selección. A los tres se les imputa un delito de coacciones, por el que podrían ser condenados a un año y medio de cárcel.
Según la denuncia de Hermoso, Vilda, Luque y Rivera intentaron subestimar la importancia de lo sucedido, presionándola para que no tomase medidas legales. Respecto al beso de Rubiales, Jenni admitió haberse sentido «vulnerable y víctima de una agresión, un acto impulsivo, machista, fuera de lugar y sin ningún tipo de consentimiento por mi parte». Así definía, el 25 de agosto de 2023, los hechos. Sin embargo, sólo unos minutos después del beso, ni Hermoso ni su entorno más cercano, incluido el sindicato FutPro, mostraban alarma alguna. ¿Qué sucedió en esos seis días para que la capitana cambiase el discurso? Tras consultar con varios testigos, EL MUNDO ha querido reconstruir, paso a paso, aquellos hechos.
«Estoy para lo que me pidáis»
Para comprender de forma más precisa lo que pasó aquel domingo en Sydney hay que remontarse unos días atrás. En concreto, hasta el acceso de España a las semifinales, donde se mediría a Suecia. «Estoy para lo que me pidáis. Si queréis que vengan más familiares, adelante», contó Rubiales a sus jugadoras. Aquello suponía otro paso en el plan de conciliación por el que ellas tanto habían peleado. El que les igualaba en derechos a otras selecciones de la elite.
Porque desde el inicio del torneo, Irene Paredes e Ivana Andrés, dos de las líderes, pudieron convivir en el hotel de concentración con sus parejas y sus hijos: Mateo, de dos años, y Jara, de apenas unos meses. Rubiales se había involucrado personalmente para que todas dispusieran de una bolsa económica destinada al desplazamiento de sus familiares. Aunque en el inicio del torneo ese reparto resultó algo caótico, con el paso de las semanas se hizo más flexible. De igual modo, las malas caras de los primeros días dieron paso a un ambiente más cálido. Salvo un par de excepciones, el equipo apreciaba el golpe de timón de su presidente.
Sin embargo, el clima interno distaba del ideal. Baste el caso de Misa Rodríguez, relegada a la suplencia tras el 0-4 ante Japón. A partir de ese momento, la guardameta rompió cualquier relación con Vilda. Sin olvidar la clásica rivalidad de clubes trasladada a la selección. Ivana Andrés, capitana, y Misa Rodríguez, jugadoras del Real Madrid, observaban con recelo a las del Barça, con siete titulares en la final ante Inglaterra. Cuando las azulgrana pidieron permiso a Ivana para que Paredes alzase la copa, la madridista se negó en rotundo. Ella había seguido con Vilda durante el plante de Paredes y otras 14 compañeras en 2022. «Si algo nos enseñó aquel Mundial es que, a diferencia de lo que suele decirse, un equipo con un vestuario roto sí puede alcanzar el éxito», explica a este periódico un ex trabajador de la RFEF.
Vilda, durante el calentamiento previo a la final ante Inglaterra.AFP
La gravedad del asunto habría desesperado a otro presidente, pero no a Rubiales. En realidad, aquellos manejos le parecían peccata minuta. Al fin y al cabo había sido él, socialista de cuna, hijo del alcalde de Motril, quien pactó con Gerard Piqué una comisión de 24 millones de euros por el traslado de la Supercopa a Arabia Saudí. Era su peculiar modo de entender la presidencia. Después de mil escaramuzas con Javier Tebas, presidente de LaLiga; después de tantos devaneos con Pedro Sánchez para organizar el Mundial 2030; después de grabar en secreto sus conversaciones con José Guirao, ministro de Cultura y Deporte; después de la fiesta en un chalet de Salobreña con una decena de «chicas de imagen»; después del espionaje a David Aganzo, presidente del sindicato AFE, Rubiales se sentía invulnerable. Dos meses antes ya había gozado con la Nations League, un logro menor. Ahora necesitaba otro título a escala planetaria: el Mundial femenino.
Aferrado a su incombustible optimismo festejó desde el palco de autoridades el gol de Olga Carmona, maldijo el penalti errado por Jenni Hermoso y descontó, uno a uno, los 13 minutos de tiempo añadido. Tras el pitido final, la tensión se le iba a desbordar del modo más obsceno: una mano en los testículos ante la atónita mirada de la Reina Letizia y la Infanta Sofía. Pocos metros más allá, en la zona VIP donde se sentaban los representantes de clubes, federaciones territoriales y la gente de FIFA y UEFA, nadie iba a percatarse. La mayoría se enterarían al día siguiente.
«No descarto que lo llevara pensado, como muestra de lo cercano y cariñoso que era»
Entre tanta euforia, Rubiales bajó a la hierba. Las campeonas desfilaban hacia el podio, donde Gianni Infantino, presidente de la FIFA, y la Reina entregarían el trofeo. Una a una fueron pasando. Al llegar Jenni, ante casi nueve millones de españoles frente al televisor, Rubiales le lanzó un beso en la boca. «No descarto que lo llevara pensado, como muestra de lo cercano y cariñoso que era», apunta una fuente federativa.
Unos minutos más tarde ya se había formado un pasillo a modo de besamanos. «Cuando fuimos a felicitarle, el clima era de cachondeo, de cero importancia. Algunos le recordaban lo sucedido entre Iker Casillas y Sara Carbonero», rememora otra asistente, del círculo de Hermoso. Una anécdota para la mayoría de radios y televisiones que lo recogieron casi en directo. Mientras en el vestuario continúan con la broma («¡Presi, que nos casamos!») un tuit de Pablo Echenique, a eso de las 16:25 horas, hace saltar las alarmas en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas.
En el Airbus A350 de Iberia
«¿Esto de Rubiales no va a tener consecuencias penales?», se preguntaba el ex portavoz parlamentario de Podemos. La red X, a petición de la FIFA, iba a retirar su vídeo por una cuestión de derechos televisivos, aunque Echenique no cejaría en el empeño. «Aquí el fotograma del posiblemente delictivo acto de Rubiales. A ver si la FIFA me tumba esto también». Casi de inmediato, Yolanda Díaz, número dos del Gobierno en funciones, e Iñigo Errejón se sumaron a la censura.
Jenni, que había transmitido un directo por Instagram siguiendo la broma, decide atender una llamada de la Cadena COPE. Más chistes. El equipo viaja desde el hotel al aeropuerto y los responsables de prensa de la RFEF empiezan a detectar en las redes sociales un efecto de bola de nieve. Rubiales, cegado por el éxito, no da al tema trascendencia alguna. Tampoco ante los micrófonos de Juanma Castaño: «No hagamos caso de los idiotas y de los estúpidos, de verdad. Es un pico de dos amigos celebrando algo... no estamos para gilipolleces».
Según el escrito de la Fiscalía, durante ese vuelo Rubiales se dirigió a Jenni «para que accediese a hacer una manifestación pública conjunta» durante la escala en Doha. «Es verdad que hubo gente que habló con ella, pero sin ningún tipo de presiones para que grabara el vídeo», explica otro de los presentes. Mientras el escándalo alcanzaba ya cada rincón del planeta, en el interior del Airbus A350 de Iberia se sucedían escenas que rozaban lo grotesco. Con Emilio Butragueño, director de Relaciones Institucionales del Real Madrid, en pijama por los pasillos; con las campeonas rechazando cualquier petición para colaborar; con Vilda aún pendiente de su hija, que dos horas antes de despegar había sido hospitalizada por un leve problema gástrico; con los brindis de cava, las porciones de tarta y las miradas de inquina; con el secretario de Estado, Víctor Francos, tranquilizando a Rubiales: «No te preocupes, que a la ministra portavoz [Isabel Rodríguez], le vamos a decir lo que tiene que contar»...
Cuando Rubiales descubre que Jenni se niega en rotundo a comparecer junto a él, pierde los papeles. En Doha tuvo que ofrecer, solo ante la cámara, unas disculpas que sonaban a hueco. Aquel vídeo tuvo un efecto bumerán.
«En mitad de la negociación con Junts, a Pedro Sánchez le venía muy bien que se hablara de otra cosa»
Después de 22 tortuosas horas en el aire, la fiesta en la madrileña explanada del Parque del Rey tampoco despejaría los nubarro. Mientras atronaban los acordes de Juan Magán, Vicco o Camela, Francos y Rodríguez intentaban jugar, entre bambalinas, un papel de mediadores. Rubiales no quiso aparecer, convencido de que la celebración sólo correspondía a las campeonas. Un año antes, tras el éxito de la Nations League, ya había seguido desde casa los actos organizados en el WiZink Center.
Rubiales y Vilda, durante la recepción a las campeonas en La Moncloa.AFP
Él ansiaba su momento a la mañana siguiente en La Moncloa. Sin embargo, Pedro Sánchez se lo negó. Más allá de un frío apretón de manos a la llegada, el presidente del Gobierno no quiso ninguna foto con él. Durante el posado de grupo, Rubiales fue relegado a una esquina. Por aquellos días, Sánchez empezaba a negociar los votos de Junts para la investidura. «Le venía muy bien que se hablara de otra cosa, así que exprimió al máximo nuestro problema», apunta uno de sus ayudantes.
Los adeptos a la causa
Según quienes vivieron junto a Rubiales aquel final de agosto, los días siguientes en Las Rozas fueron «muy difíciles». Los gabinetes de crisis se sucedían en la tercera planta del edificio principal de la Ciudad del Fútbol. Por el despacho del presidente -más de 100 m², con terraza incluida- desfilaron los adeptos a la causa: su amigo Nene -imputado junto a él en la operación Brody-; Antonio Gómez-Reino, director de relaciones institucionales; Chema Timón, jefe de Gabinete, y su padre, Luis Rubiales López. Sin olvidar a los seleccionadores, Luis de la Fuente y Jorge Vilda o algunos presidentes de las territoriales. La inmensa mayoría, con la excepción de su padre, le animaba a resistir.
Hasta Ibiza, tratando de ablandar a Jenni, habían viajado Rivera y Luque. «Si en este momento le ayudaba seguramente le podría conseguir un puesto en la Federación», razona Marta Durántez, fiscal del caso, aportando algunos mensajes donde el ex futbolista del Deportivo acusa a Hermoso de «mala persona» y la desea «que se encuentre muy sola en la vida». A tenor de otras filtraciones, los contactos entre la jugadora y Rivera también incluían Whatsapp de diversa índole: «Rubén, puedes decir a tu mujer que no tengo bikini. Que me ha preguntado y le he dicho que sí tenía, jaja».
A última hora del martes 22, la Federación convocó una Asamblea Extraordinaria para el viernes 25. Según los más fieles a Rubiales, este fue su mayor error. Y lo atribuyen a la recomendación de Alejandro Blanco, presidente del COE, que pretendía escenificar el apoyo de todos los estamentos del fútbol. En cualquier caso, tras interminables conversaciones, el núcleo duro convence a Rubiales para que dimita en la Asamblea. El jueves 24, él mismo activa la maquinaria con la que dar por hecho su adiós. Llama al Consejo Superior de Deportes para informar de todo. La inmediata filtración de Francos no sólo le enfurece, sino que le impulsa a un último y triple salto mortal. «¡No voy a dimitir!, ¡no voy a dimitir!, ¡no voy a dimitir!».
Sólo su padre y otra persona, que no ha podido ser identificada por este diario, sabían de la pirueta. Después, tomó a sus hijas, las montó en su coche y puso rumbo a Valencia. Al mediodía del sábado 26, la FIFA, comunicó por mail a la RFEF que suspendía provisionalmente a Rubiales «mientras se tramita el expediente disciplinario». Aquello se tradujo en tres años de inhabilitación. Hasta ahí alcanzó la justicia deportiva. Hoy llega el turno de la justicia ordinaria.
Los malos presagios se cumplieron, uno a uno, para Aston Martin en Sakhir, donde el AMR25 se confirmó como el coche más lento de la parrilla. Tanto en ritmo de carrera, cuando rodó a un promedio de 1:39.04, como en vuelta rápida, con un mejor crono de 1:37.906, el coche de Fernando Alonso y Lance Stroll perdió la batalla incluso ante Sauber, el equipo más débil del Mundial durante las dos últimas temporadas.
"Es como si el coche se estuviera muriendo en baja velocidad. Se trata de un problema conocido que ya sufrimos el año pasado, pero que ahora seguimos teniendo", analizó Alonso, sin recursos para luchar frente a Alpine, Haas y Racing Bulls. En un trazado donde imperan las curvas lentas y la tracción, el monoplaza verde ofreció un paupérrimo rendimiento.
Además, la estrategia de Aston Martin, con dos tandas largas con los neumáticos medios antes de rematar con los blandos, se fue al traste por culpa del safety car ordenado a 12 vueltas para la meta. "No creo que eso hubiese cambiado mucho", admitió Alonso, perdido en el pozo de la clasificación. El remate a un pésimo fin de semana en Sakhir, donde el viernes sufrió un problema con el volante durante la segunda sesión de entrenamientos libres y el sábado tuvo que afrontar su vuelta definitiva de Q2 con neumáticos usados porque los tres juegos de blandos ya los había agotado su equipo en la Q1.
"es un poco todo"
La reflexión resulta pues obligatoria en el equipo capitaneado por Andy Cowell, que también cometió un fallo a la hora de configurar la altura idónea en el coche de Stroll. "Ha sido un fin de semana difícil, esperábamos ser lentos con tantas zonas de baja velocidad, pero necesitamos mejorar el coche. No se trata sólo de la baja velocidad, sino que es un poco todo", analizó Alonso.
Después de cuatro carreras Fernando aún no ha sumado ni un solo punto en el Mundial. Una racha que recuerda sus peores momentos en McLaren. En 2015, tras perderse la cita inaugural en Australia, aún tuvo que esperar otras ocho carreras antes de amarrar el primer punto en Silverstone. Un año más tarde, después de su escalofriante accidente en Melbourne que le apartó del GP de Bahrein, aún pudo firmar una gran remontada en Sochi. Tras partir decimocuarto, cruzó sexto la bandera a cuadros. Aquellos ocho puntos se antojan ahora casi una fantasía.
"Haas, Williams y AlphaTauri [Racing Bulls] siempre están un poco por delante, así que rápidamente pasamos a ser el séptimo u octavo equipo. En esas posiciones no puedes sumar puntos a menos que tengas mucha suerte", reconoció Alonso, sin querer hacer más sangre con su situación actual. Porque en realidad, el AMR25 rodó en Sakhir 22 centésimas más lento que Sauber y 23 peor que Racing Bulls. Y la mejor vuelta del asturiano se quedó a 57 centésimas de Sauber y a 73 del filial de Red Bull.
Mano a mano con Sauber
Ahora sólo queda por ver si la debacle se repite este próximo fin de semana en el GP de Arabia Saudí, colofón al primer triplete del Mundial 2025. El Corniche Circuit, con sus vertiginosas curvas, a más de 300 km/h, debería suponer cierto alivio para Aston Martin. "En cinco días tenemos una nueva oportunidad de mejorar", concluyó el asturiano.
Sin embargo, las buenas intenciones sirven ya de poco en Aston Martin, que deberá batirse para esquivar el farolillo en las próximas citas. Ahora mismo, sólo Sauber parece a la altura de sus desdichas. A última hora del domingo, Nico Hulkenberg fue descalificado por una irregularidad en el fondo plano de su coche.
Se oyó un grito de pura felicidad a través de la radio. "¡Adoro conducir, adoro conducir en este circuito!", exclamó ayer Fernando Alonso, entre carcajadas, tras concluir séptimo en la sesión clasificatoria del GP de Mónaco. Por segunda semana consecutiva, el bicampeón se colaba en el top-10, territorio vedado durante las seis primeras carreras del Mundial. "Un día especial en la temporada. Definitivamente un buen paso", concluyó.
Ese salto cualitativo del que hablaba el asturiano obedece a las mejoras implementadas por Aston Martin. En sus manos, el AMR25 ya puede codearse con Williams o Racing Bulls para liderar la zona media. Y resulta más que pertinente adjudicarle esa cuota de mérito porque Lance Stroll partirá hoy penúltimo. El canadiense cayó de mala manera en la Q1 y además fue penalizado con tres posiciones. Sólo la sanción de 10 puestos a Oliver Bearman le evitará el indecoroso farolillo rojo.
En lo estrictamente cuantitativo, la progresión de Aston Martin puede contabilizarse en 63 centésimas: del 1:11.563 con el que Stroll marcó la referencia el año pasado en Q2 a este 1:10.924 de Alonso. Sólo Haas, con 91 centésimas respecto a la pasada edición supera a la escudería de Silverstone.
"Extremadamente contento"
En la parrilla de hoy se espera con expectación a Adrian Newey, el ingeniero más laureado de la historia, que estrena en el Principado su uniforme verde. En una vieja libreta, el británico volverá a anotar cada detalle de los rivales. "Algunas de nuestras herramientas son débiles, particularmente el simulador", ha advertido el gurú del diseño este fin de semana. A pesar del aviso y de los dos años en los que ha cifrado la viabilidad del proyecto, se percibe otro ambiente en el garaje.
Ahora ese optimismo hay que trasladarlo a la pista durante 78 vueltas. Sin titubeos estratégicos, porque hoy, por primera vez, habrá que cumplir dos paradas obligatorias en el Principado. "Podemos tener suerte y acabar cuartos o quintos, o tenerla mala y terminar de nuevo fuera de los puntos", vaticinó el doble vencedor en Le Mans. En caso de cumplir otra carrera fuera del top-10 superaria sus funestos registros de 2015 y 2017 con McLaren.
En cualquier caso, Alonso admitía ayer sentirse "extremadamente contento" por su rendimiento en la qualy. Sin una sola queja por esa milésima que le separaba de Isack Hadjar, un novato que sigue encandilando con su Racing Bulls. "Ha sido genial verle. Ha disfrutado mucho con esas vueltas, siendo el único que ha pasado a la Q2 con los neumáticos medios", recalcó Andy Cowell, CEO y máximo responsable de las operaciones en pista de Aston Martin.
Alonso, con el AMR25, el sábado en Mónaco.ASTON MARTIN
Ahora, el AMR25 presume de prestaciones incluso en un entorno tan hostil como Mónaco, plagado de curvas lentas, la debilidad por antonomasia de Aston Martin. Según las previsiones de Newey, a comienzos de julio llegará otro paquete de actualizaciones aerodinámicas en el GP de Gran Bretaña. Asimismo, el próximo viernes, la FIA aplicará una nueva directiva técnica en Montmeló relativa a los alerones delanteros. Si Aston Martin sabe adaptarse a estos criterios de flexión, aún puede acercarse más a los puestos de cabeza.
En lo más alto del Mundial continúa McLaren, que ayer festejó a lo grande el éxito de Lando Norris. Fue la primera pole en Mónaco para la escudería de Woking tras 18 años. Un bonito homenaje para Alonso, que se la había apuntado en 2007, cuando compartía box con Lewis Hamilton. Por contra, el heptacampeón cerró ayer la jornada con una sanción de tres puestos, por interferir a Max Verstappen en las inmediaciones de Beau Rivage.
¿Labor de equipo de Hadjar?
Mad Max se vio incapaz de seguir el rastro de Charles Leclerc y Oscar Piastri, segundo y tercero, aunque en carrera podría contar el apoyo de Hadjar, que parte justo detrás. Si el francés de Racing Bulls, escudería hermana de Red Bull, ejerce de muro de contención frente a Alonso, Hamilton y Esteban Ocon podría generarse un hueco idóneo para la primera parada de Verstappen.
A esa ruleta de las estrategias lanzará también sus dados Aston Martin. Queda por saber la magnitud de la apuesta. ¿Asumirá todos los riesgos o se conformará con un plan más conservador? Desde luego, poco o nada tiene que perder el equipo, séptimo en el Mundial a 37 puntos de la quinta plaza de Williams. Bastante más delicada se antoja la decisión de los candidatos a la victoria. Pese a la superioridad de efectivos de McLaren, nadie debería descartar a Leclerc. Entre otros motivos porque Norris únicamente convirtió en victoria cuatro de sus 10 poles previas.