Grupo de corredores en ascenso en el Tour de Flandes.JAN DE MEULENEIRAFP
El ciclismo nos está regalando un período esplendoroso. Un puñado de corredores excepcionales produce de continuo un exaltante espectáculo, al que, maravillado, asiste un público agradecido. Una serie de rivalidades en la cumbre y en varias direccion
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Los Tres Mosqueteros, una literaria referencia humana, eran cuatro. Pero la "Santísima Trinidad", un futbolístico recordatorio divino, eran, efectivamente, tres en el Manchester United: Bobby Charlton, George Best y Denis Law. Tres Balones de Oro. Ya fallecidos los dos primeros, acaba de desaparecer físicamente el tercero. Fueron perecederos en el mundo real, pero inmortales en el mitológico del fútbol. La "Holy Trinity" tiene una estatua en los exteriores de OId Trafford.
Denis Law era escocés, nacido en Aberdeen, donde ha muerto a los 84 años. Vino al mundo en el seno de una familia humilde y numerosa de pescadores. Sus primeras botas, regalo de un vecino, las tuvo a los 15 años. En los últimos tiempos había perdido las facultades cognitivas y, según el comunicado de su familia, "ahora está en paz". Formó con Charlton y Best un trío icónico, uno de los más grandes de todos los tiempos en cualquier equipo de cualquier país.
Rápido, regateador, técnico y valiente en una época de defensas 'terroríficos', era un 10 goleador, el tercer máximo en la historia del siempre prolífico United (237 dianas), tras Wayne Rooney (253) y el propio Charlton (249). Con Escocia, con la 'Tartan Army' anotó 30 goles, los mismos que Kenny Dalglish, en 55 partidos. Asociado a la mejor historia del United y sir Matt Busby, fue campeón de Europa en 1968, dos veces de Liga (1965 y 1967), una de la FA Cup (1963) y dos de la Supercopa (1965 y 1967).
La estatua de los grandes del Manchester United: George Best, Denis Law y Sir Bobby Charlton antes del encuentro de la Liga de Campeones ante el Copenhague.Dave ThompsonAP
Ganó el Balón de Oro en 1964, por delante de Luis Suárez y Amancio. El único escocés en lograrlo. Había empezado su carrera en el modesto Huddersfield Town. Larguirucho, desgarbado, lejos del fortachón arquetipo del futbolista británico de los 50, no llamó la atención. Lo salvó el instinto de Bill Shankly, mánager entonces del club. Pero no pasó al Liverpool, sino, efímeramente, al Manchester City, en el que marcó 21 goles en 44 partidos. Y de allí al Torino por 110.000 libras, un récord para los traspasos de la Premier al calcio.
El catenaccio imperante en Italia le impidió brillar. Regresó en 1962 a Inglaterra, pero no al City, sino al United, que trataba de rehacerse de la tragedia aérea de 1958. Con los Busby Boys alcanzó la cima. Tras 11 años con los Red Devils, cruzó la frontera local para regresar al City en su último año como profesional. El United, el club de su vida, rozaba el descenso a la First Division, la segunda categoría del fútbol de las Islas.
Y por esas cosas del destino, a Law le correspondió enviarlo a las catacumbas. Un gol suyo de tacón lo condenó. Cabizbajo, no lo celebró y tras ese partido colgó las botas. Nunca hubo mejor ni, también, más triste momento.
Los números dicen que España obtuvo en el Campeonato de Europa en pista cubierta celebrado en Apeldoorn (Países Bajos) cuatro medallas (un oro, una plata y dos bronces). Por reconocible, el dato arroja certezas. Por analizable, admite matices.
Para empezar, han existido más medallas de bronce que de oro y plata. De hecho, han supuesto la mitad del botín. Todo el bronce ha sumado lo mismo que el oro y la plata juntos. Eso no es favorecedor. Todas las medallas son buenas, pero unas mucho más que otras. A la hora de jerarquizar el medallero, el oro pesa más que el conjunto de platas y bronces. Un país con un único oro irá en el medallero por delante de otros que sólo tengan platas y bronces, por abundantes que sean. España ha logrado, en la historia de los Europeos indoor 35 oros, 50 platas y 40 bronces. El oro, ya se ve, escasea frente a la suma del resto de metales preciosos.
Regresando a la actualidad aún caliente en sus ecos de Apeldoorn, España mejoró el resultado de Estambul2023 (un oro y una plata). Pero empeoró los de Torun2021 (uno, dos, dos), Glasgow2019 (tres, dos, uno) e incluso, a igual cifra, pero menor valor, Belgrado2017 (uno, dos, uno).
Sí mejoró, en cambio, la cantidad de finalistas: 15. Un aspecto positivo, pero que, como todos los demás, en la ausencia de contrastes llamativos (12 en Estambul, 13 en Torun, 13 en Glasgow y 14 en Belgrado), no dice mucho. O dice algo, pero en voz baja. Habla de regularidad, que suena mejor que estancamiento. A Apeldoorn no viajó Jordan Díaz. Ni María Vicente. Y Quique Llopis, con molestias, no pudo correr una final de vallas que le sonreía. Y, en la longitud, Lester Lescay, a pesar de su bronce, y el excelente Jaime Guerra estaban lesionados.
Paula Sevilla, en acción en Apeldoorn.NICOLAS TUCATAFP
Pero, en esencia, presencia y potencia, enviamos a Apeldoorn lo mejor del arsenal, con una figura mundial como Ana Peleteiro, porque Europa se adapta más a nuestras hechuras, y la pista cubierta, aunque nunca faltan estrellas, no es el campo en el que se vuelca la mayoría. En el Mundial de Nangjing (China), los próximos días 21, 22 y 23, habrá más que en Apeldoorn. Pero donde abundarán hasta la saturación será en el Mundial a cielo abierto de Tokio, en septiembre.
La pista cubierta, el atletismo de bolsillo, es un escenario orientativo más que referencial a la hora de extrapolar sus resultados a la pista al aire libre. Dura muy poco y está plantada en unas fechas impropias. Es la versión invernal, recortada en el programa, de una actividad de verano. Y aunque ello exhibe la riqueza de un deporte capaz de expresarse con belleza en cualquier estación y en cualquier marco, sugiere más que afirma.
Y esta vez ha sugerido que el atletismo español sigue siendo, en conjunto, una potencia media europea, lo que se traduce en una pequeña potencia mundial. Es, por esencialmente joven y multirracial, un atletismo atractivo y asomado al futuro. Se reconoce incompleto porque sigue siendo deficitario en numerosas modalidades, femeninas y masculinas: los lanzamientos, la pértiga, la altura (un desierto vertical sin Ruth Beitia)...
Attaoui, durante el 1.500 del Europeo indoor.Peter DejongAP
Pero, tierra de mediofondistas sostenidos y renovables (García, Ben, Attaoui, Canales), va ganando enteros en la velocidad. La existencia de tres vallistas de alta gama, Quique Llopis, Asier Martínez y el prometedor Abel Jordán, también con molestias en Apeldoorn, supone una muestra representativa.
En una mezcla de ilusión y consagración, lo mejor del Europeo, aparte, naturalmente, del oro de Peleteiro, llevó el nombre de Paula Sevilla con una prestación que va más allá de su bronce en los 400. Una recompensa resumen de la magnífica actuación individual y colectiva de nuestra gente, todo un ejército compacto, en la prueba. Procedente de la velocidad, sobre todo de los 200, sus 50.99 igualaban el récord de Sandra Myers de 1991. Esa marca vale, al aire libre, otra por debajo de los 50. Myers mantiene 49.67 desde, también, 1991. Bajar de los 50 segundos es cruzar la gran frontera internacional. Aguarda a Paula.
La pista cubierta, un estuche, acoge un atletismo de transición, de paso con un calendario breve y necesariamente intenso. Un atletismo no en miniatura, pero concentrado en un programa reducido con pruebas en todas las disciplinas que se amontonan sin estorbarse. Un atletismo de mediano voltaje en un escenario recogido, accesible, íntimo, con todas las actuaciones al alcance del ojo y casi de la mano, del espectador in situ. Es un atletismo bonito, dinámico, bullente, de vistosos contrastes instantáneos. Un ensayo a cielo cerrado, pero a puertas abiertas, del gran atletismo en los grandes estadios de las grandes competiciones en las grandes fechas.
Tiene tradición y prestigio. Alicientes de peso para que, acompañados de otros importantes, unos cuantos máximos nombres pisen el terreno. No han abundado, pero no han faltado en este Mundial de Nankín. Hemos visto, por ejemplo, a Armand Duplantis (pértiga), Jakob Ingebrigtsen (1.500 y 3.000), Grant Holloway (60 vallas), Miltiadis Tentoglou (longitud), Yaroslava Mahuchikh (altura), Gudaf Tsegay (1.500) y Devynne Charlton (60 vallas).
Todos, menos Tentoglou, quizás debilitado por una gripe que le impidió su participación en el Europeo, y Mahuchikh, afectada por unas inopinadas molestias en la rodilla, obtuvieron el oro prometido, pero nunca reservado. Ingebrigtsen consiguió su perseguido doblete, una hazaña que sólo había logrado antes Haile Gebrselassie. El noruego se apresta a enfrentarse a una temporada al aire libre con el Mundial de Tokio en el aún lejano horizonte de septiembre y, antes o durante, el ambicioso objetivo de batir el récord mundial de los 1.500 en poder desde 1998 de Hicham el Guerrouj. Lo tiene a tiro. Pero eso no significa que acierte con la bala. En cualquier caso, ese duelo en el tiempo y la distancia supone uno de los mayores atractivos del curso.
En la última jornada mundialista, España se revistió de bronce por partida doble con Fátima Diame en el salto de longitud y Elvin Josué Canales en los 800 metros. Bañarse en oro sigue siendo en extremo difícil para todo el mundo. Incluso, en un momento dado, a tenor de las diferentes circunstancias y los neutrales caprichos de un azar que no se casa con nadie, para los dominadores de su disciplina. Esto es deporte y la incertidumbre forma parte de la gracia y el interés de la competición. A menudo, con el mismo peso que el oro en el cronómetro, pero no el mismo brillo en la pantalla, la plata y el bronce se quedan a un centímetro o una centésima del color, el olor y el sabor inseparables del triunfo absoluto:
En la longitud, un imperceptible centímetro separó el oro de la plata. Y otro igual de escueto la plata del bronce. Mattia Furlani (Italia) saltó 8,30. Wayne Pinnock (Jamaica), 8,29. Y Liam Adcock (Australia), 8,28. Una centésima medió, en los 60 vallas, entre el oro y la plata. Y otra entre la plata y el bronce. Devynne Chambers (Bahamas) corrió en 7.72. Ditaji Kambundji (Suiza), en 7.73. Y Ackera Nugent (Jamaica), en 7.74. Más aún, la cuarta y quinta clasificadas también realizaron 7.74.
Fin del invierno en el atletismo con tejado. Queda inaugurada la primavera.