Fútbol femenino
Carmen Arce, conocida como ‘Kubalita’, tomó parte en los primeros partidos de la selección, en los años 70. “La Federación nos ahogó”
Ser mujer y futbolista en España aún no es fácil, pero a principios de los años 70 era toda una proeza. Las pioneras que comenzaron a representar a la selección española jugaban contra rivales y también contra un sistema que las comenzó viendo como un atractivo casi folkórico y las acabó apartando por amenaza. Al menos así lo cuenta Carmen Arce, ‘Kubalita’, la primera guardameta que vistió la camiseta de aquella España clandestina.
La primera vez, el 21 de febrero de 1971, en el estadio de La Condomina en Murcia y ante Portugal, un debut que estuvo a punto de no producirse. «Nosotras veíamos que se retrasaba y no sabíamos por qué. Después nos enteramos de que había tanta gente en las gradas, tanta expectación por vernos, que la Sección Femenina y el Delegado del Gobierno pensaron en suspenderlo. Finalmente nos dejaron jugar sin escudo, sin himno y las portuguesas nos empataron en el partido (3-3) con un penalti inocente por mano que yo no pude parar, y eso que se me daba bien», recuerda Carmen.
RECLUTADAS CON ANUNCIOS
Que el público se volcara con ellas no era una novedad. «Yo jugaba en el Racing Valencia, luego Marcol porque nos patrocinaba unos grandes almacenes, y había disputado partidos y torneos donde llegaron a ir a vernos 10.000 personas». Era 1970 y empezaban a formarse algunos equipos reclutando a jóvenes con anuncios en prensa. «A mí me gustaba jugar con mis hermanos y a mi padre le pareció bien que fuera a las pruebas. Me probaron de extremo, porque como decían que me parecía a Kubala… pero lo mío era la portería y me quedé sólo con el apodo», bromea. Con 15 años, entrenaba dos días a la semana, «con un entrenador al que llamaban el inmisericorde, porque no nos trataba precisamente entre algodones», y contaba con el respaldo de todo su entorno. «Sólo a una compañera le costó convencer a su padre. Nadie más nos cuestionó».
Los problemas no tardarían en comenzar. Fueron invitadas al primer Mundial oficioso en México en 1971, «pero la Federación no nos apoyó y no nos dio tiempo de buscar patrocinadores». La distancia con los hombres -porque no había ni una sola mujer- que dirigían el fútbol se hizo muy evidente para aquellas jugadoras el 8 de diciembre de 1972 en el segundo partido internacional, esta vez en el Arcángel de Córdoba ante Italia. «Nunca he sufrido tanto como en aquel partido», recuerda Carmen. Dentro del campo encajó cinco goles. «El campo estaba embarrado, me había pasado la noche anterior viajando en tren y las italianas eran muy fuertes. Salimos con infinidad de golpes por todo el cuerpo», cuenta. También en el alma. «Nos metieron cinco goles y en el NO-DO nos hizo burla. Nos ridiculizaron con los comentarios, nos sacaban el trasero y las piernas. Nos querían humillar», rememora. Aún así aguantaron dos años más jugando, «pero nos ahogaron y en 1974 se acabó todo», recuerda con amargura Carmen, a la que le costó muchos años poder volver a ver fútbol. «Sufrí el duelo profundo de dejar de ser deportista por una lesión en la rodilla y el bloqueo emocional de ver cómo acabó aquello que empezamos».
conocer a alexia
La espina se la empezó a sacar en sus conversaciones de ánimo con Alexia Putellas y la jovencísima Vicky Adrianova, ambas lesionadas del cruzado con quienes coincidió en un documental. «Así me curé y empecé a disfrutar con ellas y a compartirlo con 15 o 20 pioneras que seguimos en contacto. Solo una madre puede entender lo que sentimos nosotras viéndolas jugar», advierte.
«Ellas son nuestra herencia y ojalá nos sigan haciendo llorar de alegría y emoción, como cuando llenan campos o ganan campeonatos de Europa de clubes», relata Carmen antes de atreverse a desvelar cuál es el deseo secreto que comparten ese grupo de futboleras amigas que fueron las primeras en atreverse a calzarse las botas y los guantes: «Nos encantaría poder salir al campo con ellas en un partido oficial». Que tomen nota en la Federación Española.