El Sevilla se desmelena frente al United

El Sevilla se desmelena frente al United

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El Sevilla barre por completo al Manchester United, con Maguire y De Gea que regalaron dos goles

Youssef En-Nesyri celebra el 3-0.José Manuel VidalEFE

No hay que confundir sencillez con simpleza. El fútbol es un invento antiguo. Hay entrenadores que, cuando llegan, maquillan estrafalariamente a sus equipos creyendo que así podrán ocultar sus imperfecciones. Y hay entrenadores que observan el rostro avejentado de los suyos y susurran: «Me gustas así». El Sevilla ganó al Manchester con una suficiencia inolvidable (3-0). Este Sevilla es un equipo incompleto y hermoso. Aunque el entusiasmo no sea suficiente para tapar todos sus desperfectos, cada partido es una aventura. José Luis Mendilibar es un buscador de oro, sentado en la ribera de un río, en el lejano oeste.

Con un once atrevido, con Lamela, Ocampos y En-Nesyri en punta, salió el técnico vasco a por la hombría europea. El United, pese al resultado, fue superior en la vuelta. Y salió confiado. En el minuto 7, la intensa presión nervionense forzó el error de Maguire. Cerca de su área, el central cedió torpe y mal a un compañero. Lamela recuperó el balón y la cedió a En-Nesyri que, a placer, batió a De Gea. Los de rojo caminaban, los de blanco pisaban el césped encabritados.

Lo intentaba Antony, asociándose casi siempre con un animoso Casemiro, pero la defensa sevillista se mostraba segura y unida. Sin riesgos. Sin zarandajas. Fernando, infatigable, cementaba la retaguardia. Marcao tuvo que ser sustituido al recaer de su lesión. Suso y Gudelj retrasó su posición. El central lloraba de camino al vestuario. Así de emocional era el choque. Todo era piel. El imprevisto no alteró el espíritu de los suyos. Achicaban con firmeza. Eran gigantes.

Gudelj centró con una rabona y Ocampos estuvo cerca de marcar. El partido era un bellísimo caos. Los ingleses timoratos, los andaluces desmelenados. En el minuto 40, marcó Ocampos tras centro de Acuña. El colegiado, Artur Dias, anuló el gol por fuera de juego. «Vamos», gritó el argentino tras la breve decepción. Como si nada importase esa

noche. Como si la felicidad fuera inquebrantable. Acabó la primera mitad entre ovaciones y abrazos en la grada. Un Ramón Sánchez-Pizjuán blanquísimo. Los corazones, espléndidamente azotados.

A la salida de vestuarios, Rashford sustituyó a Sancho y Shaw a un desconcentrado Wan-Bissaka. En el Sevilla todo seguía igual, porque la perfección no admite matices. Apenas pasó un minuto cuando Rakitic sacó de esquina. Loïc Badé voló en el centro del área y cabeceó bombeado. El balón superó a De Gea, que saltó pronto, y tras golpear en el larguero, cayó a gol. El sevillismo enloquecía. El Manchester pagó su incapacidad con las piernas del rival. La fiesta sería memorable.

Erik ten Hag meneaba el banquillo, pero nada cambiaba. Mendilibar mantenía a los suyos, apuraba el refresco, se preparaba para el hostigamiento de los últimos minutos. Tenía un plan. Un plan contenido. Una estrategia lúcida tras un año de literatura hinchada y coloridas frustraciones. Una falta lanzada por Eriksen en el 70 pasó cerca de la escuadra de Bono. Pero el United no estaba. Diablos desbravados. En el minuto 80, En-Nesyri acabó con el partido. De Gea falló con estrépito, dejó un balón muerto fuera del área, y el ariete marroquí aprovechó el regalo. El teatro de los sueños es un espectáculo ambulante y hoy tocaba función en Nervión. Europa es un estado de ánimo. El fútbol es una gimnasia sobria. Mendilibar dio una lección sólo con silencios. El Sevilla, tras una temporada llena de heridas, ahora presume de cicatrices.

kpd